Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 19 del Tiempo Ordinario Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 7 de Agosto.
“Camarón
que se duerme se lo lleva la corriente”. Es un muy conocido refrán popular en
nuestro país. El tema central de la liturgia de este domingo es la vigilancia
espiritual (Sí, también podemos dormirnos espiritualmente). La vigilancia
está ligada a la atención. Este llamado es clave porque sufrimos de distracción
(a veces, a niveles patológicos). Otro fenómeno ocurre: ponemos nuestra
atención en lo que no vale la pena (como cuando se nos pasan horas eternas
delante de la tele, consumiendo de manera pasiva contenidos de “asombrosa
superficialidad”). Es necesario educar la atención y saber seleccionar los
focos que la merecen. Jesús nos hizo una propuesta muy clara: “Busca PRIMERO
el Reino de Dios y su justicia… Lo demás vendrá por añadidura”.
Con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas, llamándonos a ti
La noche de la liberación se les anunció de antemano a nuestros padres, para que tuvieran ánimo, al conocer con certeza la promesa de que se fiaban. Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes y la perdición de los culpables, pues con una misma acción castigabas a los enemigos y nos honrabas, llamándonos a ti. Los hijos piadosos de un pueblo justo ofrecían sacrificios a escondidas y, de común acuerdo, se imponían esta ley sagrada: que todos los santos serían solidarios en los peligros y en los bienes; y empezaron a entonar los himnos tradicionales.
La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, nos trae las palabras de un sabio, que nos invita a poner nuestra felicidad en Dios, lo cual requiere que tomemos en serio la siguiente pregunta:
¿Qué significa estar atentos a Dios?
Hablamos con frecuencia de la presencia de Dios en nuestra vida, pero…
¿nos educamos para percibir esta presencia especial y para discernir lo que de ella se deriva?
Esto es clave, pues el creyente vive inmerso en un mundo (cada vez más plural y complejo), en el que no todos funcionan según los valores y criterios de Dios. En este ambiente el creyente – si se duerme – puede perderse y el ambiente lo puede devorar. Este es el gran desafío para el cristiano: estar en este mundo sin dejarse arrastrar por aquello que no es compatible con Dios, con su proyecto, con la propuesta que Él nos hizo en su Hijo Jesús. Estar despierto exige distinguir entre lo que es pasajero y lo que es permanente… Lo que merece permanecer.
De la lectura propuesta podemos destacar:
El libro de la Sabiduría es una obra de un autor anónimo, redactada hacia el siglo I a.C., en Alejandría, ciudad importante, donde se había establecido una viva comunidad judía. Pero, en Alejandría, estos judíos encuentran un ambiente muy diferente, en el que se hallan muchas prácticas contrarias a su fe.
Con el ánimo de afirmar a estos judíos de la diáspora en su fe, el autor los invita (a través del libro) a no perder los valores de la fe judía, los pone en guardia contra la idolatría que se practica en el contexto helénico y exalta las maravillas obradas por la “sabiduría de Dios” en la historia del antiguo pueblo de Israel.
El autor, recordando el acontecimiento del Éxodo, vuelve a recordar a los judíos de la diáspora el proyecto original de Dios: llevarlos de la esclavitud a la libertad, una libertad que los capacite para servir a Dios. Se trata de pasar de la servidumbre al servicio. Es por eso que el autor retoma el Éxodo y habla de la suerte del Israel liberado y de la catástrofe sufrida por los egipcios dominadores.
Es aquí donde entra el texto que tenemos como primera lectura, en el que se recuerda la muerte de los primogénitos egipcios (que se nos refiere en Éxodo 12, 29-30). El autor interpreta esa noche como una experiencia de liberación (para ellos) y de castigo (para los egipcios). Esa liberación fue para ellos un signo de la respuesta de Dios ante su sufrimiento.
Claro que hoy difícilmente sería sostenible, en teología cristiana, que lo que Dios busca y legitima es el bien de unos a costa de la desgracia de otros. En esto hay que tener cuidado.
