Existen medios poderosos para preservarnos del Purgatorio. ¡Pero hay que utilizarlos! Ahora bien, para usarlos con seriedad y perseverancia, es necesaria una condición: “Hacer la más firme resolución de reparar en este mundo y no en el otro”. Dicha resolución debe basarse en la Fe, la cual nos muestra cuán liviana es la reparación en esta vida y cuán terrible es en el Purgatorio.
SEGUNDA PARTE
Si hay religiosos santos que tienen que pasar por el Purgatorio, aunque sin detenerse en él, ¿no tendríamos nosotros que temer pasar por él, e incluso detenernos allí durante un lapso corto o largo?
¿Podemos quedarnos dormidos en una falsa seguridad, la cual sería por lo menos imprudente?
Nuestra Fe y nuestra conciencia nos indican suficientemente que el miedo en este caso está bien fundado.
Iré más allá querido lector, y diré que, meditándolo un poco, tú mismo admitirás que es muy probable, diríamos casi seguro, que irás al Purgatorio.
¿No es cierto que cuando dejes la vida, tu alma entrará en una de las tres moradas que la Fe nos señala: el Infierno, el Cielo, el Purgatorio?
¿Irás al Infierno? No es probable, porque tú aborreces el pecado mortal y por nada del mundo querrías cometerlo o mantenerlo en tu conciencia luego de haberlo cometido.
¿Irás directamente al Cielo? Inmediatamente respondes que te sientes indigno de tal gracia.
Queda pues, el Purgatorio, y debes admitir que es muy probable - casi seguro - que entres en la Morada de la Expiación.
Al exponerte esta grave realidad, no pienses, querido lector, que queremos asustarte o quitarte la esperanza de entrar en el Cielo, sin tener que pasar tiempo en el Purgatorio.
Por el contrario, esta esperanza debe permanecer en el fondo de nuestro corazón; es conforme al Espíritu de Jesucristo, quien no desea en absoluto que sus discípulos necesiten expiar sus faltas en la otra vida.
Incluso, Él instituyó los Sacramentos y estableció todo tipo de medios para ayudarnos a reparar plenamente nuestras faltas en este mundo. Pero estos medios se utilizan muy poco, y es primeramente un temor benéfico el que estimula a las almas a utilizarlos.
Ahora bien, ¿cuáles son los medios que tenemos a nuestro alcance para evitar, o al menos acortar y suavizar anticipadamente, el rigor de nuestro Purgatorio?
Efectivamente, son los ejercicios de piedad y las obras los que mejor nos ayudarán a reparar en este mundo y a hallar Misericordia ante Dios.
¿Cuáles son estos? Son los siguientes:
Tales medios son suficientemente poderosos para preservarnos del Purgatorio.
¡Pero hay que utilizarlos!
Ahora bien, para usarlos con seriedad y perseverancia, es necesaria una condición: “Hacer la más firme resolución de reparar en este mundo y no en el otro”.
Dicha resolución debe basarse en la Fe, la cual nos muestra cuán liviana es la reparación en esta vida y cuán terrible es en el Purgatorio.
“Apresúrate, dice Jesucristo, a reconciliarte con tu adversario mientras vas de camino con él, no sea que tu adversario te entregue al Juez, y el Juez al alguacil, y seas enviado a la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo”.
Reconciliarse con el adversario en el camino significa, en boca del Salvador, apaciguar la Justicia Divina y satisfacerla durante el viaje de la vida, antes de llegar al término inmóvil, a esa eternidad donde toda penitencia es imposible y donde habrá que sufrir los rigores de la Justicia.
¿No es sabio este consejo del Salvador?
¿Podemos arriesgarnos, sin pecar de locos, a llevar ante el Tribunal de Dios una enorme deuda, la cual hubiese podido saldarse fácilmente mediante unas cuantas obras de penitencia, en vez de tener que pagarla con años de tormento?
Santa Catalina de Génova dice: "Quien se purifica de sus faltas en la vida presente, satisface una deuda de mil ducados, mediante el pago de un céntimo. Mientras que el que se espera a pagar cuando está en los días de la otra vida, se resigna a dar mil ducados por lo que hubiese podido pagar con un céntimo, en el momento oportuno”.
Es necesario por tanto, comenzar con la resolución firme y efectiva de reparar las faltas en este mundo: ¡Esta es la piedra fundamental!
Una vez establecida esta base, nos dedicaremos juiciosamente a aplicar los medios mencionados anteriormente.
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