En Defensa de la Fe


Debemos mortificar nuestro cuerpo, hacer sacrificios, para que la lujuria no nos lleve al Infierno

Por nuestra naturaleza caída todos tenemos inclinaciones al placer desordenado, en especial a dar rienda suelta a la lujuria. Contra esto, debemos mortificar nuestro cuerpo, hacer sacrificios, para dominar nuestras malas inclinaciones.



¿Cómo ser castos y con la virtud de la pureza si no nos mortificamos? El hacer sacrificios, la mortificación, nos ayudan a disminuir el amor al placer y, por lo mismo, a adquirir la fortaleza para evitar pecar. La mortificación o el hacer sacrificios no pueden faltar en la vida de un católico.



El hacer sacrificios, la mortificación, junto con la oración, nos ayudan a disminuir el amor al placer y, por lo mismo, a adquirir la fortaleza para evitar pecar. La mortificación o el hacer sacrificios no pueden faltar en la vida de un católico.El hacer sacrificios, la mortificación, junto con la oración, nos ayudan a disminuir el amor al placer y, por lo mismo, a adquirir la fortaleza para evitar pecar. La mortificación o el hacer sacrificios no pueden faltar en la vida de un católico.



Aprovechemos las valiosas enseñanzas que al respecto nos brinda Monseñor Fernando Altamira en la siguiente prédica:





Como complemento, recordemos a continuación algunos apartes de las enseñanzas de Monseñor Altamira, dadas en la prédica sobre Santa Mónica y Santa Rita, con respecto a la extrema urgencia para todo católico de hacer sacrificios, de practicar la mortificación para, en particular, salvar el alma de ir al Infierno.



¿Qué nos dice San Pablo acerca del destino que nos espera si no dejamos atrás los pecados a los que nos conduce la lujuria?

En San Pablo a los Romanos (6,19ss) leemos:


-19 Hermanos: Hablo a lo humano, a causa de la enfermedad de vuestra carne: -Así como habéis utilizado vuestros miembros (vuestros cuerpos) para servir a la inmundicia (para la lujuria), -así ahora utilizad vuestros cuerpos para servir a la santidad, hacia la santificación.


-20 Pues, aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis sido liberados (ya) para la santidad.


-21 ¿Pues qué fruto obtuvisteis en ese entonces en esas cosas, de las cuales ahora os avergonzáis?


Pues el fin de esas cosas es la muerte (la condenación eterna).


-22 Pero ahora, liberados del pecado, hechos siervos (no ya del pecado sino) para Dios, tenéis vuestro fruto hacia la santificación,


-cuyo fin es la vida eterna.


-23 Pues el pago del pecado, es la muerte (la condenación eterna).


-Pero el premio de Dios, la vida eterna, en Cristo Jesús Señor Nuestro.



¿Para qué nos sirve el hacer sacrificios, el practicar la mortificación?

-El hacer sacrificios o la mortificación sirven para purificarnos de los pecados que hemos cometido en el pasado; sirven para pagar Purgatorio aquí en la tierra (ya sabemos la importancia de esto); sirve -muy importante- para precavernos y evitar posibles pecados en el futuro, disminuyendo el amor al placer. La mortificación o el hacer sacrificios no pueden faltar en la vida de un católico.


-Si pensamos en el valor de nuestra alma, cómo no estar movidos o intentar siquiera hacer algún sacrificio para lograr que se salve de la Condenación eterna.


-Si somos capaces de hacer sacrificios por algunas cosas de la Tierra (ganar dinero, una casa, un trabajo), cómo no hacerlo para tener la Estancia Eterna del Cielo, cómo no hacerlo para aquello que dura para siempre.


-La mortificación implica la renuncia, renuncia sobre todo a nosotros mismos y a nuestra voluntad (que es lo más difícil), y renuncia también a cosas exteriores; es el desasimiento de bienes y gustos de esta vida: (San Lucas 9,23) “si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo”.


-También implica mortificación contra las malas inclinaciones o tendencias de nuestra naturaleza, la crucifixión de nuestra carne y sus concupiscencias (como dice San Pablo en Gálatas 5,24: “los que son de Cristo han crucificado su carne con sus concupiscencias”), para someterlas a Dios, al plan de Dios.



Hay mortificaciones que son necesarias para la Salvación Eterna

Si. Hay mortificaciones que son necesarias para la salvación, pues si no las hacemos nos arriesgamos a caer en pecado mortal:


(1)    Dios Nuestro Señor Jesucristo advierte de los pecados de la vista, cuando voluntariamente queremos ver cosas malas o nos dejamos llevar por un mal deseo; sin duda hay que mortificar y corregir la vista para no ser tentado o para disminuir las tentaciones.


