Te comparto la reflexión correspondiente a la Solemnidad del cuerpo de Cristo Ciclo B 2018, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2018, corresponde al Domingo 3 de Junio.
Una vez más, nos reunimos para celebrar la solemnidad del Cuerpo de Cristo (también llamada del Cuerpo y la Sangre de Cristo). Las lecturas nos invitan a centrarnos en la persona de Cristo. Su amor es total. Ya no se trata del sacrificio de animales (primera lectura), sino de la entrega de la propia vida (segunda lectura), para establecer entre Dios y la humanidad una nueva Alianza (evangelio).
Veamos las lecturas:
Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros
En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: "Haremos todo lo que dice el Señor." Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: "Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos." Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: "Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos."
La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia
Hermanos: Cristo
ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más
grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo
creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia;
y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la
liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con
las cenizas de una becerra tienen poder de consagrar a los profanos,
devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en
virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha,
podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al
culto del Dios vivo. Por esa razón, es mediador de una alianza nueva:
en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante
la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia
eterna.
Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?" Él envió a dos discípulos, diciéndoles: "Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena." Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: "Tomad, esto es mi cuerpo." Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: "Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios." Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.
Algunas reflexiones
Quizá el capítulo 11 de la carta de san Pablo a los corintios nos pueda ayudar a entender mejor las cosas (Cfr. 1ª Cor 11, 17-34): Cuando Pablo se marchó de la ciudad de Corinto para seguir evangelizando en otros lugares, se desataron algunas divisiones al interior de la comunidad cristiana fundada por él; se formaron grupos y cada grupo parecía apoyar su propio líder, olvidando que el verdadero centro de la comunidad de fe es Cristo Jesús.
Además, se presentaron signos de discriminación social entre los mismos cristianos (los pobres eran humillados), discriminación que se hacía evidente incluso en las celebraciones eucarísticas. San Pablo supo de esto y reaccionó enérgicamente llamando la atención sobre la caridad y recordando a todos que si verdaderamente comparten el mismo pan y el mismo cáliz (el cuerpo y la sangre de Cristo) son UNO SOLO CUERPO, una misma familia, y, por tanto, debe imperar en la comunidad la solidaridad, el respeto, la caridad y el servicio.
Pablo les dirigió una dura carta, para aclararles qué significaba celebrar la Eucaristía y para recordarles lo que Jesús hizo la noche antes de ser entregado a su pasión, «mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomen, esto es mi cuerpo...». Aún hoy nos falta tener mayor claridad sobre la eucaristía y, sobre todo, tener los mismos sentimientos de Cristo, para formar una única familia humana en el amor.
Es necesario recuperar el significado profundo del rito que Jesús realizó en la Última Cena (atención a lo que se nos narra en el evangelio). «La sangre que se derrama » significa la muerte violenta que Jesús padeció como expresión de su amor al ser humano y de su fidelidad al Padre; «beber de la copa» es comprometerse a seguir el camino de Jesús: donar la vida hasta gastarla toda por amor. Esto es celebrar la eucaristía. Ella actualiza la “nueva alianza”, que no es otra cosa sino un compromiso de amor, que se debe concretar en la donación diaria a los demás. Si no logramos entender así la eucaristía corremos el riesgo de quedarnos en un rito vacío, que no sirve.
En la cena, Jesús ofrece el pan (tomad) y explica que es su cuerpo. Pero hay que tener en cuenta que, en la cultura judía «cuerpo» significaba la existencia, la persona en su totalidad (identidad, presencia y actividad). Por tanto, al invitar a tomar el pan/cuerpo, Jesús invita a sus discípulos a asimilarse a Él, a aceptar su persona y entrar en comunión con Él y con su actividad.
Jesús también ofreció la copa y todos bebieron de ella. Después de darla a beber, Jesús dijo: «es la sangre de la alianza que se derrama por todos». La sangre simboliza la vida y también el amor apasionado de Jesús y la pasión que decidió asumir. Por tanto, al beber del cáliz (al participar de la copa) el creyente expresa que quiere asumir la misma vida de Cristo, que acepta su amor y desea amar como Él… Y que también se está dispuesto a sufrir la pasión que Él sufrió.
La eucaristía, asumida desde esta perspectiva, es, pues, un compromiso de vida. “«Comer el pan» y «beber la copa» son actos inseparables; es decir, que no se puede aceptar la vida de Jesús sin aceptar su entrega hasta el fin, y que el compromiso de quien sigue a Jesús incluye una entrega como la suya. Éste es el verdadero significado de la eucaristía.”
Vale la pena retomar la primera lectura y preguntarnos si nosotros, como lo hizo el pueblo de Israel, nos vamos a comprometer diciendo: "Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos."
Para seguir ahondando la reflexión:
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.
¿Cómo pagaré al Señor / todo el bien que me ha hecho? / Alzaré la copa de la salvación, / invocando su nombre. R. Mucho le cuesta al Señor / la muerte de sus fieles. / Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; / rompiste mis cadenas. R. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, / invocando tu nombre, Señor. / Cumpliré al Señor mis votos / en presencia de todo el pueblo. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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