Aunque
la fe no nos dice nada preciso sobre el LUGAR del Purgatorio, la opinión que
más se ajusta a las Escrituras, la sitúa en las entrañas de la Tierra, no lejos
del Infierno, el lugar donde se hallan los réprobos.
PRIMERA PARTE
Aunque la fe no nos dice nada preciso sobre el LUGAR del Purgatorio, la opinión más común, la que más se ajusta al lenguaje de la Escritura y que es más generalmente aceptada entre los teólogos, la sitúa en las entrañas de la Tierra, no lejos del Infierno de los réprobos.
Los teólogos son casi unánimes, dice San Roberto Belarmino (Del purgat. lib. 2. cap. 6), en enseñar que el Purgatorio, al menos el lugar ordinario de expiación, está situado en el seno de la Tierra, y que las almas del Purgatorio y las de los réprobos están en los mismos espacios subterráneos, en esas regiones profundas que la Escritura llama Infierno.
Cuando decimos en el Credo de los Apóstoles que Jesucristo después de Su Muerte descendió a los Infiernos, "la palabra Infierno" (dice el catecismo del Concilio de Trento) (1) se refiere a los lugares ocultos en donde se encuentran las almas que aún no han obtenido la beatitud eterna.
Pero estos lugares son de muchos tipos. Uno de ellos se trata de una negra y oscura prisión, donde las almas de los réprobos son continuamente atormentadas junto a los espíritus inmundos, por un fuego que nunca se apaga. Este lugar, que es el Infierno propiamente dicho, todavía se llama Gehena y Abismo.
El Catecismo del Concilio de Trento también enseña que, "Hay otro Infierno, donde está el fuego del Purgatorio. Allí las almas de los justos sufren por un tiempo, para ser completamente purificadas, antes de que se les abra la entrada a la patria celestial; porque nada profano puede entrar en ella”.
“Un tercer Infierno fue aquel en el que las almas de los santos fueron recibidas antes de la venida de Jesucristo, y en el que disfrutaron de un tranquilo descanso, libres de dolor, confortadas y sostenidas por la esperanza de su redención.
Estas son las almas santas que esperaban a Jesucristo en el seno de Abraham, y que fueron liberadas cuando Jesucristo descendió a los Infiernos.
El Salvador entonces derramó repentinamente una luz brillante entre ellas, llenándolas de infinito gozo y haciéndolos disfrutar de la soberana dicha que se halla en la visión de Dios.
Así se cumplió la promesa de Jesús al ladrón: Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”. (Catec. Rom. Cap. 6. §1)
“Una idea muy probable (dice Santo Tomás de Aquino), y que además responde a las palabras de los santos y a revelaciones privadas, es que habría un doble lugar para la expiación del Purgatorio.
El primero estaría destinado para la generalidad de las almas, y está situado abajo, cerca del Infierno; el segundo sería para los casos particulares, y es de allí de donde saldrían tantas apariciones”.
El santo doctor admite por tanto, al igual que muchos otros, que a veces la Justicia Divina asigna un lugar especial a la purificación de ciertas almas, y hasta les permite aparecerse, ya sea para instruir a los vivos, ya sea para que los muertos obtengan los sufragios que necesitan, o bien por otras razones dignas de la Sabiduría y de la Misericordia de Dios”. (Supl. Parte 3, últ. pregunta)
Este es el esquema general de la doctrina sobre el lugar del Purgatorio.
Como no estamos haciendo un tratado que se preste a controversia, no añadimos pruebas o refutaciones: estas se pueden leer de autores como Suárez y Belarmino. Solo señalaremos que la opinión acerca del submundo subterráneo no tiene nada que temer con respecto a la ciencia moderna.
La ciencia puramente natural es incompetente en cuestiones que, como ésta, pertenecen al orden sobrenatural. Sabemos por experiencia que los espíritus pueden ser encontrados en un lugar ocupado por cuerpos, como si tales cuerpos no existiesen.
Sea como sea el interior de la Tierra, ya sea que esté completamente en llamas, como dicen comúnmente los geólogos, o que se encuentre en cualquier otro estado, nada impide que sirva de morada a los espíritus, incluso a espíritus revestidos de un cuerpo resucitado.
El Apóstol san Pablo nos enseña que el aire está lleno de una multitud de espíritus de las Tinieblas: "Tenemos que luchar", dice, "contra los poderes de las Tinieblas, contra los espíritus malignos que están en el aire”. (Efesios 6:12)
Por otro lado, sabemos que los buenos ángeles
que nos protegen no son menos numerosos en este mundo. Ahora, si los ángeles y
otros espíritus pueden habitar nuestra atmósfera sin que el mundo físico sufra
la más mínima modificación, ¿cómo es que las almas de los muertos no podrían
morar en el seno de la Tierra?
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