Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 18 del Tiempo Ordinario Ciclo B, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2015, corresponde al Domingo 2 de Agosto.
Este domingo vuelve una vez más, en la liturgia, el tema de la comida, de la humanidad hambrienta y de la necesidad de saber escoger el alimento adecuado para nuestra existencia. Recordemos que el pan es importante y que, en el mundo, mucha gente muere de hambre y millones viven en la pobreza y, más aún, por debajo del umbral de pobreza. También debemos recordar que “No sólo de pan vive el ser humano”.
Los textos bíblicos nos aseguran que Dios está empeñado en ofrecer a la humanidad el alimento verdadero, aquel que da la vida eterna, aquel que da sentido a la vida. El ser humano tiene necesidad del alimento material, no cabe duda. Sin embargo, el alimento espiritual es el que da sentido profundo a la existencia, porque es el que ayuda al ser humano a desarrollarse, a madurar, a expandir su capacidad de amor, a abrir su inteligencia. Para los cristianos este alimento espiritual es la persona de Jesús, por eso, en el Evangelio de Juan, Jesús se presenta como el pan de vida.
Yo haré llover pan del cielo
En aquellos días, la comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: "¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad." El Señor dijo a Moisés: "Yo haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: "Hacia el crepúsculo comeréis carne, por la mañana os saciaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor, vuestro Dios."" Por la tarde, una banda de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana, había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino, parecido a la escarcha. Al verlo, los israelitas dijeron: "¿Qué es esto?" Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: "Es el pan que el Señor os da de comer."
Algunos comentarios
Según la narración bíblica, el antiguo pueblo de Israel salió de Egipto, liberado por Dios, gracias a la mediación de Moisés. El texto que se nos propone nos sitúa en el contexto del largo trayecto por el desierto que el pueblo tuvo que hacer. Se nos dice que esta travesía duró 40 años (número de años que debe ser entendido teológicamente como el itinerario de transformación que debe ser recorrido desde la condición de esclavitud (Egipto) hasta el estado de pueblo libre (Tierra Prometida). ¿No es, acaso, este el recorrido que todo ser humano está llamado a realizar?
Recordemos que este recorrido va desde el paso del mar Rojo (en el que el Pueblo reconoció la presencia y la acción liberadora de Dios), hasta el monte Sinaí (que es el lugar en el que se sella la Alianza entre Dios y el pueblo). En realidad, desde el punto de vista teológico y espiritual lo que se nos quiere decir es que Dios nos llama a una experiencia de libertad, pero para ello debemos vivir un itinerario de transformación. Esta transformación requiere de un clima especial. Ese clima es la ALIANZA con Dios: se trata de una alianza de amor, de reconocimiento, de respeto, que debe ser vivida en fidelidad. ¿Cuántas alianzas tejen la vida humana? ¿Cómo vivimos nuestras alianzas? ¿Tienen nuestras alianzas estas características?
Ahora bien, es muy bueno salir de la esclavitud (no olvidemos las esclavitudes que han existido en la historia humana y las que aún existen). En teoría este proyecto de salir de la esclavitud y llegar a la libertad se nos presenta hermoso, pero hacerlo no es tan fácil. A veces hay gran distancia entre la teoría y la práctica. En otras palabras:
Estos 4 puntos sintetizan el contenido del mensaje del libro del Éxodo. Veamos:
1. El pueblo murmura contra Dios y contra Moisés. No es capaz de confiar en Dios ni de aceptar la mediación (Moisés) que Dios le ofrece.
2. El pueblo no logra dar el salto y asumir los riesgos del proyecto de libertad. Prefiere, incluso, volver a ser esclavo para asegurar lo mínimo (simbolizado en las ollas de carne).
3. Al pueblo le queda grande asumir la dimensión exigente del proyecto de libertad (cuando las cosas se ponen difíciles lo primero que se le ocurre es abandonar el proyecto).
