Te comparto la
reflexión correspondiente al Segundo Domingo de Pascua Ciclo C 2019, sobre las
lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2019, corresponde al Domingo 28 de Abril.
Las lecturas de hoy no sitúan en dos momentos distintos del siglo I de la era cristiana. El libro de los Hechos nos habla del comienzo de la Iglesia. Este libro fue redactado entre los años 80 y 90 del siglo I d.C.
El texto del evangelio de san Juan y el libro del Apocalipsis nos trasladan al final del siglo I de la era cristiana (entre los años 90 y 95 d.C,), tiempo en que el cristianismo ya se haya en gran expansión por todo el imperio romano, se ha expresado con fuerza el proceso de separación del cristianismo respecto del judaísmo y el imperio romano se encuentra aplicando mecanismos de opresión-persecución contra algunas comunidades y movimientos en los que ve una amenaza.
No es casual que de estos textos se saquen
algunos pasajes, para proponerlos como textos de meditación en la liturgia del
tiempo pascual.
Veamos:
Crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor
Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor. La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que, al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno. Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos de espíritu inmundo, y todos se curaban.
Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Quizá, en nuestro tiempo, debiéramos todos los cristianos comenzar por poner toda nuestra atención sobre la sana piedad, el respeto a la vida y a toda persona y la ética como eje transversal de la existencia. Esos sí que serían, hoy, grandes ‘signos y prodigios’ en el siglo XXI. Cada época y sociedad requiere de unos signos y prodigios que respondan a sus necesidades, que curen sus dolencias y que le ayuden a caminar ‘hacia delante’.
Los fieles se reunían. Desde el inicio, la Iglesia se comprendió como una comunidad, convocada por Jesús resucitado y unida por el Espíritu Santo para vivir la fraternidad, glorificar a Dios por las maravillas que realiza, anunciar a Jesucristo como Hijo de Dios y Salvador y ejercer en el mundo una presencia transformadora. Las reuniones de las comunidades cristianas no se reducían a celebrar unos ritos y volver cada cual a su casa como si nada. Fue ese ardor y ese dinamismo inicial los que hicieron posible que el cristianismo se constituyera y que – en cierto modo – el Evangelio de Jesús conquistara el imperio romano. ¿Qué ha pasado con ese dinamismo hoy?
Muchos se adherían al Señor: Esta frase, que se repite insistentemente en el libro de Hechos de los Apóstoles, debe hacernos pensar. ¿A quién o a qué estamos adheridos? Acabamos de celebrar la Pascua de Jesús y nuestra pascua, pero quizá no estemos, en verdad, adheridos a Él. De esto se trata eso de ‘ser cristiano’: no es tanto acumular doctrinas y practicar ritos y ceremonias. Se trata de adherirse a Jesucristo, de vivir con Él una seria y profunda relación personal y de permitir que en nosotros se desenvuelva un modo de vida acorde con el amor de Dios. Por eso san Pablo afirma: Vivan de un modo acorde con la vocación que han recibido (Ef 4,1).
La Iglesia se encuentra pasando por una seria crisis. Los esfuerzos del Papa corresponden a esta situación crítica. Lo que él propone es la renovación del espíritu cristiano, la vivencia seria de la condición bautismal. Muchos otros se han empeñado en este mismo objetivo ¿Prestaremos atención? Es en esto en lo que hay que trabajar en las parroquias, en los movimientos, en las familias. Es sobre esto que se debe centrar la catequesis, la formación.
Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios, y haber dado testimonio de Jesús. Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: "Lo que veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia." Me volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a la altura del pecho. Al verlo, caí a sus pies como muerto. Él puso la mano derecha sobre mí y dijo: "No temas: Yo soy el primero y el Último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del abismo. Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde."
