En Defensa de la Fe


Cómo puede un católico fiel defender el Concilio Vaticano II

¿Cómo puede un católico fiel defender el Concilio Vaticano II cuando sus ‘arquitectos’ intentaron de manera intencional destruir la Iglesia? En efecto, los esfuerzos de los Papas anteriores al Vaticano II por mantener intacta la Fe, fueron deliberadamente echados por tierra por Juan XXIII y sus sucesores.


¿De qué forma podría intentar defender el Vaticano II, siendo que los ‘expertos’ que redactaron los documentos lo expresaron en términos inequívocos: ‘El Concilio constituye una desviación fundamental con respecto a lo que la Iglesia siempre ha enseñado’?


Estas reflexiones hacen parte del análisis de Robert Morrison (del cual presentamos a continuación una traducción libre) sobre el hecho de que la Iglesia católica sigue, en 2023, encadenada por el Concilio Vaticano II.








Nuestro Señor verdaderamente ha resucitado, pero su Iglesia sigue encadenada por el Vaticano II

"Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación y vana también vuestra fe". (I Corintios 15:14)


En su comentario sobre la Primera carta de San Pablo a los Corintios, Cornelius a Lapide analizó la lógica de las palabras de San Pablo sobre el vínculo necesario entre la Resurrección y nuestra Fe:


"Se sigue con razón que, si Cristo no resucitó, todavía estamos en nuestros pecados; porque... si Cristo no ha resucitado, por tanto la fe en Cristo resucitado, que es la base de la justificación, es falsa; pero una fe falsa no puede ser el principio y el fundamento de la remisión de los pecados y de la verdadera santificación".


El razonamiento de San Pablo es simple: para que la fe sea verdadera, la Resurrección debe ser verdadera; por lo tanto, si la Resurrección no es verdadera, entonces la fe es falsa.


Toda la religión católica se basa en un fundamento similar de hechos lógicamente dependientes.


Como decimos en nuestra Profesión de Fe, creemos todas las verdades que la Santa Iglesia Católica enseña porque Dios las ha revelado, "Aquel que no puede engañar ni ser engañado".


Si una sola de las verdades enseñadas por la Iglesia fuese falsa, entonces seguramente tendríamos que concluir o que la Iglesia se ha equivocado sobre lo que Dios ha revelado, o que Dios nos ha engañado. El que alguna de las conclusiones anteriores fuese verdadera, haría por supuesto que la religión católica fuese falsa.



Antes del Vaticano II los diferentes Papas alertaron acerca de los enemigos de la Iglesia

Antes del Vaticano II, los diferentes Papas advirtieron acerca de que los enemigos de la Iglesia pretendían socavar la enseñanza católica, introduciendo ‘novedades’ incompatibles con la Fe inmutable.


Los Papas no hubiesen tenido que dedicar tanta atención a esta defensa de la Iglesia si los enemigos hubiesen rechazado de forma abierta la Resurrección, por ejemplo, u otros Artículos de la Fe (por el contrario, tales enemigos eran peligrosos porque precisamente llevaban a cabo sus nefastos planes con la mayor astucia).


Consideremos, por ejemplo, las palabras de San Pío X en su Carta de 1910 a los Obispos Franceses acerca del Movimiento Sillon:


"¡Ay! esta organización que antes ofrecía tan prometedoras expectativas, esta corriente límpida e impetuosa, ha sido desviada de su curso por los modernos enemigos de la Iglesia, y ahora no es más que un miserable afluente del gran movimiento de apostasía que se está organizando en todos los países para el establecimiento de una Iglesia única mundial, la cual no tendrá ni dogmas, ni jerarquía, ni disciplina para la mente, ni freno para las pasiones, y que, bajo el pretexto de la libertad y de la dignidad humanas, pretende devolver al mundo (si tal Iglesia pudiese vencer) al reino de la astucia y de la fuerza legalizadas, así como también a la opresión de los débiles y de todos los que trabajan y sufren. Conocemos demasiado bien los oscuros talleres en los que se elaboran estas doctrinas maliciosas que no deberían lograr seducir a las mentes lúcidas".


