Te comparto la reflexión correspondiente a la Solemnidad de Pentecostés Ciclo B, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2015, corresponde al Domingo 24 de Mayo.
Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban: "¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua."
Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros." Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo." Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."
Algunas reflexiones:
El ser humano es un espíritu encarnado o un cuerpo espiritual. Estas dos formas de presentarlo pueden servirnos para comprenderlo y para lograr una mejor vivencia de la fe. San Pablo pide a los cristianos que vivan no carnalmente sino espiritualmente. ¿Qué quiere decir con esto? Lo que San Pablo entiende por persona carnal es:
Por el contrario, la persona espiritual es aquella que vive unida a Dios, que cuenta con la fuerza que Dios le da y que coloca su existencia en el horizonte existencial del amor.
Teniendo en cuenta lo que acabo de decir podemos entender por qué es tan importante para la Iglesia esta Solemnidad de Pentecostés. En ella celebramos la unión íntima del creyente con Dios: entre ellos se establece y desarrolla una relación personal, viva, transformadora y de amor profundo. Esa relación sólo es posible porque el espíritu humano entra en comunión con el Espíritu divino, esto es, con el Espíritu Santo. Pero no olvidemos que – en la perspectiva bíblica – es Dios quien busca y viene al encuentro de la humanidad. Entonces, en esta perspectiva, es Dios quien envía su Espíritu para que el ser humano pueda vivir espiritualmente.
En el contexto del Nuevo Testamento la experiencia de Pentecostés es, entonces, la experiencia del envío (y de la llegada) del Espíritu Santo a la comunidad apostólica, para que ella sea transformada en iglesia, en comunidad de vida y de fe, en comunidad que da testimonio de Jesucristo, hasta los confines de la tierra. Por eso al celebrar la Solemnidad de Pentecostés los cristianos toman conciencia de la misión que la Iglesia tiene en sus manos como responsabilidad ante el mundo. San Lucas comprendió esto y quiso plasmar en el libro de los Hechos de los Apóstoles esta experiencia fundamental. El libro de los Hechos no es otra cosa sino el testimonio de la constitución progresiva de la Iglesia y el desarrollo de la misión gracias a la acción del Espíritu, que es quien permite a los apóstoles y a las comunidades cristianas de la primera etapa vivir la experiencia del encuentro con Jesús resucitado, construir la comunidad fraterna, comprender la enseñanza dada por Jesús y anunciar el Evangelio a la humanidad. Debemos entender por Evangelio tanto la enseñanza de Jesús como la misma persona de Jesús. Recomiendo a los lectores sacar el tiempo para hacer una lectura serena del libro de Hechos de los Apóstoles para percibir cómo estos elementos se van entrecruzando y complementando.
En la primera lectura encontramos el relato más conocido de Pentecostés (No es el único, de hecho el evangelio de hoy también trae su propio Pentecostés). Este relato de Hechos tiene una clara intención teológica. Se trata de una catequesis en la cual Lucas usa algunas imágenes y símbolos para comunicar algunas verdades de fe que son claves para la vida de la Iglesia. Es necesario interpretar el texto y evitar una lectura fundamentalista, que solo nos dejaría una idea superficial de la experiencia del Espíritu Santo.
Con este relato Lucas sugiere que por la acción del Espíritu Santo se genera un proceso inverso de aquel que encontramos en la narración de la Torre de Babel (narrado en el libro del Génesis: Gn 11, 1-9). Recordemos que en el relato de Babel los seres humanos quieren construir una torre que llegue hasta el cielo (proyecto bastante pretencioso), pero sin contar con Dios. Al leer el texto del libro del Génesis constatamos que el proyecto aborta y las personas terminan divididas por causa de una ausencia total de comprensión. Notemos que en el relato de Babel las lenguas aparecen como un obstáculo para la comunicación. En cambio, en el relato de Pentecostés el Espíritu de Dios llega, reposa sobre la comunidad apostólica y cada uno de los miembros del grupo se vuelve capaz de hablar – en muchas lenguas – las maravillas de Dios. Se destaca, igualmente, que los oyentes tienen la posibilidad de comprender el mensaje de los apóstoles en su propia lengua. Notemos que (al revés de lo que sucede en el relato de Babel) las lenguas aparecen como un elemento que posibilita el entendimiento. Entendemos por qué los especialistas en biblia afirman que Pentecostés es “un Babel puesto de cabeza”.
El Espíritu es quien crea la nueva comunidad, el nuevo pueblo de Dios. El Espíritu Santo nos hace capaces de disponernos para la comprensión mutua y de ir más allá de las diferencias, a fin de aprender a convivir fraternalmente. Es el Espíritu Santo quien capacita a la Iglesia y a cada creyente para tomar conciencia y para hablar de las maravillas de Dios.
Recordemos que el libro de los Hechos de los Apóstoles no pretende reconstruir de manera exacta los acontecimientos históricos, sino servir de ayuda para los cristianos (acompañados por Lucas) que están pasando por una dura crisis, pues el Reino de Dios no llega y muchos creyentes tienden a caer en la rutina, en un cristianismo superficial y carente de energía…
Incluso, algunos cristianos empiezan a abandonar la comunidad. El libro quiere recordar a todos los elementos fundamentales de la vida cristiana:
1) la fe en Cristo resucitado,
2) la experiencia del Espíritu,
3) el apoyo en la Palabra de Dios,
4) la construcción de la comunidad fraterna y
5) el desarrollo de la misión.
