Te comparto la
reflexión correspondiente a la Solemnidad de Cristo Rey Ciclo B 2018, sobre las
lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2018, corresponde al Domingo 25 de Noviembre.
Llegamos al final del año litúrgico. La solemnidad de Cristo rey nos cuestiona sobre nuestra relación con Cristo. Situar esta fiesta al cierre del año litúrgico busca subrayar tres cosas:
1. La centralidad del Reinado de Dios como proyecto de Jesús y proyecto de la Iglesia.
2. El lugar de Jesús en la vida del creyente cristiano: Él debe ser el rey, siempre y cuando se entienda que su reinado es de amor, misericordia y servicio y no de poder, basado en relaciones de dominio.
3. Que este reino (reinado) de Dios es un don (Dios lo hace posible), pero también es una tarea: los cristianos lo deben hacer presente con su testimonio de cada día.
¿En qué consiste esta realeza de Jesús?
Veamos las lecturas:
Su dominio es eterno y no pasa
Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Algunas reflexiones
Este libro es una obra compleja. Su composición final intercala partes escritas en hebreo, partes en arameo y partes en griego. Ello hace suponer que este libro tuvo un proceso de redacción muy complejo. Esto hace difícil datar su elaboración: seguramente su composición final, es del siglo II a. C., durante la persecución de Antíoco IV Epífanes. El contexto es, por tanto, un ambiente de persecución religiosa y de divisiones internas en el antiguo pueblo de Israel.
El objetivo del autor es infundir a los creyentes esperanza. Para ello se vale de un personaje ideal (Daniel), a través del cual se quiere brindar al pueblo un modelo inspirador que lo ayude a permanecer fiel a Dios, en medio de las vicisitudes.
El autor sostiene, a través de este personaje, una tesis fundamental: a pesar de los problemas, las dificultades y la aparente victoria del mal sobre el bien, este último terminará triunfando, porque Dios tiene la última palabra. La tribulación es pasajera y hay que saberla afrontar sin traicionar a Dios, sin perder la fe, sin renunciar a los valores, sin perder el Norte.
Llama la atención el lenguaje, el estilo y las imágenes usadas en el libro, pero lo fundamental es el mensaje. La ficción y la alegoría usadas por el narrador son propias de una corriente literaria y teológica llamada apocalíptica.
El libro se centra en el drama de la historia: los reinos y los imperios luchan entre sí. Unos caen y otros suben para caer más tarde. Algunos se creen los dueños de la historia, pero en realidad el dueño de la creación y de la historia es Dios.
En la convicción del autor, Dios – de manera misteriosa – orienta la historia, proponiendo un proyecto decididamente ligado al bien. Pero el ser humano se enceguece y no comprende estos “planes de Dios”, por eso se requiere de alguien que interprete lo que está sucediendo y revele los planes de Dios (ese es Daniel, ese debe ser el creyente de todos los tiempos).
Del texto podemos subrayar varios elementos:
El príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios
Jesucristo es el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. Aquel que nos amó, nos ha librado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre. A Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que lo atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa. Sí. Amén. Dice el Señor Dios: "Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso."
Algunas reflexiones
El libro del Apocalipsis del Nuevo Testamento fue escrito hacia el año 95 d.C. El libro refleja la acometida del imperio romano contra la Iglesia. La persecución pone de manifiesto dos mundos irreconciliables: el del imperio romano, caracterizado por el abuso de poder, la gloria de los poderosos, el maltrato hacia los humildes. Y el mundo del Reino de Dios predicado por los cristianos, caracterizado por el amor, la justicia, la humildad, el servicio y un nuevo sentido de Dios.
Los cristianos se rehúsan a adorar los poderes de este mundo y a reconocer que el emperador sea su señor. Esto equivaldría a reconocer que el emperador es Dios. Para ellos, el único Señor es Jesucristo.
Por causa de la persecución, el autor (que lleva por nombre Juan, pero que no es el mismo Juan, autor del cuarto evangelio) está confinado en una isla por confesar a Jesucristo como Hijo de Dios y Salvador. Por lo que se sabe, el autor era de origen judío, gran conocedor del Antiguo Testamento.