4. El pueblo llega, incluso, a acusar a Dios por las incomodidades y sufrimientos del camino. Con frecuencia hacemos esto. No asumimos nuestra parte de responsabilidad ni los riesgos propios de una decisión de gran envergadura. Podemos confundir alianza con Dios con ausencia total de problemas… Y esto es una ilusión. Algo así como “Si estoy con Dios, nada me va a suceder”…Preguntémosle a Jesús…
Pues bien, el autor bíblico nos recuerda que Dios conoce el corazón humano, conoce su fragilidad, pero también conoce de qué es capaz. Dios sabe que el pueblo (que simboliza a la humanidad) necesita ayuda y está dispuesto a ofrecerla, pero a condición que el pueblo no confunda ayuda con substitución.
Una cosa es ayudar al niño a hacer la tarea y otra cosa hacerle la tarea al niño. Por eso, según la narración, Dios se hace presente en la situación dramática que vive el pueblo (con Moisés a la cabeza) y le ofrece los medios necesarios para subsistir, pero sólo lo necesario (nadie debe recoger más de lo que necesita). Interesante este dato sobre lo necesario, especialmente si es leído desde un mundo consumista, que desperdicia y que se ha acostumbrado a vivir en la lógica de lo desechable. Es un llamado a revisar nuestros estilos de vida.
Sin duda, este relato tiene como base elementos de carácter histórico (es decir, las dificultades reales experimentadas por los hebreos que salieron de Egipto (liderados por moisés) alrededor del siglo XIII a.C. Estas dificultades quedaron grabadas en la memoria del pueblo y, retomadas por los autores bíblicos, dieron lugar a estos relatos teológicos que componen el libro del Éxodo, en su forma actual.
Claro, los autores bíblicos (en su calidad de teólogos) están más interesados en la dimensión teológica de la historia que en la reconstrucción de los hechos brutos. Ellos pretenden, partiendo de esa experiencia, poner sobre aviso al pueblo (en un tiempo posterior) sobre la tentación de dejarse arrastrar por situaciones que esclavizan, de abandonar la alianza con Dios, de dejarse desanimar por los problemas, de pasar la vida renegando y quejándose sin hacer proactivamente nada… ¿No es esto lo que muchas veces nos sucede?
San Pablo (13 siglos después) escribió la carta a los Gálatas, y, en ella, alertó contra el mismo problema (el ser humano de todas las épocas pasa por experiencias que parecen ser “constantes de la historia”). Escribía San Pablo: “Para ser libres nos libertó Cristo, permanezcan firmes y no se dejen esclavizar nuevamente.” (Gálatas 5,1).
A través del relato, el autor sagrado quiere decirnos que Dios no abandona al pueblo, que Dios permanece fiel y que comprende la fragilidad humana. Sin embargo, también nos dice que el amor no niega la condición humana, que el amor es exigente, que el proyecto de libertad exige creer y no desistir, que la alianza con Dios no nos ahorra los problemas de la vida.
Nos impacta la historia de las codornices y del maná, que aparecen (repito) presentados dentro de un marco teológico. “Parece que la historia de las codornices tiene por base un fenómeno que sucede en la Península del Sinaí: la migración en masa de codornices que, después de atravesar el mar, llegan al Sinaí, muy cansadas del viaje y se posan junto a las tiendas de los beduinos, que las pueden coger con facilidad. La historia del maná parece que tiene como fundamento la existencia de un pequeño árbol en ciertas zonas del Sinaí. Este árbol segrega una substancia resinosa y espesa que luego se coagula; los beduinos la recogen, la derriten y la usan para pasarla sobre el pan.”
Algunos puntos de esta lectura para nuestra meditación:
1. Nuestro concepto y experiencia de libertad.
2. La experiencia de sentirnos liberados por Dios.
3. Nuestras propias experiencias de regreso a nuestras antiguas esclavitudes.
4. Nuestras experiencias de desánimo, de falta de fe, de falta de compromiso y de esfuerzo con el proyecto que nos hemos propuesto.
