En Defensa de la Fe


Domingo 21 del Tiempo Ordinario Ciclo C

Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 21 del  Tiempo Ordinario Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 21 de Agosto.



Este domingo, el tema de la liturgia orienta nuestra atención al tema teológico central de toda la Biblia: la Salvación.

 

Esta es la propuesta de Dios, esta es la voluntad de Dios, pues Él quiere “que todos los seres humanos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. El mismo evangelista Juan (en su evangelio) nos dice: “… Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para que el mundo sea salvo por Él”.

 

El objetivo no es la condenación, sino la salvación. ¿No debe esto hacernos meditar? ¿Por qué algunos miembros de la Iglesia se vuelven especialistas en condenar a otros?

 

La salvación es, primeramente, un don. El ser humano no se puede salvar a sí mismo, por sus propios medios. Quien salva es Dios. Pero dicha salvación no acontecerá efectivamente en el ser humano (en la historia colectiva e individual) si él (el ser humano) no acoge de manera personal esta propuesta salvífica de Dios y se compromete con ella.

 

En este sentido, la Salvación es – de parte del ser humano – tarea. Por tanto DON y TAREA son claves y deben caminar juntas.

 

Un primer elemento clave de la experiencia y el proyecto de salvación que Dios ofrece es que es para todos (es un proyecto incluyente, que desafía las lógicas excluyentes que encontramos en nuestras sociedades).

 

Un segundo elemento es que este don llamado salvación o, dicho de otra forma, el acceso a la salvación pide a los interesados renunciar a aquellos anti-valores que generan, en el corazón humano, egoísmo, orgullo, prepotencia, violencia, autosuficiencia, insensibilidad.

 

Lo que Dios propone al ser humano en este proyecto de salvación es entrar en un proceso de transformación, de reconfiguración o – si se quiere en términos bíblicos – de transfiguración. Se trata, entonces, de vivir una experiencia de transfiguración, partiendo del amor de Dios, para que el ser humano aprenda a amar como Dios ama.





¿Cómo nos ama Dios?... sin exclusiones, sin medida.¿Cómo nos ama Dios?... sin exclusiones, sin medida.




Isaías 66, 18-21

Así dice el Señor: "Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén -dice el Señor-, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes, y levitas" -dice el Señor-.

 

 

En la primera lectura, el profeta nos propone la visión de la comunidad de los últimos tiempos, la comunidad escatológica. Se trata de una comunidad con varias características:

 

  • 1) Ella es universal,

 

  • 2) Todos sus miembros darán testimonio de la Buena Noticia de Dios,

 

  • 3) Todos serán servidores de Dios,

 

  • 4) En ella no habrá ningún tipo de discriminación (ni de lengua, ni de raza, ni de país…)

 

Los capítulos 56 a 66 del libro del profeta Isaías, nos sitúan en la época del post-exilio babilónico. Debemos ubicarnos, entonces, hacia finales del siglo VI aC y comienzos del siglo V aC. 

 

En el antiguo reino de Judá, por esta época, se ha instalado una población diversa: judíos que regresaron del exilio, judíos que habían permanecido en el país, extranjeros que se fueron estableciendo en el país en busca de trabajo.

 

 Varios problemas se presentaron en ese momento:

 

1) tensiones entre los judíos que habían quedado en el país y los que retornaron del exilio,

 

2) dificultades para integrar a los extranjeros (que eran numerosos) al pueblo judío,

 

3) tensiones con los pobladores de Samaria (los samaritanos).

 

 Hubo, en este contexto, una cierta política xenófoba, implantada por Esdras y Nehemías, los dos grandes artífices del proceso de reconstrucción del país, después del exilio. Ellos promulgaron leyes que prohibían los matrimonios mixtos (ver Esdras 9-10; Nehemías 13, 23-27).

 

Las posturas no fueron unánimes y mientras unos pregonaban políticas de exclusión de los extranjeros, otros tomaban posturas más tolerantes e integradoras. El texto que tenemos como primera lectura asume una clara postura de inclusión, a partir de una visión universalista de la salvación y del proyecto de Dios.

 

¿No tendrá mucho que decirnos este espíritu de tolerancia, apertura, universalismo?

 

¿Cómo ser universalistas sin, por ello, perder la propia identidad?

 

El autor del texto considera que la salvación de Dios es para todos los pueblos y que todos los pueblos son llamados por Dios a integrar su pueblo. Por eso habla de un mundo nuevo, que va a llegar, en el cual todos serán convocados por Dios para hacer parte de él y hacerse corresponsables en su re-construcción.

 

Esta postura fue clave, pues era precisamente lo que se necesitaba en ese momento de la historia del país: gente dispuesta no a generar divisiones y polarizaciones destructivas, sino integraciones y cooperaciones constructivas. 

 

El texto nos propone todo un proceso:

 

Primero: Dios vendrá y pondrá en movimiento las naciones dentro de una lógica de integración.

