¿Qué
relación pueden tener el Sínodo de la Amazonía y el Coronavirus?
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Por
una parte, el Sínodo que terminó a finales de octubre de 2019 en el Vaticano, se
constituyó en una manifiesta apostasía idolátrica, llegando hasta el atrevimiento de adorar a un ídolo pagano
(la pachamama), en los jardines del Vaticano y hasta en la propia Basílica de
San Pedro, con la participación del Papa Francisco. Este último se constituyó
así en el líder de la violación del Primer Mandamiento de la Ley de Dios, y nada
menos que en el lugar sede de la Iglesia Católica, la Iglesia fundada por
Jesucristo.
Por
la otra, el Coronavirus, un microscópico virus, cuya génesis se remonta a
noviembre o diciembre de 2019 (es decir, justo después de la finalización del
Sínodo de la Amazonía), en la provincia de Hubei en la China, dio origen a la
enfermedad que se denominó Covid-19 y que fue declarada por la OMS pandemia
global, el 11 de marzo de 2020.
La situación planteada por el Coronavirus nos cuestiona de inmediato si es que
estamos ante un signo de los tiempos; nos hace preguntarnos por qué Dios, por
primera vez en la historia universal permite que todo ser humano, sin
excepciones, ubicado en cualquier rincón del planeta, sin distingo de credos,
condición económica, convicciones de todo orden, se sienta amenazado en mayor o
menor grado por tan minúsculo cuerpo.
Entonces, ¿será que la pandemia, literalmente mundial, originada por el
Coronavirus es la respuesta de Dios “al reboce de la copa”?
Los jerarcas eclesiásticos han ido poco a poco convirtiendo nuestra Iglesia en una ONG, preocupada más por la pobreza material y menos por la pobreza espiritual. Se ha ido descuidando el propósito para el cual Jesucristo la creó: continuar con el Plan de Salvación de las Almas. Se ha ido convirtiendo en una iglesia donde el hombre está en el centro, ¡dejando a Jesucristo a un lado! (ver los sagrarios relegados por todo el mundo, ver la liturgia disminuida, entre otras cosas).
¿Y cuál ha sido nuestra reacción como humanidad…
y como Iglesia, ante el Coronavirus?... Estamos demostrando que hemos perdido
la Esperanza porque hemos perdido la Fe en el Único y Verdadero Dios, el Todopoderoso,
y en Su Único Hijo, Jesucristo. Las iglesias son cerradas, ¡en la propia sede
del Vaticano!, aún antes de que las autoridades civiles se hubiesen
pronunciado. Se suspenden las misas, se suspende la administración de los
sacramentos; incluso, se ha llegado hasta prohibir a los sacerdotes visitar a
los enfermos.
¿Acaso el culto a Dios es prescindible (y por eso se cierran las iglesias
del mundo), mientras que lo único imprescindible es el alimentarse y el adquirir
medicamentos (y por eso se mantienen abiertos los supermercados y las
farmacias)?
¿Hasta dónde hemos caído como humanidad? ¿Cuáles
son nuestras prioridades? ¿Qué está esperando Dios de cada uno de nosotros como
respuesta? A esta última pregunta no cabe sino una sola respuesta, que nos la
está gritando Dios desde el cielo: ¡Conversión!
El
Sínodo de la Amazonía y el Coronavirus, parte 2
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