Te comparto la reflexión correspondiente al Segundo Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 17 de Enero.
La
imagen del matrimonio sirvió a los autores bíblicos de recurso pedagógico para
hablar de la relación de amor de Dios con el pueblo de Israel y con la
humanidad. La experiencia espiritual (y la experiencia religiosa,
que es una forma concreta de la experiencia espiritual), en cuanto experiencia
de amor, puede ser vivida dentro de la perspectiva del encuentro, de la
relación, de la alianza. Esto es precisamente lo que nos propone la experiencia
bíblica.
La alegría que encuentra el esposo con su esposa,
Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha. Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor. Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios. Ya no te llamarán "Abandonada", ni a tu tierra "Devastada"; a ti te llamarán "Mi favorita", y a tu tierra "Desposada", porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.
Algunas reflexiones
La primera lectura – haciendo eco a esta imagen – habla del amor de Dios como un amor inquebrantable, fiel, eterno. Un amor que rescata y transforma al (a los) amado (s). En el camino existencial propio de esta relación de amor con Dios hay, de parte del creyente fallas y errores. Sin embargo, el acento está puesto en las transformaciones, en lo que se puede llegar a realizar y, sobre todo, a ser.
Este texto pertenece al tercer bloque del libro de Isaías (que va de los capítulos 56 a 66) y que se conoce como Trito-Isaías. Se trata de una colección de textos anónimos, redactados probablemente en Jerusalén a lo largo de los siglos VI y V a.C.
Nos situamos en Jerusalén, en la época postexílica (después del 538 a.C.). La ciudad está en proceso de reconstrucción y aún se ven los estragos de la destrucción dejada por la invasión babilónica. Los pocos habitantes de la ciudad viven en condiciones difíciles, viven acosados por el fantasma de la humillación (luego de haber sido un reino fuerte han sido destruidos y han pasado a ser una provincia tenida a menos dentro de un imperio que los utiliza), se encuentran acosados por algunos enemigos y esperan la restauración no sólo del templo, sino de toda la nación. Sueñan con una época de bonanza y paz.
En este contexto el profeta anuncia la actualización del amor desbordante de Dios que como esposo fiel busca y se preocupa por su amada esposa. La lógica del mensaje del profeta (que habla en nombre de Dios) es clara: Israel fue una esposa infiel, que abandonó a Dios (el pecado es visto como abandono de Dios, como alejamiento, como destrucción de la alianza) y corrió tras otros dioses (denuncia de la idolatría).
Pero Dios busca de nuevo a Israel (permitiendo su reconstrucción), volviéndose a casar con ella (Ya no te llamarán abandonada, sino mi favorita). El profeta anuncia el rejuvenecimiento (la restauración del pueblo) obrado por Dios en su esposa y subraya la presencia activa de Dios que no se olvida de su amor ni de su amada. Este amor fiel (nunca retirado) es el que va a levantar “de las cenizas” a Israel y a provocar la gran transformación (Israel pasará de esposa infiel a la preferida que porta la diadema real que Dios le da). Este proceso no es sólo motivo de alegría para el pueblo, sino para el mismo Dios. Dios es feliz cuando el ser humano acepta su amor.
Algunos puntos clave para nuestra reflexión:
El mismo y único Espíritu reparte a cada uno como a él le parece
Hermanos: Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A éste le han concedido hacer milagros; a aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como a él le parece.
Algunas reflexiones
Los capítulos 12 al 14 de la 1ª Carta de Pablo a los Corintios centran su atención sobre los carismas y su adecuado uso. La palabra carisma es típica del pensamiento de Pablo. Aparece cerca de 14 veces en sus escritos. En sentido amplio el carisma designa las capacidades que Dios otorga a todos los seres humanos. En sentido restricto los carismas hacen referencia a dones especiales que Dios da a determinadas personas, pero siempre, para que sean ejercidos en beneficio de la comunidad.
Según lo que nos dejan ver los escritos del Nuevo Testamento, parece que las primeras comunidades cristianas conocían esta doctrina sobre los carismas. Sin embargo, el conocimiento de la doctrina no siempre va de la mano con su vivencia coherente. Había perversiones, distorsiones y divisiones por causa de los carismas. En no pocos casos (como ocurre aún hoy) eran mal usados: el creyente usaba el don de Dios para su propio beneficio, aunque esto se constituyera en carga o descuido de la comunidad. Las peleas llegaron a ser tan duras y tan absurdas que hubo división de carismas en categorías (carismas de 1ª, de 2ª y hasta de 3ª categoría)… Hoy, hacemos cosas parecidas: dividimos a los seres humanos también en categorías.