En todo caso, la conclusión que – en su momento – saca el pueblo es la siguiente: mientras aquellos que practican la idolatría y la opresión fueron castigados como consecuencia de sus actos injustos y de su violencia, aquellos que permanecen fieles a Dios y lo reconocen encuentran la libertad y la paz.
El mensaje que el autor del libro de Sabiduría quiere dar a los judíos del siglo I a.C., que viven en Alejandría (en condición de diáspora) es, pues, el siguiente: manténganse fieles a Dios, si lo hacen Dios los premiará. Es con este mensaje de base que debemos quedarnos. El sabio quiere insistir en la siguiente percepción: sólo la fidelidad a los caminos de Dios llevan a la auténtica liberación y conducen a la realización plena de la vida.
De lo que se trata, en la vida espiritual, es de tener claridad en qué horizonte quiere la persona (creyente) poner su vida y qué esfuerzos está dispuesta a hacer para ser fiel a esta opción.
Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios
Hermanos: La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. Por su fe, son recordados los antiguos. Por fe, obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas -y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa-, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por fe, también Sara, cuando ya le había pasado la edad, obtuvo fuerza para fundar un linaje, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y así, de uno solo y, en este aspecto, ya extinguido, nacieron hijos numerosos- como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. Con fe murieron todos éstos, sin haber recibido lo prometido; pero viéndolo y saludándolo de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues, si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac; y era su hijo único lo que ofrecía, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: "Isaac continuará tu descendencia." Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para hacer resucitar muertos. Y así, recobró a Isaac como figura del futuro.
En la segunda lectura, tomada de la Carta a los Hebreos, se nos presenta a Abraham y Sara, como personas atentas a la presencia y a los llamados de Dios. Si la experiencia de la fe es esencialmente una experiencia de relación…
¿Cómo vivir intensamente una relación si no estoy atento a la otra persona?
En los evangelios se nos presenta a Jesús “pasando” por la vida de las distintas personas (Jesús pasa y entra en su cotidianidad. Es por eso que los evangelistas precisan: pasaba Jesús por el templo, por el lago, por la casa de, por el desierto, etc.). Estas precisiones tienen una razón de ser: enfatizar en la presencia de Dios en la vida cotidiana de las personas.
¿Cómo descubrir la extraordinaria presencia de Dios en la cotidianidad de nuestra vida?
La Carta a los Hebreos también es un texto anónimo, pero ya de corte cristiano, escrito alrededor del año 70 del siglo I d.C. El texto busca fortalecer la fe de las comunidades cristianas (de origen judío), que han sufrido hostilidad en su medio y, además, han caído en un cierto cansancio en la fe, en una cierta rutina (Nos sucede también hoy).
Precisamente por estar dirigida a cristianos de origen judío, el autor puede escribir usando las tradiciones judías. Por eso retoma el lenguaje sacerdotal del Antiguo Testamento y lo aplica a Jesús y a la experiencia cristiana.
Insiste en que el cristiano debe identificarse con Cristo, que se entregó a sí mismo como sacrificio agradable a Dios (no ofreció cosas externas, sino su propia vida (el cristiano puede vivir, entonces, un ofrecimiento cotidiano de sí mismo a Dios, a través de todo lo que hace y vive).
El objetivo es invitar a los creyentes a ahondar en su vocación (¿no necesitamos hacer nosotros, hoy, este ejercicio?), pues si se está pasando por una crisis lo mejor es serenarse, volver al proyecto original, beber de la fuente e intentar ver con mayor claridad.
