Te comparto la reflexión correspondiente al Quinto Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C 2019, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2019,
corresponde al Domingo 10 de Febrero.
La santidad de Dios, la
trascendencia divina, la purificación interior, el envío para realizar una
misión, la disposición para el servicio, la misión, la fidelidad al evangelio,
la indignidad, la gracia transformadora de Dios, la escucha de la instrucción
de Jesús, la presencia de Jesús en la vida, la fe en Jesús, la experiencia de
ser discípulos de Jesús son los temas que podemos encontrar en los textos
bíblicos que se nos proponen para este domingo.
Veamos las lecturas.
Aquí estoy, mándame
El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado
sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Y
vi serafines en pie junto a Él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: "¡Santo,
santo, santo, ¡el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!"
Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba
lleno de humo. Yo dije: "¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de
labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he
visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos." Y voló hacia mí uno
de los serafines, con una brasa en la mano, que había cogido del altar con unas
tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: "Mira; esto ha tocado tus
labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado." Entonces,
escuché la voz del Señor, que decía: "¿A quién mandaré? ¿Quién irá
por mí?" Contesté: "Aquí estoy, mándame."
Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé
y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está
salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo
contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe. Porque lo primero que yo
os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por
nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó
al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a
los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría
de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a
Santiago, después a todos los apóstoles y se me apareció también a mí,
el último de todos. Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno
de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por
la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí.
Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la
gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que
predicamos; esto es lo que habéis creído.
Dejándolo todo, lo siguieron
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando Él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: "Rema mar adentro, y echa las redes para pescar." Simón contestó: "Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes." Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador." Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: "No temas; desde ahora serás pescador de hombres." Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Algunas reflexiones
Si san Pablo estuviera en medio de nosotros quizá nos haría una pregunta que recoge lo esencial de lo que hace 2000 años predicaba a los cristianos de la ciudad de Corinto, en los comienzos de la Iglesia: ¿Han sido Ustedes capaces de conservar el evangelio?
Esta pregunta es de vital importancia. Una cosa es oír hablar de un tal Jesús que vivió hace algo más de 2000 años. De hecho, por cultura general, muchos saben esto. Pero, otra cosa, muy distinta, es acoger el evangelio (la buena noticia sobre Jesús), que otros nos han confiado y entrar en una relación viva con Él, permanecer en Él (comunión existencial) y vivir su evangelio (la buena noticia de Jesús).
Tal vez, uno de los problemas que pueda tener la Iglesia hoy, sea este: nos quedamos con muchos datos sobre Jesús (información), pero no guardamos el Evangelio, que es el mismo Jesús (comunión)… No nos quedamos con Él. Por tanto, debemos (y podemos) volver a ese profundo deseo, que ya expresaban los discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros, Señor”.
¿Qué podríamos hacer? El relato que nos hace el evangelista Lucas puede darnos algunas pistas:
Como en aquel tiempo, también hoy mucha gente escucha las palabras de Jesús (su enseñanza), pero ¿cuántos llegan verdaderamente a interiorizar dicha enseñanza? ¿Cuántos permiten que esta enseñanza de Jesús sea el eje orientador de sus vidas? Es importante que lleguemos al nivel de Pedro, que escuchó, creyó y obedeció: nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.
En la segunda lectura, san Pablo confiesa: No soy digno de llamarme apóstol (…) Pero por la gracia de Dios soy lo que soy.
Y, en el evangelio, Pedro, que acaba de vivir, con Jesús, la experiencia de lo imposible hecho posible (nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada) reconoce su pequeñez: Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. No olvidemos, desde el punto de vista de la fe, que somos los que somos por la gracia de Dios y Dios supera cualquier medida: “la orla de su manto llenaba el templo”.
Hoy también podemos seguir a Jesús, entrar en comunión con Él y guardarlo en lo profundo de nuestro corazón, de tal modo que si alguien nos pregunta si realmente conservamos el evangelio podamos responder que SÍ lo hemos conservado.
En la segunda lectura encontramos a Pablo de Tarso comprometido con el evangelio, desarrollando su misión, es decir, evangelizando: “Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé”.
Y, en el texto del evangelio de Lucas, Jesús abre a Pedro el camino de la misión: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. En realidad, se trata de dos experiencias inseparables: acoger el llamado de Jesús y hacerse su discípulo termina desembocando en una misión…Siempre hay una misión por hacer.
Estas son las lecturas, este es el proyecto que se nos propone. Ojalá podamos decir lo que san Pablo dijo de sí mismo: “…por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí.”
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. R.
Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R.
Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca; canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. R.
Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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