En Defensa de la Fe


La Misa Tradicional y la misa postconciliar no pueden coexistir

La Misa Tradicional y la misa postconciliar ("inaugurada" en 1969) no pueden coexistir. Francisco lo entiende así y por eso quiere suprimir la primera a toda costa. ¿Por qué? Porque, al ser la Misa tradicional puramente católica, representa una amenaza intolerable a sus planes de culminar la implantación de la “revolución” (mejor llamémosla, herejías) post Concilio Vaticano II, en particular la negación de Jesucristo como Hijo Único de Dios y Rey del universo (a través de lo que los desarrollos post conciliares llamaron “ecumenismo”, que no es otra cosa que Indiferentismo religioso: Jesucristo es colocado al mismo nivel de los dioses de las otras religiones).



Lo que pretendió Benedicto con su motu proprio “Summorum Pontificum” en 2007, de hacer coexistir tanto la Misa Tradicional como la misa postconciliar, estaba condenado al fracaso. ¿Por qué? Por la propia naturaleza de la Iglesia (y de la Misa), la cual o es católica o no lo es; no puede estar firmemente anclada en la Tradición y al mismo tiempo sacudida por las olas de las herejías del Modernismo (condenadas por todos los Papas anteriores al Concilio Vaticano II).


Es que el Novus Ordo (la misa postconciliar), con su visión antropocéntrica, es la expresión cultual de otra religión (la de la "Iglesia conciliar"), en contraste con la religión de la Iglesia católica, de la cual la Misa tradicional, con su visión teocéntrica, es una perfecta expresión orante.



La Santa Misa es la renovación incruenta del Sacrificio de Dios Nuestro Señor Jesucristo en el Calvario. La interpretación modernista, en cambio, la ha querido rebajar a la celebración de un "banquete"La Santa Misa es la renovación incruenta del Sacrificio de Dios Nuestro Señor Jesucristo en el Calvario. La interpretación modernista, en cambio, la ha querido rebajar a la celebración de un "banquete"



Al respecto de este tema, presentamos a continuación apartes de una reflexión del Arzobispo Carlo Maria Viganò:



¿De dónde proviene la misa postconciliar?

Junto con la reforma a los Sacramentos, la misa postconciliar (o misa modernista, también conocida como Novus Ordo) es la reforma litúrgica más importante surgida después del Concilio Vaticano II. Dicha misa cobró vida en 1969.


Para entender su gravedad, repasemos un poco de historia al respecto, en palabras de Monseñor Viganò:


«En la historia de la Iglesia, hasta el Vaticano II, nunca había sucedido que un Concilio pudiese anular de facto los Concilios que le precedieron, ni que un Concilio "pastoral" (un ἅπαξ del Vaticano II) pudiese tener más autoridad que veinte Concilios dogmáticos. Sin embargo, sucedió, en medio del silencio de la mayoría del episcopado y con la aprobación de cinco pontífices romanos, desde Juan XXIII hasta Benedicto XVI».


«En estos cincuenta años de revolución permanente, ningún Papa ha cuestionado jamás el "magisterio" del Vaticano II, ni se ha atrevido a condenar sus tesis heréticas o a aclarar sus equívocos. Por el contrario, todos los Papas a partir de Pablo VI han hecho del Vaticano II y de su aplicación, el punto de apoyo programático de sus pontificados, subordinando y vinculando su autoridad apostólica a los dictados conciliares».


«Estos Papas se han distinguido por un claro distanciamiento de sus predecesores (de los Papas anteriores al Vaticano II) y una marcada autorreferencialidad, desde Roncalli (Juan XXIII) hasta Bergoglio: su "magisterio" empieza con el Vaticano II y termina ahí, y los sucesores proclaman santos a sus predecesores inmediatos por el solo hecho de haber convocado, concluido o aplicado el Concilio».


«El lenguaje teológico también se ha adaptado a la ambigüedad de los textos conciliares, llegando a adoptar como doctrinas definidas, cosas que antes del Concilio se consideraban heréticas: pensemos en el laicismo del Estado, hoy dado por supuesto y loable; en el ecumenismo irenista de Asís y Astana (se refiere a las reuniones de falso ecumenismo o indeferentismo religioso, organizadas por Juan Pablo II y Benedicto XVI en Asís, y por Francisco en Astana); o en el parlamentarismo de las Comisiones, el Sínodo de los Obispos y la "vía sinodal" de la Iglesia alemana».




El Concilio Vaticano II no fue dogmatico sino pastoral. Entonces por qué los Papas post conciliares, en particular Francisco, lo manejan como referente, como si de dicho concilio hubiesen surgido “nuevos dogmas de fe”?

