¡Las
misas públicas fueron prohibidas! Así
se escandaliza Monseñor
Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Santa María de Astaná
(Kazajstán), quien concedió una entrevista publicada por el portal Adelante la
Fe el 27 de marzo de 2020.
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Ante el miedo colectivo generado por el Coronavirus y su enfermedad asociada, el Covid-19, Monseñor señala que “la mayoría de los obispos reaccionaron «con precipitación y pánico al prohibir toda Misa pública»… La decisión de cerrar los templos es más incomprensible todavía”.
“Su manera de reaccionar ante la epidemia ha puesto de manifiesto que dan más importancia a los cuerpos mortales que a las almas inmortales de los hombres, olvidando las palabras de Nuestro Señor:
«¿De qué servirá al hombre
ganar el mundo entero, y perder su vida?» (Mc. 8,36)”.
“Los mismos prelados que ahora tratan de impedir
(a veces con medidas desproporcionadas) que se contagie el cuerpo de sus
feligreses con un virus material, permiten como si tal cosa que los tóxicos
virus de enseñanzas y prácticas heréticas se esparzan entre su grey” (comentario nuestro: ideología de género, eutanasia, anticoncepción,
aborto).
Al respecto, Monseñor señala:
«Mientras los supermercados sigan abiertos y accesibles y pueda utilizarse el transporte público, no hay razón verosímil para prohibir que se asista a la Santa Misa en una iglesia –afirma–. En los templos se pueden garantizar las mismas e incluso mejores medidas higiénicas preventivas.»
Comentario nuestro: Es increíble pensar que mientras las iglesias están cerradas hasta las clínicas dedicadas a la práctica del aborto están abiertas.
“Durante la epidemia coronavírica, los sacerdotes deberían tomar todas las medidas posibles de prevención, pero también ser sumamente ingeniosos para descubrir nuevas formas de celebrar la Misa y proporcionar los sacramentos, aunque sea a un grupo reducido de fieles.
«Ésa ha sido siempre la conducta pastoral de todos los sacerdotes confesores y mártires en tiempos de persecución», explica el prelado, que pasó su infancia en la Iglesia clandestina de la Unión Soviética”.
Además, señala:
“Podría limitarse el número de asistentes y aumentar la frecuencia de las misas”.
“John Magufuli, presidente de Tanzania, nos da un ejemplo magnífico de lo que es tener una perspectiva sobrenatural de las cosas en tiempo de epidemia”.
“Magufuli, que es católico practicante, dijo el pasado día 22 (domingo de Laetare) en la catedral de San Pablo en Dodoma, capital del país:
«A mis correligionarios cristianos, e incluso a los musulmanes, les insisto: no tengan miedo, no dejen de congregarse para alabar y glorificar a Dios. Por esa razón, nuestro Gobierno ha decidido no cerrar las iglesias y mezquitas. Al contrario, deben estar abiertas en todo momento para que se pueda acudir a Dios en busca de refugio. En los templos se puede buscar verdadera sanación, porque allí habita el Dios verdadero. No tengan miedo de alabar a Dios y buscar su rostro en la iglesia»”.
“Y
de la Eucaristía, Magufuli expresó estas alentadoras palabras: «El coronavirus
no puede sobrevivir en el Cuerpo eucarístico de Cristo, no tarda en consumirse.
Por eso, no he tenido el más mínimo miedo al comulgar, porque sé que Jesús está
en la Eucaristía; no corro peligro. Es hora de edificar nuestra fe en Dios»”.
Al respecto, Monseñor es categórico:
“Los sacerdotes deben tener presente que por encima de todo son pastores de almas inmortales. Deben ser imitadores de Cristo, que dijo: «El buen pastor pone su vida por las ovejas”.
Monseñor “exhorta a los sacerdotes a imitar a Jesús el Buen Pastor y, por el bien de las almas, desobedecer las injustas normas dictadas por obispos que, según dice, actúan más como burócratas que como pastores”.
“En algunos casos, dijo, el cuidado de las almas puede exigir que un sacerdote desobedezca una orden injusta de su obispo. «Si las autoridades eclesiásticas le prohíben a un sacerdote visitar a los enfermos y moribundos, no puede obedecer. Semejante prohibición es un abuso de autoridad. Cristo no confirió a los obispos autoridad para prohibir que se visitara a los enfermos y agonizantes»”.
“Evocando el heroico ejemplo del cardenal
arzobispo de Milán San Carlos Borromeo (1538-1584), que desafió intrépido una
epidemia a fin de atender a las necesidades espirituales de las víctimas,
Schneider afirma que «El verdadero sacerdote hace todo lo que está en sus manos
para visitar a un moribundo»”.
Monseñor afirma:
“En las últimas décadas, muchos miembros de la jerarquía han estado
metidos más que nada en asuntos seculares, mundanos y temporales, y con
ello han perdido de vista las realidades sobrenaturales y eternas. Se les ha
nublado la vista con el polvo de ocupaciones mundanas, como dijo en una
ocasión San Gregorio Magno (V. Regula pastoralis II, 7)”.
“Esto de que se hayan interrumpido la Santa Misa y la Sagrada Comunión sacramental es tan grave y tan inaudito que es posible discernir un sentido más profundo detrás de ello”.
“Se ha producido a los cincuenta años de la introducción de la Comunión en la mano (1969) y de la reforma radical del rito de la Misa (1969/1970), que tiene elementos protestantizantes (las oraciones del Ofertorio) y una forma de celebración horizontal e instructiva (momentos en que se permite improvisar, celebración en círculo cerrado y cara a los feligreses)”.
“La práctica de recibir la Comunión en la mano desde hace cincuenta años ha traído consigo una profanación –en unos casos, intencional y en otros no– del Cuerpo eucarístico de Cristo a unos niveles nunca vistos”.
“El robo de hostias consagradas se ha incrementado igualmente a un ritmo alarmante. El gesto de tomar la Comunión en la propia mano, y con los propios dedos, se parece más que nunca a lo que se hace al comer el alimento mundano”.
“A no pocos católicos, la costumbre de recibir la Comunión en la mano les ha disminuido la fe en la Presencia Real, en la transustanciación y en el carácter sublime de la Hostia consagrada”.
“Con el tiempo, la presencia eucarística de Cristo se ha convertido de modo inconsciente para esos fieles en una especie de pan bendito o simbólico”.
“Ahora
ha intervenido el Señor privando a casi todos los fieles de asistir a la Santa
Misa y recibir sacramentalmente la Sagrada Comunión”.
¿Qué nos dicen tales hechos? ¿Estamos poniendo atención al llamado de Dios o, más bien, estamos haciendo oídos sordos?
El mundo ha disminuido su marcha y en muchos países incluso se ha detenido. ¿Vamos a aprovechar esta oportunidad que Dios nos está dando para volver nuestras vidas hacia lo que verdaderamente importa, que es la salvación de nuestras almas?
O, por el contrario, ¿vamos a dejar pasar este momento de gracia y, en vez
de esperar al Salvador de los hombres, Jesucristo, nos vamos a quedar esperando
pasivamente a que aparezca el “salvador” con la vacuna contra el Covid-19, para
que “la vida siga igual”?
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