San Pío X advirtió sobre las fuerzas del mal que estaban trabajando para "el establecimiento de una Iglesia única mundial que no tendrá ni dogmas, ni jerarquía, ni disciplina para la mente, ni freno para las pasiones..."


Como él comprendió muy bien, tal objetivo sólo podría lograrse a través de "doctrinas maliciosas" formuladas en "talleres oscuros".


Incluso los obispos doctrinalmente sólidos y santos tendrían que estar en guardia para no dejar desprotegidos a sus rebaños contra tales peligros.


Trágicamente, las advertencias de los Papas anteriores al Vaticano II se muestran ahora totalmente proféticas.


La mayoría del clero católico actual ha aceptado, al menos tácitamente, los errores liberales y modernistas contra los que habían advertido los Papas (anteriores al C V II), y ahora vemos sus nefastas consecuencias.


Pío XII había lanzado la última advertencia papal contundente contra estos errores, mediante su encíclica Humani Generis en 1950.



¿Qué fue lo que sucedió entonces para que los enemigos hubiesen logrado traspasar las defensas de la Iglesia?

Como escribió (y demostró) Atila Sinke Guimarães en su libro, “Animus Delendi” (“Deseo de destruir”), volumen I, publicado en el 2000, los esfuerzos de los Papas anteriores al Vaticano II (por mantener intacta la Fe) fueron deliberadamente echados por tierra por Juan XXIII y sus sucesores:


"La posición del Vaticano II frente al progresismo no fue solo de tolerancia, sino también de simpatía. Los pontífices desde Juan XXIII hasta el día de hoy no han ocultado su ardiente apoyo al pensamiento progresista. Fueron sus mentores, los cuales, antes del Concilio, habían sido condenados o declarados sospechosos de heterodoxia (es decir, de no estar de acuerdo con los principios fundamentales del catolicismo) los que sentaron las bases de la doctrina desarrollada en el Concilio, la cual llevaron a la práctica con el apoyo abierto de las más altas esferas de la Iglesia conciliar". (pág. 34-41)


Dos de los sospechosos de heterodoxia antes del Concilio, Karl Rahner e Yves Congar, figuraron entre los arquitectos más influyentes del Vaticano II.



El Padre Ratzinger (futuro Benedicto XVI) conversa con el Padre Karl Rahner, quien fue considerado por muchos, como el cerebro del Concilio Vaticano IIEl Padre Ratzinger (futuro Benedicto XVI) conversa con el Padre Karl Rahner, quien fue considerado por muchos, como el cerebro del Concilio Vaticano II



Entonces, si los papas anteriores al Vaticano II tenían razón al condenar las doctrinas maliciosas de hombres como estos, ¿qué hubiera podido esperar el fiel sensato si a dichos hombres se les hubiese dado un poder tan tremendo (como efectivamente sucedió) para influir en los documentos del Concilio?


A lo largo del libro “Animus Delendi” (“Deseo de destruir”), volumen I y de los otros diez volúmenes de la colección, “Eli, Eli, Lamma Sabacthani?”, el Sr. Guimarães presenta citas de los 'arquitectos' del Vaticano II y de aquellos que lo llevaron a la práctica posteriormente.


Como escribió Michael Matt en su reseña de 2001 del libro “Animus Delendi”, estas citas dejan meridianamente claro que los 'arquitectos' del Concilio intentaban de manera intencional destruir la Iglesia:


"Un crítico del libro “Animus Delendi”, se tendría que tomar un buen tiempo antes de decidir cuál de las innumerables citas, tomadas de los principales pensadores progresistas, Papas y teólogos, proporciona la prueba más convincente de lo real que fue la destrucción planificada de la Iglesia desde dentro (tal y como la conocíamos antes del C V II). El caso, de que esta destrucción fue planeada y premeditada, es expuesto (según las pruebas aportadas por los propios progresistas) una y otra y otra vez en este libro".


