La siguiente es la reflexión correspondiente al Segundo Domingo de Adviento acerca las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía.
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Nota acerca de la fecha: En el 2013, corresponde al Domingo 8 de Diciembre.
En aquel día, saldrá una rama del tronco de Jesé
y un retoño brotará de sus raíces. Sobre él
reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor -y
lo inspirará el temor del Señor-. El no juzgará
según las apariencias ni decidirá por lo que oiga decir: juzgará con justicia
a los débiles y decidirá con rectitud
para los pobres del país; herirá al violento con la vara de su boca y con el
soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia ceñirá su cintura y la
fidelidad ceñirá sus caderas. El lobo habitará
con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el
cachorro de león pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá; la vaca y la
osa vivirán en compañía, sus crías se recostarán juntas, y el león comerá paja
lo mismo que el buey. El niño de pecho
jugará sobre el agujero de la cobra, y en la cueva de la víbora, meterá la mano
el niño apenas destetado. No se hará daño ni estragos en toda mi Montaña
santa, porque el conocimiento del Señor llenará
la tierra como las aguas cubren el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se
erigirá como emblema para los pueblos: las naciones la buscarán y la gloria
será su morada.
Te comparto mis comentarios acerca de esta lectura del profeta Isaías a la luz del Segundo Domingo de Adviento:
Oh Dios, comunica
al rey tu juicio,
y tu justicia a ese hijo de rey,
para que juzgue a tu pueblo con
justicia
y a tus pobres en los juicios que
reclaman.
Florecerá en sus días la justicia,
y una gran paz hasta el fin de las
lunas.
Pues domina del uno al otro Mar,
del Río hasta el confín de las tierras.
Pues librará al mendigo que a él clama,
al pequeño que de nadie tiene apoyo;
él se apiada del débil y del pobre,
él salvará la vida de los pobres;
Que su nombre permanezca para siempre,
y perdure por siempre bajo el sol.
En él serán benditas todas las razas de la tierra,
le desearán felicidad todas las naciones.
Hermanos: Todo lo que ha sido escrito en el
pasado, ha sido escrito para nuestra
instrucción, a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las
Escrituras, mantengamos la esperanza.
Que el Dios de la constancia y del consuelo les conceda tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo
Jesús, para que con un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios,
el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Sean
mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para la gloria de Dios. Porque les aseguro que
Cristo se hizo servidor de los judíos para confirmar la fidelidad de Dios,
cumpliendo las promesas que él había hecho a nuestros padres, y para que los
paganos glorifiquen a Dios por su misericordia.
Así lo enseña la Escritura cuando dice: Yo te alabaré en medio de las naciones,
Señor, y cantaré en honor de tu Nombre.
En aquel tiempo se
presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: "Conviértanse, porque el Reino de los Cielos
está cerca". A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz
grita en el desierto: Preparen el camino del
Señor, allanen sus senderos. Juan tenía una túnica de pelos de camello y
un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de
toda la región del Jordán iba a su encuentro, y
se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan
les dijo: "Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios
que se acerca? Produzcan el fruto de una
sincera conversión, y no se contenten con decir: 'Tenemos por padre a Abraham'.
Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de
Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de
los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado
al fuego. Yo los bautizo con agua para que se
conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y
yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su
mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará
la paja en un fuego inextinguible".
Te comparto mis comentarios acerca de esta lectura del evangelio según San Mateo a la luz del Segundo Domingo de Adviento:
Comentario del Evangelio por Papa Francisco Encíclica “Lumen fidei”, §20-21
“Él os bautizará con el Espíritu Santo”
La nueva lógica de la fe está centrada en Cristo. La fe en Cristo nos salva porque en él la vida se abre radicalmente a un Amor que nos precede y nos transforma desde dentro, que obra en nosotros y con nosotros… Cristo ha bajado a la tierra y ha resucitado de entre los muertos; con su encarnación y resurrección, el Hijo de Dios ha abrazado todo el camino del hombre y habita en nuestros corazones mediante el Espíritu santo. La fe sabe que Dios se ha hecho muy cercano a nosotros, que Cristo se nos ha dado como un gran don que nos transforma interiormente, que habita en nosotros, y así nos da la luz que ilumina el origen y el final de la vida, el arco completo del camino humano.
Así podemos entender la novedad que aporta la fe. El
creyente es transformado por el Amor, al que se abre por la fe, y al abrirse a
este Amor que se le ofrece, su existencia se dilata más allá de sí mismo.
Por eso, san Pablo puede afirmar: “No soy yo el que vive, es Cristo quien vive
en mí” (Ga 2,20), y exhortar: “Que Cristo habite por la fe en vuestros
corazones” (Ef 3,17). En la fe, el “yo” del
creyente se ensancha para ser habitado por Otro, para vivir en Otro, y así su
vida se hace más grande en el Amor. En esto consiste la acción propia del
Espíritu Santo. El cristiano puede tener los ojos de Jesús, sus
sentimientos, su condición filial, porque se le hace partícipe de su Amor, que
es el Espíritu. Y en este Amor se recibe en cierto modo la visión propia de
Jesús. Sin esta conformación en el Amor, sin la presencia del Espíritu que lo
infunde en nuestros corazones (cf. Rm 5,5), es imposible confesar a Jesús como
Señor (cf. 1 Co 12,3).
Para tu reflexión, te planteo las siguientes preguntas a la luz del Segundo Domingo de Adviento:
1) ¿He comprendido bien lo que significa utopía? ¿He captado la originalidad de la Utopía cristiana?
2) ¿Puedo decir que los caminos por los que estoy transitando están en armonía con el gran camino del Amor que Dios me propone?
3) ¿Qué puedo decir de mi relación con los otros y con la naturaleza? ¿Cómo entra mi experiencia de fe en ello?
Oración Final a la luz de las Lecturas para el Segundo Domingo de Adviento
Oh Dios, tú nos entregas todo tu amor; haz que nuestras palabras y obras muestren siempre nuestra disposición al amor y a la reconciliación; aleja de nosotros toda actitud de discordia, egoísmo y violencia y haz que trabajemos con ahínco en la construcción de la Utopía del “otro mundo posible” que tú nos propones. Amén.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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