Te comparto la
reflexión correspondiente al Domingo 19 del Tiempo Ordinario Ciclo A 2017, sobre las
lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2017, corresponde al Domingo 13 de Agosto.
Los
relatos de la Biblia buscan – entre otras cosas – ayudarnos a entender que Dios
siempre ha estado presente, acompañando la historia humana, movido por el amor
y con la permanente preocupación por el bien de su creación.
Ponte de pie en el monte ante el Señor
En aquellos días, cuando Elías llegó al Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: "Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!" Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.
Algunas reflexiones
La primera lectura nos invita a descubrir a Dios, de manera sencilla y discreta, en el recogimiento y en la aparente ordinariez de la cotidianidad. No se requiere de manifestaciones extra-ordinarias… Quizá lo extraordinario son los gestos de amor que acompañan lo ordinario de nuestros días, pero no los percibimos, porque no hemos afinado nuestro sentido espiritual y/o estamos demasiado ocupados o distraídos en otras cosas.
La narración del libro de los Reyes nos orienta hacia dos aspectos claves:
Pidamos al Espíritu Santo el don de saber discernir la
presencia de Dios en nuestra vida.
Quisiera ser un proscrito por el bien de mis hermanos
Hermanos: Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante, en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Algunas reflexiones
San Pablo acaba de afirmar, en su carta, que Dios hace (en y desde el amor) todo lo que sea necesario para el bien de sus hijos (de toda la humanidad, de su creación), pero reconoce algo doloroso: su propio pueblo (el pueblo judío) ha recibido de Dios todas las ayudas posibles para su salvación (la pertenencia al pueblo, la presencia, de Dios, la Ley, el culto, las promesas, los patriarcas…), pero el pueblo ha sufrido de una cierta cerrazón de espíritu y no ha podido reconocer la gran revelación de Dios en la persona de Jesús de Nazaret.
Eran el pueblo elegido para ser luz de las naciones, pero algo pasó. Si Dios estuvo presente en la historia de su pueblo ¿Por qué el pueblo no dio el salto hacia Jesús? Porque la experiencia de comunión con Dios no es algo que esté hecho y conseguido automáticamente. Es un don (porque es Dios que viene a nuestro encuentro) pero – también – es una tarea (porque cada persona debe optar, día a día, por permanecer con Él). También cabe la posibilidad de alejarse, de ocuparse en otras cosas. Cada día debemos entrar en diálogo con Él y decirle: ‘Muéstranos, Señor, tu rostro y danos tu salvación’ (Salmo 84,8)
Mándame ir hacia ti andando sobre el agua
Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. De madrugada se les acercó Jesús, andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma. Jesús les dijo en seguida: "¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!" Pedro le contestó: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua." Él le dijo: "Ven." Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua, acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor, sálvame." En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?" En cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante Él, diciendo: "Realmente eres Hijo de Dios."
Algunas reflexiones
La barca de esta narración puede, perfectamente, representarnos a todos, a la humanidad entera. Entramos en la historia, y, en ella nos confrontamos con el mal (un enorme lago enfurecido, que pone en peligro la barca-humanidad). Intentamos atravesar este lago (del mal), pero percibimos que solos (por nuestra propia capacidad) no podemos. Viene Dios en nuestra ayuda… viene a nosotros a través de Jesús, su Hijo: Él, lleno del Espíritu (lleno del AMOR) tiene la capacidad de caminar sobre el lago enfurecido (es decir, sobre el mal). Él puede enseñarnos a no temer. Él puede ayudarnos a superar nuestro miedo.
La barca (humanidad) puede atravesar el lago (superar el mal), pero sólo lo hará si permanece unida a aquel que tiene el poder de vencerlo (es lo que simbólicamente se expresa con la acción de ‘caminar sobre las aguas’).
Podemos pedirle a Él que nos ayude, que nos capacite para esta enorme prueba. Pero debemos confiar en Él, en su amor infinito y en el poder de este amor. De lo contrario, nos hundiremos. Hundirse no fue sólo un problema de Pedro… en nosotros habita un ‘Pedro’: temeroso ante el mal, deseoso de superarlo, pero con una fe aún frágil y miope. Oremos unos por otros pidiendo la fe que tanto necesitamos. Esto que hemos aplicado a la humanidad, podemos aplicarlo también a la Iglesia.
Lo que queda claro es que cuando nuestra fe es débil los problemas nos hacen sucumbir y el mal termina envolviéndonos fácilmente. Hay que pedir a Jesús que se suba en nuestra barca, que entre en nuestra vida y que sea Él la fortaleza que opera en nuestra debilidad. O, también, dicho de otra manera, podemos subirnos a la barca de Jesús (que es el Reino de Dios).
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor: / "Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos." / La salvación está ya cerca de sus fieles, / y la gloria habitará en nuestra tierra. R.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, / la justicia y la paz se besan; / la fidelidad brota de la tierra, / y la justicia mira desde el cielo. R.
El Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. /
La justicia marchará ante Él, / la salvación seguirá sus pasos. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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