Estaba desterrado en la isla de Patmos: un cristiano perseguido del siglo I de nuestra era nos habla. El cristianismo acababa de nacer. Se estaba extendiendo, pero pronto llegaron las persecuciones. Desde la persecución y el destierro, este Juan (quien es distinto de Juan el Evangelista y de Juan el discípulo amado) nos habla. Él y las comunidades cristianas están siendo perseguidos, pero su tono no es ni de odio ni de desesperanza. Al contrario, es un hombre lleno del Espíritu que se esfuerza por animar a las comunidades en la fe. Hoy, se requieren muchos ‘Juanes’ como este: testigos del resucitado, animadores de sus comunidades, deseosos de permanecer fieles a Jesucristo. Este cristiano del primer siglo ha sido desterrado por haber dado testimonio de Jesús, pero sabe que dondequiera que esté, Jesús está con él.
Vi: Este Juan nos habla de una experiencia espiritual profunda, que él presenta en su libro como una ‘visión’. Lo que debe interesarnos es el contenido de esa visión y su significado:
A los ocho días, llegó Jesús
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros." Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo." Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: - "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos." Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor." Pero él les contesto: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo." A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros." Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente." Contestó Tomás: “¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto." Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
El texto de ‘aparición del Resucitado’, que el evangelista Juan nos propone, es denso. Allí se integran varios aspectos que revelan la complejidad de lo que se está viviendo. Se integran: el contexto de tensión, la dimensión emocional de los discípulos, el problema de la identidad del Resucitado con el crucificado, la misión ligada al envío, el don del Espíritu Santo (para poder hacer la misión), las dificultades para pasar ‘de la crisis del Viernes Santo a la alegría del Domingo de la Resurrección’, Tomás y el llamado a la fe. Todos estos elementos han sido combinados admirablemente, en esta narración, para servirles (a los cristianos del primer siglo) y para servirnos (a nosotros) de catequesis pascual sobre la fe en Cristo Resucitado. Veamos:
Con las puertas cerradas por miedo a los judíos: Recordemos que había una tensión fuerte entre el cristianismo naciente, que surgió del judaísmo (y que buscaba su identidad) y el judaísmo tradicional. Para los judíos tradicionales era imposible aceptar un Mesías crucificado: la cruz era un escándalo para ellos. Recordemos que también, a finales del siglo I, el imperio romano está aplicando mecanismo de coerción y persecución sobre algunas comunidades buscando la seguridad de su dominio.
Paz a vosotros: Este es el primer don que Dios concede a sus discípulos. Paz en medio de la crisis causada por su muerte en cruz; paz, posteriormente, en medio de las persecuciones de que fueron objeto las primeras comunidades; paz también hoy, en un mundo convulsionado por las guerras, las discordias y los diversos tipos de exclusión; paz a los abatidos, a los sufrientes, a los enfermos, a los que están solos…La paz que todos necesitamos.
Les enseñó las manos y el costado: Con esta señal el evangelista busca subrayar un elemento clave: que el Resucitado es el mismo que ha sido crucificado (no es otro). Ello, frente a una de las críticas que se lanzaba a los cristianos: que el crucificado era uno, pero que el que ellos anunciaban como resucitado era otro. Pero, en la fe cristiana, no se trata de esto: es la misma persona que muere la que – por la acción de Dios – resucita, conservando su ‘identidad’.
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo: En el texto, la aparición del Resucitado está íntimamente ligada con la misión: la misión de Jesús debe continuar. Pero notemos que no se trata de otra misión, sino de la misma misión que el Padre Dios confió a Jesús y que se trata de la misma lógica. Por eso el Resucitado dice a sus discípulos: Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. ¿Me siento realmente llamado a participar en la misión de Jesús? ¿Tengo claridad acerca del contenido de esta misión? ¿Me esfuerzo por buscar los nuevos modos de llevar a cabo la misión, en el tiempo en que me ha correspondido vivir? ¿Tengo claridad de dónde me viene la fuerza, la sabiduría y la claridad para hacer la misión?
