En Defensa de la Fe


Tercer Domingo de Cuaresma Ciclo A 2017

Te comparto la reflexión correspondiente al Tercer Domingo de Cuaresma Ciclo A 2017, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.


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Nota acerca de la fecha: En el 2017, corresponde al Domingo 19 de Marzo.



Las lecturas propuestas, durante el tiempo de Cuaresma, tratan de proponernos un proceso de reflexión teológica y espiritual, con el objetivo de suscitar la conversión de cada creyente y de las comunidades cristianas que siguen este itinerario. Lo que se espera es que cada persona (y/o grupo) a través de las lecturas haga un proceso de escucha, reflexión, revisión de vida y cambio.

 

El texto clave de la liturgia de este tercer domingo de cuaresma es el de la Samaritana. Los otros textos vienen en su apoyo.  Se trata de un encuentro transformador…

 

Los encuentros auténticos deben transformarnos. Hay que resaltar el carácter profundamente simbólico del lenguaje y de las escenas narradas por el evangelista Juan. En el evangelio de Juan los símbolos nos invitan a ver la realidad de manera diferente. Pensemos en el agua material (del relato) y la metáfora del agua espiritual (símbolo) que nos traslada a una dimensión trascendente desde la cotidianidad de nuestra vida. Hoy, en muchas partes del mundo, se sufre por el agua. Un recurso sensible, limitado y necesario. Eso es indiscutible. Pero Jesús partiendo de la sed física y del agua material nos traslada a otro ámbito no menos importante. Y Él mismo hace una afirmación inusitada: Yo tengo el agua verdadera, la que “salta hasta la vida eterna”.

 

Hay que tener en cuenta que el relato, tal como aparece en la Biblia, es una compleja composición teológica (propuesta a manera de encuentro/narración). Tal vez el relato no sea una reconstrucción pormenorizada de este encuentro Jesús/Samaritana, pero sí nos ofrece una catequesis sobre Jesús, sobre nuestra relación con Él, sobre lo que Él trae a la vida, sobre lo que acontece a quienes se encuentran con Él y confían en Él.

  

“Jesús no vivió en un contexto religiosamente plural, como el nuestro, pero sí tenía que pasar por Samaria en sus viajes entre Galilea y Jerusalén.” Tenía que encontrarse con personas de otro registro cultural y religioso. Este encuentro bien puede ser una invitación al diálogo intercultural e interreligioso. Un encuentro con personas que creen de maneras diferentes a la nuestra.  Esto es un reto para la convivencia humana, hoy.



“Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto as픓Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así”



Éxodo 17,3-7

Danos agua de beber

 

En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: "¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?" Clamó Moisés al Señor y dijo: "¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen." Respondió el Señor a Moisés: "Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los ancianos de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo." Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la reyerta de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: "¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?"

 

 

Algunos puntos para la reflexión

 

  • 1.    Con frecuencia, cuando algo sale mal, cuando tenemos que enfrentar la adversidad, cuando nuestras comodidades se pierden, etc., buscamos culpables, chivos expiatorios. En el fondo, no nos gusta asumir nuestra propia responsabilidad. Reaccionamos como el pueblo contra Moisés, echándole la culpa de lo que pasa: “¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed…?” Pero el pueblo deseaba liberarse del dominio egipcio. Tuvo que aprender que la libertad cuesta y que tiene sus riesgos.

 

  • 2.    Siempre aparecerá la pregunta por lo que hay que hacer (o lo que deberíamos hacer o lo que es adecuado hacer) y, con ella, la necesidad de discernir para optar por lo mejor: “¿Qué puedo hacer con este pueblo?” Decidir sin reflexionar es peligroso, especialmente cuando se trata de decisiones de fondo, aquellas que le dan un giro a la vida.

 

  • 3.    Se nos olvida, con frecuencia, que Dios proveerá lo necesario para el día. Nos falta confianza en Dios. Claro, no debemos confundir fe con magia. Debemos trabajar seriamente para que las cosas sucedan, para ganar el pan diario, para transformar la realidad. Pero no debemos olvidar que Dios está siempre presente, atento, amorosamente preocupado por nosotros.  “Golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.”



Romanos 5, 1-2.5-8

El amor ha sido derramado en nosotros con el Espíritu que se nos ha dado


Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atreviera uno a morir; pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.



Algunos puntos para la reflexión


  • 1.    La paz es uno de los dones mayores de Dios. En la Eucaristía lo recordamos: “Mi paz les dejo, mi paz les doy” – dice Jesús. Debemos buscar estar en paz con Dios, con nosotros y con los otros. Pero ¿Qué es la paz? ¿Cómo construirla? ¿Cómo cuidarla? Buscar la paz es, en todo caso, un principio de crecimiento espiritual y de salud mental: “Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios” – dice Pablo.

