Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 17 del Tiempo Ordinario Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 24 de Julio.
El tema central de la
liturgia de este domingo es la oración. Al leer la Biblia nos encontramos con
grandes personajes, que van marcando el desarrollo de la historia religiosa que
allí se nos cuenta. Todos ellos fueron grandes buscadores de Dios, grandes
orantes. Abraham y Jesús, personajes centrales de la primera lectura y del
texto del evangelio nos ayudan – con su experiencia orante- a aprender a
conversar con Dios… Entremos en su escuela de oración.
No se enfade mi Señor, si sigo hablando
En aquellos días, el Señor dijo: "La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré." Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán. Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios: "¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?" El Señor contestó: "Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos." Abrahán respondió: "Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?" Respondió el Señor: "No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco." Abrahán insistió: "Quizá no se encuentren más que cuarenta." Le respondió: "En atención a los cuarenta, no lo haré." Abrahán siguió: "Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?" Él respondió: "No lo haré, si encuentro allí treinta." Insistió Abrahán: "Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?" Respondió el Señor: "En atención a los veinte, no la destruiré." Abrahán continuo: "Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?" Contestó el Señor: "En atención a los diez, no la destruiré."
El texto del libro del Génesis es continuación de la primera lectura del domingo pasado. Luego de haber visitado a Abraham, los tres personajes (los mensajeros de Dios) se dirigieron a Sodoma y allí constataron la situación de descomposición y de alejamiento de Dios de los habitantes de este pueblo. Abraham acompañó a los tres personajes hasta cierto punto del camino y ante la decisión de destruir este pueblo extraviado, Abraham inició una conversación intensa con Dios… Conversación que no es otra cosa sino una profunda oración de intercesión.
Sodoma era una ciudad antigua, que – según se ha podido deducir de los descubrimientos arqueológicos- estaba emplazada en las márgenes del Mar Muerto. Según las leyendas y las tradiciones antiguas conocidas, esta ciudad junto con Gomorra, Adama, Seboim y Segor fueron destruidas por un cataclismo, que quedó marcado en la memoria colectiva de estos pueblos.
Hay que tener en cuenta que esta región ha estado siempre expuesta a este tipo de movimientos telúricos y que en la antigüedad (en que no se disponía de la explicación científico geológica de tales fenómenos, se buscaba una explicación de tipo religioso). Así las cosas, desde el punto de vista religioso se buscó la explicación de esta catástrofe y la explicación que se dio a tal fenómeno fue la de ser consecuencia del alejamiento de estos pueblos de Dios.
Claro esta ya es una aplicación religiosa, que usa el cataclismo para ponerlo al servicio de un mensaje catequético. Seguramente el cataclismo ocurrió mucho antes de la existencia de Abraham y, posteriormente, se unieron las tradiciones de tal cataclismo a las tradiciones sobre Abraham.
Lo importante es captar el mensaje que se quiere comunicar. Lo cierto es que los autores Yahvistas aprovecharon este acontecimiento para proponer una catequesis sobre el valor que el justo y el pecador tienen a los ojos de Dios.
El problema de fondo que se quiere resolver es si pagarán justos por pecadores. Todo el diálogo entre Abraham y Dios afirmará que no, que el justo será salvo. Pero la reflexión teológica del texto va más allá: lo que se quiere afirmar es que incluso un pequeño grupo de justos vale tanto a los ojos de Dios, que en atención a ese “resto justo” Dios estará dispuesto a perdonar a los culpados y, a través de ellos, generará un proceso de transformación y restauración.
Recordemos que esta reflexión está siendo desarrollada por la escuela teológica llamada Yahvista, hacia el siglo X a.C., es decir, en la época de David y Salomón.
Esta idea de un resto justo, que salva al conjunto, es revolucionaria pues según la mentalidad de la época, todos los miembros de la comunidad (familia, ciudad o nación) eran solidarios tanto en el bien como en el mal, de modo que si alguien actuaba mal, las consecuencias golpeaban a todos por igual.
Los teólogos Yahvistas se atreven a proponer que quizá la justicia de un pequeño grupo podría llegar a ser – a los ojos de Dios – más importante que el pecado de la mayoría. Este es un estadio de reflexión muy básico, anterior, incluso, a la lógica de la retribución terrena (que afirmaba que si alguien se conducía bien le iría bien y si se conducía mal, le iría mal) y de la lógica de la responsabilidad personal (que planteará, siglos más tarde, el profeta Ezequiel [en el siglo VI a.C.], según la cual: cada uno debe asumir las consecuencias de su propio comportamiento y de sus propias opciones).
El problema que se quiere resolver (poniendo como protagonista el diálogo con Dios a Abraham) es si a los ojos de Dios un pequeño grupo justo tiene tal peso que, por amor a ellos, Dios está dispuesto a suspender el castigo que pesa sobre la colectividad. Notemos que este tipo de razonamiento es el que está a la base de la convicción del sacrificio redentor de Cristo (el justo por el cual Dios está dispuesto a perdonar a toda la humanidad).
