Te comparto la reflexión correspondiente al Tercer Domingo de Adviento Ciclo A 2016, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 11 de Diciembre.
Llegamos
al 3er domingo del tiempo de Adviento. Se acerca el cumplimiento de la promesa:
el enviado de Dios (su Mesías) está por llegar. La esperanza se fortalece. En
el corazón del creyente debe reinar la alegría, porque la salvación de Dios
está cerca.
Dios viene en persona y os salvará
El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: "Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará." Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.
La primera lectura anuncia la llegada de Dios, para dar nueva vida al antiguo pueblo de Israel, para reconducirlo a su tierra, a la libertad.
Puntos clave de esta lectura:
Cada uno de estos puntos puede guiar nuestra meditación. Lo fundamental es ver cómo ellos acontecen en nuestra propia vida.
En este texto el profeta revela lo que Dios quiere y va a realizar en favor del antiguo pueblo de Israel, que se encuentra en el exilio babilónico, hacia el siglo VI a.C. La intención del profeta es consolar a los exiliados, fortalecerlos en la fe y evitar que caigan en la total desesperanza, pues el exilio es duro y la liberación tarda. El profeta sostiene una tesis fundamental: Dios no ha abandonado a su pueblo, Dios lo acompaña silenciosamente en el sufrimiento, pero es un sufrimiento que hace madurar.
La lectura es un auténtico himno a la esperanza y a la alegría por la intervención liberadora de Dios. Detrás de este proceso de liberación hay un objetivo fundamental: recuperar lo perdido (en el caso del antiguo pueblo de Israel es la Tierra Prometida, que el pueblo ha perdido por su infidelidad a Dios y por su comportamiento extraviado).
¿Qué es – en nuestro caso – lo que hemos perdido y debe ser recuperado? ¿La paz, la humildad, la fe, el norte de nuestra vida, el deseo de ser un mejor ser humano?
El profeta comienza por interpelar a la naturaleza y pedirle que se prepare para la llegada liberadora de Dios. Recordemos que estamos viviendo – en clave cristiana católica – el tiempo de adviento. Por tanto, podemos preguntarnos: ¿Cómo estamos preparando la llegada de Jesucristo? En un segundo momento, el anuncio que hace el profeta se dirige de manera directa a los seres humanos. Aquí lo que el profeta quiere tocar es la actitud: nada de desánimo ni pesimismo. Al contrario: esperanza, alegría, optimismo. ¿Cómo es nuestra actitud? ¿Qué actitudes deberíamos revisar y trabajar?
En un tercer momento, el anuncio del profeta toca el tema de la transformación.
Recordemos que el antiguo pueblo de Israel estaba en exilio. A partir de la situación de este pueblo el mensaje del profeta llega a toda la humanidad. El profeta está hablando de un proceso de salida de la esclavitud hacia la libertad; de estar exiliado a volverse a encontrar en lo que es propio; de un alejamiento de Dios a un acercamiento a Dios. Más aún, habla de un acercamiento de Dios a la humanidad.
Esta es la propuesta, que se renueva cada año. A cada uno le corresponde tomar sus propias decisiones.
¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras de Jesús, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" Jesús les respondió: "Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!" Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: "¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él."
El evangelio nos invita a concentrarnos en la persona y la acción de Jesús. ¿Cómo actúa? ¿Cuál es su proyecto? Notemos que hace cosas maravillosas (por su acción, los ciegos ven, los sordos oyen, los leprosos quedan curados y se reintegran a la comunidad, los muertos vuelven a la vida… Todo lo que ocurre con su actividad es lo que Dios quiere que suceda en la humanidad, eso es el Reino de Dios.
Puntos clave de esta lectura:
En la primera sección del evangelio, Mateo presentó la actividad de Jesús de Nazaret, a través de la cual se manifiesta el Reino de Dios. En la segunda parte de su evangelio (de la cual hace parte el pasaje propuesto para esta liturgia) el interés del evangelista se centra en mostrar las reacciones y actitudes que los otros asumen frente a Jesús.
El primer ejemplo es el Bautista, que se encuentran en prisión por decisión del rey Herodes, que – al verse confrontado por el Bautista – decide encarcelarlo. La pregunta de Juan Bautista es interesante: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro? Recordemos que Juan esperaba al Mesías, pero -en su manera de entender las cosas – esperaba un Mesías juez, castigador, implacable. La respuesta que Jesús le da (a través de los mensajeros enviados) es que Él sí es el que ha de venir, pero no viene en la forma en que Juan lo imaginaba.
