Te comparto la reflexión correspondiente al Sexto Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2015, corresponde al Domingo 15 de Febrero.
El leproso tendrá su morada fuera del campamento
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: "Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: "¡Impuro, impuro!" Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento."
Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo
Hermanos: Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo; por mi parte, procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría, para que se salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.
La lepra se le quitó, y quedó limpio
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: "Si quieres, puedes limpiarme." Sintiendo compasión, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Quiero: queda limpio." La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: "No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés." Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
Te comparto algunas reflexiones acerca de las lecturas anteriores:
Nos parecerá hoy muy dura esta medida: el leproso tendrá que salir del campamento. Del mismo modo que sucede en la primera lectura, también en el relato del Evangelio el leproso tendrá que vivir fuera de la ciudad. Tal medida – difícil de tomar y dolorosa – se asumía para proteger a la comunidad del contagio de esta terrible enfermedad, para la cual no había cura. Recordemos que sólo hasta hace poco la medicina logró esto. Había que proteger el TODO (la familia, el clan, la comunidad) aunque fuera sacrificando la PARTE (la persona). Es importante trasladarnos mentalmente a aquella época lejana para comprender mejor. Lo más complejo de esta situación es el conjunto de asociaciones que se hacen:
Esta misma mentalidad estaba presente – muchísimos siglos después- en la época de Jesús. Por eso es absolutamente sorprendente la actitud y la praxis de Jesús en su tiempo:
Entendemos, ahora, desde esta perspectiva, que la curación del leproso en la Biblia no es simplemente un pase mágico de “ABRAKADABRA” para resolverle a una persona un problema de piel. En este caso, se trata de la reconstrucción de todo el ser humano: de su dimensión física, pero sobre todo de su dimensión relacional y de sus posibilidades de participación, de ser-con-los-otros, de convivir. El ser humano no se hizo para estar solo… se hizo para convivir, para encontrarse con otros, para establecer lazos, pues en ellos se crea significado, sentido, gusto por la existencia. ¿No es, acaso, la convivencia uno de nuestros mayores retos y deseos, pero también uno de nuestros mayores problemas? ¿No tenemos permanentemente el riesgo de volvernos excluyentes?
Vivir la experiencia del verdadero amor… de un amor que respeta, acoge, reconoce, rescata, libera, restaura. ¿Es posible? Sí. Lo vivió el hombre que sufría de lepra y su vida cambió. ¿Cómo no contar? ¿Cómo no hablar de ello? El hombre curado se transforma en testigo, en anunciador, en evangelizador desde el evangelio (Buena Noticia) que lo tocó a él. Esta es la invitación que se nos hace.
Hay que destacar la actitud del leproso, que se arriesga a romper una norma y a aprovechar la posibilidad de su curación, de su salvación, de su restauración. Las normas son muy importantes, pero no olvidemos que se hizo la norma para el ser humano y no el ser humano para la norma. Algunas veces es no sólo importante sino necesario romperla, especialmente si hay un bien mayor, un valor superior en juego. Es un acto de valor, de riesgo y, sobre todo, de confianza en Jesús y en que un cambio radical es posible. Jesús nos enseña que la religión no debe estar contra la vida, sino en función de ella, es decir, a su servicio.
Jesús envía al hombre curado a encontrarse con el sacerdote para lograr la re-inclusión en la comunidad. El sacerdote es un mediador de re-inclusión. ¿Cuáles son las mediaciones incluyentes que hay en nuestra sociedad? ¿Son realmente eficientes y eficaces? Los tiempos han cambiado, los contextos son otros, la mentalidad es diferente, pero tanto el problema (exclusión) como la necesidad de soluciones (formas de re-inclusión) son actuales. El problema no es sólo individual. Es profundamente social y cultural.
El texto de la carta a los Corintios viene en apoyo de esta nueva perspectiva recordándonos que – en cuanto creyentes- lo fundamental está en la calidad de nuestra relación con Dios y en la búsqueda de su gloria. Pablo nos invita a llevar una vida íntegra, capaz de ser inspiradora. Nos avisa del peligro de escandalizar (¡cuántas formas hay de hacerlo!). Y nos invita a buscar el bien de los demás. Unas orientaciones formuladas en un lenguaje sencillo, pero que contienen lo fundamental de la comprensión cristiana de la vida y que nos interrogan sobre nuestra manera de vivir.
Por último te planteo algunas preguntas para motivar la reflexión:
1) ¿Qué aspectos de mi vida han quedado por fuera de mi preocupación?
2) ¿Qué formas de exclusión identifico en mi sociedad?
3) ¿Son mis actitudes cotidianas incluyentes o excluyentes?
4) ¿Existen estructuras y leyes generadoras de exclusión actualmente?
Terminemos nuestra reflexión orando con
el…
R. Oh Dios, Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.
Dichoso el que está absuelto de su culpa, / a quien le han sepultado su pecado; / dichoso el hombre a quien el Señor / no le apunta el delito. R.
Había pecado, lo reconocí, / no te encubrí mi delito; / propuse: "Confesaré al Señor mi culpa" / y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor; / aclamadlo, los de corazón sincero. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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