Al respecto, Monseñor Viganò afirma con argumentos:


«Todo lo anterior parte de un postulado que casi todo el mundo da por sentado: que el Vaticano II puede reclamar la autoridad de un concilio ecuménico, ante el cual se supone que los fieles deben suspender todo juicio e inclinar humildemente la cabeza “ante la voluntad de Cristo, infaliblemente expresada por los Sagrados Pastores”, aunque hubiese sido en forma "pastoral" y no dogmática».


«Pero no es así, porque los Sagrados Pastores pueden haber sido engañados mediante una colosal conspiración que tenía como finalidad la utilización subversiva de un Concilio».


«No obstante, el Vaticano II, al no haber sido un Concilio dogmático, no pretendió definir ninguna verdad doctrinal. Se limitó a reafirmar indirectamente (y de forma a menudo equívoca) doctrinas previamente definidas clara e inequívocamente por la autoridad infalible del Magisterio».


«Dicho concilio fue indebida y forzadamente considerado como "el Concilio”, el "superdogma" de la nueva "Iglesia conciliar", hasta el punto de definir a la Iglesia en relación con tal acontecimiento».


«En los textos conciliares no se hizo mención explícita a lo que se llevó a cabo después en el ámbito litúrgico; ello se hizo pasar como el cumplimiento de la Constitución Sacrosanctum Concilium».


«Por otra parte, hay muchos asuntos críticos con la llamada "reforma", que representan una traición a la voluntad de los Padres conciliares y a la herencia litúrgica preconciliar».


«Lo que más bien debiéramos preguntarnos es qué valor dar a un acto que no representa lo que quiere parecer: es decir, debemos preguntarnos si podemos considerar moralmente como "concilio" un acto que, más allá de sus premisas oficiales (es decir, de lo contenido en los documentos preparatorios formulados larga y detalladamente por el Santo Oficio) se mostró subversivo en sus intenciones inconfesables y malicioso en los medios a emplear por quienes, como se vio, pretendieron utilizarlo para un fin totalmente opuesto a aquello para lo cual la Iglesia había instituido los concilios ecuménicos».


«Esta premisa es indispensable para poder también valorar objetivamente los demás acontecimientos y actos de gobierno de la Iglesia que de él se derivan o a él se refieren».


«Me explico. Sabemos que una ley se promulga sobre la base de una mens, es decir, de una finalidad muy precisa, que no puede separarse de todo el ordenamiento jurídico en el que nace. Estos son al menos los fundamentos de ese Derecho que la sabiduría de la Iglesia adquirió del Imperio Romano. El legislador promulga una ley con una finalidad y la formula de tal manera que solo sea aplicable a esa finalidad específica; evitará, por tanto, cualquier elemento que pueda hacer equívoca la ley respecto a su destinatario, su finalidad o su resultado».


«La convocatoria de un concilio ecuménico tiene como finalidad la convocatoria solemne de los Obispos de la Iglesia, bajo la autoridad del Romano Pontífice, para definir aspectos particulares de la doctrina, de la moral, de la liturgia o de la disciplina eclesiástica. Pero lo que cada Concilio define debe en todo caso estar en consonancia con la Tradición y no puede de ningún modo contradecir el Magisterio inmutable, porque si lo hiciese iría contra la finalidad que legitima la autoridad en la Iglesia».


«Lo mismo vale para el Papa, que solo tiene poder pleno, inmediato y directo sobre toda la Iglesia dentro de los límites de su mandato: fortalecer a sus hermanos en la Fe, apacentar a los corderos y ovejas del rebaño que el Señor le ha confiado».



La religión de la Iglesia católica tiene en la Misa de San Pío V (la Misa tradicional en latín) una perfecta expresión orante.La religión de la Iglesia católica tiene en la Misa de San Pío V (la Misa tradicional en latín) una perfecta expresión orante.



Paralelo entre lo sucedido con el Concilio Vaticano II (1965) y el Sínodo de Pistoia (1786)

Analicemos este interesante paralelo en palabras de Monseñor Viganò:


«Lo que sucedió a nivel mundial con el Vaticano II, tuvo lugar a nivel local con el Sínodo de Pistoia, en 1786, donde la autoridad del Obispo Scipione de' Ricci (la cual pudo ejercer legítimamente convocando un Sínodo diocesano) fue declarada nula por Pío VI por haberla usado en contravención de la Ley, es decir, contra la razón que preside y dirige toda ley de la Iglesia: porque la autoridad en la Iglesia pertenece a Nuestro Señor, que es su Cabeza, quien la concede en forma vicaria a Pedro y a sus legítimos Sucesores solo en el marco de la Sagrada Tradición».


