Las esposas y madres que sufren mucho porque sus seres queridos están alejados de Dios, deben tener la certeza de que con la Oración y el Sacrificio pueden convertirlos, lograr su salvación y hasta su santidad.
El ejemplo de Santa Mónica y Santa Rita les debe dar la esperanza de que pueden lograr la tan anhelada conversión si ponen en práctica la oración perseverante, el sacrificio y la mortificación, por más de que ellos vayan camino hacia la Condenación Eterna en el Infierno. ¡Eso se puede revertir! ¡Eso se puede cambiar!
Aprovechemos en la siguiente prédica de Monseñor Fernando Altamira, el cúmulo de enseñanzas en torno a la segunda de las grandes herramientas que utilizaron, tanto Santa Mónica como Santa Rita, para lograr la conversión, la salvación y la santidad, de sus seres queridos: el Sacrificio. (La primera gran herramienta, la Oración perseverante, la tratamos en este enlace).
Queridos hijos:
Este domingo séptimo después de Pentecostés queríamos continuar, apoyándonos en la vida de Santa Mónica y de Santa Rita, dando ánimo, esperanzas y anhelos a tantas esposas y madres que sufren mucho por la situación de sus familias, a esas mamás y esposas que tanto padecen porque sus seres queridos, sus “amores”, están sin Dios.
Tenemos el deseo de poderles dar la noticia y la esperanza, como Santa Mónica y Santa Rita, de que pueden convertir, lograr la salvación y hasta la santidad de su esposo, de su hijo o hijos, de su hija o hijas, CON LA ORACIÓN y EL SACRIFICIO, por más de que ellos estén alejados de Dios y camino a la Condenación Eterna en el Infierno: eso se puede revertir, eso se puede cambiar.
-El domingo pasado tratamos la herramienta de la Oración; hoy deseamos desarrollar el tema del Sacrificio. Hacer sacrificios para salvar al esposo o a los hijos.
Habíamos hecho notar cómo el Liberalismo (la Masonería que está detrás) había destruido las antiguas naciones católicas de Hispanoamérica, las cuales son hijas de la gloriosísima España. En efecto, España llevo a cabo esta tarea en su Siglo de Oro, el siglo XVI, cuando era la nación tal vez más católica de la Tierra (Por ello, todo católico debe amar y defender a España, con la verdadera Historia, no con leyendas… “negras”).
-El Liberalismo o falsa derecha y las izquierdas o Comunismo-Socialismo destruyeron nuestras Patrias. Ambos han sido funestos; ambos están contra Dios, contra el catolicismo; ambos han sido condenados muchísimas veces por los Papas.
-Como consecuencia, el Liberalismo, nos dio ese estilo de vida “liberal”, producto también de todas nuestras revoluciones (de tinte masónico y liberal) durante el desastroso Siglo XIX. El famoso año de 1810 fue catastrófico para nuestras naciones (México, Colombia, Argentina) y de allí en adelante, hasta la crisis terminal y final de hoy, fue perverso con nuestras familias, otrora católicas, arruinadas o semi arruinadas: esposo, hijos, hijas.
-El estilo de vida liberal nos arruinó ante Dios, arruinó la herencia católica con que nacimos de España, toda esa vida sana, orientada hacia Dios y hacia su catolicismo (el individuo, la familia y la sociedad civil o los estados estaban todos orientados hacia Dios). Dios estaba en el centro de la sociedad civil: España hizo aquí en América una cristiandad, la segunda y última que existió en la Historia de la Humanidad, LA CRISTIANDAD ESPAÑOLA.
“No seas tonto, no seas atrasado, vas a ser un bobo rezandero; hay que ser progre, vivan los progre, hay que ser moderno; de catolicismo nada, o casi nada”. Lo que conservamos es pura costumbre social. Con todo ese Liberalismo, la consecuencia es que toda la sociedad está destruida, nuestras familias están destruidas, el esposo está descarriado y sin Dios, los hijos descarriados y sin Dios, las hijas descarriadas y sin Dios.
