Aquellos que han tenido más gracias en este mundo y más medios para saldar sus deudas espirituales, serán tratados en el Purgatorio con menos indulgencia, que los que han tenido menos facilidad para reparar en vida.
PRIMERA PARTE
Hay otro desorden del alma que Dios castiga severamente en el Purgatorio: el abuso de la Gracia.
Por esto se entiende la falta de correspondencia a la ayuda que Dios nos concede y a las invitaciones que Él nos hace para practicar el bien, con el fin de santificar nuestras almas.
Esta gracia que Dios nos presenta es un don precioso que no se puede echar por tierra; es una semilla de salvación y de méritos que no se puede hacer estéril.
Cometemos esta falta cuando no respondemos generosamente a la Invitación Divina.
He recibido de Dios los medios para dar limosna: una voz interior me invita a hacerlo; sin embargo, cierro mi corazón, o doy tanto solo de una forma avara: esto es un abuso de la Gracia.
- Puedo ir a Misa, asistir al sermón, asistir a los Sacramentos: una voz interior me invita a hacerlo; sin embargo, no quiero tomarme la molestia de hacerlo: es un abuso de la Gracia.
- El religioso debe ser obediente, humilde, mortificado, entregado a sus deberes: Dios se lo pide y le da la fuerza para hacerlo en virtud de su vocación. Sin embargo, no se aplica a ello, no trabaja para superarse a sí mismo con el fin de cooperar con la ayuda que Dios le ofrece: esto es un abuso de la Gracia.
Ahora bien, dicho pecado es rigurosamente castigado en el Purgatorio.
Santa Magdalena de Pazzi cuenta que una de sus hermanas de comunidad tuvo que sufrir mucho después de la muerte por no haber respondido a la Gracia en tres ocasiones.
En un Día de Guarda, dicha hermana sintió el deseo de hacer un pequeño trabajo: era tan solo un trabajo menor, que no era necesario y que convenía posponerlo para otro momento. La inspiración de la Gracia le dijo que se abstuviera de hacerlo, por respeto a la Santidad del día; pero ella prefirió satisfacer su deseo natural de llevarlo a cabo, so pretexto de que era muy liviano.
- En otra ocasión, a pesar de que se había dado cuenta de que un punto en la observancia de la regla había sido olvidado, y de que si lo hacía saber a sus superiores sería de beneficio para la comunidad, omitió hacerlo. Si bien, la inspiración de la Gracia le dijo que realizara este acto de caridad, el respeto humano se lo impidió.
- Un tercer defecto era el apego desordenado a su propia gente en el mundo. Como esposa de Jesucristo, debía todos sus afectos a este Esposo Divino; sin embargo, ella había dividido su corazón preocupándose demasiado por los miembros de su familia. Aunque sentía que su conducta en este sentido era defectuosa, no obedeció a este movimiento de la Gracia y no trabajó seriamente para corregirse.
Cuando esta hermana, que por lo demás era un muy buen ejemplo, murió, Magdalena rezó por ella con su habitual fervor. Pasaron dieciséis días y de repente la difunta se le apareció a la Santa, anunciándole su liberación.
Como Magdalena se asombró de que hubiese estado tanto tiempo en los tormentos del Purgatorio, la hermana le informó que había tenido que expiar su abuso de la Gracia en los tres casos mencionados anteriormente; y añadió que estas faltas la habrían mantenido más tiempo en los tormentos del Purgatorio, si Dios no hubiese tomado en cuenta aspectos favorables de su conducta: le había acortado las penas por su fidelidad en el cumplimiento de la regla, su pureza de intención y la caridad hacia sus hermanas.
Aquellos que han tenido más gracias en este mundo y más medios para saldar sus deudas espirituales, serán tratados en el Purgatorio con menos indulgencia que los que han tenido menos facilidad para reparar en vida.
La Beata Margarita María, al enterarse de la muerte de tres personas que habían fallecido recientemente, dos monjas y una seglar, se puso inmediatamente a rezar por el descanso de sus almas. Era el primer día del año.
Nuestro Señor, conmovido por su caridad y empleando una inefable familiaridad, se dignó aparecérsele; y mostrándole las tres almas que sufrían en medio de aquellas ardientes prisiones, donde además gemían, le dijo: "Hija mía, como regalo de Año Nuevo, te concedo la liberación de una de estas tres almas, y te dejo elegir. ¿Cuál quieres que libere?”
- ¿Quién soy yo, Señor –respondió ella-, para elegir la que merece tal preferencia? Por favor, elige Tú mismo. Entonces Nuestro Señor liberó a la seglar, diciendo que le daba menos pena ver sufrir a las religiosas, porque estas habían tenido más medios para expiar sus pecados en vida.
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