Te comparto la reflexión correspondiente al Segundo Domingo de Pascua Ciclo A 2017, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2017, corresponde al Domingo 23 de Abril.
La liturgia de este tiempo de Pascua se centra en: 1) Jesús
resucitado; 2) la relación que el creyente tiene con Él; 3) los efectos de la
resurrección de Jesús en la vida del creyente (de la comunidad). Si
la resurrección de Jesús no tuviera efecto alguno en la vida del discípulo,
entonces no tendría mayor sentido, pues quedaría reducida a una asunto
meramente personal entre Dios Padre que resucitó a su Hijo Jesús.
Pero lo que sostiene la fe cristiana es que este Jesús resucitado vive en el creyente, vive en la comunidad. (“Ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mí". (Gál. 2, 20) – dice san Pablo) Pero, se requiere que el creyente y la comunidad sean conscientes de ello, de lo contrario transformarán la experiencia cristiana en lo que no es (en un conjunto de ritos que hay que hacer y en unos mandamientos que hay que cumplir, aunque no se tenga muy claro para qué). Pero, si tal conciencia se da, entonces se producirá lo que el mismo san Pablo propuso como exhortación en la carta a los filipenses: Tendremos en nosotros los mismos sentimientos de Cristo (Fil 2, 5).
Lo que los textos del Nuevo Testamento sostienen es que la resurrección de Jesús es la base y fundamento de la Iglesia, pues “… si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.” (1 Cor 15, 14). Por tanto, las lecturas del tiempo pascual quieren mostrar a los creyentes cuál es el horizonte en el que debe moverse la comunidad cristiana y, al mismo tiempo, exhortar a todos, no tanto a hablar, sino a vivir los sentimientos de Cristo, los valores del Cristo, la vida en Cristo. Si esto sucede, entonces, habrá signos concretos de que el evangelio es realidad. ¿Cuáles son esos signos?
Todos estos signos mostrarán el poder de la resurrección de Jesús (SUS EFECTOS) en el creyente y en la comunidad y harán creíble la Iglesia.
Claro, la construcción de una comunidad fraterna con las características mencionadas arriba no es fácil; es un proyecto a largo plazo, pues las transformaciones vitales (existenciales) y las prácticas que les corresponden requieren de tiempo para consolidarse. Los tropiezos y las caídas en este proceso de construcción de una comunidad auténticamente cristiana (una comunidad igualitaria, justa, solidaria) no hay que verlos como la confirmación de que no se puede lograr esa construcción. Ellos deben ser – para quien quiera caminar en el horizonte pascual – aprendizajes y desafíos. Si hay conciencia de que es este el proyecto de Dios, entonces, será posible comprometerse con él y ser ‘piedra viva’ en la construcción de ese proyecto. Pero esto requiere que cada creyente ponga mucho cuidado en la manera como viene haciendo su trabajo. Pablo mismo decía: “Yo fui el maestro albañil al cual Dios en su bondad encargó poner los fundamentos, y otro está construyendo sobre ellos. Pero cada uno debe tener cuidado de cómo construye” (1ª Cor 3,10)
El texto del evangelio de hoy nos permite entender, precisamente, que los efectos de la resurrección de Jesús no son comprendidos rápidamente, que requieren de un proceso. Para algunos, dicho proceso es más corto, para otros es más largo; para unos es más claro (logran una mayor conciencia de la presencia amorosa de Dios en sus vidas) y para otros menos; algunos logran mayor compromiso…Otros menos. Pero lo importante es que cada creyente asuma seriamente la fe que dice profesar.
Notemos que, en el evangelio, aunque María Magdalena anuncia a los Once apóstoles que Jesús está vivo y que ha hablado con Él (Jn 20, 1-18), ellos siguen encerrados (no acaban de comprender; el miedo no los deja avanzar; las puertas siguen cerradas). Todo eso nos sugiere que la fe en Cristo resucitado (nuestra relación con Él) está sujeta a un proceso de maduración. El evangelista no dice que los discípulos “creyeron” en el Resucitado, pues todos - a excepción de Tomás – lo habían visto y creían en Él. Pero una cosa es creer en Jesús y otra acoger todas las implicaciones existenciales que tiene la fe en Él, avanzar en el compromiso con Jesús y en la estructuración de un estilo de vida acorde con su propuesta. Este es el proceso que requiere tiempo, paciencia, perseverancia y un permanente trabajo, desde la cotidianidad de cada creyente. El proceso de Tomás parece ser el más complejo. No olvidemos que Tomás puede ser cada uno de nosotros).
Ahora bien, debemos aprender a ver la figura de Tomás no como el “incrédulo” sino como aquella persona que quiere creer pero que – por diversas razones – tiene dificultad para hacerlo (quizá somos nosotros mismos). Es con estas personas que la Iglesia debe trabajar mucho, para ayudarles a caminar. Quizá ha faltado mayor preocupación por estas personas.
Para avanzar en la reflexión:
Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común
Los
hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida
común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba
impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en
Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían
posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada
uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en
las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran
bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo
los que se iban salvando.
Esta primera lectura nos presenta una especie de radiografía de la primera comunidad cristiana establecida en Jerusalén (2ª mitad del I siglo d.C.). Lucas quiere animar a otras comunidades (y, por supuesto a nosotros, a las comunidades cristianas del siglo XXI) a vivir seriamente la fe en Cristo Jesús resucitado. ¿Qué aspectos subraya?
Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva
Bendito
sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por
la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo
para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera,
que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para
la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello,
aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la
comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro, que, aunque perecedero,
lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se
manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y
creéis en Él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando
así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
Esta carta está dirigida a algunas comunidades cristianas que viven en zonas rurales de Asia Menor. Parece que estas comunidades cristianas que, apenas están naciendo, se están viendo hostilizadas. El autor de la carta conoce las pruebas por las que están pasando y les escribe para animarlos a no abandonar la fe, a pesar de las dificultades. ¿Qué deben hacer?
A los ocho días, llegó Jesús
Al
anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una
casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús,
se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros." Y, diciendo esto, les
enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver
al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así
también os envío yo." Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les
dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino
Jesús. Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor." Pero
él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no
meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo
creo." A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con
ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
"Paz a vosotros." Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes
mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino
creyente." Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le
dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber
visto." Muchos otros signos, que no están escritos en este libro,
hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis
que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en
su nombre.
El evangelio insiste en que Jesús resucitado es (debe ser) el centro de la comunidad cristiana. Pero, para que esto suceda, el creyente debe aprender a ‘conectarse’ con su pasión (entender su amor y su sufrimiento por la humanidad): “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.”.
Resaltamos de esta lectura varios aspectos:
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: / eterna es su misericordia. / Diga la casa de Aarón: / eterna es su misericordia. / Digan los fieles del Señor: / eterna es su misericordia. R.
Empujaban y empujaban para derribarme, / pero el Señor me ayudó; / el Señor es mi fuerza y mi energía, / Él es mi salvación. / Escuchad: hay cantos de victoria / en las tiendas de los justos. R.
La piedra que desecharon los arquitectos / es ahora la piedra angular. / Es el Señor quien lo ha hecho, / ha sido un milagro patente. / Éste es el día en que actuó el Señor: /sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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