-Lo dijimos, pero vale la pena repetirlo: “El Liberalismo en mi país (Argentina) es peor que aquí (Colombia). Tal vez, tristemente, mi patria es el país más liberal de Hispanoamérica; somos “espantosamente liberales”, mezclados con muchos movimientos de izquierda.
Así, ante esa realidad, tenemos tantas esposas y madres que sufren y lloran por el esposo, por el hijo, por la hija, o las hijas, los hijos, y el consejo es que imiten y hagan lo mismo que Santa Mónica y Santa Rita para lograr la conversión de sus seres queridos.
-Cuántas veces nos cuentan sus sufrimientos esas madres y esposas a nosotros los sacerdotes. Pero así es como ellas cuidan a sus familias, y pueden conseguir la salvación eterna de “sus amores”. A pesar de tanto dolor, Dios ha querido ese régimen familiar o ese cuidar la familia, poniendo muy fuertemente estos sentimientos en el corazón femenino; y así es como Él salva a muchos, a través de la mamá, a través de la esposa.
-Esto lo decía -palabras más, palabras menos- el Padre Castellani, expresando que en la otra vida veremos cómo tantos se han salvado por haber tenido una buena mamá o una buena esposa, y creo que decía también: “veremos cómo muchos se han salvado porque estaban agarrados o prendidos a una falda, a la falda de su mamá, a la falda de su esposa”.
Lean la vida de Santa Mónica; lean la vida de Santa Rita, para llenarse de esperanza. Repitamos dos o tres rasgos de esas vidas, para que esposas y madres sepan qué pueden conseguir con la Oración, el Sacrificio y la Humildad.
-Tenía un esposo que no era católico (durísimo, gravísimo), que era iracundo, un esposo disoluto: ella sufría por la lujuria de su marido, sus infidelidades, sus adulterios. Oración, Sacrificio, Humildad: ¿Cómo terminó ese marido? ¡Convertido!
-La suegra: Santa Mónica tenía una suegra que no era católica y que la hacía sufrir mucho. Oración, Sacrificio, Humildad: ¿Cómo terminó esa suegra? ¡Aplacó su mal comportamiento hacia la santa!
-Tuvo tres hijos; no llegó a la gloria de la Familia Numerosa, pero sin duda no habrá sido por pecar con la maldita planificación-anticoncepción…
-A los tres hijos, ¡a los tres!, los hizo santos. Y los hizo santos a pesar de toda la oposición que generó un marido que no era católico (o no practicante, o liberal, o disoluto). ¿Cuántas, cuántas esposas y mamás sufren esa oposición de sus maridos para criar católicamente a sus hijos? Y Santa Mónica, lo dijimos, a pesar de “la contra” que hizo un marido así, los hizo no solo católicos sino SANTOS (¡!): Santa Perpetua, San Navigio y el gran San Agustín. Miren lo que logró una mamá católica, pero católica de verdad y sin medias tintas. Ese es el punto: católica de verdad.
-Y San Agustín: él, antes de convertirse, se dejó extraviar por la lujuria, y hasta vivió en concubinato -en unión libre- y tuvo un hijo de dicha unión. Y con todo, su católica mamá, Santa Mónica, terminó haciendo de él un grandísimo santo, sacerdote y obispo; y si mal no recuerdo, consiguió que la concubina se fuese a un monasterio.
-Santa Rita tuvo que sufrir mucho en su matrimonio, con un esposo tremendamente violento e irascible, que casi perdía el uso de razón ante la ira. Oración, Sacrificio, Humildad: ¿Cómo terminó ese marido? ¡Convertido! Esto sucedió antes de que muriese asesinado.