La segunda lectura llama la atención sobre el uso de los carismas, que son los dones (las capacidades) con que Dios dotó a cada persona, para que asuma y construya de manera creativa y responsable su vida y contribuya – en ese mismo registro – en la vida de los demás.
Una cosa es clara en la propuesta del Apóstol Pablo: recibir un carisma encarna una responsabilidad. No usar adecuadamente el carisma o enterrarlo es – en realidad – uno de los mayores pecados de quien dice amar y creer en Dios. Dicho de otra manera, una de las mejores maneras de alabar a Dios es poner los carismas al servicio de los otros y de la construcción de un mundo mejor, desde los valores de Dios.
Muy importante al hablar de los carismas es no olvidar que hay una gran variedad de ellos y que Dios los distribuyó generosa y diversamente. Nadie tiene todos los carismas; todos necesitamos de todos; se requiere de diálogo, organización y sentido de la complementariedad y de la solidaridad para un ejercicio eclesial de los carismas (con frecuencia hay comunidades creyentes en las que lo que se verifica es una guerra de carismas o una crasa falta de madurez para ejercerlos). Los carismas reclaman una mirada colectiva, que sea capaz de ver a las personas en su especificidad, pero también que sea capaz de captar las necesidades de todos (el bien común). El egoísmo ciega a las personas y los carismas se ven afectados (inutilizados, pervertidos, reducidos).
Algunos aspectos para nuestra reflexión:
En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: "No les queda vino." Jesús le contestó: "Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora." Su madre dijo a los sirvientes: "Haced lo que Él diga." Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: "Llenad las tinajas de agua." Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: "Sacad ahora y llevádselo al mayordomo." Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: "Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora." Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en Él.
Algunas reflexiones
Este texto conocido como “las bodas de Caná” pertenece a la sección introductoria del evangelio de Juan, en la cual el evangelista busca presentar a Jesús y su programa, su proyecto. El evangelista – en su manera de presentar a Jesús – deja una cosa en claro: este episodio pertenece a la categoría de los signos (en griego semeion), es decir que se trata de acciones simbólicas que nos invitan a reconocer algo que está sugerido en el episodio, pero que es mayor y más profundo que el episodio mismo (hay una dimensión trascendente en el signo).
El escenario de fondo es un matrimonio (nótese la relación con la primera lectura); el noviazgo y el matrimonio nos hablan de relación, de encuentro, de amor, de compromiso, de alianza. La calidad de todo esto es lo que está en juego (recordemos que detrás de la imagen está la alianza con Dios).
El vino tiene – en el relato – un lugar especial: en la cultura judía es elemento indispensable en toda boda y simboliza el amor que hay entre los novios, entre los esposos (Cantar de los cantares 1,2; 4,10; 8,2).
El evangelio nos presenta, también en el contexto de un matrimonio (aquellas bodas de Caná a la que fueron invitados Jesús, María y los discípulos de Jesús), la propuesta de Dios para todos los hombres, en la persona de Jesús. En este relato se resaltan varios elementos:
En definitiva, el episodio (y el relato) de las bodas de Caná anuncian – en la teología del evangelista Juan – el proyecto de Jesús: hacer posible la verdadera relación de amor entre Dios y la humanidad; embriagar a la humanidad con el vino nuevo (el de la alegría del amor de Dios que transforma el corazón humano); hacer que – en este proyecto – haya servidores dispuestos siempre a hacer “lo que Él nos diga”.
Algunos puntos para la reflexión:
1. ¿Cómo comprendo y vivo la alianza con Dios?
2. ¿Es el amor, el corazón y el alma de mi propia experiencia espiritual?
3. Puede haber personas muy religiosas, pero poco espirituales y personas no tan religiosas, pero profundamente espirituales ¿Percibo la diferencia?
4. ¿Qué tipo de experiencia espiritual la Iglesia nos propone a través de su catequesis y de sus propuestas formativas?
5. ¿Con cuál o cuáles de los personajes de este relato te identificas?
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre. R.
Proclamad día tras día su victoria, contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor. R.
Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda. Decid a los pueblos: "El Señor es rey, Él gobierna a los pueblos rectamente." R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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