«No es, pues, una hipótesis insolente suponer que una reunión de herejes hubiera podido organizar un verdadero golpe de Estado en el cuerpo eclesial, para imponer aquella revolución que con métodos semejantes organizó la masonería, en 1789, contra la monarquía de Francia, y que el cardenal modernista Suenens alabó como que se había replicado en el Concilio (Vaticano II)».


«Desde un punto de vista teórico, por lo tanto, es posible el uso subversivo y malicioso de un Concilio; también porque los “pseudocristos” y los “pseudoprofetas” de los que habla la Sagrada Escritura (Mc 13,22) podrían engañar incluso a los mismos elegidos, incluyendo a la mayoría de los Padres conciliares, y con ellos a una multitud de clérigos y fieles».

 

«Si, por tanto, el Vaticano II fue, como es evidente, un instrumento cuya autoridad se utilizó fraudulentamente para imponer doctrinas heterodoxas y ritos protestantizados, cabe esperar que tarde o temprano el regreso al Trono, de un pontífice santo y ortodoxo, cure esta situación declarándolo ilegítimo, inválido y nulo, como el Conciliábulo de Pistoia».



¿Por qué no pueden coexistir las dos misas?

Veamos por qué las dos misas no pueden coexistir, a partir de la explicación que hace Monseñor Viganò:


«Si la liturgia reformada (la misa postconciliar, también llamada misa modernista) expresa esos errores doctrinales y ese planteamiento eclesiológico que el Vaticano II contenía en su esencia, errores cuyos autores pretendían hacerlos manifiestos en su alcance devastador solo después de su promulgación, ninguna razón "pastoral" puede justificar jamás el sostenimiento de ese rito espurio, equívoco, apoyador de herejía, el cual es supremamente desastroso en sus efectos sobre el santo pueblo de Dios».


«El Novus Ordo (la misa postconciliar) no merece pues ninguna enmienda, ninguna "reforma de la reforma", sino solo su supresión y abrogación; ello como consecuencia de su irremediable heterogeneidad con respecto a la Liturgia católica, al Rito romano (del que pretendería presuntuosamente ser su única expresión) y a la doctrina inmutable de la Iglesia».


«Y aunque esto pueda suscitar estupor en los partidarios de la “hermenéutica de la continuidad” concebida por Benedicto XVI, creo que Bergoglio tiene por una vez toda la razón al considerar la Misa tridentina como una "amenaza intolerable" para el Vaticano II, ya que esta Misa es tan católica que desautoriza cualquier intento de coexistencia pacífica entre las dos formas del mismo Rito romano».


«En efecto, es un absurdo concebir una forma montiniana (misa de Pablo VI) como ordinaria y una forma tridentina (la Misa tradicional, en latín) como extraordinaria para un Rito que, como tal, debe representar la única voz de la Iglesia romana, con la muy limitada excepción de los venerables ritos de la antigüedad como lo son el Rito Ambrosiano, el Rito Lionés, el Rito Mozárabe y las mínimas variaciones del Rito Dominico y ritos similares».


«Repito: el autor de Traditionis Custodes (el motu proprio que Francisco publicó en 2021 para recomenzar la imposición de restricciones sobre la Misa tradicional) sabe muy bien que el Novus Ordo (la misa postconciliar) es la expresión cultual de otra religión (la de la "Iglesia conciliar"), con respecto a la religión de la Iglesia católica, de la cual la Misa de San Pío V (la Misa tradicional) es una perfecta expresión orante».


«En Bergoglio no hay ningún deseo de zanjar el desacuerdo entre el linaje de la Tradición y el linaje del Vaticano II. Al contrario, la idea de provocar una ruptura es instrumental para llevar a cabo la exclusión de los católicos tradicionales (sean clérigos o laicos) de la "iglesia conciliar", la cual ha sustituido a la Iglesia católica y que duras y apenas (a regañadientes) conserva su nombre».


«Es muy cierto, más allá de cualquier refutación posible, que no hay posibilidad de reconciliación entre dos visiones eclesiológicas heterogéneas, de hecho opuestas. O la primera sobrevive y la segunda sucumbe, o la primera sucumbe y la segunda sobrevive».


«La quimera de una coexistencia entre el Vetus (la Misa tradicional) y el Novus Ordo (la misa postconciliar) es imposible, artificial y engañosa: porque lo que el celebrante hace perfectamente en la Misa Apostólica lo lleva natural e infaliblemente a hacer lo que la Iglesia quiere; mientras que lo que el presidente de la asamblea (el sacerdote celebrante) hace en la “misa reformada” (la misa postconciliar) se ve casi siempre afectado por las variaciones autorizadas por el propio rito, aunque en él se realice válidamente el Santo Sacrificio».