5. Las decisiones profundas y nuestra capacidad para tomarlas y para asumir las consecuencias.
6. Los “desiertos” que hemos cruzado (y los que tendremos que cruzar).
7. Los procesos de maduración que hemos hecho y los que aún nos faltan por hacer.
8. La confianza en Dios, que nos llama a la libertad.
9. Los apegos que no nos dejan caminar (todos tenemos nuestras propias “ollas de carne”)
Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios
Hermanos: Esto es lo que digo y aseguro en el Señor: que no andéis ya como los gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios. Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que es Él a quien habéis oído y en Él fuisteis adoctrinados, tal como es la verdad en Cristo Jesús; es decir, a abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo, corrompido por deseos seductores, a renovaros en la mente y en el espíritu y a vestiros de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
Algunas reflexiones
Continuamos la lectura de la Carta de Pablo a los Efesios. No olvidemos que se trata de una carta circular, escrita por Pablo en situación de prisionero, y que estaba dirigida a algunas iglesias de Asia Menor.
El texto propuesto como segunda lectura es una parte de esta Carta. Se trata de una exhortación con la cual Pablo quiere motivar a los cristianos a vivir de forma coherente con la opción que han hecho por Jesucristo.
El domingo pasado, Pablo nos pedía vivir en la unidad propia del amor, y fundamentaba esta exigencia de unidad en el hecho de ser (como Iglesia) un solo cuerpo, que cree en un único Dios, que vive un mismo bautismo, que se deja guiar por un mismo Espíritu.
Hoy, el texto nos insiste en otros elementos:
1. La especificidad de la vida cristiana: No vivan como quienes no conocen a Cristo. Hay un estilo de vida que se desprende de la alianza con Cristo. ¿Cómo es mi estilo de vida?
2. Para el cristiano es necesario centrarse en la persona de Cristo. Él es el contenido del Evangelio, Él es el Evangelio y sobre Él – dice Pablo – hemos sido instruidos. ¿Estamos realmente centrados en Cristo? ¿Qué signos muestran esto?
3. Hay en Jesús un tipo de verdad que debemos descubrir y asimilar. ¿Cuál es esa verdad? El documento de Puebla nos recuerda que en Cristo se revela la verdad sobre Dios y la verdad sobre el ser humano. ¿No nos preguntamos con frecuencia Quién es Dios y Quiénes somos nosotros? Ahora bien, recordemos que hay que pasar de las verdades doctrinales (las fórmulas) a las verdades existenciales. Una cosa es tener claridad conceptual sobre una verdad teológica y otra cosa es ajustar la propia vida a esa verdad.
4. Los deseos que habitan al ser humano. Pablo habla de “el hombre viejo corrompido por deseos seductores”. El ser humano no puede existir sin desear, pero debe ser consciente de sus deseos, discernirlos, verificar si corresponden a su proyecto de vida y hacerse responsable de ellos. ¿Cuáles son los deseos profundos que nos habitan?
5. La búsqueda de la transformación. Pablo invita a los cristianos a “renovarse en la mente y en el espíritu y a vestirse de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios”. Con frecuencia el cristiano afirma que vive una experiencia espiritual, pero toda auténtica experiencia espiritual está asociada a procesos de cambio. ¿Qué cambios he vivido? ¿Soy consciente de mi transformación desde la experiencia espiritual?
La opción por Jesucristo implica un re-direccionamiento de la vida. Esto es lo que Pablo quiere decir cuando habla de pasar del hombre viejo al hombre nuevo.
El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaum en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo has venido aquí?" Jesús contesto: "Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios." Ellos le preguntaron: "Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?" Respondió Jesús: "La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que Él ha enviado." Le replicaron: "¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."" Jesús les replicó: "Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo." Entonces le dijeron: "Señor, danos siempre de este pan." Jesús les contestó: "Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed."
Algunas reflexiones
El relato del Evangelio es continuación del relato propuesto el domingo anterior. Estamos (cronológicamente) en el día siguiente al de la multiplicación de los panes y los pescados.
La multitud se da cuenta de que Jesús regresó a Cafarnaum y va en su búsqueda. Notemos que el evangelista insiste en una búsqueda reiterada de la gente en relación con Jesús. ¿No es una búsqueda la que hacemos nosotros también? ¿Qué estamos buscando realmente? ¿Por qué buscamos a Jesús? ¿Qué creemos que Él nos puede ofrecer? ¿Qué hay en Él que no hay en ninguna otra persona? Pensemos también en tantas personas que quieren hacer una búsqueda cristiana honesta: ¿Encuentran ellas – en sus iglesias apoyo y adecuada orientación y formación?
