Los santos pueden rezar por las almas y obtener la reducción de sus penas, pero no pueden reparar por ellas, ni saldar sus deudas. Este es un privilegio que Dios ha reservado a su Iglesia Militante.
SEGUNDA PARTE
Si los santos ángeles se interesan por las almas del Purgatorio en general, es fácil comprender que tendrán un celo especial por las que han sido encomendadas a ellos.
En el convento del que era priora la beata Emilia, monja dominica, en Verceil, era un punto de la regla no beber nunca fuera de las comidas, a menos que la superiora lo autorizara expresamente.
La beata tenía la práctica ordinaria de no conceder tal permiso; instaba a sus hermanas a hacer de buena gana este pequeño sacrificio, en recuerdo de la ardiente sed que el Salvador había experimentado en la Cruz por nuestra Salvación.
Y para animarlas aún más, les aconsejaba que confiaran esas pocas gotas de agua a su ángel de la guarda, para que se las reservara en la otra vida, con el fin de aplacar los ardores del Purgatorio.
El siguiente acontecimiento demostró lo agradable que era para Dios esta piadosa práctica.
Una hermana, llamada Cecilia Avoyadra, vino un día a pedir permiso para refrescarse, pues sentía mucha sed. – “Hija mía -dijo la priora-, haz este ligero sacrificio por Amor a Dios y pensando en el Purgatorio”. – “Madre, este sacrificio no es tan fácil: me estoy muriendo de sed” -respondió la buena hermana; sin embargo, aunque un poco afligida, obedeció el consejo de su superiora.
Este acto de obediencia y de mortificación fue precioso a los ojos de Dios, y la hermana Cecilia fue bien recompensada. - Unas semanas más tarde ella murió y al cabo de tres días apareció radiante de Gloria ante la Madre Emilia.
“Oh, Madre", dijo, "¡qué agradecida le estoy! Fui condenada a un largo Purgatorio por haber amado demasiado a mi familia. Sin embargo, después de tres días, vi a mi ángel de la guarda entrar en mi prisión, llevando en la mano el vaso de agua que usted me había hecho ofrecer como sacrificio a mi Divino Esposo. El ángel derramó esta agua sobre las llamas que me devoraban. Estas se apagaron inmediatamente y fui liberada. Emprendo mi camino hacia al Cielo, donde mi gratitud no la olvidará”.
Así es como los ángeles de Dios ayudan y consuelan a las almas del Purgatorio.
- Cabe preguntarse aquí cómo pueden ayudar a dichas almas los santos y beatos ya coronados en el Cielo. Es cierto, como dice el padre Rossignoli, y tal es la enseñanza de los maestros de Teología, San Agustín y Santo Tomás, que los santos son muy poderosos en este sentido por vía de súplica, o como se dice, por vía de obtención de una gracia, pero no por vía de reparación.
En otras palabras, los santos del Cielo pueden rezar por las almas y obtener así de la Misericordia Divina la reducción de sus penas; pero no pueden reparar por ellas, ni saldar sus deudas ante la Justicia Divina: éste es un privilegio que Dios ha reservado a su Iglesia Militante.
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