-Los hijos: Santa Rita tuvo dos hijos (igualmente, ella no llegó a la gloria de la Familia Numerosa, pero sin duda que en nuestra santa ello no habrá sido por el abominable pecado mortal de la anticoncepción-planificación). Estos hijos también salieron muy iracundos como su papá y maquinaban cometer un asesinato en venganza por el asesinato de su padre. Oración, Sacrificio, Humildad ¿Cómo terminaron esos hijos? Santa Rita, mostrando un verdadero amor de madre, preocupándose por encima de todo por la salvación del alma de sus hijos, pidió al Señor que si ellos no desistían de sus propósitos de venganza, se los llevara de este mundo antes de que cometieran semejante pecado mortal. ¡El Señor escuchó las súplicas de la santa!
Como último rasgo de su vida, Santa Rita, ya viuda y sin hijos vivos, quería entrar a un Convento de Religiosas de San Agustín, pero al no poder cumplir con uno de los requisitos (la aspirante debía ser virgen), no le fue permitido su ingreso. Oración, Sacrificio, Humildad: ¿en qué terminó esa negativa? ¡Dios hizo que milagrosamente la santa traspasase las puertas del convento y fuese encontrada por las Hermanas en una celda! Ante tal prodigio, la comunidad dejó a un lado el requisito en cuestión y Santa Rita fue admitida.
En la Epístola de hoy, aparece nuevamente el tema de dejar esa vida de pecado (que puede tener el esposo, o los hijos, o las hijas), y llevar en cambio la vida de verdaderos católicos, de verdaderos hijos de Dios, “Vida de Resucitados”. En San Pablo a los Romanos (6,19ss) leemos:
-19 Hermanos: Hablo a lo humano, a causa de la enfermedad de vuestra carne: -Así como habéis utilizado vuestros miembros (vuestros cuerpos) para servir a la inmundicia (para la lujuria), -así ahora utilizad vuestros cuerpos para servir a la santidad, hacia la santificación.
-20 Pues, aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis sido liberados (ya) para la santidad.
-21 ¿Pues qué fruto obtuvisteis en ese entonces en esas cosas, de las cuales ahora os avergonzáis?
Pues el fin de esas cosas es la muerte (la condenación eterna).
-22 Pero ahora, liberados del pecado, hechos siervos (no ya del pecado sino) para Dios, tenéis vuestro fruto hacia la santificación,
-cuyo fin es la vida eterna.
-23 Pues el pago del pecado, es la muerte (la condenación eterna).
-Pero el premio de Dios, la vida eterna, en Cristo Jesús Señor Nuestro.
Mucha atención: Para convertir al esposo, para convertir a los hijos, a las hijas, hay que ser católicos de verdad, esposas católicas de verdad, mamás católicas de verdad: “NADIE DA DE LO QUE NO TIENE”. Vale decir, si esa esposa o esa mamá no empiezan ellas mismas por ser grandes católicas, y “coherentes”, ¿cómo van a obtener de Dios la gracia que desean para el esposo o para los hijos o hijas?
Santa Rita y Santa Mónica convirtieron y salvaron a sus esposos e hijos con la oración mantenida y perseverante DURANTE AÑOS. La primera herramienta que utilizaron fue la oración perseverante.
(Hemos tomado resúmenes de la obra del Padre Adolfo Tanquerey, “Compendio de teología ascética y mística”).
-El hacer sacrificios o la mortificación sirven para purificarnos de los pecados que hemos cometido en el pasado; sirven para pagar Purgatorio aquí en la tierra (ya sabemos la importancia de esto); sirve -muy importante- para precavernos y evitar posibles pecados en el futuro, disminuyendo el amor al placer. La mortificación o el hacer sacrificios no pueden faltar en la vida de un católico.
-Si pensamos en el valor de cualquier alma, de la nuestra, de la de nuestros seres queridos, de la de nuestro prójimo, cómo no estar movidos o intentar siquiera hacer algún sacrificio para su salvación y la nuestra.
-Si somos capaces de hacer sacrificios por algunas cosas de la Tierra (ganar dinero, una casa, un trabajo), cómo no hacerlo para tener la Estancia Eterna del Cielo, cómo no hacerlo para aquello que dura para siempre.