 

Segundo: Dios dará una señal y enviará mensajeros que anunciarán a todos los pueblos la gloria de Dios, incluyendo las naciones más distantes.

  

Tercero: Las naciones escucharán el mensaje y marcharán hacia Jerusalén, donde será el gran encuentro (allí irrumpirá la salvación definitiva).

 

Cuarto: finalmente, Dios escogerá, de entre todos los que atendieron su llamado, algunos para ser sacerdotes y levitas (es decir, servidores de Dios y del nuevo pueblo).

 

Notemos que la lectura nos deja varios mensajes sumamente interesantes:

 

  • 1)   En una época en que no era fácil ser tolerantes con las otras naciones (con los diferentes), el texto hace un llamado a la tolerancia.

 

  • 2)   Se insiste en que lo importante es tener un proyecto claro, que sea capaz de unir las fuerzas y las voluntades de todos: la reconstrucción del país.

 

  • 3)   Se insiste en que la verdadera fuerza y sabiduría para reconstruir el país viene de Dios: es Él el que convoca, el que envía mensajeros, el que elije servidores.

 

  • 4)   Se advierte que para que haya una convivencia nueva, diferente y constructiva se requiere dejar de lado las mezquindades y los partidismos, a fin de pensar con generosidad en el bien de todos.

  

¿Qué podemos retomar de todo esto para participar en la construcción de nuestro propio país?



 

Hebreos 12, 5-7. 11-13

Hermanos: Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: "Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos." Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.

 

 

Seguimos leyendo la carta a los Hebreos. Recordemos que esta extensa carta es una gran catequesis, en la que se habla de Jesucristo y de la experiencia cristiana, desde una perspectiva sacerdotal.

 

Recordemos que la carta a los Hebreos se dirigió originalmente a cristianos de origen judío, que conocían las tradiciones del Antiguo Testamento. Estos cristianos parecen estar viviendo en medio de un ambiente difícil y hostil. Frente al desánimo de muchos, el autor de la carta se propone, usando un lenguaje de tipo sacerdotal, animar a los cristianos (a las comunidades) a retomar con ardor su fe y su compromiso. 

 

La parte de la carta que nos es propuesta como segunda lectura es continuación de lo que leímos el domingo pasado. El autor llama a los cristianos a perseverar en la fe y a velar por la calidad de su experiencia cristiana.

 

Notemos que no se trata simplemente de “perseverar de cualquier manera”, sino de perseverar cuidando de la calidad de la experiencia. No debemos contentarnos con un cristianismo mediocre, de costumbre, de prácticas de piedad desconectadas de la vida… Estamos llamados a vivir un cristianismo del que brote un estilo de vida profundo, serio, gozoso, propositivo.  Un cristianismo que poco o nada aporte a la sociedad, ¿qué sentido tiene? Hay que ser exigentes con nosotros mismos.  

 

Recordemos que esta carta se dirigió originalmente a una comunidad de cristianos (o a un grupo de comunidades) que estaban cayendo en la rutina, que habían perdido el entusiasmo y que estaban siendo afectados por las persecuciones. El riesgo de enfriarse y de abandonar la fe era inminente.

 

El domingo pasado el autor invitaba a los cristianos a esforzarse – como verdaderos atletas – para llegar a la victoria: llegar a la madurez de Cristo Jesús.

 

En esta ocasión, el autor pide a los cristianos humildad, receptividad e inteligencia para saber acoger las correcciones de Dios.

 

  • ¿Quién no ha fallado en el camino de la vida?

 

  • ¿Quién no ha necesitado de ser corregido?

 

  • ¿Cuán importantes han sido ciertas correcciones en muestra vida?

 

  • ¿No es, acaso, la corrección una muestra clara de amor?

 

Esto es tan válido, que el mismo Jesús aconsejó a sus discípulos esta práctica: ser capaces de corregirse unos a otros con amor y respeto.  Es una práctica que hemos ido perdiendo (quizá por la exagerada insistencia en el individuo y en el voluntarismo que nos acompaña en la época actual), pero que bien vale la pena rescatar.  

 

El autor parte de la situación de sufrimiento por la que pasan las comunidades. Retoma esta experiencia y busca dar un horizonte nuevo: no se trata de sufrir por sufrir ni de buscar el sufrimiento a toda costa (esto es enfermedad). Pero debemos descubrir que también de los sufrimientos y desde los sufrimientos podemos aprender. Ellos pueden ser asumidos como una especie de “pedagogía” de la vida. En y desde el sufrimiento el ser humano puede lograr ciertos aprendizajes claves. La experiencia del sufrimiento, adecuadamente asumida, puede ser ocasión de crecimiento y de maduración.

 

Tres elementos claves pueden orientar nuestra reflexión:

 

  • 1)   La búsqueda de un cristianismo serio, exigente, comprometido… de calidad.

