Te comparto la reflexión correspondiente al Quinto Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A 2017, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2017, corresponde al Domingo 5 de Febrero.
Las lectura bíblicas escogidas para este domingo nos invitan a reflexionar sobre la manera como el cristiano hace presencia en el mundo.
Ellas nos advierten que uno de los peores males que nos pueden aquejar es el adormecimiento en una vida egoísta y cómoda, centrada en el propio bienestar, pero desconectada de los demás, como si los ‘otros’ no existieran. Si esto ocurre, es porque no se ha comprendido adecuadamente la relación con Dios y, en consecuencia, la fe se transforma en algo vacío, carente de fuerza, carente de vida.
En cada creyente habita la luz del Espíritu de Dios, pero cada uno – según sus opciones, su actitud y sus acciones, la puede apagar. Cada luz que se apaga, cada creyente que se instala en el egoísmo contribuye a que la oscuridad aumente y el mundo sea cada vez más opaco.
Romperá tu luz como la aurora
Así dice el Señor: "Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: "Aquí estoy." Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía."
Subrayemos algunos puntos clave de esta lectura:
La lectura del profeta Isaías nos presenta las condiciones necesarias para ser luz de excelente calidad. Es con la energía de la solidaridad, de la compasión, del trato respetuoso, del servicio al necesitado que esta luz (que puede y debe brotar del creyente) se hace más fuerte. De este modo Isaías nos recuerda que la verdadera religión no separa el amor a Dios del amor al prójimo.
El texto que se nos propone hace parte de la tercera parte del libro de Isaías (el llamado trito-Isaías, que abarca los capítulos 56-66). La mayoría de los estudiosos de la biblia sitúa este conjunto de textos en la época posterior al exilio del pueblo de Israel en Babilonia (es decir, entre el final del siglo VI a.C., y los primeros decenios del siglo V a.C.). Los exiliados regresaron a su tierra (la Tierra prometida, que habían perdido) pero encontraron un país arruinado, empobrecido. Comprendieron que el proceso de reconstrucción sería duro y el futuro sería incierto. Además, de trasfondo está la tensión entre dos grupos: los exiliados que regresaron y los que no habían sido deportados y permanecieron. Los dos grupos reclamaban derechos y tenían sus propios intereses. Se necesitaba diálogo y visión espiritual para ponerse de acuerdo y pensar en el proyecto de reconstrucción del país.
El texto propuesto para nuestra meditación se presenta como un reclamo de Dios al pueblo. La insistencia de Dios en los puntos que aparecen en la lectura (ser solidario, partir el pan, hospedar al pobre, vestir al desnudo) refleja lo que se está viviendo: Pide que se obre así porque se está obrando de otro modo. ¿Cómo podrán reconstruir un país si el egoísmo es el que reina en los corazones de las personas?
En ese reclamo hay una insistencia fundamental: el pueblo debe aprender a unir culto y vida, pues se ha caído en un culto vacío y estéril en el que el corazón no es transformado. ¿Cómo son nuestras celebraciones ‘religiosas’? ¿Qué hacemos dentro del templo y que acontece fuera de él?
La cuestión esencial es la siguiente: ¿Cómo es que podemos ser luz del mundo? Cada creyente debe discernir y buscar de manera creativa los modos concretos de servir, de contribuir, de construir, de ser luz. Las situaciones están ahí y, como lo dijo el mismo Jesús: pobres, necesitados y sufrientes siempre habrá.
Es importante dejar claro que el texto no nos
dice que los momentos de oración, de recogimiento, de meditación son
innecesarios o inútiles. Al contrario, ellos son claves para discernir y tener
claridad sobre lo que podemos y debemos hacer. Lo que se quiere decir es que
las celebraciones religiosas (y los ritos que hacemos en ellas) deben estar
conectados con la vida y corresponder a una vivencia interior, profunda y
transformadora. Deben estar conectados a opciones serias.
Os anuncié el misterio de Cristo crucificado
Yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Subrayemos algunos puntos clave de esta lectura:
San Pablo nos ayuda a comprender que no nos hacemos mejores seres humanos simplemente por la acumulación de conocimientos. Ellos pueden ser importantes y ayudarnos. No se trata, por supuesto, de negar el valor de la ciencia, de los conocimientos, de las disciplinas que han sido desarrolladas a lo largo de la historia. Sin embargo – desde el punto de vista de la fe – lo esencial es identificarnos con Cristo en su amor, en sus actitudes, en sus valores, en sus sentimientos. Por eso el mismo Pablo escribirá (en la Carta a los Filipenses): “Tengan entre ustedes (en ustedes) los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Fil 2,5).
