Te comparto la reflexión correspondiente a la Solemnidad de la Santisima Trinidad, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2014, corresponde al Domingo 15 de Junio.
Moisés talló dos tablas de piedra iguales a las
primeras, y a la madrugada del día siguiente subió a la montaña del Sinaí, como
el Señor se lo había ordenado, llevando las dos tablas en sus manos. El Señor
descendió en la nube, y permaneció allí, junto a él. Moisés invocó el nombre
del Señor. El Señor pasó delante de él y exclamó: "El Señor es un Dios
compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad. Moisés cayó de rodillas y se postró, diciendo: "Si realmente me has
brindado tu amistad, dígnate, Señor, ir en medio de nosotros. Es verdad que
este es un pueblo obstinado, pero perdona nuestra culpa y nuestro pecado, y
conviértenos en tu herencia".
Por último, hermanos, alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes. Salúdense mutuamente con el beso santo. Todos los hermanos les envían saludos. La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Te comparto algunas reflexiones acerca de las lecturas anteriores:
Uno de los fenómenos que más afecta a la humanidad es la división, la falta de unidad. Esto disminuye, de manera sensible, las posibilidades de construir comunidad. Sin embargo, la utopía de la comunidad estuvo siempre presente en la historia espiritual del pueblo de Israel. Toda la Biblia está atravesada por este proyecto. En el Antiguo Testamento la insistencia fue, inicialmente, construir un pueblo en torno a Dios. Más adelante, la idea fue hacer de ese pueblo “Luz de las naciones”, luz para todos los pueblos, a fin de que toda la humanidad encontrara en Dios su unidad. En el Nuevo Testamento Jesús planteó nuevamente el reto de la unidad (“Que sean uno como tú, Padre, en mí y yo en ti” (Evangelio de Juan) Posteriormente, san Pablo planteó el mismo reto para la Iglesia (pues – desde el comienzo apareció la tentación de dividirse en bandos y seguir cada uno a un líder (1ª Corintios 1,10-14). Pero Pablo recordó, en su momento, que una Iglesia dividida en bandos no es el proyecto de Dios. El verdadero proyecto es que la Iglesia forme un solo cuerpo (1ª Corintios 12) y Esto sólo se consigue en el Amor (1ª Corintios 13). Pero el Amor no se agota en la Iglesia. El Amor es posible dentro y fuera de ella. Por eso la utopía de alcanzar la unidad de toda la humanidad sigue siendo válida. La Utopía sigue abierta, actual, exigente.
Para el creyente, el fundamento de esta unidad y de esta comunión está en Dios mismo. No es sólo el resultado del esfuerzo humano y de intenciones altruistas. Dios es Uno y Trino, Él es Trinidad, Él es comunidad, Él es comunión viva y dinámica. No hay disociación, no hay división y mucho menos ausencia de solidaridad en la Trinidad. Padre, Hijo y Espíritu están unidos en el amor y, desde el amor, trabajan incansablemente por la salvación de la humanidad y de toda la creación. En teología cristiana, la revelación de Dios como misterio trinitario constituye el núcleo fundamental y estructurante de todo el mensaje del Nuevo Testamento.
El misterio de la Santísima Trinidad antes de ser formulado como doctrina fue evento salvador y experiencia de vida. Primero se vive y después se elaboran las doctrinas con base en la experiencia vital. Aquello que vivieron los cristianos de los primeros siglos y que fue formulado en perspectiva teológica trinitaria pasó a las generaciones cristianas posteriores (de las cuáles nosotros hacemos parte). El peligro es que nos hayamos quedado con la formulación teológica y doctrinal y se nos haya olvidado lo más importante: la experiencia del amor, de la comunión, de la solidaridad. Terminamos quedándonos con muchas doctrinas pero con poca vida, con poca experiencia y sin saber exactamente a qué corresponden estas doctrinas.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo han estado siempre presentes en la historia de la humanidad, donando la vida y comunicando su amor, introduciendo y transformando el devenir de la historia en la comunión divina de las Tres personas. En el Nuevo Testamento las tres personas divinas aparecen operando (en un acuerdo amoroso): El Padre envía al Hijo a revelar su amor y construir la fraternidad humana, el Hijo realiza fiel y responsablemente lo que el Padre le encomendó y el Espíritu mueve, acompaña y da continuidad a la obra realizada por el Padre y el Hijo. Es un verdadero equipo, una verdadera comunidad de amor que opera salvación.
Aunque el Antiguo Testamento no habla explícitamente de una Trinidad (o mejor, no habla de Dios como Trinidad) va desarrollando un proceso de revelación de este misterio, al punto que se puede hablar de una preparación progresiva de la revelación hasta llegar en el Nuevo Testamento a una primera percepción de la Trinidad Divina.