Sin duda, esto también puede sucedernos a nosotros (creemos en Jesús pero las ideas que nos hacemos de Él no corresponden al Jesús real. Corremos el riesgo de inventarnos un Jesús a la medida de nuestros intereses y caprichos).
Es un llamado a revisar. ¿Qué creemos? ¿Qué ideas nos hacemos sobre lo que creemos? ¿En qué se fundan estas ideas? ¿Qué transformaciones deben operarse en nuestra manera de creer? Jesús no actuó como un Mesías terrible, juez y castigador, sino como un Mesías amoroso, cercano, liberador, sensible, dispuesto a sanar, a restaurar. ¿Lo entendemos así? ¿Lo acogemos? ¿Estamos dispuestos a dejarnos amar, liberar y sanar por Él?
El evangelista Mateo se preocupa por presentarnos a Juan como aquel que se ocupa en preparar el terreno (el corazón de los otros) para que Jesucristo pueda brotar y desarrollarse en él. Es probable que – al presentarlo de esta manera – Mateo se esté dirigiendo (en su momento) a los discípulos que seguía a Juan Bautista y que aún continuaban activos en la época en que el evangelio fue escrito (más o menos año 75 u 80 d.C.). Pero, esta presentación del Bautista como “preparador” nos puede cuestionar: ¿Nuestro testimonio sirve de abono para que otros crean en Jesús? ¿Nos preocupamos por evangelizar?
Manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca
Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.
La segunda lectura, nos sitúa ya en contexto específicamente cristiano. El autor de la carta nos invita a salir de la actitud pesimista, a superar la desesperanza y la rutina que nos puede envolver mientras esperamos la segunda venida de Cristo, es decir, la Parusía.
Puntos clave de esta lectura:
La carta (cuya lectura y meditación integral recomiendo) es contundente, clara e incisiva. Es atribuida a un tal Santiago (que la tradición identifica con Santiago apóstol, quien presidió la iglesia de Jerusalén, y que habría sido decapitado hacia el año 62 d.C.). Claro, lo fundamental no está en si fue realmente este Santiago el autor de la carta, sino en el contenido cristiano de la misma y en la actualidad que tiene para todo seguidor de Jesús.
Lo que sí podemos decir tanto por el mensaje como por la forma en que la carta está construida, es que el autor de la carta fue un sabio judeo-cristiano, que se esforzó por repensar – de manera original – algunas de las máximas claves de la sabiduría judía (pensemos en los libros de Eclesiástico, Eclesiastés y Sabiduría del Antiguo Testamento), pero en relación con la vida, obra y enseñanza de Jesucristo.
La carta parece haber sido enviada a los cristianos de origen judío, que vivían dispersos en el imperio romano, muy seguramente en las regiones de Siria y Egipto. Es en este sentido que hay que entender la expresión: “A las doce tribus que viven en la diáspora”, que encontramos en el primer versículo de la carta. Pero el contenido de la carta es tan claro, profundo y exigente que puede ser acogido sin dificultad por los creyentes cristianos de todas las culturas y épocas.
La carta es una exhortación aguda a permanecer fieles a Cristo, pero cuidándonos de unir fe y práctica. La fe no puede quedarse en buenos sentimientos, en buenas intenciones y en puro discurso… Debe verificarse en el actuar. Para el autor es claro que hay unos valores fundamentales del judaísmo que nos han llegado a través de Jesús y en los que debemos permanecer.
El texto propuesto pertenece a la 3ª parte de la carta. Allí el autor ofrece algunas orientaciones, que buscan llevar a los cristianos a una vida auténtica. ¿Cómo comprendemos la vida cristiana? ¿Qué es vida cristiana auténtica? ¿Son nuestras parroquias, movimientos y grupos, auténticas escuelas de vida cristiana?
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Ven, Señor, a salvarnos.
El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, / hace justicia a los oprimidos, / da pan a los hambrientos. / El Señor liberta a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos al ciego, / el Señor endereza a los que ya se doblan, / el Señor ama a los justos, / el Señor guarda a los peregrinos. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda / y trastorna el camino de los malvados. / El Señor reina eternamente, / tu Dios, Sion, de edad en edad. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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