El domingo anterior veíamos que dos de los grandes problemas de la comunidad cristiana de Corinto eran; 1) la idea (que se extendía) según la cual la fe en Cristo quedaba reducida a un asunto meramente intelectivo (la fabricación de una especie de sabiduría humana); 2) la tendencia a dividirse en grupos: cada uno siguiendo su propio gurú, olvidándose de lo esencial: la comunión y el seguimiento de Jesucristo en el amor (por eso Pablo alude a Cristo crucificado). En este contexto, Pablo afirma categóricamente que no es la sabiduría humana la que salva, sino el amor de Dios y la comunión que el creyente tenga con este amor. Es lo que – en la carta – Pablo llamará ‘la locura de la cruz’.
Quizá, aún hoy, seguimos actuando como si la salvación de la humanidad dependiera de los simples conocimientos (pero ellos, por sí solos, no salvan. De hecho ha habido mucho conocimiento empleado para el mal). Pablo nos recuerda que si falta el amor nos alejamos de la salvación. El amor debe permear y orientar las actividades humanas. Sin él, la ciencia, la técnica, la economía, la política terminarán generando situaciones injustas y dolorosas. ¿Es el amor de Dios y el amor al prójimo nuestra gran preocupación y nuestro gran interés?
Vosotros sois la luz del mundo
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo."
Subrayemos algunos puntos clave de esta lectura:
Continuamos reflexionando el largo texto del Sermón de la Montaña del evangelio de Mateo. El domingo pasado meditábamos sobre las bienaventuranzas. Hoy se nos dice (mediante un lenguaje metafórico: la sal y la luz) que debemos servir para alguna cosa mientras pasamos por este mundo.
Recordemos que en el Antiguo Testamento, Moisés subió a una montaña y allí recibió de Dios las Tablas de la Ley para el pueblo. Aquí, en el evangelio de Mateo, Jesús de Nazaret (el Cristo) está en lo alto de la montaña y Él mismo pronuncia la Nueva Ley. Por tanto, Él es el Nuevo Moisés, el liberador (ya no sólo del pueblo, sino de toda la humanidad)
Llama la atención que cuando Jesús habla de la luz, dice que la luz debe ser ubicada donde la vean y donde la luz pueda iluminar. Una luz ‘encajonada’ no tendría sentido. Además alude a la montaña, habla de “una ciudad puesta en lo alto de un monte”. Esta alusión nos traslada al texto del profeta Isaías (Is 60, 1-3) que nos habla de la luz de Dios que ilumina al pueblo de Israel y lo transforma en luz para las naciones.
1 Levántate, resplandece, porque ha llegado tu luz y la gloria del SEÑOR ha amanecido sobre ti.
2 Porque he aquí, tinieblas cubrirán la tierra y densa oscuridad los pueblos; pero sobre ti amanecerá el SEÑOR, y sobre ti aparecerá su gloria.
3 Y acudirán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu amanecer.
También, esta relación entre luz y monte la encontramos en el capítulo 2 del libro de Isaías, texto en el cual se nos dice que la luz de Dios brillará en el monte de Jerusalén, al que acudirán todos los pueblos para captar esa luz (la sabiduría de Dios) y construir así una humanidad nueva, en paz. Vale la pena meditar el texto:
En
los últimos tiempos quedará afirmado
el monte donde se
halla el templo del Señor.
Será el monte más alto,
más alto que cualquier otro monte.
Todas las naciones
vendrán a él;
3 pueblos
numerosos llegarán, diciendo:
«Vengan, subamos al
monte del Señor,
al templo del Dios de Jacob,
para que él nos
enseñe sus caminos
y podamos andar por sus senderos.»
Porque de Sión saldrá la enseñanza del
Señor, de Jerusalén vendrá su palabra.
4 El
Señor juzgará entre las naciones
y decidirá los pleitos de pueblos
numerosos.
Ellos convertirán
sus espadas en arados
y sus lanzas en hoces.
Ningún pueblo
volverá a tomar las armas contra otro
ni a recibir instrucción para la
guerra.
5 ¡Vamos, pueblo de Jacob,
caminemos a la luz del Señor!
No olvides que al salir de la Eucaristía tienes una gran tarea: “ser sal y luz” allí donde estés. La misa no se acaba, se extiende, después de salir del templo, y se transforma en MISIÓN.
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
El justo brilla en las tinieblas como una luz.
En las tinieblas brilla como una luz / el que es justo, clemente y compasivo. / Dichoso el que se apiada y presta, / y administra rectamente sus asuntos. R.
El justo jamás vacilará, / su recuerdo será perpetuo. / No temerá las malas noticias, / su corazón está firme en el Señor. R.
Su corazón está seguro, sin temor. / Reparte limosna a los pobres; / su caridad es constante, sin falta, / y alzará la frente con dignidad. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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