La siguiente es la reflexión correspondiente al Quinto Domingo de Cuaresma (ciclo A) acerca las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2014, corresponde al Domingo 6 de Abril.
Así
habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas,
y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel. Y cuando abra sus tumbas
y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que yo soy el Señor. Yo
pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio
suelo, y así sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré -oráculo del
Señor-.
Comencemos meditando tres frases de esta lectura:
¿Qué nos dicen, hoy, estas frases?
Hermanos:
Los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el
Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no
puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté
sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la
justicia.
Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que
resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del
mismo Espíritu que habita en ustedes.
Continuemos nuestra meditación interiorizando el sentido de estas dos frases extraídas de esta lectura:
¿Qué nos dicen, hoy, estas frases?
Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el que tú amas, está enfermo". Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella". Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea". Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?". Jesús les respondió: "¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él". Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo". Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará". Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo". Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir con él". Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo". Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está aquí y te llama". Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto". Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: "¿Dónde lo pusieron?". Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás". Y Jesús lloró. Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!". Pero algunos decían: "Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?". Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto". Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?". Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, te doy gracias porque me oíste. Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado". Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!". El muerto salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar". Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.
Te comparto las siguientes reflexiones acerca de esta lectura:
A continuación, te comparto las siguientes reflexiones adicionales sobre las lecturas de este Domingo:
01. "En el Antiguo Testamento no aparece claramente una expectativa de vida eterna, de vida más allá de la muerte. Los israelitas esperaban las bendiciones divinas para este tiempo de la vida terrena: larga vida, numerosa descendencia, habitar en la tierra que Dios donó a su pueblo, riquezas suficientes para vivir holgadamente. Más allá de la muerte sólo quedaba acostarse y «dormir» con los antepasados; las almas de los muertos habitaban en el “sheol”, que era considerado como una especie de abismo subterráneo en donde ni se gozaba ni se sufría. Pero, progresivamente, la experiencia espiritual del pueblo de Israel va abriéndose a la percepción de un futuro diferente, de una dimensión de trascendencia que apunta más allá de los límites meramente históricos. Ya en los libros de los Macabeos encontramos textos en los que la idea y la esperanza de una vida (más allá de la muerte) se acoge como posibilidad de plenitud. Como lo vimos, el relato de Ezequiel nos sitúa en la primera etapa, mientras que el relato de san Juan apunta hacia esta nueva fase".
02. En la época de Ezequiel el pueblo de Israel se encontraba desterrado, en una tierra lejana (Babilonia), considerada como su tumba. Pero Dios hace posible el regreso y la reconstrucción de la nación. Es una experiencia de resurrección.
03. Ezequiel nos habla de un pueblo exiliado (hoy diríamos, desplazado). ¿No hay, acaso, millones de personas desplazadas en el planeta? ¿Cómo vemos este fenómeno desde la fe? ¿No reclaman estas personas una postura y una respuesta a su situación? ¿No hay acaso, en nuestro país, poblaciones enteras que necesitan ser reconstruidas?
04. El Texto del libro de Ezequiel insiste en la acción del Espíritu de Dios. En realidad, la reflexión de la liturgia va articulando progresivamente el seguimiento de Cristo con la experiencia del Espíritu Santo, educándonos para asumir nuestra dimensión espiritual. Notemos que – cuando lleguemos a la fiesta de la Resurrección – lo que viene es el don del Espíritu. Por eso el tiempo de Pascua (que se inicia con la resurrección) termina con la venida del Espíritu (la fiesta de Pentecostés).
05. La narración de san Juan también nos habla de un “volver a la vida”. El relato de la “resucitación” (distinta de resurrección) es una invitación a la esperanza: una vida diferente es posible… También lo es una vida radicalmente nueva y definitiva.
06. En el evangelio tanto los discípulos de Jesús (Los Doce) como las dos hermanas de Lázaro (Marta y María) viven procesos intensos de crecimiento en la fe. En realidad, somos nosotros los que – captando estos procesos – debemos asumir el nuestro.
07. Una cosa es clara: el autor y gestor de este proceso de transformación (resurrección), que puede comenzar aquí en esta vida y llegar a su plenitud al superar la muerte, es Jesucristo. Él es quien ofrece la vida nueva y plena.
08. Las palabras de Jesús, al final del texto, nos dejan ver la profundidad de la relación que Él mantiene con Dios Padre: Jesús está plenamente convencido de esta relación, de la intimidad que hay en ella, de la escucha del Padre… Y confía. ¿No es esto lo que se espera de nosotros? ¿No es hacia allá que debe apuntar nuestra fe? Nuestra fe es limitada, pero puede crecer, puede madurar, puede abrirse a nuevas posibilidades. Pero hay que alimentarla, ejercitarla, cultivarla.
09. Hay que tener cuidado con el relato e ir a su sentido. Al revivificar a Lázaro, Jesús revela que el poder de Dios desborda los cálculos humanos. Dios hace posible lo imposible. Aunque la esperanza humana se haya encontrado con su límite (el cadáver ya apesta) para Dios todo es posible. Aunque se trata de una resucitación el relato prepara, orienta y anticipa el signo por excelencia de la resurrección de Jesús.
10. La idea no es esperar a que llegue la muerte para asumir una vida íntegra, honesta y acorde con la Voluntad de Dios. No hay que esperar al final de los tiempos para resucitar. La fe cristiana es un camino de vida y de esperanza en el que, guiados por el Espíritu Santo, nos identificamos con Cristo y nos dejamos transformar por Él en nuevas criaturas.
11. “La segunda lectura está tomada de la carta de Pablo a los Romanos. (…), redactada con unas categorías antropológicas complicadas, muy alejadas de las nuestras. (…) El fragmento subraya que hemos recibido el Espíritu que el Señor prometía en los ya lejanos tiempos del exilio. Por tanto, no estamos ya en la “carne”, es decir, no estamos ya en el pecado, en el egoísmo estéril, en la codicia desenfrenada, o solos (contando únicamente con nuestras capacidades humanas). Estamos en el Espíritu, o sea, en la vida verdadera del amor, el perdón y el servicio, como Cristo, que posee plenamente el Espíritu para dárnoslo sin medida”.
12. No olvidemos que el centro de la fe cristiana es la resurrección. No olvidemos que la de Lázaro no fue una resurrección, sino una revivificación o resucitación. A Lázaro se le dio una prórroga, un poco más de tiempo de vida… pero de esta vida temporal, caduca, limitada. Un poco de «lo mismo». Lo anterior quiere decir que Lázaro tenía que volver a morir. Pero «resucitar»... es otra cosa. No confundamos resurrección con reanimación de un cadáver.
Terminemos nuestra reflexión orando con el ...
Desde lo más
profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria.
Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido.
Mi alma espera en el Señor,
y yo confío en su palabra.
Como el centinela espera la aurora,
espere Israel al Señor.
Porque en Él se encuentra la misericordia
y la redención en abundancia:
Él redimirá a Israel
de todos sus pecados.
Por último, te invito a que hagamos juntos la siguiente oración:
¡Oh! Dios, que desde siempre inspiras en los seres humanos el deseo de felicidad plena y «eterna», una felicidad que triunfe sobre la muerte. Te expresamos humildemente nuestro deseo de ser coherentes con esta fuerza interior que habita en nosotros, para buscar su realización con los medios más honestos y por el camino que sea más benéfico para nosotros y para quienes nos rodean. Enséñanos a buscar en ti el camino que conduce a la Vida Plena. Amén.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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