-Y con relación a los seres queridos, tal como en la vida de Santa Mónica y de Santa Rita, la mortificación, el hacer sacrificios, sirve, realmente mucho, para obtener gracias de Dios con el fin de lograr la conversión de la familia, y de uno mismo si es del caso.
-La mortificación implica la renuncia, renuncia sobre todo a nosotros mismos y a nuestra voluntad (que es lo más difícil), y renuncia también a cosas exteriores; es el desasimiento de bienes y gustos de esta vida: (San Lucas 9,23) “si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo”.
-También implica mortificación contra las malas inclinaciones o tendencias de nuestra naturaleza, la crucifixión de nuestra carne y sus concupiscencias (como dice San Pablo en Gálatas 5,24: “los que son de Cristo han crucificado su carne con sus concupiscencias”), para someterlas a Dios, al plan de Dios. Repitamos: en relación con nuestros seres queridos, haciendo mortificación obtendremos para ellos las gracias encaminadas a lograr su conversión.
Si. Hay mortificaciones que son necesarias para la salvación, pues si no las hacemos nos arriesgamos a caer en pecado mortal:
(1) Dios Nuestro Señor Jesucristo advierte de los pecados de la vista, cuando voluntariamente queremos ver cosas malas o nos dejamos llevar por un mal deseo; sin duda hay que mortificar y corregir la vista para no ser tentado o para disminuir las tentaciones.
(2) Y debemos evitar las ocasiones de pecado, vale decir, aquellas cosas o personas que, en sí, o por nuestra situación y propia experiencia, sabemos que son un peligro serio de pecado (no desarrollamos aquí las ocasiones necesarias).
-Y en cuanto a la salvación del esposo o de los hijos: Así como la mortificación ayuda para nuestra salvación personal, por las gracias que podemos conseguir de Dios a través de ella, sirve entonces de igual manera para conseguir la salvación de esos seres queridos.
-Hay que ir pensando entonces qué mortificaciones o sacrificios vamos a hacer.
También hay mortificaciones necesarias para la santidad.
La santidad es el amor a Dios, llevado -si es necesario- hasta el sacrificio de uno mismo a través del martirio.
¿Cómo se relaciona con hacer sacrificios?
(+) El fin último de hacer sacrificios, y de todas nuestras acciones, es la unión con Dios, lo cual no lograremos sin desasirnos del amor desordenado a las criaturas.
(+) Por nuestra naturaleza caída, somos movidos al amor propio u honras, a las riquezas o bienes materiales, y al placer. Para la santidad, la gracia ha de movernos al desprecio o renuncia de nosotros mismos, a la humildad, al espíritu de pobreza, a hacer sacrificios en vez de seguir el placer; y para alcanzar estas cosas hay que hacer mortificación.
(+) Hemos de hacer sacrificios buscando acercarnos a “La imitación de Dios Nuestro Señor Jesucristo”. Dice el libro de “La Imitación”: “toda la vida de Cristo fue cruz y martirio”. No puede entonces ser la nuestra una vida de placeres, honras y comodidades.
-En cuanto a la conversión del esposo o de los hijos: Con la mortificación podremos santificarnos y Dios escucha más las oraciones de sus hijos que están más unidos a Él, las de los santos, o de los que sean más santos; así podremos obtener, como Santa Mónica y Santa Rita, gracias para la conversión de los que amamos.
-Además, hay otro tema muy hermoso e interesante que debemos tener en cuenta: la mortificación, a pesar de las privaciones y hasta sufrimientos que impone, trae bienes incluso aquí en la Tierra, y se observa que los católicos que practican la mortificación son más felices en general, que aquellos que no la practican.
No sobra repetirlo: para asegurar nuestra salvación, la de los seres queridos y la del prójimo en general, debemos practicar la mortificación, pues ella nos da perseverancia en el bien y nos guarda del pecado (sobre todo del pecado mortal).
Si uno tiene tentación y termina cayendo en pecado, ello ocurre por amor a los placeres o por no tener espíritu de lucha. Tengamos entonces presente que la mortificación ayuda para ambas cosas: negando algunos placeres lícitos a través de la mortificación, tenemos algo más de fuerzas para negar los placeres ilícitos.