(2)      Y debemos evitar las ocasiones de pecado, vale decir, aquellas cosas o personas que, en sí, o por nuestra situación y propia experiencia, sabemos que son un peligro serio de pecado.



Hay mortificaciones que son necesarias para la santidad

También hay mortificaciones necesarias para la santidad.


La santidad es el amor a Dios, llevado -si es necesario- hasta el sacrificio de uno mismo a través del martirio.


¿Cómo se relaciona con hacer sacrificios?


(+) El fin último de hacer sacrificios, y de todas nuestras acciones, es la unión con Dios, lo cual no lograremos sin desasirnos del amor desordenado a las criaturas.


(+) Por nuestra naturaleza caída, somos movidos al amor propio u honras, a las riquezas o bienes materiales, y al placer. Para la santidad, la gracia ha de movernos al desprecio o renuncia de nosotros mismos, a la humildad, al espíritu de pobreza, a hacer sacrificios en vez de seguir el placer; y para alcanzar estas cosas hay que hacer mortificación.


(+) Hemos de hacer sacrificios buscando acercarnos a “La imitación de Dios Nuestro Señor Jesucristo”. Dice el libro de “La Imitación”: “toda la vida de Cristo fue cruz y martirio”. No puede entonces ser la nuestra una vida de placeres, honras y comodidades.


-Además, hay otro tema muy hermoso e interesante que debemos tener en cuenta: la mortificación, a pesar de las privaciones y hasta sufrimientos que impone, trae bienes incluso aquí en la Tierra, y se observa que los católicos que practican la mortificación son más felices en general, que aquellos que no la practican.



No hay santidad posible sin mortificación

No sobra repetirlo: para asegurar nuestra salvación, debemos practicar la mortificación, pues ella nos da perseverancia en el bien y nos guarda del pecado (sobre todo del pecado mortal).


Si uno tiene tentación y termina cayendo en pecado, ello ocurre por amor a los placeres o por no tener espíritu de lucha. Tengamos entonces presente que la mortificación ayuda para ambas cosas: negando algunos placeres lícitos a través de la mortificación, tenemos algo más de fuerzas para negar los placeres ilícitos.


Y al revés: si no nos negamos ninguno de los goces permitidos, cómo haremos ante una tentación, con un goce pecaminoso, si tenemos el hábito o costumbre de otorgarnos todos los goces.


Esto ocurre no solo con los placeres sensuales, sino también con la soberbia. La soberbia hace que mintamos para excusarnos, para librarnos de una humillación; por eso también debemos valorar esas pruebas o situaciones que Dios permite que nos ocurran para nuestra humillación.


Con la esperanza de poder conseguir nuestra Salvación Eterna, pensemos en particular en el Purgatorio: tenemos miedo de sufrir aquí, en esta vida, -todos somos así-, pero no nos da miedo sufrir mucho más duramente allí, en el Purgatorio. Y cuántos años tendremos que sufrir en el Purgatorio si no mortificamos nuestra carne y los placeres en esta vida.


Así que, no hay santidad posible sin mortificación. Si somos capaces de hacer sacrificios por algunas cosas de la Tierra (ganar dinero, una casa, lograr tranquilidad en la vejez), cómo no hacerlo para ganar la Estancia Eterna en el Cielo; cómo no hacerlo para aquello que dura para siempre.


En particular, ¿Cómo ser castos y con la virtud de la pureza si no nos mortificamos (pues tenemos todos inclinaciones al placer desordenado)? ¿Cómo tener la virtud de la templanza si no reprimimos la gula? ¿Cómo ser humildes y mansos si no dominamos la soberbia?



Para ejercitar la mortificación, el hacer sacrificios, por qué no comenzar por algo sencillo

He aquí una sugerencia:


-Levántate bien temprano: allí tienes el Sacrificio; y ofrece un Rosario o tal vez dos (la Oración es complemento).


La ventaja de esto es que se puede hacer con mucha facilidad estando en la propia casa y sin grandes aspavientos.


-Y si quieres hacer algo más, ofrece, por ejemplo, comer muy poco a la hora de la cena, o hacer algún ayuno de vez en cuando.



En resumen, debemos mortificar nuestro cuerpo, hacer sacrificios, para adquirir la fortaleza que nos ayude a impedir dar rienda suelta a la lujuria y salvarnos de ir al Infierno.


Recomendación: Te invitamos a que aproveches además la enseñanza acerca de cómo salir victoriosos en el combate espiritual contra las tentaciones en general.




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