Ahora bien, a partir del 2001 la destrucción de la Iglesia se ha hecho más flagrante y la defensa del Vaticano II más estruendosa.


Sin embargo, el Sr. Guimarães y tantos otros, incluidos el arzobispo Marcel Lefebvre y “The Remnant”, han aportado innumerables pruebas irrefutables de que los 'arquitectos' del C V II insertaron deliberadamente ideas heterodoxas en los documentos conciliares, con el único propósito de sacarles partido después del Concilio para poder destruir la Iglesia.



¿Por qué, entonces, tantos católicos aparentemente bienintencionados siguen defendiendo el Concilio?

Una forma de responder a esta pregunta es plantear otra:


Dado el hecho de que los enemigos de la Iglesia están ciertamente dirigidos por Satanás, ¿qué estrategias hubiesen podido tramar y desplegar para proteger el tóxico Concilio Vaticano II?


¿Infiltrarían el Movimiento católico tradicional con “defensores de la fe” aparentemente ortodoxos los cuales, sin embargo, defenderían el Concilio?


¿Harían todo lo posible para obligar a callar a quienes deberían hablar?


¿Intentarían fomentar divisiones entre los católicos tradicionales, para impedir una oposición unificada al Concilio?


Parece obvio que utilizarían estas y cualquier otra técnica posible para mantener intacta la absoluta letalidad de su preciado Concilio.



Explíqueme entonces cómo puede un católico fiel defender el Concilio Vaticano II

Henos aquí en 2023, todavía encadenados por el Vaticano II a pesar de las pruebas contundentes de que Dios quiere que rechacemos sus errores.


En este punto debemos ser claros: es un insulto a Nuestro Señor, Quien murió en la Cruz por nosotros y resucitó como lo había prometido, permitir que continúe esta farsa blasfema.


Después de tantas décadas de escándalo y apostasía, ya no son los críticos del Vaticano II los que tienen que dar explicaciones.


Más bien, que sean ustedes, defensores del Vaticano II: por favor, explíquenos por qué debemos respetar la obra impía de hombres que, en relación con el Concilio que dirigían, declaraban lo siguiente:


Cardenal Leo Suenens: "El Concilio Vaticano II marcó el final de una época, o incluso de muchas épocas, según la perspectiva histórica. Puso fin a la era constantiniana, a la era de la 'cristiandad' en el sentido medieval, a la era de la Contrarreforma y a la era del Vaticano I. En referencia a ese pasado, marca un punto de inflexión en la Historia de la Iglesia". (“Animus Delendi”, pág. 60)


Padre Hans Küng: "Comparado con la Iglesia post-tridentina de la Contrarreforma, el Concilio Vaticano II representa, en sus características fundamentales . . . un giro de 180 grados . . .  Es una nueva Iglesia la que ha surgido del Concilio Vaticano II. . . Ahora hay una apertura a los demás. Antes había condenas y excomuniones de los que tenían otras creencias religiosas. Ahora hay diálogo con ellos". (“Animus Delendi”, pág. 60-61)


Cardenal Yves Congar: "Con la Declaración sobre la libertad religiosa y la Constitución pastoral Gaudium et spes, ‘sobre la Iglesia en el mundo actual’ (¡significativo título!) la Iglesia del Vaticano II se situó claramente en el mundo pluralista de hoy. Sin renunciar a su grandeza pasada, cortó las cuerdas que la habían mantenido anclada a las orillas de la Edad Media". (“Animus Delendi”, pág. 62)


Cardenal Yves Congar: "El Concilio destruyó lo que yo llamaría la incondicionalidad del sistema. Lo que yo entiendo por 'sistema' es un conjunto completo y muy coherente de ideas transmitidas por las enseñanzas de las universidades romanas, codificadas por el Derecho Canónico, protegidas por la estricta y bastante eficaz vigilancia de Pío XII, con informes, amonestaciones, sometimiento de escritos a los censores romanos, etc., en resumen, todo un 'sistema'". (“Animus Delendi”, pág. 68)