«Y es precisamente en esto en lo que consiste la matriz conciliar de la nueva misa: su fluidez, su capacidad de adaptarse a las necesidades de las "asambleas" más dispares, de ser celebrada tanto por un sacerdote que cree en la Transubstanciación y la manifiesta con las genuflexiones prescritas, como por otro que cree solo en la transignificación (la Sagrada Hostia no es el Cuerpo de Cristo) y que da la Comunión a los fieles en la mano».



No se trata de “preferir una misa con respecto a la otra” por una cuestión de índole estético o de idioma (el latín versus la lengua vernácula). No. Se trata de que la Misa representa nuestra expresión sublime de oración; “como oramos es como creemos”.No se trata de “preferir una misa con respecto a la otra” por una cuestión de índole estético o de idioma (el latín versus la lengua vernácula). No. Se trata de que la Misa representa nuestra expresión sublime de oración; “como oramos es como creemos”.



El intento de Benedicto XVI de hacer coexistir las dos misas estaba condenado al fracaso

Monseñor Viganò aporta una valiosa reflexión acerca del papel que jugó Benedicto XVI en este sentido:


«El intento conciliador de Benedicto XVI, loable en sus efectos temporales de dar libertad a la Misa tradicional, estaba destinado al fracaso precisamente porque surgía de la ilusión de poder aplicar la síntesis de Summorum Pontificum (el motu proprio promulgado por Benedicto XVI) a la tesis tridentina (la Misa tradicional) y a la antítesis de Bugnini (la misa postconciliar): esa visión filosófica influida por el pensamiento hegeliano no podía tener éxito por la propia naturaleza de la Iglesia (y de la Misa), que o es católica o no lo es. Y que no puede estar firmemente anclada en la Tradición y al mismo tiempo sacudida por las olas de la mentalidad secularizada».



En síntesis, las dos misas son dos visiones opuestas. Es la batalla entre Cristo y Satanás

Monseñor Viganò es contundente en ese sentido:


«Aquí no se trata de "vestir" a la misa montiniana (la misa de Pablo VI, la misa postconciliar) para hacerla parecer como si fuese la Misa tradicional, tratando de ocultar con ornamentos y canto gregoriano la hipocresía farisaica que le dio vida; no se trata de recortar la Plegaria Eucarística II o de celebrar mirando hacia el Altar: la batalla debe librarse con respecto a la diferencia ontológica entre la visión teocéntrica de la Misa tridentina y la visión antropocéntrica de su falsificación conciliar (la misa postconciliar)».


«No es otra cosa que la batalla entre Cristo y Satanás. Una batalla por la Misa, que es el corazón de nuestra Fe, el trono al que desciende el Divino Rey Eucarístico, el Calvario en el que se renueva de forma incruenta la inmolación del Cordero Inmaculado. No es una cena, ni un concierto, ni un espectáculo para exhibir excentricidades o un púlpito para herejes, ni un podio para celebrar eventos».



Si analizamos todo lo que gira en torno a la misa postconcilio Vaticano II (la misa modernista), hay sacerdotes que no creen en la presencia real de Jesús en la Eucaristía y administran la comunión en la mano y de pie; además, delegan tan vital función a laicos, que denominan “ministros de la eucaristía”, cuyas manos, por supuesto, no han sido consagradas.Si analizamos todo lo que gira en torno a la misa postconcilio Vaticano II (la misa modernista), hay sacerdotes que no creen en la presencia real de Jesús en la Eucaristía y administran la comunión en la mano y de pie; además, delegan tan vital función a laicos, que denominan “ministros de la eucaristía”, cuyas manos, por supuesto, no han sido consagradas.



El cisma deseado por Francisco y su prohibición definitiva de la Misa tradicional

A propósito del peligro de cisma al interior de la Iglesia, Monseñor Viganò tiene aquí una reflexión importante:


«El cisma deseado por Santa Marta (por Francisco) no es el de la vía sinodal herética de las diócesis alemanas, sino el de los católicos tradicionales, exasperados por las provocaciones bergoglianas, por los escándalos de su corte, por sus declaraciones destempladas y divisivas».


«Para conseguirlo, Bergoglio no dudará en llevar hasta sus últimas consecuencias los principios establecidos por el Vaticano II, a los que se adhiere incondicionalmente: considerar el Novus Ordo (la misa postconcilar) como la única forma del Rito Romano postconciliar, y abrogar consecuentemente cualquier celebración en el antiguo Rito Romano (la Misa tradicional), etiquetándola como completamente ajena a la estructura dogmática del Concilio».


