Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 25 del Tiempo Ordinario Ciclo B, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2015, corresponde al Domingo 20 de Septiembre.
Sofía… ¿un nombre? No, mucho más que eso. En griego significa sabiduría. Es frecuente, hoy, encontrar personas con muchos conocimientos, pero es menos frecuente encontrar personas sabias. La liturgia de hoy nos invita a buscar la sabiduría de Dios, que es la sabiduría del amor, de la compasión, de la misericordia, de la verdad, de la justicia. Es esta la sabiduría que conduce a la felicidad.
Damos a Jesús el título de Maestro, porque de Él brota una sabiduría especial, pues está habitado por el Espíritu de Dios. Esa sabiduría le permite situar su vida en la lógica de la voluntad de Dios y percibir la necesidad del prójimo.
Lo condenaremos a muerte ignominiosa
Se dijeron los impíos: "Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas, comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él."
Algunos comentarios
El libro de la Sabiduría parece ser el más reciente de los libros del Antiguo Testamento. Apareció hacia el siglo I a.C. El autor de este libro parece haber sido un judío (de Alejandría) de cultura helénica, con buen conocimiento del griego. Recordemos que durante este tiempo algunas comunidades judías de la diáspora (es decir aquellas que se establecieron fuera del territorio de Palestina) estaban siendo hostilizadas y perseguidas. Estamos en los reinados de Ptolomeo Alexandre y Ptolomeo Dionisio. En este tiempo se percibe una marcada confrontación entre la reflexión griega y la sabiduría judía. Los sabios de corte helénico buscan demostrar su superioridad y desvalorizar la cultura y el pensamiento proveniente del Judaísmo. En este contexto, los judíos (que viven en territorios del imperio) son empujados a abandonar su fe y a acoger los valores de la cultura helénica (renegando, en cierto modo, de sus valores y de su experiencia religiosa).
En su libro, este autor sagrado, busca afirmar su identidad y el valor de la sabiduría propia del Judaísmo. Él hace un elogio profundo de la sabiduría y la asocia con la piedad, la justicia y la verdad e invita a sus compatriotas judíos (inmersos en el entorno helénico) a redescubrir su fe y a percibir lo absurdo de la idolatría y de la búsqueda de una pretendida sabiduría sin Dios. Por eso afirmará que sólo Dios es garante y fuente de la verdadera sabiduría que lleva a la felicidad.
En el texto propuesto para nuestra meditación el autor establece un paralelo (por oposición) entre el justo y el impío e invita a meditar sobre el destino que le espera a cada uno de ellos. Los impíos, según el texto, desprecian al justo y desvalorizan su piedad. De hecho, en el contexto, los impíos de que habla el autor son los paganos hostiles al judaísmo y, también, los judíos que se habían apartado de su fe y de su cultura. Es importante tener en cuenta esta ubicación contextual a fin de no asumir, hoy, una actitud irreflexiva de rechazo del otro por causa de sus convicciones religiosas. Del mismo modo, es importante entender que ninguna opción religiosa da derecho a nadie de menospreciar al otro por pertenecer a otro camino religioso o por no “matricularse” en ninguno.
Lo que aparece claro en el texto es que la forma en que el justo vive se trasforma en una interpelación para los impíos, en un llamado que Dios les dirige. Frente a ese llamado las reacciones pueden ser diversas. En todo caso, la actitud negativa de los impíos hace que el comportamiento del justo sea experimentado como una espina, como una piedra en el zapato: “Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada.” Pero, lo que se espera del impío ante el testimonio del justo es que recapacite y cambie, pero parece que la cosa no es tan sencilla. Por el contrario, los impíos de que habla el texto se van lanza en ristre contra el justo, lo persiguen, lo ultrajan, buscan suprimirlo. Captamos – en esta lógica – la relación que este texto va a tener con la persona de Jesús, el justo perseguido.
Así las cosas, la vida del justo aparece – a los ojos humanos – como un fracaso (hizo el bien y le fue mal). ¿Valdrá, entonces, la pena permanecer fiel a Dios y a sus valores? Hay que leer el libro por completo para tener una respuesta: el autor dirá que el justo será recompensado por Dios; que Dios no olvida a los que le son fieles.
Algunos aspectos para nuestra meditación:
Los que procuran la paz están sembrando paz, y su fruto es la justicia.
Queridos hermanos: Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante y sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia. ¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.
Algunas reflexiones
Seguimos leyendo la Carta de Santiago, que nos interpela sobre la coherencia de la fe. Dicha coherencia se evidencia en la práctica. Una fe sin obras está muerta. En el texto que se nos propone para este domingo el autor se detiene en algunos aspectos particulares que requieren de nuestra atención:
ASPECTOS POSITIVOS
ASPECTOS NEGATIVOS
Recordemos que esta carta fue dirigida a comunidades cristianas establecidas, fuera de Palestina, en territorio del imperio romano (siglo I d.C.), marcado por el helenismo. El objetivo del autor es exhortar a los creyentes cristianos, para que no pierdan los valores propios de su fe y la verdadera lógica del seguimiento de Jesucristo.
El texto, además, de denunciar ciertas desviaciones que acaban con la comunidad y con el espíritu cristiano, insiste en la sabiduría divina, que hay que buscar. Esas desviaciones, aunque se presenten bajo un ropaje atractivo, son una falsa sabiduría. Es lo que Santiago llama “sabiduría del mundo”. Pero, para el cristiano, esta sabiduría del mundo es incompatible con la sabiduría divina, que ha sido revelada en la persona de Jesús, el Cristo. Sólo por la docilidad al Espíritu Santo, el creyente puede descubrirla, interiorizarla y encarnarla.