La multitud que busca a Jesús lo encuentra, ahora, en Cafarnaum, en la sinagoga. Recordemos que la sinagoga es (dentro del contexto judío del momento) el lugar de la proclamación, de la escucha, de la meditación e interpretación de la Palabra de Dios. Allí Jesús pronuncia un discurso en el que explica el signo de la multiplicación de los panes y de los pescados. Es el discurso del Pan de Vida.
Notemos que Jesús percibe que la gente que lo busca está un poco desenfocada en cuanto a las motivaciones que tiene para su búsqueda: lo buscan para obtener el pan material, pero se quedan sólo en este nivel. No son aún capaces de ir más lejos y de dar el salto hacia la dimensión de trascendencia, hacia una dimensión espiritual superior, hacia un encuentro profundo con su propio misterio y con Dios.
En este sentido, el hecho de buscar a Jesús no significa necesariamente que estas personas quieran adherirse existencialmente a la propuesta del Reino de Dios. Es algo que también hoy el cristiano debe meditar. Por ejemplo: ¿Nuestra participación en la Eucaristía (diaria o dominical) está realmente ligada a un compromiso serio con el Proyecto de Jesús (El Reino de Dios) y sus exigencias? Si no, ¿qué sentido estamos dando a esta Eucaristía?
Si la gente busca a Jesús sólo por el tema material, su búsqueda está aún movida por una lógica interesada. Jesús intenta, entonces, re-enfocar a la multitud: es preciso situarse en otro nivel que permita descubrir que se trata de buscar un alimento espiritual que sacia el hambre de vida, de sentido, de realización.
¿Qué debemos hacer para recibir este pan? Creer en Jesús. Esto es lo que nos dice el evangelista a través de su relato. Acoger a Jesús, entrar en relación personal con Él, descubrir su proyecto y hacerlo propio. Ese proyecto está inspirado en el amor, propone la lucha contra el egoísmo y busca generar experiencias concretas de solidaridad, de generosidad, de atención al otro, de compromiso con el necesitado (eso fue lo que aconteció con el episodio de la multiplicación de panes y pescados).
Parece que los interlocutores (la gente) no están totalmente convencidos que Jesús pueda darles ese pan. De hecho – según ellos – Moisés sí les dio el pan y, por tanto, hay una gran distancia entre Moisés que hizo llover (codornices y maná = pan) sobre todo el pueblo, para saciar su hambre material. Pero Jesús les aclara varias cosas:
1. No fue Moisés sino Dios a través de Moisés quien les dio todo aquello.
2. Ese pan dado en el desierto fue un pan material, perecedero. Al contrario, el pan que Él ofrece, ahora, es un pan que no perece, que no caduca y que sacia un hambre más profunda.
3. El pan dado en el desierto fue un pan provisional, pero el pan nuevo que Él ofrece es eterno y tiene capacidad de dar sentido a la vida.
4. A través de Moisés, Dios dio ese pan material (codornices y maná), pero que – ahora – el pan es Él mismo.
Jesús de Nazaret es el pan de Dios que da la vida al mundo. Esta es la cuestión central que el texto del evangelio nos propone. Este es el punto central que podemos meditar.
El creyente afirma que Dios se reveló plenamente en la persona de Jesús, pero una cosa es hacer la afirmación doctrinal y otra descubrir, sentir y vivir a Jesús como Aquel en quien yo encuentro a Dios, sin desfiguraciones de ningún tipo; Aquel “pan” que alimenta mi necesidad y mi deseo de ser, de existir. ¿Cuál es el lugar que Jesús ocupa en mi vida? ¿En qué sentido puedo realmente afirmar que Jesús me alimenta?
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
El Señor les dio un trigo celeste.
Lo que oímos y aprendimos, / lo que nuestros padres nos contaron, / lo contaremos a la futura generación: / las alabanzas del Señor, su poder. R.
Dio orden a las altas nubes, / abrió las compuertas del cielo: / hizo llover sobre ellos maná, / les dio un trigo celeste. R.
Y el hombre comió pan de ángeles, / les mandó provisiones hasta la hartura. / Los hizo entrar por las santas fronteras, / hasta el monte que su diestra había adquirido. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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