Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 16 del Tiempo Ordinario Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 17 de Julio.
¿Qué tan hospitalarios y acogedores somos? La convivencia humana está llena de situaciones de acogida y de rechazo, que van desde las situaciones simples de la vida cotidiana hasta las situaciones dramáticas de acogida o rechazo de los migrantes, de los refugiados, de los desplazados.
Dios nos acoge siempre, sin restricciones. Una de las parábolas más hermosas del Nuevo Testamento nos habla de ello (La Parábola del Padre misericordioso, del Padre acogedor, que es la misma parábola del Hijo Pródigo) Pero, cabe preguntarnos: ¿lo acogemos a Él? La existencia cristiana tiene – como base – la acogida de la propuesta que Dios nos ha hecho en la persona de Jesús. Esta experiencia de acogida de Dios y de su proyecto, por parte del creyente, transforma al discípulo de Jesús en alguien capaz, a su turno, de acoger a los demás, de tratarlos como auténticos ‘otros’ y de hacerse prójimo de ellos.
Señor, no pases de largo junto a tu siervo
En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, porque hacía calor. Alzó la vista y vio a tres hombres en pie frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda y se prosternó en tierra, diciendo: "Señor, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un pedazo de pan para que cobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo." Contestaron: "Bien, haz lo que dices." Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo: "Aprisa, tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz una hogaza." Él corrió a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase en seguida. Tomó también cuajada, leche, el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba en pie bajo el árbol, ellos comieron. Después le dijeron: "¿Dónde está Sara, tu mujer?" Contestó: "Aquí, en la tienda." Añadió uno: "Cuando vuelva a ti, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo."
Algunas reflexiones
Los capítulos 1 a 36 del libro del Génesis tienen como base la existencia de tradiciones orales muy antiguas y no pretenden ser una reconstrucción histórica de hechos, sino la expresión literaria y catequética de algunas percepciones teológicas fundamentales, que brotan del camino espiritual del antiguo pueblo de Israel. Todos estos capítulos expresan un deseo profundo del ser humano por conocer sus orígenes y descubrir su vocación.
¿De dónde viene el mundo? La respuesta teológica es contundente: de la acción creadora de Dios. ¿De dónde ha surgido el pueblo de Israel? Intentando responder a esta segunda pregunta, el pueblo va hacia sus raíces e identifica las tradiciones relacionadas con un fundador, que vive una experiencia espiritual muy particular (Abraham, que cree en Yahveh). Con él arranca propiamente la historia del antiguo pueblo de Israel. ¿Qué debe hacer el creyente israelita? Estar atento al paso de Dios en su vida y acogerlo. Eso es lo que quiere plantear este texto.
Al origen del texto propuesto como primera lectura está, muy seguramente, una tradición cultual antigua, que narra la visita de tres personajes divinos a un cananeo anónimo que moraba cerca de Hebrón. La historia contaba la forma cómo este cananeo acogió a estos tres visitantes divinos. Muchos años después, cuando Abraham se estableció en esas tierras, esta antigua tradición le fue aplicada y esto sirvió para darle el reconocimiento como fundador del pueblo y como el héroe con el que inicia – en la historia del pueblo – un diálogo espiritual profundo. Hacia el siglo X a.C., los autores de una escuela teológica denominada ‘Yahvista’ retoman esta tradición y la transforman en un hermoso relato catequético (que es el que tenemos hoy como primera lectura).
¿Qué resaltar de esta catequesis? En la primera lectura podemos aprender muchas cosas:
Abraham es presentado como modelo de hombre íntegro, bondadoso, atento a quien pasa, dispuesto a compartir, capaz de gratuidad. ¿Estamos creciendo en estas características y actitudes?
Estamos invitados a pensar en ese misterio profundo de las visitas de Dios. Dios decide ‘salir’ al encuentro del ser humano, asume participar de su vida, toma el riesgo de entrar en su cotidianidad y – en ella- desplegar su amor transformador… En definitiva, Dios decide hacer alianza con nosotros y hacernos “socios” en su obra salvadora.
Sin duda la hospitalidad (en otros tiempos muy valorada) parece estar, hoy, en crisis. Algo nos ha pasado. Algo hay en nuestra mentalidad, en nuestras sociedades que no nos permite o no nos inspira este valor, esta práctica. Hemos ido construyendo sociedades donde – por muchas razones – crece la desconfianza, el temor, el individualismo… Se multiplican los muros.
El problema social y cultural de no-acogida quizá se evidencie también al interior de nuestras familias y de la Iglesia. ¿Acogemos en ellas (es decir, en nuestras familias y en la Iglesia) a las personas con bondad, alegría y respeto?
El misterio escondido desde siglos, revelado ahora a los santos
Hermanos: Ahora me alegro de sufrir por vosotros: así completo en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado ministro, asignándome la tarea de anunciaros a vosotros su mensaje completo: el misterio que Dios ha tenido escondido desde siglos y generaciones y que ahora ha revelado a sus santos. A éstos ha querido Dios dar a conocer la gloria y riqueza que este misterio encierra para los gentiles: es decir, que Cristo es para vosotros la esperanza de la gloria. Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para que todos lleguen a la madurez en su vida en Cristo.