Padre René Laurentin: "Lo que se superó [en el Vaticano II] fue la estrechez histórica y las manchas. También, la nostalgia de la 'Cristiandad' con sus grandezas y miserias, así como sus anticuadas concepciones políticas. La concepción agustiniana de la política murió en el Vaticano II. También murieron las precisiones post-tridentinas, la dureza del siglo XIX, la batalla ansiosa y desesperada por defender los rezagos de la Edad Media atacando frontalmente las ideas 'modernas': libertad, igualdad, fraternidad, derechos del hombre". (Atila Sinke Guimarães, “Animus Injuriandi” (“Deseo de ofender”, Tomo I, pág. 89)


Padre Marie-Dominique Chenu: "La palabra 'relativo' era temida en aquella época [cuando San Pío X atacó el Modernismo] y por cierto siguió siéndolo hasta el Concilio. La teología 'oficial' consideraba las fórmulas que expresaban la fe como realidades inmutables y rechazaba la palabra ‘evolución’, la cual el Concilio iba a introducir en su vocabulario". (Atila Sinke Guimarães, “¿Inveniet Fidem?” (“¿Encontrará fe sobre la Tierra?”, pág. 28-29)


Cardenal Karol Wojtyła (futuro Juan Pablo II): "La Iglesia, con la conciencia de la historia de la salvación que le es propia, sale al encuentro de esa ‘evolución’ multiforme y de la conciencia del hombre de hoy, que está ligada a ella. . . Enfatizando la participación de la Iglesia en la ‘evolución del mundo’, incluso por medio de su propia ‘evolución’; y más aún, al profesar su necesidad, el Vaticano II toma posición ante el pasado y, simultáneamente, ante el futuro". (Atila Sinke Guimarães, “En las aguas turbias del Vaticano II”, pág. 135-136)


Para los infiltrados malintencionados y los sinvergüenzas, las anteriores declaraciones solo traerán alegría. Pero si usted es de los que realmente desea honrar a Dios y salvar su alma, ¿de qué forma podría intentar defender el Vaticano II, siendo que los ‘expertos’ que redactaron los documentos lo expresaron en términos inequívocos: ‘El Concilio constituye una desviación fundamental con respecto a lo que la Iglesia siempre ha enseñado’? ¿Cree usted de verdad saber más sobre el Concilio que aquellos que fueron sus responsables?



El Padre Ratzinger trabajó estrechamente al lado del Padre Yves Congar (aún no era Cardenal)  durante el desarrollo del Concilio Vaticano IIEl Padre Ratzinger trabajó estrechamente al lado del Padre Yves Congar (aún no era Cardenal) durante el desarrollo del Concilio Vaticano II



Por qué el Concilio Vaticano II importa ahora más que nunca

Importa ahora más que nunca, ya que Francisco lo utiliza como justificación principal para concluir la malvada obra (de destrucción) denunciada por San Pío X en 1910.


Los fieles católicos podemos estar en desacuerdo en muchas cosas, pero ya ha pasado el tiempo en que sigamos encadenados por un rechazo casi supersticioso a interpretar con exactitud (lo que pasó durante) el Concilio Vaticano II (y posteriormente).


Aquellos que no se atreven a oponerse a sus errores y frutos nocivos deberían al menos guardar silencio en torno al Concilio. De lo contrario, de la misma forma en que los guardias que fueron sobornados para negar la Resurrección del Señor (Mateo 28, 11-15), tales fieles seguirán perpetuando las mentiras que alejan a las almas tanto de la Verdad inmutable como de los Sacramentos confiados por Nuestro Señor, de manera exclusiva, a su Iglesia.


¡Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros!

 

Robert Morrison | Columnista de Remnant



(este es el enlace al artículo original)



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