Recibid el Espíritu Santo: La última pregunta formulada en el apartado anterior conecta con este apartado: la fuerza, la sabiduría y la claridad para hacer la misión me (nos) viene del Espíritu Santo. Sin este Espíritu no hay verdadera experiencia espiritual cristiana, no hay verdadero sentido de Iglesia y, por tanto, no puede haber misión. Notemos que, al comunicar su Espíritu, el Resucitado está introduciéndonos en Pentecostés (la fiesta del Espíritu). Es, en realidad, el Pentecostés narrado por san Juan (nosotros estamos más acostumbrados al Pentecostés narrado por san Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles).
A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. ¿Qué sería de la humanidad sin el perdón? ¿Qué sería de la vida de un ser humano sin la capacidad de perdonar? Estaríamos esclavizados por el odio, el resentimiento y la venganza. Jesús conoce bien las enfermedades del corazón humano y sabe que el perdón es el camino de sanación y de liberación por excelencia. Desde esta perspectiva podemos entender por qué nos da el poder de perdonar y de perdonarnos. Ahora bien, puesto que sólo Dios puede perdonar los pecados, los perdonarán únicamente en nombre de Jesucristo y en virtud del poder de Dios. Este perdón es algo de lo que todo hombre tiene necesidad, porque, si es sincero, se encontrará culpable. ¿He recorrido los senderos del perdón? ¿Puedo liberar a otro a través de mi perdón? ¿Por qué no hacerlo? ¿Puedo colaborar en mi propia sanación perdonando? ¿Necesito perdonarme de algo?
Tomás: No maltratemos a Tomás…quizá en nosotros habite un Tomás, que se cuestiona, que se pregunta; un Tomás al que le cuesta creer y dar el salto a la fe pascual. Recordemos que Tomás encarna al judío para quien un Mesías crucificado es algo escandaloso, difícil de aceptar. La Cruz no tenía nada de glorioso, al contrario, según una lectura posible de un trozo del libro del Deuteronomio, la crucifixión podría llegar a ser algo teológicamente repulsivo: Y si un hombre ha cometido pecado digno de muerte, y se le ha dado muerte, y lo has colgado de un árbol, su cuerpo no colgará del árbol toda la noche, sino que ciertamente lo enterrarás el mismo día (pues el colgado es maldito de Dios), para que no contamines la tierra que el SEÑOR tu Dios te da en heredad. (Dt 21, 22-23).
Hay esquemas mentales e ideas sobre Dios que podrían hacernos impermeables a su acción. “No miremos a Tomás como a un extraño: muchas actitudes nuestras nos hacen parecidos a él: nuestras incredulidades, desconfianzas, temores, dudas, nuestros peros ante Dios... ya que somos muchas veces cristianos con peros”: soy cristiano, pero del evangelio solo acepto ‘esto’ y, en cambio, ‘esto otro’ no lo puedo aceptar. En realidad, lo que tenemos es alguna dificultad para creer, para creer adecuadamente, para confiar en Dios, para abandonarnos en Él.
Muchas dudas nos asaltan en el camino de la fe. Solo el amor confiado y la oración pueden ayudarnos a esclarecerlas y superarlas. Para ello debemos ‘entrar en la pasión’ en la pasión de Jesús, en su amor. Por eso Jesús dice a Tomás (al Tomás que hay en cada uno de nosotros): trae tu mano y métela en mi costado… es decir, entra en mi pasión, entra en mi amor. Solo entrando en la pasión de Jesús, viendo y sintiendo las cosas desde dentro podremos dar el salto a la fe pascual. La exhortación de Jesús a Tomás es para todos: No seas incrédulo, sino creyente.
Notemos que, en realidad, el texto de hoy lo que busca es suscitar en nosotros la fe. Por eso el evangelista Juan puntualiza: Estos signos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. Aprovechemos el tiempo de Pascua, entremos en la corriente del Espíritu.
Para continuar nuestra reflexión:
Terminemos nuestra meditación orando con el…
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, Él nos ilumina. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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