Del mismo modo, el Nuevo Testamento, más que una doctrina elaborada sobre la Trinidad, nos muestra a través de los acontecimientos narrados, una estructura trinitaria de la salvación. En dicha dinámica trinitaria la iniciativa corresponde al Padre, que envía, entrega y resucita a su Hijo Jesús; la realización histórica del proyecto salvador corresponde al Hijo (Jesucristo) que en obediencia al Padre, realiza la misión. En todo esto el Espíritu está obrando, pues es el Espíritu el que hace posible la encarnación, el que conduce a Jesús al desierto, el que ilumina a Jesús en el desarrollo de la Misión y el que, dentro y fuera de la Iglesia, asegura la continuidad de la obra salvadora. Sin el Espíritu la Iglesia pierde su norte y se separa de su fundamento que es Cristo.
La Biblia afirma reiteradamente que Dios es amor (1 Jn 4,8). Las lecturas pretenden mostrarnos, desde diversos ángulos, la percepción que – en diferentes momentos de la historia espiritual del pueblo de Israel y de la Iglesia – las comunidades van teniendo de Dios: La lectura del Éxodo nos dice que Dios es "compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad" Ex 34,6. El Dios que se mantiene fiel pese a las frecuentes infidelidades del pueblo.
La segunda lectura nos muestra la comprensión que san Pablo tiene del misterio de un Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, mediante el saludo trinitario a la asamblea: "la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con ustedes" (2ª Cor 13, 13).
En el evangelio, tomado de San Juan, encontramos una afirmación clave: "tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo" (Jn 3,16). Todo lo que Dios hace sólo se comprende en y desde el amor. Y el amor de Dios es un amor de entrega, de donación. El Padre ofrece a su Hijo y se ofrece en Él; el Hijo se entrega revelando el amor del Padre, El Espíritu mueve a todos a la entrega amorosa. Esa entrega se concretiza bajo la forma del servicio.
La percepción fundamental de toda la teología bíblica es que Dios no es un ser aislado y desentendido de la historia humana, sino un Dios comunitario y permanentemente preocupado por su creación. La dinámica trinitaria se constituye en modelo inspirador desde el cual se puede construir familia, grupo, sociedad, fraternidad, etc. Dios es amor y el amor nunca es soledad ni aislamiento, sino encuentro, diálogo y alianza. Quien dice creer en Dios encuentra en él- en su misma naturaleza - un proyecto de vida y un reto: ser actor de comunión, ser constructor de comunidad, ser agente de fraternidad. En esto se concretizaría la experiencia de fe en la historia.
No hay que romperse la cabeza intentado comprender (desde nuestra limitada lógica natural) este misterio (el del Dios Uno en su naturaleza y Trino en sus personas), que sólo puede ser aceptado plenamente por la fe, aunque reclame su ejercicio. Lo que debe interesarnos es alcanzar la coherencia de vida, esto es, la correspondencia entre lo que creemos y la manera como esto se refleja en nuestra acción y en nuestra manera de vivir.
Te invito a que continuemos con la reflexión haciéndonos las siguientes preguntas:
01. ¿Cómo podemos hacer para que se refleje mucho más claramente en nuestra vida y en la Iglesia el ser “comunitario” de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo?
02. ¿Qué estrategias implementar para fortalecer, en nuestra parroquia, el sentido de comunidad, inspirados en la Trinidad Santa?
03. ¿Cómo podríamos disponernos mejor para acoger la acción del Espíritu Santo en nuestra vida?
04. ¿Qué entendemos por Verdad y cuán Verdaderos somos?
Terminemos orando con el salmo tomado del libro de Daniel…
Bendito seas, Señor,
Dios de nuestros padres,
loado, exaltado eternamente.
Bendito el santo nombre de tu gloria,
loado, exaltado eternamente.
Bendito seas en el templo de tu santa gloria,
cantado, enaltecido eternamente.
Bendito seas en el trono de tu reino,
cantado, exaltado eternamente.
Bendito tú, que sondas los abismos,
que te sientas sobre querubines,
loado, exaltado eternamente.
Bendito seas en el firmamento del cielo,
cantado, glorificado eternamente.
Por último, te invito a que hagamos juntos la siguiente oración:
Dios Eterno, Único y Verdadero, misterio infinito de amor y de vida, Trinidad Santísima, haz de la humanidad creada a tu imagen una sola familia y permite que la Iglesia sea siempre un vivo reflejo de tu misterio comunitario de amor y un vivo instrumento de servicio. Que por su compromiso por la transformación del mundo la Iglesia sea signo de esperanza para los excluidos de la tierra. Amén.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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