El regateo que hace Abraham con Dios sirve para poner de relieve la misericordia de Dios y el valor de ese resto justo que podría no sólo ser 10, sino 1. Con todo esto se quiere enfatizar que la voluntad de Dios está mucho más en perdonar y rescatar que en castigar o destruir. Claro, a este punto de la reflexión teológica la percepción de la misericordia divina y de la justicia divina es aún muy imperfecta… muy lejana a la concepción que de ellas nos ofrece Jesús de Nazaret.
De esta conversación de Abraham con Dios, el autor del relato quiere subrayar 4 cosas:
La primera lectura nos enseña que:
Os dio vida en Cristo, perdonándoos todos los pecados
Hermanos: Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo, y habéis resucitado con Él, porque habéis creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos. Estabais muertos por vuestros pecados, porque no estabais circuncidados; pero Dios os dio vida en Él, perdonándoos todos los pecados. Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz.
La segunda lectura de este domingo viene a completar esta catequesis sobre la oración. En realidad, este texto de san Pablo no está centrado en la oración, pero propone algo fundamental: para el creyente “cristiano”, la persona de Jesucristo debe ser la referencia fundamental. Al orar debemos hacer nuestros sus sentimientos, sus actitudes, sus opciones, el gran proyecto del Reino de Dios, buscar la Voluntad de Dios. Jesús nos lo enseño con su vida: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra.”
Recordemos que en la Carta a los Colosenses (que hemos leído también los domingos anteriores) san Pablo defiende la absoluta centralidad de Cristo y recuerda que Él es suficiente para llevar al creyente a la salvación ofrecida por Dios. En el texto propuesto hoy, san Pablo se encuentra polemizando con unos “falsos doctores” que confunden a las comunidades con sus enseñanzas. San Pablo, frente a estas enseñanzas, insistirá en que en Cristo reside la plenitud de la divinidad; Él es imagen de Dios invisible; Él es la Cabeza de todo. Lo que Pablo nos dice hoy es “Céntrate en Cristo, esto te basta”. Centrémonos, pues, en Él y avancemos en el camino de la fe y de la oración.
Pedid y se os dará
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos." Él les dijo: "Cuando oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación."" Y les dijo: "Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?"
El episodio que se nos cuenta en el evangelio acontece durante el viaje que Jesús y sus discípulos están haciendo de Galilea a Jerusalén. Se trata de un viaje en el que van haciendo misión y en el que Jesús va educando (formando, catequizando) a sus discípulos. La idea de Jesús es prepararlos para que ellos asuman plena y responsablemente la misión de ser testigos del Reino de Dios en el mundo. Es lo mismo que se le propone a todos los creyentes cristianos, de todas las épocas.
La catequesis que Jesús les da, en este momento, está centrada en la importancia de la oración. Recordemos que es en el evangelio de Lucas donde encontramos más desarrollado el tema de la oración (especialmente la oración de Jesús).
Siempre que Jesús va a asumir una decisión importante o a comenzar una etapa decisiva de su misión hay un momento clave de oración. Esta ya es una enseñanza interesante para el creyente cristiano:
Lucas insiste en su evangelio (siguiendo la experiencia orante de Jesús) que la oración es el espacio vital de encuentro con Dios Padre, en el que recargamos el espíritu para vivir “como Dios quiere” y en el que vamos haciendo el discernimiento de la Voluntad de Dios.
Notemos que Jesús no da a sus discípulos una cátedra teórica sobre la oración, sino que Él ora y enseña a sus discípulos a orar “metiéndolos en situación de oración”. Así como no se aprende a nadar por correspondencia, sino nadando, tampoco se aprende a orar, sino orando.
La oración del Padre Nuestro lo que pretende es despertar en el creyente las actitudes fundamentales de la fe:
La oración del Padre Nuestro (que Jesús enseña a los discípulos) busca mostrar a las comunidades cristianas la actitud que se debe asumir en el diálogo con Dios.
El episodio viene acompañado de dos parábola cortas.
En la primera lo que se busca resaltar es la insistencia en la oración (siempre que se haga con amor, confianza y honestidad, para Dios no hay oración inoportuna, y Él siempre responderá). Si un amigo es capaz de responder al llamado aparentemente inoportuno, Dios atenderá a quien clama a Él.
La segunda parábola pretende avivar la confianza en el creyente que ora… Confiar que Dios nos dará aquello que necesitamos como hijos suyos.
En el texto del evangelio Jesús nos enseña que:
Terminemos nuestra meditación orando con el…
Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. R.
Daré gracias a tu nombre, por tu misericordia y tu lealtad. Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R.
El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Cuando camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo. R.
Y tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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