Es claro entonces que el objetivo de Lucas con su libro es levantar el ánimo de su comunidad.
No olvidemos que Pentecostés era una fiesta judía. Fiesta campesina celebrada 50 días después de la Pascua Judía. Con esta fiesta se agradecía a Dios la cosecha de la cebada y del trigo. Pero, más tarde, esta fiesta pasó a celebrar la alianza que Dios hizo con el antiguo pueblo de Israel y el don de la Ley (recordemos el relato en el que Moisés desciende de la montaña con las tablas de la Ley).
Ahora, animado por la fe en Cristo resucitado, Lucas retoma esta fiesta de Pentecostés judía y le da un nuevo sentido, un sentido cristiano: la fiesta pasa a celebrar el don del Espíritu Santo a los creyentes, la constitución de la Iglesia y la urgencia de la misión. Este Espíritu Santo es, ahora, la nueva Ley y su acción al interior del creyente logra hacer lo que propuso el profeta Ezequiel: transformar los corazones de piedra en corazones de carne (Ez 36,26-28)
En el relato, Lucas usa el viento y el fuego como símbolos para hablar de la fuerza envolvente y transformadora del Espíritu Santo. Recordemos que estos símbolos también aparecen en el Antiguo Testamento en aquellos textos llamados teofanías (es decir, textos en los que se quiere aludir a la manifestación poderosa de Dios).
Notemos, finalmente, que el relato de Pentecostés está centrado en la comunicación, la comprensión, el entendimiento. El Espíritu Santo está, pues, relacionado con la comunicación de Dios a los creyentes y con la comunicación de los creyentes con el mundo (la lista de pueblos que aparecen en el texto corresponde grosso modo al mundo conocido en la época). No olvidemos que lo fundamental en la comunicación es la capacidad de salir al encuentro de los otros, de superar las barreras y de construir puentes y lazos de amistad y fraternidad. Si comprendemos y vivimos esto podremos, sin duda, aprovechar mejor lo que esta celebración de Pentecostés quiere inspirar en todos los creyentes.
En la segunda lectura, el apóstol Pablo insiste en la idea según la cual sin Espíritu Santo no hay verdadera comunidad cristiana, pues es Él quien hace posible la unidad en la diversidad y quien derrama carismas para que todos se hagan servidores y constructores de comunidad. Si la Iglesia pierde el Espíritu pierde su esencia y su norte.
En realidad, la segunda lectura es una excelente catequesis que nos invita a poner en orden la manera de vivir en comunidad y de organizarse para desarrollar la misión. Sin duda, la comunidad cristiana de Galacia era muy fervorosa y viva, pero había en ella divisiones y un ambiente de competición en el que algunos caían en la tentación de querer dominar a los otros y de sentirse importantes (quizá no hemos cambiado mucho…) San Pablo percibe estas patologías y hace algunas aclaraciones importantes:
En el relato del Evangelio según San Juan encontramos a la comunidad apostólica reunida en torno a Jesús. Jesús es el CENTRO. Nadie distinto de Él debe ocupar este lugar. Esto es lo fundamental y lo que debe preocupar a la Iglesia y a cada comunidad cristiana en particular. El relato vuelve a insistir en la experiencia de la comunicación del Espíritu Santo por parte de Jesús a sus discípulos. Lo importante es lo que opera este Espíritu en los creyentes:
1) los capacita para superar el miedo,
2) para perdonar los pecados y
3) para dar testimonio de Jesús en el mundo.
El relato nos sitúa en el cenáculo, donde se encuentra la comunidad apostólica atemorizada y aún estremecida por la muerte trágica de su Maestro. Notemos que con la presencia de Jesús y la comunicación del Espíritu la comunidad pasa del miedo, la inseguridad y el encierro a la valentía, la fortaleza y la apertura (comunicación) que le permite anunciar a Cristo resucitado. Sin el Espíritu de Dios es muy difícil perdonar. Sin Espíritu Santo el perdón queda reducido a un entendimiento humano muy frágil. Sin Espíritu es imposible hacer misión. Sin Espíritu Santo quedamos encerrados presos del miedo o de nuestro propio egoísmo.
El gesto que hace Jesús de soplar sobre los apóstoles nos traslada al relato del libro del Génesis (Gn 2, 7), cuando Dios estaba creando al ser humano (sopló sobre la figura de barro y surgió el hombre viviente). Lo que Juan quiere decir en el Evangelio es que con Jesús resucitado y el Espíritu Santo, Dios está operando una nueva creación. Por su fe en Jesús, por su relación con Jesús, por la docilidad al Espíritu Santo el creyente es una nueva criatura y pasa a vivir una vida nueva.
Dejemos al Espíritu Santo obrar en nuestras vidas. Seamos dóciles a su acción y dediquemos nuestros mejores esfuerzos a dar testimonio de Jesús. Esto es Pentecostés.
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor: / ¡Dios mío, qué grande eres! / Cuántas son tus obras, Señor; / la tierra está llena de tus criaturas. R.
Les retiras el aliento, y expiran / y vuelven a ser polvo; / envías tu aliento, y los creas, / y repueblas la faz de la tierra. R.
Gloria a Dios para siempre, / goce el Señor con sus obras. / Que le sea agradable mi poema, / y yo me alegraré con el Señor. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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