Para distinguirla, el autor de la carta da a la sabiduría divina unas características especiales: es pura, pacífica, generosa, comprensiva, imparcial, diáfana (no hipócrita) y se expresa a través de la misericordia y de las buenas obras. Sólo una sabiduría así puede conducir a la auténtica felicidad, a la perfección en el amor.
En la segunda parte del texto el autor analiza las causas de la situación de conflicto y de discordia (Atención: si escribe de este modo es porque estos fenómenos ya están haciendo mella al interior de algunas de estas comunidades cristianas… También hoy estos fenómenos están presentes al interior de la Iglesia, por eso la carta sigue siendo actual).
Lo que el autor quiere afirmar es que – en el fondo – los cristianos a los que se dirige aún no han interiorizado adecuadamente la vida y la enseñanza de Cristo, no han hecho suya su propuesta de vida y, por ello, les cuesta entender y vivir la fraternidad. En efecto, si el corazón humano sigue siendo individualista, insensible, orgulloso, hipócrita, codicioso, envidioso y si está aún esclavo de pasiones (=tendencias) malsanas es (y será) muy difícil ver al otro como hermano y convivir con él en actitud de reconocimiento y ayuda. En consecuencia, la oración que brota de un corazón egoísta no puede ser escuchada: “No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.”
Algunos aspectos que pueden ayudarnos a meditar:
1. La distinción entre sabiduría de este mundo y sabiduría divina.
2. Los presencia (en mí y en la comunidad) de pasiones (o tendencias) egoístas.
3. La interiorización del proyecto de Jesús.
4. La prolongación – en nuestra vida – de los sentimientos de Jesucristo.
5. La docilidad al Espíritu Santo.
6. El lugar de la paz y la justicia en nuestra vida.
El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.” Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutíais por el camino?” Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó llamó a los Doce y les dijo: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.” Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.”
Algunas reflexiones
Recordemos que la gran preocupación del evangelista Marcos en su texto (el evangelio) es presentar a Jesús de Nazaret como el Cristo e Hijo de Dios. Pero esta identidad de Jesús y su misión no están caracterizadas por la comodidad, el facilismo y la gloria humana (lo que llamaríamos, hoy, el éxito). Lo fundamental en la vida de Jesús no es el éxito (medido con los indicadores humanos de la sociedad de consumo), sino la fidelidad a la voluntad de Dios por la vivencia del amor. Es a esto a lo que todos los creyentes cristianos están invitados.
Es en este contexto del ejercicio de la misión para cumplir la voluntad de Dios en que debemos ubicar los tres anuncios de la pasión que aparecen en el evangelio de Marcos (ver: Mc 8,31-33; Mc 9,30-32; Mc 10,32-34). El texto de este domingo corresponde al segundo anuncio.
Jesús y el grupo de discípulos (apóstoles) continúan su marcha. Dejan la región de Cesarea de Filipo y se preparan para atravesar la región de Galilea. Saben que su ruta los va a llevar a Jerusalén y tienen conciencia (recordemos que Jerusalén es la capital del país) que allá se jugará la etapa decisiva del proyecto de Jesús (aunque aún no saben qué va a suceder). Algunos (incluso de entre los discípulos) piensan que Jesús entrará a la capital asumiendo el rol de un Mesías político-militar que liberará al pueblo de Israel del dominio del imperio romano.
Pero Jesús no se deja encasillar en estas “representaciones” del posible Mesías. Él tiene otra forma de entender su misión, su relación de filiación con Dios y la experiencia religiosa. Durante el viaje va educando a sus discípulos (con su ejemplo, con sus palabras, con los signos o milagros que realiza). La idea es hacer que los seguidores entiendan la lógica del Reino de Dios, es decir, la lógica del amor de Dios hecho vida.
En la primera parte del texto de hoy Jesús anuncia su pasión como algo inminente y, en la segunda parte, enseña sobre el Reino de Dios. ¿Qué enseña?
Es interesante percibir que Jesús mantiene siempre en silencio su identidad y pide a los discípulos que no digan nada. “no quería que nadie se enterase”. Además, Marcos resalta una situación: los discípulos tienen miedo de preguntarle: no es miedo hacia Jesús, sino miedo de lo que les pueda Jesús revelar, es decir, miedo ante la perspectiva de que el camino del Mesías y de todo aquel que le siga deberá pasar por la cruz, es decir, por la donación y el sufrimiento. Sería mejor – así lo pensamos con frecuencia – que este no fuera el camino y que la cosa fuera más festiva, más gozosa, menos incómoda. Esto es lo que los discípulos no logran entender o, mejor, no logran asumir (pues las palabras de Jesús son claras): “(Jesús) les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.”
Algunos aspectos para nuestra meditación:
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
El Señor sostiene mi vida.
Oh Dios, sálvame por tu nombre, / sal por mí con tu poder. / Oh Dios, escucha mi súplica, / atiende mis palabras. R.
Porque unos insolentes se alzan contra mí, / y hombres violentos me persiguen a muerte, / sin tener presente a Dios. R.
Pero Dios es mi auxilio, / el Señor sostiene mi vida. / Te ofreceré un sacrificio voluntario, / dando gracias a tu nombre, que es bueno. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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