 

  • 2)   El lugar de la corrección en nuestra vida. Las correcciones que nos han hecho. Las correcciones que hemos hecho. Las correcciones que debimos haber hecho y no hicimos.

 

  • 3)   El sufrimiento como experiencia de aprendizaje y maduración.



      

Lucas 13, 22-30

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?" Jesús les dijo: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos."

 

 

En el evangelio, a Jesús le hacen una pregunta sobre el número de los que se salvan o se salvarán. La persona que pregunta seguramente estaba esperando una cifra. Jesús le da a entender varias cosas:

 

  • 1.   La propuesta salvadora de Dios es para todos.

 

  • 2.   Todos tienen capacidad de responder a Dios.

 

  • 3.   Serán salvos los que acojan la propuesta y respondan existencialmente a ella, buscando la coherencia de vida. Es necesario optar (por eso se habla de la puerta estrecha). Esa puerta estrecha es el amor total a Jesús y el servicio generoso a los otros, especialmente a los necesitados.

 

Notemos que el evangelio hace eco a la primera lectura.  Jesús sigue conviviendo y caminando con sus discípulos hacia Jerusalén. El maestro los sigue formando. La formación, la educación ocupa un lugar clave en la Biblia y – específicamente- en la misión de Jesús.  Aquí la enseñanza se expande un poco: ya no es sólo para los Doce, sino para los que están presentes. De hecho, es uno de la multitud que le hace una pregunta a Jesús. La respuesta de Jesús no es sólo para este hombre, sino para todos…incluso para nosotros.

 

La pregunta por la Salvación ha sido y sigue siendo una cuestión muy debatida en los círculos religiosos y teológicos.  Para algunas corrientes de la época de Jesús, la Salvación era algo reservado únicamente al pueblo de Israel, que –según ellos- era el pueblo elegido por Dios, pero con exclusión de otros pueblos.

 

Esta postura excluyente era rechazada por otras corrientes que (como lo vimos en la primera lectura) veían la elección no como un acto excluyente, sino como un acto divino por el cual el pueblo había sido escogido para ser mediador de salvación (es decir, ser luz de las naciones): Dios eligió a Israel para que – desde su propia experiencia y maduración – pudiera llegar a ser instrumento de su salvación en la historia y se comprometiera con el anuncio de la salvación a todas las naciones.

 

Esto es lo que la Iglesia entendió desde su nacimiento: Ella comprendió que no era un grupo elegido para encerrarse en sí mismo, sino una comunidad viva de fe a la que se le confiaba la misión de anunciar el evangelio a todos.

 

Jesús – al responder al hombre que lo interroga – asume esta postura universal e incluyente.  De hecho, su praxis (acogiendo pecadores, enfermos, personas poseídas por el mal, extranjeros, etc.) mostraba claramente que la salvación de Dios es para todos.

 

Claro, el tema de la Salvación estaba ligado al de la entrada en el Reino de Dios; entonces, se buscaba establecer las condiciones para pertenecer y entrar al Reino de Dios.  En la perspectiva en que Jesús se ubica, entrar en el Reino pide esforzarse (pues no es con una actitud de pereza existencial, de pereza espiritual que se entra. Hay que asumir la vida con actitud proactiva).

 

Pero este esfuerzo supone focalizarse: se puede hacer mucho esfuerzo pero apuntándole a todo y a nada. Aquí, de lo que se trata es de focalizarse en la “puerta estrecha”. Esa puerta estrecha se sintetiza en amor (amor a Dios y amor al prójimo); y el amor se hace concreto a través de la verdad (honestidad), la humildad, la justicia y el servicio.

 

En realidad, la imagen de la puerta estrecha viene a significar la renuncia a todo aquello que impide a la persona vivir en la lógica del Reino de Dios (y la lógica del Reino es la que se sintetiza en estas 4 experiencias: verdad, humildad, justicia y servicio).

 

Para ser mejor comprendido, Jesús pronuncia una parábola en la que se nos habla de un banquete, en el que los invitados estarán compartiendo con los patriarcas y profetas (que son los grandes testigos de Dios en la tradición judía). ¿Quién podrá participar de este banquete?  El texto del evangelio es claro: entrarán los que acogieron a Jesús y se adhirieron a su proyecto de amor, de servicio, de construcción de paz, de justicia, de práctica de la fraternidad.  Aquí no importan aspectos como clase social, raza, religión, apellido, ideología política, etc.

 

Es necesario comprender que la Salvación (que es lo mismo que “la entrada en el Reino de Dios”) no es nunca una conquista definitiva, ni automáticamente garantizada por el hecho de pertenecer institucionalmente a una religión. La Salvación es un don de Dios para quien lo acoge en actitud de amor y de compromiso.

 

Las opciones que tomamos en la vida nos pueden adentrar más en el Reino de Dios o sacarnos de Él. Es día a día que hay que hacer “el esfuercito”

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…


 

Salmo 116

Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. R.

 

Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R.





A continuación, te ofrezco la reflexión en audio:







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