Hay que rescatar el ardor del amor inicial. El autor nos recuerda que a través de Jesús se nos abre el acceso a Dios y, al mismo tiempo, se nos revela lo que Dios quiere y espera de nosotros. La idea es llegar a la comunión plena con Dios, pero esta comunión debe irse viviendo en el día a día. En su reflexión, el autor saca las consecuencias de esta vinculación a Cristo:
1. El creyente unido a Cristo es integrado en una comunidad (la Iglesia, pueblo de Dios) que tiene carácter sacerdotal (es decir, un pueblo consagrado a Dios). Es importante que el creyente se sienta y se descubra consagrado a Dios. Si no llega a esta conciencia su vivencia de la fe será superficial.
2. Lo característico de una persona (y de una comunidad) que tiene conciencia sacerdotal es:
Atención a estas tres características en nosotros.
3. Todo el capítulo 11 de esta Carta a los Hebreos está centrado en la fe (fe como don de Dios, fe como opción de vida y fe como estilo de vida en la cotidianidad). La fe no es, primeramente, un andamio complicado de doctrinas, sino una relación viva con Dios expresada en la decisión de construir – día a día – la vida en comunión con Él. Por eso se insiste en la constancia y en la perseverancia.
4. La fe no siempre es fácil (recordemos que los destinatarios de la carta están pasando por una crisis) y – con frecuencia – los creyentes pueden no ver con claridad. Por eso se invita a los lectores de la Carta (los de antes y los de hoy), a revisar la historia, a identificar los creyentes del pasado y aprender de ellos. Por eso se habla de revisar y recorrer el camino de los antiguos (los personajes citados son todos del Antiguo Testamento).
Estad preparados
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre." Pedro le preguntó: "Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?" El Señor le respondió: "¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá."
El texto del Evangelio retoma el tema de la vigilancia y nos propone una catequesis. La vigilancia pide, además de atención, serenidad, actitud de espera (no siempre sabemos esperar), disposición para abrir el corazón a las propuestas de Dios (pues con frecuencia Dios – con sus propuestas – nos saca de nuestras zonas de confort. Puede suceder que, para evitar incomodarnos, ponemos resistencias o nos tapamos los oídos).
Seguimos acompañando el recorrido que Jesús hace con sus discípulos hacia Jerusalén. No olvidemos que se trata de una camino misionero y, a la vez, formativo. Jesús – en su formación – ya ha tratado con ellos varios temas: las decisiones, el abandono en las manos de Dios, la oración, la relación con los bienes materiales (domingo anterior).
Este domingo la enseñanza está centrada – como fue dicho anteriormente – en la vigilancia como actitud espiritual fundamental. La vigilancia se podrá hacer bien, si el creyente tiene claro cuál es el verdadero tesoro (en la enseñanza de Jesús, el verdadero tesoro es el Reino de Dios, es decir, la presencia y la acción amorosa de Dios que transforma y salva).
Si el creyente se confunde de tesoro se extraviará (se saldrá del camino). Así las cosas, uno de los secretos de la pedagogía espiritual es aprender a descubrir el Reino (que es el tesoro) y cuidar de él.
El texto nos presenta tres parábolas: la primera insiste en la necesidad de estar listos para actuar inteligente y adecuadamente según la situación que se llegue a presentar. Hay que estar preparados para percibir el paso de Dios, para entender su propuesta, para discernir lo que hay que hacer.
La segunda parábola nos invita a tener en cuenta que tenemos que vivir asumiendo una dimensión de incertidumbre (no sabemos ni el día ni la hora, por eso se usa la imagen del ladrón que actúa por sorpresa). Lo que se quiere decir es que el discípulo fiel es el que está siempre preparado, a cualquier momento y en cualquier circunstancia.
La tercera parábola concierne de manera más directa a los responsables de las comunidades: si ellos descuidan sus responsabilidades (de servicio) y son negligentes en sus tareas les serán pedidas cuentas y deberán cargar con su responsabilidad.
En ese contexto se entiende la afirmación: “A quien mucho se le da, mucho se le exigirá; a quien mucho se le confía, se le pedirá aún más”. ¿No debe esto hacernos reflexionar a todos?
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se escogió como heredad. R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R.
Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R.
A continuación, te ofrezco la reflexión en audio:
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