Según los Breves y Constituciones de los Sumos Pontífices Inocencio XI, Inocencio XII, Benedicto XIII, Clemente XII y Benedicto XIV, los que hacen el Viacrucis con las debidas disposiciones, ganan todas las Indulgencias concedidas a los fieles que visitan personalmente los Santos Lugares de Jerusalén, y estas Indulgencias son aplicables a los difuntos.
SEGUNDA PARTE
Después de la Santa Comunión, hablemos del Viacrucis. Este santo ejercicio puede ser considerado por sí solo y también con respecto a las indulgencias con las que ha sido enriquecido.
Por sí solo, es una forma solemne y excelente de meditar la Pasión del Salvador; por consiguiente es el ejercicio más saludable de nuestra Santa Religión.
En su sentido literal, el Viacrucis es el camino que el Hombre-Dios recorrió, agobiado por el peso de su Cruz, desde el palacio de Pilatos, donde fue condenado a muerte, hasta la cumbre del Calvario donde fue crucificado.
Después de la Ascensión de su Hijo, la Santísima Virgen María, sola o en compañía de santas mujeres, recorrió con frecuencia este doloroso camino. Siguiendo su ejemplo, los fieles de Palestina en un comienzo, y posteriormente muchos peregrinos de las regiones más remotas, fueron a visitar estos lugares sagrados, que habían sido rociados con el Sudor y la Sangre de Jesucristo.
Y la Iglesia, para alentar su piedad, les abrió el tesoro de sus Gracias Espirituales.
Pero como no todo el mundo podía viajar a Judea, la Santa Sede permitió que se erigieran cruces y cuadros o bajorrelieves en otros lugares, en iglesias y capillas, que representaran las conmovedoras escenas que habían tenido lugar en el verdadero Camino del Calvario en Jerusalén.
Al permitir la erección de estas santas estaciones, los Pontífices romanos, que comprendieron la excelencia y la eficacia de esta devoción, se dignaron también enriquecerla con todas las Indulgencias que habían concedido a la visita efectiva de los Santos Lugares.
En efecto, según los Breves y Constituciones de los Sumos Pontífices Inocencio XI, Inocencio XII, Benedicto XIII, Clemente XII y Benedicto XIV, los que hacen el Viacrucis con las debidas disposiciones, ganan todas las Indulgencias concedidas a los fieles que visitan personalmente los Santos Lugares de Jerusalén, y estas Indulgencias son aplicables a los difuntos.
Ahora bien, es verdad que muchas indulgencias, plenarias o parciales, han sido concedidas a los que visitan los lugares santos de Jerusalén, como puede verse en el Bullarium Terrae Sanctae.
De modo que, desde el punto de vista de las indulgencias, puede decirse que, de todas las prácticas de piedad, el Viacrucis es la más rica.
Así, esta devoción, tanto por la excelencia de su objeto como por las Indulgencias asociadas, constituye un sufragio del mayor valor para los difuntos.
Esto es lo que leemos sobre este tema en la vida de la Venerable María de Antigna (Louvet, Le Purgatoire, p. 332). Hacía tiempo que tenía la santa costumbre de hacer el Viacrucis todos los días para socorrer a los difuntos; pero después, por razones más aparentes que sólidas, lo hizo con menos frecuencia, y luego lo abandonó por completo.
Nuestro Señor, quien tenía grandes planes para esta piadosa virgen, y quien quiso hacer de ella una Víctima de Amor para el consuelo de las pobres almas del Purgatorio, se dignó darle una lección que debe servirnos a todos de enseñanza.
Una monja del mismo monasterio, recientemente fallecida, se presentó ante ella y se quejó con tristeza: "Hermana -dijo-, ¿por qué ya no hace el Viacrucis por las almas purgantes? Antes nos aliviaba cada día con este santo ejercicio; ¿por qué nos priva de esta ayuda?"
Todavía estaba hablando esta alma, cuando el Salvador mismo se mostró a Su sierva y le reprochó su descuido. "Sabes, hija mía -añadió-, que las estaciones del Viacrucis son muy provechosas para las almas del Purgatorio y constituyen un sufragio de gran importancia.
Por eso he permitido que esta alma, en su nombre y en el de todas las demás, te lo reclame. Sabes también que por el hecho de que en el pasado habías practicado debidamente esta saludable devoción, habías sido favorecida con una comunicación habitual con los difuntos; es también por dicha razón que estas almas agradecidas no cesan de rezar por tí y de defender tu causa ante el Tribunal de Mi Justicia.
Da a conocer este tesoro a tus Hermanas y diles que extraigan de él abundantes gracias, tanto para ellas como para los difuntos".
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