El libro está dirigido inicialmente a las iglesias cristianas esparcidas en la provincia romana de Asia que están sometidas a dura persecución. El autor quiere fortalecer la fe de estos cristianos perseguidos, animarlos a permanecer fieles a Jesús, advirtiéndoles para no caer en la idolatría que plantea el culto al emperador (posiblemente Domiciano), el cual exigía honores divinos.
El libro contiene un mensaje permanente de esperanza y de confianza en que el mal no prevalecerá sobre el bien, porque Dios es quien tiene la última palabra. Notemos en esto y en el contexto de persecución la semejanza entre el libro de Daniel y le libro del Apocalipsis. Tiempos diversos, comunidades diversas, pero situaciones semejantes.
Algunos aspectos claves para nuestra meditación:
Tú lo dices: soy rey
En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Jesús le contestó: "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?" Pilato replicó: "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?" Jesús le contestó: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí." Pilato le dijo: "Con que, ¿tú eres rey?" Jesús le contestó: "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz".
Algunas reflexiones
Como los demás evangelios del Nuevo Testamento, el de Juan tiene como objetivo proclamar la fe de los creyentes cristianos en Jesús, afirmar que Él es el Cristo (el enviado de dios, su Ungido) y fortalecer la fe en los oyentes del mensaje.
Lo que se busca con el mensaje del evangelio (y de las lecturas de este domingo) es que el creyente ponga su vida ante Jesús, que haga de Jesús su centro, su modelo, su motivación más profunda, su REY. Pero para llegar allá es necesario tomar una decisión de fondo: creer en Él o rechazarlo.
Hoy, la liturgia nos recuerda que buscamos a Jesús porque Él es nuestro REY, porque su propuesta de amor da sentido a la vida y porque en Él descubrimos el verdadero rostro de Dios.
El texto que se nos propone este domingo ha sido seleccionado precisamente por la temática del REINO/REINADO DE DIOS, que es diferente de los reinados de este mundo. Jesús nos introduce en su reino y nos invita a ejercer un reinado de amor, que se traduce en el servicio. Recordemos que cuando alguien es bautizado se afirma que ha sido configurado con Cristo, que es sacerdote, profeta y rey.
En el evangelio se nos propone el encuentro de hombres que encarnan dos poderes distintos: Pilato y Jesús. Conocemos el talante de cada uno. Cuando Jesús comparece ante Pilato, no era reconocido como rey por nadie, pero era el rey querido por Dios. Un rey controvertido, rechazado (Vino al mundo, pero no fue recibido, nos dice el evangelista Juan). Cuando Jesús llega ante Pilato sabe que (políticamente hablando) Pilato es el funcionario puesto por Roma, pero ¡cuánta distancia entre uno y otro! Jesús – en su diálogo con Pilato- deja las cosas claras: Mi reino no es de este mundo, es decir, no tiene la lógica de los reinos de este mundo: no funciona en términos de dominación, excesos, abusos de poder, violencia. Pero ese reino que representa Jesús debe hacerse presente y transformar el mundo. La convicción de fondo es clara: solo el amor de Dios puede transformar el mundo desde su raíz más profunda, el corazón humano.
No olvidemos que el lenguaje humano es siempre una aproximación. Se trata, en esta ocasión, de un lenguaje de corte monárquico, que quiere expresar algo de Dios (su majestuosidad, su poder, su gloria, su trascendencia). Pero es un lenguaje limitado. Sin embargo, Jesús deja claro en qué consiste esa majestuosidad de Dios: en su amor sin límite. Según san Pablo, Jesús encarnó perfectamente este amor y por eso merece el título de Rey. Así lo escribe en su carta a los filipenses:
«Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo, de manera egoísta, el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre.»
(Fil 2, 5-11)
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
El Señor reina, vestido de majestad.
El Señor reina, vestido de majestad, / el Señor, vestido y ceñido de poder. R.
Así está firme el orbe y no vacila. / Tu trono está firme desde siempre, / y tú eres eterno. R.
Tus mandatos son fieles y seguros; / la santidad es el adorno de tu casa, / Señor, por días sin término. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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