  • 2.    Dice la sabiduría popular que ‘la esperanza es lo último que se pierde’, pero se puede perder y cuando esto sucede la vida se paraliza, pierde su norte, queda sin sentido. La desesperanza está fuertemente ligada a la desesperación. El papel de la esperanza en el desarrollo de la vida y en la manera como vivimos es clave. ¿Qué lugar ocupa la esperanza en tu vida? ¿Eres una persona de esperanza? ¿Inyectas esperanza allí donde estás?: “nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios” – dice Pablo.

  • 3.    Aprender a amar es la gran tarea del ser humano, según la Biblia. Tanto así que este es el mandamiento fundamental: “Amarás a Dios y al prójimo”. Pero ¿cómo aprender a amar? La Biblia nos propone un camino concreto: contemplando a Jesús. Él no hizo teoría sobre el amor… Él amó. Lo que descubrimos en Jesucristo es un amor sin medida, nos dice Pablo: “por un hombre de bien tal vez se atreviera uno a morir; pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.”




Juan 4,5-42

Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna

 

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: "Dame de beber." Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?" Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva." La mujer le dice: "Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?" Jesús le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna." La mujer le dice: "Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla." Él le dice: "Anda, llama a tu marido y vuelve." La mujer le contesta: "No tengo marido." Jesús le dice: "Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad." La mujer le dice: "Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén." Jesús le dice: "Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad." La mujer le dice: "Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, Él nos lo dirá todo." Jesús le dice: "Soy yo, el que habla contigo." En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: "¿Qué le preguntas o de qué le hablas?" La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: "Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será éste el Mesías?" Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba Él. Mientras tanto sus discípulos le insistían: "Maestro, come." Él les dijo: "Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis." Los discípulos comentaban entre ellos: "¿Le habrá traído alguien de comer?" Jesús les dice: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores." En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en Él [por el testimonio que había dado la mujer: "Me ha dicho todo lo que he hecho."] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es de verdad el Salvador del mundo."

 

 

Al hacer la introducción de este domingo planteamos algunas ideas que nos ayudan a acercarnos a este hermoso relato del encuentro de Jesús con la mujer samaritana. “Según datos del Antiguo Testamento, el pueblo samaritano se había formado con cinco tribus que repoblaron la región de Samaria, después de ser conquistada por Asiria. Cada tribu trajo sus propios dioses, aunque después dieron culto a Yahvé, el Dios de Israel.”

 

Al comienzo del relato, la mujer se pone al mismo nivel que Jesús, pero poco a poco va descubriendo que en Jesús se le revela el amor misericordioso de Dios. Muy seguramente a nosotros nos sucede igual.  Veamos.  

 

Algunos puntos para la reflexión

 

  • 1.    Una narración interesante que parte de una necesidad cotidiana material y nos hace llegar a una necesidad profunda espiritual: “Llega una mujer de Samaria a sacar agua”.

 

  • 2.    Un Jesús sediento (profundamente humano en sus necesidades), pero – al mismo tiempo (y sobre todo) sediento de la conversión de los seres humanos, de su apertura a Dios. Esto es lo que vive la mujer de Samaria.

 

  • 3.    Las barreras que ponemos a la convivencia con otros diferentes: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?" Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.”

 

  • 4.    Con frecuencia no conocemos el amor de Dios ni su generosidad (el don de Dios). Eso es lo que, precisamente, vino Jesús a mostrarnos: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y Él te daría agua viva”

 

  • 5.    El salto de lo material hacia lo espiritual. Hay que aprender a ir más allá: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed”.

 

  • 6.    Hay que sentir sed de aquello que viene de Dios: “Señor, dame esa agua”.

 

  • 7.    El verdadero culto no depende de un lugar, sino de la actitud profunda, sincera y amorosa del creyente: “Se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. (…) se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad”.

 

  • 8.    El asunto no es sólo oír hablar de Jesús, sino encontrarse con Él y reconocerlo como el Mesías, el Cristo, el Salvador: "Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, Él nos lo dirá todo." Jesús le dice: "Soy yo, el que habla contigo."

 

  • 9.    Hay imaginarios culturales que hay que revisar y superar. La misma Biblia está llena de ellos: “Sus discípulos se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer…”

 

  • 10. El encuentro con Jesús transforma a la mujer de Samaria y hace que ella se transforme en anunciadora suya: “La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: "Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho; ¿será éste el Mesías?".

 

  • 11. Es necesario cuidar el modo de alimentarnos. También el espíritu requiere un alimento especial. ¿Cuál es nuestro alimento espiritual?: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.”- dice Jesús.

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…

 

 

Salmo 95

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón."

 

Venid, aclamemos al Señor, / demos vítores a la Roca que nos salva; / entremos a su presencia dándole gracias, / aclamándolo con cantos. R.

 

Entrad, postrémonos por tierra, / bendiciendo al Señor, creador nuestro. / Porque Él es nuestro Dios, / y nosotros su pueblo, / el rebaño que Él guía. R.

 

Ojalá escuchéis hoy su voz: / "No endurezcáis el corazón como en Meribá, / como el día de Masá en el desierto; / cuando vuestros padres me pusieron a prueba / y me tentaron, aunque habían visto mis obras." R.




 

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