Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 32 del Tiempo Ordinario Ciclo C 2016, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 6 de Noviembre.
¿Hacia
dónde camina la humanidad? ¿Cuál es su destino final? ¿Cuál es la meta última
del ser humano? ¿Hay un punto de llegada? Todas estas preguntas, sin duda,
aparecen en nuestra vida, formuladas de una u otra forma. Recordemos que estas preguntas
pueden ser planteadas desde diversos horizontes. Aquí nos situamos en el
horizonte de la fe bíblica [fe en el registro judío (Antiguo Testamento) y fe
en el registro cristiano (Nuevo Testamento)].
El rey del universo nos resucitará para una vida eterna
En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás: "¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres." El segundo, estando para morir, dijo: "Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna." Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente: "De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios." El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió este, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: "Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida."
En la primera lectura tomada de 2º libro de los Macabeos se nos presenta el testimonio de fidelidad a la fe judía de una familia (una madre y sus 7 hijos, aquí el texto aparece recortado). La narración es claramente una catequesis que pretende dar ánimo, esperanza y orientación a la comunidad judía de la diáspora, amenazada duramente por la dominación del General Antíoco IV Epífanes, que pretendía consolidar la dominación helénica, imponiendo dicha cultura (incluidas sus religiones) al pueblo de Israel de la época.
A través del relato lo que se busca es animar a los creyentes judíos a conservar su fe y sus valores, apoyados en la fe en Dios. Claro, este relato nos presenta ya (a través de las voces de la madre y sus hijos) unos desarrollos interesantes sobre el problema de la resurrección, que – precisamente por causa de la persecución – se plantea en ese momento: ¿qué pasará con aquellas personas que permanecieron fieles a Dios y por su fidelidad perdieron su vida, es decir, fueron martirizados? ¿Hay algo más allá de la lógica de retribución intra-histórica que afirmaba que ‘a quien se porta bien le va bien y a quien se porta mal le va mal’? ¿Hay algo más allá de esta vida histórica, terrestre, espacio-temporal?
Lo que se plantea en este libro de los Macabeos es ya un esbozo de la fe en la resurrección, pero aún no se ha llegado al nivel de la comprensión cristiana de resurrección (que plantea una vida radicalmente nueva, plena y no sujeta a los condicionamientos intrahistóricos). Lo que se propone, en el libro de los Macabeos, es una especie de revivificación de los muertos, en un mundo nuevo, en el que ya no hay más sufrimiento. Lo que es claro es que va apareciendo la idea de la inmortalidad, que – más tarde – se articulará con la idea de la inmortalidad del alma proveniente de la filosofía griega.
Varias preguntas pueden orientar nuestra reflexión:
No es Dios de muertos, sino de vivos
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella." Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos."
En el texto del evangelio, es Jesús quien directamente asegura la posibilidad de la resurrección a una vida nueva. Claro, no sabemos con exactitud cómo será esta vida nueva. Lo que hacemos (incluso desde el registro propio de la teología y de la piedad) es imaginar esas realidades ‘otras’ a partir de las categorías, conceptos y experiencias de nuestra existencia finita histórica.
El texto nos sitúa en Jerusalén, en los últimos días antes de la muerte de Jesús. La tensión con los líderes religiosos y políticos (entre ellos los saduceos) ha llegado a su punto más alto. Ya estos líderes han tomado la decisión de matar a Jesús y se acerca la hora de la pasión. Los saduceos no aceptaban algunas doctrinas y creencias que otros grupos (como los fariseos) sí aceptaban. Entre ellas estaba la fe en la resurrección.
El punto de discusión es la resurrección, en la cual unos creen (por ejemplo, los fariseos) y otros no (por ejemplo, los saduceos). Pero el asunto no es sólo creer algo, sino buscar la fundamentación, la razonabilidad y la verdad de ese algo que se cree. Esto es muy exigente, tanto para el ser humano de ayer como para el ser humano de hoy.
Los saduceos, percibiendo que la postura de Jesús estaba más cercana a la de los fariseos (que sí creen en la resurrección), le proponen una especie de situación hipotética (un poco forzada), con el objetivo de ridiculizar la creencia en la resurrección (esa es la ‘historia’ de la mujer que se casó sucesivamente con 7 hermanos, cumpliendo así con un deber de la época y de esa cultura conocido como LEY DEL LEVIRATO: según esta ley, el hermano de un difunto que muere sin hijos deberá casarse con la viuda, a fin de darle una descendencia al fallecido e impedir así que los bienes de la familia pasen a manos extrañas. Ver Deuteronomio 25, 5-10). La pregunta formulada a Jesús funciona, nótese, con las categorías con las que comprendemos y manejamos de la vida intrahistórica: En esa otra vida ¿De quién será esposa, pues estuvo casada con todos?
La respuesta de Jesús insiste en varios elementos:
Como judío, Jesús se apoya en los textos del Antiguo Testamento, concretamente la Torah (Éxodo 3, 6), que nos narra el episodio de la zarza ardiente. En ese episodio, Dios se presenta a Moisés como el Dios de los antepasados (Abraham, Isaac y Jacob) a quienes no se les considera como muertos y olvidados (que corresponde a la antigua noción hebrea de sheol), sino como vivos y presentes en el corazón de Dios. En la perspectiva de Jesús, los patriarcas (y todos aquellos que habían permanecido fieles a Dios) no están reducidos a estado de sombras, en la oscuridad del Sheol, sino que viven en la dimensión de Dios, es decir, viven resucitados.
¿Qué nos queda de esta lectura para nuestra reflexión?
El Señor os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas.
Hermanos: Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado. Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo.
La segunda lectura nos invita a mantener el diálogo y la comunión con Dios, mientras esperamos la llegada de la segunda venida de Cristo y la vida nueva que, en Él, Dios nos reserva. Para los creyentes, sólo manteniéndonos unidos a Dios podremos mantenernos fieles a nuestra propia construcción como humanos y a la vocación (llamado) qué Él nos ha dado (o hecho).
Recordemos que la carta a los Tesalonicenses nos sitúa ante una comunidad cristiana fervorosa, que vive su compromiso cristiano. El mismo Pablo reconoce que esta comunidad es un ejemplo para las otras comunidades cristianas.
Pero esta comunidad también está asaltada por algunas dudas y preguntas:
El autor de la carta insistirá en varios aspectos:
Además de todo lo anterior, el autor pide a los creyentes: orar por él y su misión (¿no deberíamos orar los unos por los otros? ¿No debemos orar por los pastores de la Iglesia, por los evangelizadores y, también, por los gobernantes, por las personas que tienen la responsabilidad de tomar las decisiones que afectan a pueblos y países enteros?). La oración es una de las formas concretas de vivir la solidaridad cristiana.
¿Qué nos queda de este texto?
¿No es todo esto un llamado a vivir un cristianismo auténtico? No echemos estas orientaciones en saco roto.
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.
Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mi suplica, que en mis labios no hay engaño. R.
Mis pies estuvieron firmes en tus caminos, y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. R.
Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme. Yo con mi apelación vengo a tu presencia, y al despertar me saciaré de tu semblante. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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