Te comparto la reflexión correspondiente al Tercer Domingo de Pascua Ciclo B, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2015, corresponde al Domingo 19 de Abril.
Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos
En aquellos días, Pedro dijo a la gente: "El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados."
Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los del mundo entero
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: "Yo lo conozco", y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.
Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros." Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: "¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo." Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: "¿Tenéis ahí algo de comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: "Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse." Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto."
Te propongo las siguientes reflexiones acerca de las lecturas anteriores:
La primera lectura nos presenta el testimonio del apóstol Pedro acerca de Jesús resucitado.
El texto que es puesto a nuestra consideración debe ser articulado con el episodio de la curación del hombre cojo que pedía limosna a la puerta del templo. Luego de haber mostrado con gestos concretos (es decir, la curación de dicho hombre) que Jesús está vivo, Pedro y Juan invitan a sus interlocutores a acoger la propuesta de vida que Jesús hace a todos.
De esta lectura podemos subrayar los siguientes aspectos:
a) al arrepentimiento y,
b) a la conversión.
En la segunda lectura (atribuida a Juan) el autor recuerda a los cristianos (de aquella época y de la nuestra) que – después de encontrar a Jesucristo y de aceptar la vida que Él ofrece - cada uno debe esforzarse por vivir de forma coherente aquella vocación que asumió al hacerse bautizar. Recordemos que en los primeros siglos sólo eran bautizados los adultos. Hoy el bautismo de los niños se apoya en la fe de los adultos que lo llevan a la Iglesia. Con todo se espera que, al crecer, el bautizado tome conciencia de lo que significa ser cristiano y se decida a vivir de manera personal su vocación. ¿No es, acaso, para esto que celebramos aquello que llamamos CONFIRMACIÓN?
En todo caso, esa coherencia que se espera del cristiano debe manifestarse en el reconocimiento de su fragilidad y en el esfuerzo sincero por poner en práctica los mandamientos de Dios, que se sintetizan en el MANDAMIENTO DEL AMOR.
Recordemos que esta carta de Juan parece que busca combatir algunas doctrinas heréticas (especialmente gnósticas) y, para ello, el autor presenta a los creyentes el camino de la auténtica vida cristiana. Juan recuerda a todos que hay un ESTILO DE VIDA CRISTIANO y que el verdadero discípulo de Jesús debe preocuparse por ser coherente con este modo de vivir.
Así las cosas, la cuestión fundamental es el problema de la coherencia de vida. El Cristiano es aquel que aceptó a Jesús en su vida y acogió como propio el proyecto del Reino de Dios basado en el AMOR-SERVICIO. Este es, entonces, su proyecto de vida.
Por lo tanto, el verdadero conocimiento (gnosis) de Dios no se reduce a un saber intelectual-conceptual reservado a unos pocos, sino que surge del reconocimiento de la propia fragilidad y del amor de Dios, experimentado como un amor misericordioso, rescatador y transformador. Este amor fue el centro del mensaje y de la vida de Jesús. Fue, en síntesis, lo que Jesús nos mostró.
En consecuencia, si la manera de vivir del bautizado no corresponde al AMOR, entonces el conocimiento que dicho cristiano dice tener de Dios es sospechoso. Por eso, la vida del cristiano no puede ser de “medias tintas”, sino una vida clara, comprometida y autoexigente.
Desde esta perspectiva, el pecado no es otra cosa sino la negación del AMOR, la ausencia de MISERICORDIA, la afirmación del EGOÍSMO (en cualquiera de sus formas). El cristiano, que es consciente del amor de Dios en su vida, asume – en consecuencia – una lucha contra el egoísmo y contra el mal que destruye al ser humano. Ahora bien, el primer campo de batalla de esta lucha contra el egoísmo y el mal somos nosotros mismos.
Luchar contra el egoísmo y contra el mal es la tarea. Para eso se nos ofrece –según Juan- una ayuda: la Palabra de Dios. Por eso, al final del texto, encontramos una frase clave: “... quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud”.
Notemos que – según Juan – el reconocimiento de la propia fragilidad y de la propia incoherencia (es decir, del pecado) es clave en este proceso de crecimiento en la fe. Nadie está exento de pecar…Nadie está exento de errar. Pero cuidado, no hay que confundir apresuradamente pecado y error.
Permaneciendo en la lógica del autor de la carta, podemos comprender que el pecado es una fuerza destructiva, que nos desfigura y que fractura las relaciones con Dios y con los demás. No es, por tanto, el pecado el que nos hace humanos (con frecuencia cuando pecamos nos excusamos diciendo “es que somos humanos”), sino lo que nos deshumaniza, pues pervierte el amor y nos desvía del proyecto para el cual fuimos creados: ser perfectos en el amor (eso es la santidad).
En el Evangelio, Lucas - a través de este relato de alta factura teológica -nos asegura que Jesús está vivo y que es el CENTRO alrededor del cual debe estar construida toda comunidad cristiana que quiera ser auténtica y coherente.
Lucas quiere subrayar que es en el encuentro comunitario, en la convivencia amorosa y respetuosa con los demás, en la vivencia de la fraternidad espiritual, en la escucha y puesta en práctica de la Palabra de Dios, en el amor hecho servicio y solidaridad que el creyente puede vivir – de manera real y vital – la experiencia de Jesús resucitado.
Si este encuentro con el Resucitado, al interior de la comunidad creyente, es auténtico, entonces él traspasará los linderos de la iglesia y se prolongará y expresará por fuera de ella, en la sociedad, sin importar cuál sea la religión, la raza, la condición social, la corriente ideológica, la matriz cultural de las personas que se crucen por el camino.
Si la Iglesia vive esto será entonces, verdadero fermento en la sociedad de una humanidad nueva y será capaz de trabajar con otros en la transformación de las estructuras sociales injustas.
Llegados a este punto, saltamos de la pregunta ¿dónde encontrar a Jesús resucitado?, a la pregunta ¿cómo puedo (podemos) mostrar al mundo que Jesús está realmente vivo y que el proyecto del Reino de Dios está presente?
El evangelio nos ofrece algunas pistas al insistirnos en el saludo de Jesús: “La paz esté con Ustedes”. Es acogiendo la paz que Dios da, viviendo personalmente esa paz y construyéndola allí donde estamos que mostramos la presencia viva de Jesús.
El evangelista nos quiere decir que nadie que haya sido realmente encontrado por Jesús puede quedarse sin hacer nada: Es por eso que – según el relato – Jesús entra y comunica su propio Espíritu. Este Espíritu conforta a los discípulos, les ayuda a vencer el miedo y los hace capaces de ser verdaderos testigos de Jesús. Por tanto, es por su modo de vivir, por la vivencia de la fraternidad, por su modo de celebrar, de servir, de vivir coherentemente el amor que los cristianos comunican al mundo a Jesús resucitado y permiten que el Evangelio sea creíble. Amar, vivir, servir es la tarea a realizar. No perdamos el tiempo en otras cosas.
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío; / tú que en el aprieto me diste anchura, / ten piedad de mí y escucha mi oración. R.
Hay muchos que dicen: "¿Quién nos hará ver la dicha, / si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?" R.
En paz me acuesto y en seguida me duermo, / porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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