Algunas reflexiones
En la segunda lectura nos habla san Pablo, para quien Jesucristo ha llegado a ser su referencia fundamental. Él se ha sentido acogido (amado) por Cristo: “Él me amó y se entregó por mí”, nos dice en la carta a los Gálatas. Puesto que Jesucristo es su referencia fundamental, es desde su relación amorosa con Él que Pablo construye toda su vida. Esto es lo que se espera de todo creyente cristiano.
La carta a los colosenses (cuyo encuadre histórico pastoral hemos propuesto los 2 domingos precedentes) nos propone un texto (en un contexto polémico) en el que san Pablo defiende la centralidad de Jesús y la autenticidad de su apostolado, de su misión y de su manera de comprender el cristianismo. Podemos centrar nuestra reflexión en varios puntos:
A lo largo de su vida (luego de su conversión en el camino de Damasco) san Pablo se dedicó a vivir para Cristo y en Cristo. A lo largo de su itinerario misionero, Pablo sufrió mucho, a fin de llevar el mensaje de salvación a todos los hombres. Por Cristo, Pablo fue encarcelado y decapitado. Sin embargo, vivió esta entrega de manera feliz: Él mismo nos dice: “He combatido el combate de la fe y sé que no saldré defraudado”. Podemos inspirarnos en su vida para alimentar nuestra opción de fe. Esta es la razón de leer sus cartas en la liturgia.
San Pablo es, para todos los creyentes cristianos, una de las figuras más apasionantes. Pablo nos cuestiona, nos impulsa, nos enseña, nos llama la atención. Debemos arriesgarnos a leer y meditar sus cartas; a leer y meditar lo que de él nos dice san Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles. No perdamos la oportunidad de hacerlo, saquémosle tiempo a este ejercicio espiritual.
Pablo nos enseña a vivir nuestra propia conversión; nos enseña a centrarnos en Jesús; nos enseña a preocuparnos por la Iglesia; nos enseña a hacer misión ¿Qué más podemos pedir de un cristiano?
Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ésta tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: "Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano." Pero el Señor le contestó: "Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán."
Algunas reflexiones
En el evangelio, también se nos presenta una situación en la que la acogida ocupa un lugar central. Aquí la imagen de la casa (que también apareció en la primera lectura bajo la forma de la tienda) es fundamental. La casa simboliza la vida íntima de las personas, lo más hondo, las bases de la existencia humana y los valores fundamentales que se activarán, más adelante, en la vida pública. No es sólo una cuestión de espacios físicos.
Acoger a Dios no es embarcarse en un activismo superficial (podemos reventarnos haciendo miles de cosas, pero sin norte, sin sentido) ni en un fanatismo (que por su propia esencia termina siendo perjudicial), sino entrar en un proceso de transformación de la propia vida y de la responsable transformación del mundo.
El episodio narrado por Lucas en su evangelio nos sitúa en Betania, un pequeño poblado, a pocos kilómetros de Jerusalén, en casa de Marta, María y Lázaro… unos amigos de Jesús (según nos cuenta la tradición recogida en el evangelio de Juan 11, 1-40).
Según la lógica del evangelio de Lucas, continuamos recorriendo ese camino que nos lleva de Galilea a Jerusalén, en el cual Jesús va revelando a sus discípulos y a las multitudes, que se van congregando alrededor suyo, los ‘secretos’ del Reino de Dios (es decir, los secretos del amor de Dios y de su presencia amorosa y transformadora, en la vida humana).
El texto nos habla de la acogida, de la casa y del banquete… pero también nos habla de la escucha atenta del maestro Jesús y de la interiorización de su Palabra. Nos habla de la dimensión espiritual y de optar por Jesús.
El relato nos dice que una de las dos hermanas (Marta) andaba muy ocupada (atendiendo al maestro) y la otra (María) estaba muy concentrada en la escucha del maestro. Las dos actitudes no deben contraponerse. Son complementarias: se trata de escucharlo, para poderlo servir bien. ¿Escuchar para quedar en la pasividad? No. ¿Caer en un activismo desenfrenado y poco reflexivo? Tampoco.
Claro, la respuesta que da Jesús al reclamo de Marta ocupa el centro del relato (es, en realidad, la enseñanza fundamental de esta catequesis): "Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán."
En lo que se quiere insistir es en que la Palabra de Jesús (que es revelación de Dios para el creyente) debe estar por encima de cualquier otra preocupación o interés. Escuchar al maestro es lo propio del discípulo. La Iglesia toda (y cada creyente cristiano) está invitada – al meditar este texto – a examinar la calidad de su “escucha” y “asimilación” de la palabra (instrucción) de Jesús.
Llama la atención que el relato esté elaborado teniendo como protagonistas a dos mujeres, pues en la cultura patriarcal de la época las mujeres no era muy tenidas en cuenta y tenían hasta sus derechos religiosos limitados, al punto que ningún maestro se dignaba aceptar mujeres en su grupo de discípulos. Recordemos que – hasta no hace mucho (y aún ahora en ciertos países) la mujer no tenía derecho a la educación.
Jesús no hace discriminación: cualquier persona puede ser discípula o discípulo de Jesús, lo importante no es su sexo, raza o condición social, sino su actitud interior de honestidad, de búsqueda, de deseo de aprender, de amor, de deseo de servir. ¿Meditamos frecuentemente sobre estos aspectos de nuestro discipulado con Jesús?
Propongo algunos puntos que pueden ayudarnos a meditar:
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. R.
El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino, el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor. R.
El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que así obra nunca fallará. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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