Te comparto la reflexión correspondiente al Quinto Domingo de Pascua Ciclo A 2017, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2017, corresponde al Domingo 14 de Mayo.
Estas y otras muchas preguntas surgen de las lecturas que la liturgia nos propone para este quinto domingo de Pascua. Veamos:
Eligieron a siete hombres llenos de Espíritu
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron: "No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra." La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de discípulos, incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
El autor de la carta quiere, pues, subrayar el papel de todos los miembros de la comunidad creyente en la construcción de la Iglesia. ¿Qué significa esto hoy? ¿Cómo activar el rol de todos los laicos en la Iglesia? ¿Cómo entender que en la comunidad, que se construye alrededor de Cristo, todos son iguales como personas, e hijos de Dios y testigos-misioneros de la fe? Lo que nos diferencia en la diversidad, son los carismas y los servicios que se realizan. Jesús es la piedra viva, el fundamento, la base para construir la verdadera Iglesia. Por lo tanto, los laicos (miembros del pueblo de Dios) no deben ser solo espectadores de la construcción, sino constructores del ‘edificio’. El sacerdocio (tanto el sacerdocio común de todos los cristianos como el ministerial específico [los presbíteros]) no es un honor, ni un privilegio, ni una casta. Es un dinamismo generado por el Espíritu Santo para el servicio de la Iglesia y para el desarrollo de la misión de la Iglesia en el mundo.
La lectura nos enseña que:
La diversidad se presenta como una consecuencia natural del crecimiento, de la apertura a otras culturas y contextos. Esta diversidad debe ser adecuadamente gestionada, de lo contrario, lo que es riqueza puede transformarse en obstáculo. La diversidad es una gran riqueza: la vida es diversidad, los ecosistemas están compuestos por muchas especies, que interactúan y se relacionan conservando equilibrios dinámicos que favorecen al ecosistema como un todo y a cada una de las especies que hay en él. Pero, si se alteran estos equilibrios dinámicos, si unas especies quieren dominar a otras; si unas especies desaparecen completamente; si unas especies son marginalizadas por otras, entonces esta diversidad y el ecosistema que ella constituye se verán seriamente afectados. Lo mismo ocurre en toda sociedad y, obviamente, en la Iglesia. Hay que velar por:
Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real
Queridos hermanos: Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Dice la Escritura: "Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado." Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la "piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular", en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino. Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de las tinieblas y a entrar en su luz maravillosa.
Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida
En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino." Tomás le dice: "Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" Jesús le responde: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto." Felipe le dice: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta." Jesús le replica: "Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, Él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también Él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre."
El evangelio según san Juan revela la situación crítica que vive la comunidad cristiana naciente, que tiene que desarrollarse en un ambiente hostil y peligroso. La comunidad creyente podía desviarse, desanimarse, perder su norte. Había que recordarle QUIÉN es ese norte: Jesús. Por eso, el evangelista le recuerda que Cristo Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.
Es fácil, teóricamente, decir que hay que ser fieles a Cristo Jesús, que hay que mantener la fe, pero cuando la comunidad creyente está inmersa en un ambiente hostil, cuando hay persecución por causa de la fe, cuando asumir ser cristiano es ponerse en riesgo, las cosas ya no son tan fáciles. En el contexto en que se escribe el evangelio de Juan (finales del siglo I d. C.), los discípulos tienen gran dificultad para entender y vivir el camino de Jesús (la cruz, la donación, el aguante en el sufrimiento, la fuerza de voluntad para llevar a cabo la misión, la inteligencia para ser luz en medio de una sociedad difícil, etc.). Las palabras que – en el texto - Jesús pronuncia, pretenden alentar a la comunidad (y a cada cristiano en particular) en la esperanza y fortalecerlos en medio de la angustia.
Finalmente, desde una perspectiva pluralista y sanamente abierta, no hay que perder de vista que existen muchos caminos desde los cuales se puede vivir una profunda experiencia de Dios y desde los cuales se puede ser plenamente humano. Para el creyente cristiano (y esto ya es una postura confesional) ese camino es la persona de Jesús. Esto no pretende negar la experiencia de otros, sino afirmar la opción que el cristiano ha hecho. Lo que Dios quiere es que amemos nuestro camino, el que Él ha puesto a nuestra disposición, y que lo sigamos con convicción, inteligencia espiritual y compromiso.
Terminemos esta reflexión orando con el…
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Aclamad, justos, al Señor, / que merece la alabanza de los buenos. / Dad gracias al Señor con la cítara, / tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R.
Que la palabra del Señor es sincera, / y todas sus acciones son leales; / Él ama la justicia y el derecho, / y su misericordia llena la tierra. R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, / en los que esperan en su misericordia, / para librar sus vidas de la muerte / y reanimarlos en tiempo de hambre. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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