El ser humano está compuesto de un cuerpo mortal y de un alma inmortal. La muerte consiste en que ambos se separan. Entonces, el cuerpo se descompone y se pudre, mientras que el alma sigue viva porque es inmortal; es puro espíritu, sin componentes materiales que se desintegren y se descompongan.
En ese momento de la muerte, el alma se presenta ante el Juez divino. Si el alma va al Cielo entonces resucita para la Vida eterna. Si va al Purgatorio entonces resucita para la purgación de los pecados que le hagan falta hasta que sea apta para ir al Cielo. Si va al Infierno, resucita de la muerte para caer en una vida de castigos eternos.
Las anteriores reflexiones hacen parte del “Comentario Eleison” N°. 822 de Monseñor Richard Williamson, de la cual presentamos a continuación una traducción libre.
15 de abril de 2023
Número DCCCXXII (822)
Si los católicos viviesen según su vida interior como resucitados,
podrían salvar a un mundo ahogado en el pecado.
"La Resurrección", dice el hombre moderno, "oh sí, es una idea encantadora, da consuelo a las almas débiles pensar que puede haber algo después de la muerte, especialmente algo bonito, como una especie de cielo, pero por supuesto no es verdad.
Una vez que las personas mueren, no vuelven a la vida; la Ciencia sabe que eso simplemente no sucede. La muerte es el final.
Tenemos que dejar de soñar. Tenemos que seguir adelante con nuestras vidas en la Tierra y vivirlas al máximo, todo el tiempo que podamos, y aceptar que todos moriremos, y eso es todo. Se acabó. Punto".
Así es como a muchos les gustaría pensar, porque, por supuesto, eso les da permiso, por así decirlo, para vivir la vida como quieran, sin tener que preocuparse de nada después de la muerte.
No necesitan preocuparse por los Diez Mandamientos, ni por Dios, ni por el Cielo, ni por el Infierno, ni por la Eternidad, ni nada por el estilo.
Ellos creen en la Ciencia; la Ciencia dice que todas esas tonterías religiosas no pueden ser probadas y que son solo tonterías piadosas.
Por desgracia para tales personas, no son ellos quienes se crearon a sí mismos en el vientre de sus madres; no son ellos quienes construyeron el marco de vida en la tierra en la que nacieron; no son ellos quienes establecieron las condiciones en las que viven y mueren.
«Sabed que el Señor es Dios; Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos. Nosotros somos su pueblo y las ovejas de su pastizal» (Sal. 100, 3).
(En cuanto a la "Ciencia", esta no puede hacer vivir a una hormiga y mucho menos a un ser humano).
Una parte fundamental de los condicionamientos en que vivimos es que estamos compuestos de cuerpo y alma, y la muerte consiste en que ambos se separan.
Entonces el cuerpo normalmente se descompone y se pudre, como lo podemos observar.
Pero, nos guste o no, el alma sigue viva porque es inmortal; es puro espíritu, sin componentes materiales que se desintegren y se descompongan.
En ese momento de la muerte, el alma se presenta ante el Juez divino.
Esto no lo podemos observar, ni nosotros ni la Ciencia.
Pero, tal como lo comprobamos en muchos pasajes de la Palabra de Dios (por ejemplo, Mt. 25, 46; Jn.5, 29), …
…Si el alma va al Cielo entonces resucita para la Vida eterna.
…Si va al Purgatorio entonces resucita para la purgación de los pecados que le hagan falta hasta que sea apta para ir al Cielo.
…Si va al Infierno, resucita de la muerte para caer en una vida de castigos eternos.
En cualquier caso, el alma por sí misma vive sin su cuerpo hasta que dicho cuerpo se vuelva a reunir con ella al final del mundo, por toda la eternidad.
"Bien", dice nuestro moderno amigo, "si esas son las condiciones en las que me encuentro aquí, ¡no las acepto!
Cuando fui concebido en el vientre de mi madre, no se me consultó si quería nacer o no; y si me hubiesen consultado, habría dicho que NO al hecho de vivir para siempre. ¡Protesto! No es justo".
Mi buen amigo (le contesto). En primer lugar, es demasiado tarde para protestar.
Usted existe ahora al igual que su alma.
Esta última nunca podrá dejar de existir, excepto si Dios la aniquilase, cosa que podría llevar a cabo pero que nunca lo hará, como nos lo ha dicho infaliblemente Su verdadera Iglesia.
En segundo lugar, es injusto protestar, porque el único propósito de Dios al darle la vida (como un puro regalo y sin que usted hubiese sido consultado) era que usted fuese al Cielo para disfrutar de una dicha eterna e inimaginable.
Tal dicha consiste en poder contemplar a Dios, espiritualmente, en toda Su deslumbrante Gloria.
Los animales como seres irracionales tienen alma, pero es un alma puramente material, incapaz de gozar de la alegría espiritual.
Entonces, para que usted pudiese participar del Gozo de Dios, Él necesitaba hacerlo a usted un animal racional, con inteligencia y libre albedrío.
Sin embargo, al darle Dios el libre albedrío, tanto Dios como usted corrieron el riesgo de que usted lo usara de mala manera.
Pero tal cosa no sería culpa de Él.
De hecho, todas y cada una de las almas que están en el Infierno recuerdan con demasiada claridad con qué relativa facilidad hubiesen podido salvarse, si tan solo lo hubiesen deseado.
Tal recuerdo conforma una gran parte de su tormento interminable.
Estando en vida, la ayuda de Dios (para dichas almas) siempre estuvo "más cerca que la puerta" (dicho irlandés), solo que tales almas optaron por no desearla.
Es cierto que las almas, antes de existir, no son consultadas acerca de la posibilidad de existir sin que sea por toda la eternidad. Sin embargo, la posibilidad de contemplar a Dios es tan maravillosa que protestar contra tal posibilidad es injusto.
Por eso, como lo dice San Pablo, si hemos sido bautizados, debemos haber resucitado con Cristo, de entre los muertos espiritualmente, a una vida nueva.
¡Que los católicos vivan esa vida nueva (como resucitados espiritualmente)!
Entonces su ejemplo podrá salvar lo que aún se pueda salvar de nuestro pobre mundo.
Kyrie eleison
Ir al inicio de la página En Defensa de la Fe
You may wonder, 'how can I be part of the solution', 'how can I contribute?'. Learn more...