Y al revés: si no nos negamos ninguno de los goces permitidos, cómo haremos ante una tentación, con un goce pecaminoso, si tenemos el hábito o costumbre de otorgarnos todos los goces.
Esto ocurre no solo con los placeres sensuales, sino también con la soberbia. La soberbia hace que mintamos para excusarnos, para librarnos de una humillación; por eso también debemos valorar esas pruebas o situaciones que Dios permite que nos ocurran para nuestra humillación.
Con la esperanza de poder conseguir nuestra Salvación Eterna y la de nuestros seres queridos, pensemos en particular en el Purgatorio: tenemos miedo de sufrir aquí, en esta vida, -todos somos así-, pero no nos da miedo sufrir mucho más duramente allí, en el Purgatorio. Y cuántos años tendremos que sufrir en el Purgatorio si no mortificamos nuestra carne y los placeres en esta vida.
Así que, no hay santidad posible sin mortificación. Si somos capaces de hacer sacrificios por algunas cosas de la Tierra (ganar dinero, una casa, lograr tranquilidad en la vejez), cómo no hacerlo para ganar la Estancia Eterna en el Cielo; cómo no hacerlo para aquello que dura para siempre.
En particular, ¿Cómo ser castos y con la virtud de la pureza si no nos mortificamos (pues tenemos todos inclinaciones al placer desordenado)? ¿Cómo tener la virtud de la templanza si no reprimimos la gula? ¿Cómo ser humildes y mansos si no dominamos la soberbia?
En cuanto a nuestro apostolado (del cual hacen parte también los deseos de conversión y salvación de nuestras familias) hacemos la siguiente reflexión:
Por la Cruz (mortificación) salvó Cristo al mundo; con la Cruz cooperaremos con Él a la salvación del prójimo y de nuestros seres queridos. Para un sacerdote, tanto más será fecundo su apostolado cuanto él participe de la Cruz o mortificación.
San Pablo enseña que con la mortificación completamos en nuestra carne la Cruz o Pasión de Dios Nuestro Señor Jesucristo, para conseguir gracias para las almas, para nuestras familias y seres queridos.
Es cierto que es duro padecer. Pero cuando tenemos presente que Dios Nuestro Señor Jesucristo camina delante de nosotros y que a su vez Él nos dio ejemplo con los tormentos de su Pasión y Muerte, cómo no compartir algo de su padecer.
Primero el consejo:
Mediten acerca de qué sacrificio hacer para la conversión de los que amamos.
Piensen cuál escogen; consulten con sus sacerdotes.
Sin embargo, aquí les damos una sugerencia:
-Levántense bien temprano: allí tienen el Sacrificio; y ofrezcan un Rosario o tal vez dos: allí tienen la Oración.
La ventaja de esto es que se puede hacer con mucha facilidad estando en la propia casa y sin grandes aspavientos.
-Y si quieren hacer algo más, ofrezcan, por ejemplo, comer muy poco a la hora de la cena, o hacer algún ayuno de vez en cuando.
Ahora la exhortación:
Esposas y mamás que padecen tantos sufrimientos por su esposo, por sus hijas, por sus hijos, porque están alejados de Dios y de su catolicismo. Esposas y mamás que tanto lloran porque los que aman van caminando de pecado en pecado (y pecado mortal) hacia la Condenación Eterna, el morir en desgracia de Dios, el Infierno. Esposas y mamás, respiren profundo, respiren hondo, llénense de esperanza, respiren profundo y sepan, como Santa Mónica y Santa Rita, que pueden conseguir todo con esas dos herramientas: Oración y Sacrificio.
Entonces, ¡A-NI-MO, sí: ánimo!, nuevamente respiren hondo y profundo, y sigan, sigan adelante rezando y haciendo sacrificios hasta la muerte y ¡lo conseguirán!, tal y COMO SANTA MÓNICA y SANTA RITA lo consiguieron.
AVE MARÍA PURÍSIMA.
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