La siguiente es la reflexión correspondiente al Tercer Domingo de Cuaresma (ciclo A) acerca las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2014, corresponde al Domingo 23 de Marzo.
Pero
el pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo:
"¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed,
junto con nuestros hijos y nuestro ganado?". Moisés pidió auxilio al
Señor, diciendo: "¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta
poco para que me maten a pedradas?". El Señor respondió a Moisés:
"Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y
lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo.
Ve, porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú golpearás
la roca, y de ella brotará agua
para que beba el pueblo". Así lo hizo Moisés, a la vista de los
ancianos de Israel. Aquel lugar recibió el nombre de Masá - que significa
"Provocación"- y de Meribá - que significa "Querella"- a
causa de la acusación de los israelitas, y porque ellos provocaron al Señor,
diciendo: "¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?".
Justificados,
entonces, por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor
Jesucristo. Por él hemos alcanzado, mediante la fe, la gracia en la que estamos
afianzados, y por él nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y la esperanza no quedará defraudada,
porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo, que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía éramos débiles,
Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente se
encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea capaz
de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo
murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.
Llegó
a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había
dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había
sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a
sacar agua, y Jesús le dijo: "Dame de beber". Sus
discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le
respondió: "¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy
samaritana?". Los judíos, en efecto, no se trataban con los
samaritanos. Jesús le respondió: "Si conocieras el don de Dios y quién es
el que te dice: 'Dame de beber', tú misma se lo hubieras pedido, y él te
habría dado agua viva".
"Señor, le dijo ella, no
tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas
esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha
dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?".
Jesús le respondió: "El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el
que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua
que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida
eterna". "Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para
que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla". Jesús le
respondió: "Ve, llama a tu marido y vuelve aquí". La mujer respondió:
"No tengo marido". Jesús continuó: "Tienes razón al decir que no
tienes marido, porque has tenido cinco y el que ahora tienes no es tu marido;
en eso has dicho la verdad". La mujer le dijo: "Señor, veo que eres
un profeta. Nuestros padres adoraron en esta montaña, y ustedes dicen
que es en Jerusalén donde se debe adorar". Jesús le respondió:
"Créeme, mujer, llega la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén
se adorará al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que
conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora se acerca, y
ya ha llegado, en que los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque
esos son los adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, y los que lo
adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad". La mujer le dijo: "Yo
sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando él venga, nos
anunciará todo". Jesús le respondió: "Soy yo, el que habla
contigo". En ese momento llegaron sus discípulos y quedaron
sorprendidos al verlo hablar con una mujer. Sin embargo, ninguno le preguntó:
"¿Qué quieres de ella?" o "¿Por qué hablas con ella?". La
mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad y dijo a la gente: "Vengan
a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?".
Salieron entonces de la ciudad y fueron a su encuentro. Mientras tanto, los
discípulos le insistían a Jesús, diciendo: "Come, Maestro". Pero él
les dijo: "Yo tengo para comer un alimento que ustedes no conocen".
Los discípulos se preguntaban entre sí: "¿Alguien le habrá traído de
comer?". Jesús les respondió: "Mi alimento es hacer la voluntad de
aquel que me envió y llevar a cabo su obra. Ustedes dicen que aún faltan
cuatro meses para la cosecha. Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los
campos: ya están madurando para la siega. Ya el segador recibe su salario y
recoge el grano para la Vida eterna; así el que siembra y el que cosecha
comparten una misma alegría. Porque en esto se cumple el proverbio: 'uno
siembra y otro cosecha' Yo los envié a cosechar adonde ustedes no han
trabajado; otros han trabajado, y ustedes recogen el fruto de sus
esfuerzos". Muchos samaritanos de esta ciudad habían creído en él por la
palabra de la mujer, que atestiguaba: "Me ha dicho todo lo que hice".
Por eso, cuando los samaritanos se acercaron a Jesús, le rogaban que se
quedara con ellos, y él permaneció allí dos días. Muchos más creyeron en
él, a causa de su palabra. Y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú has
dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es verdaderamente el
Salvador del mundo".
Te comparto algunas reflexiones acerca de estas lecturas:
Te propongo las siguientes preguntas para la reflexión:
Terminemos nuestra meditación orando con el ...
Vengan, alegres demos
vivas al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva;
partamos a su encuentro dando gracias;
aclamémosle con cánticos.
¡Entremos, agachémonos, postrémonos;
de rodillas ante el Señor que nos creó!
Pues él es nuestro Dios
y nosotros el pueblo que él pastorea,
el rebaño bajo su mano.
Ojalá pudieran hoy oír su voz.
«No endurezcan sus corazones como en Meribá,
como en el día de Masá en el desierto,
allí me desafiaron sus padres
y me tentaron, aunque veían mis obras.
Por último, te invito a que hagamos juntos la siguiente oración:
¡Oh! Dios, que en Jesús nos indicas que el criterio de toda verdadera religión es el amor hecho servicio, haz que comprendamos que ha llegado la hora de adorarte en espíritu y en verdad; en justicia y amor; en apertura y solidaridad con todos nuestros semejantes. Amén.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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