«No me extrañaría, por tanto, que, en un futuro muy próximo, quienes están abusando de la autoridad apostólica para demoler la Santa Iglesia y provocar el éxodo masivo de los católicos "preconciliares" no duden no solo en limitar la celebración de la Misa antigua (la Misa tradicional), sino en prohibirla por completo; ello, porque en tal prohibición se resume el odio sectario contra lo Verdadero, lo Bueno y lo Bello, odio que animó la conspiración de los modernistas desde la primera Sesión de su ídolo, el Vaticano II».


«No olvidemos que, en coherencia con este planteamiento fanático y tiránico, la Misa Tridentina había sido casualmente derogada cuando se promulgó el Misal Romano de Pablo VI (en 1969), y que quienes siguieron celebrándola fueron literalmente perseguidos, condenados al ostracismo; los dejaron morir con el corazón destrozado y llegaron a ser enterrados con los funerales contenidos en el nuevo rito (la misa postconciliar), sellando así una miserable victoria sobre un pasado a olvidar definitivamente».



Paralelo entre lo sucedido en el mundo civil y lo que está sucediendo y va a suceder en la Iglesia

Nuevamente Monseñor Viganò pone el dedo en la llaga:


«Lo que está sucediendo hoy y lo que sucederá en un futuro próximo, no es otra cosa que la consecuencia lógica de las premisas establecidas en el pasado; es el siguiente paso de una larga serie de pasos más o menos lentos, acerca de los cuales muchos han callado y han sido chantajeados para que los acepten».


«Porque los sacerdotes que celebran habitualmente la Misa Tridentina pero siguen celebrando de vez en cuando el Novus Ordo (la misa postconciliar) (y no hablo de sacerdotes sometidos a chantaje sino de los que pudieron decidir por sí mismos o tuvieron libertad para elegir) ya han cedido en sus principios, aceptando poder celebrar igualmente cualquiera de las dos, como si ambas fueran equivalentes, como si una fuese la forma extraordinaria y la otra la forma ordinaria del mismo Rito».


«¿Y no es esto lo que ha ocurrido, con métodos similares, en el ámbito civil, con la imposición de restricciones y la violación de derechos fundamentales, aceptados en silencio por la mayoría de la población, aterrorizada por la amenaza de una pandemia?»


«También en esas circunstancias, con motivaciones diferentes pero con fines similares, se ha chantajeado a los ciudadanos: "O te vacunas o no puedes trabajar, viajar o ir a restaurantes". ¿Y cuántos, a pesar de saber que se trataba de un abuso de autoridad, han obedecido?»


«¿Cree usted que los sistemas de manipulación del consenso son muy diferentes, cuando quienes los adoptan proceden de las mismas filas enemigas y están dirigidos por la misma Serpiente?»


«¿Cree usted que el plan del Great Reset (el “Gran reseteo”) ideado por el Foro Económico Mundial de Klaus Schwab tiene propósitos diferentes a los establecidos por la secta bergogliana?»


«El chantaje no será sanitario, sino doctrinal: se pedirá aceptar únicamente el Vaticano II y el Novus Ordo Missae (el misal postconciliar) para poder tener derechos en la Iglesia conciliar; los tradicionalistas serán tachados de fanáticos, al igual que lo han sido los llamados "antivacunas"».


«Si Roma proscribiese la celebración de la Misa tradicional en todas las iglesias del mundo, los que creían que podían servir a dos señores (la Iglesia de Cristo y la Iglesia conciliar) descubrirán que han sido engañados, igual que les ocurrió a los Padres conciliares (a la mayoría de cardenales que participaron en el Concilio Vaticano II)».


«En ese momento (tales sacerdotes y obispos) tendrán que hacer la elección que creyeron que podían evitar: una elección que les obligará o bien a desobedecer una orden ilícita para obedecer al Señor, o bien a inclinar la cabeza ante la voluntad del tirano, faltando a sus deberes como ministros de Dios».


«Que en su examen de conciencia, reflexionen sobre cuántos de ellos han eludido apoyar a los pocos, poquísimos hermanos sacerdotes que han sido fieles a su Sacerdocio, a pesar de haber sido señalados como “desobedientes” o “inflexibles”, tan solo por haber previsto el engaño y el chantaje».



¿Qué decir del relegamiento del Sagrario a algún costado en la mayoría de las iglesias modernistas? Los fieles se han ido acostumbrando a darle cada vez menos importancia a la presencia real de Jesús en el Sagrario; cada vez se le da menos reverencia, menos honra como el Rey de Reyes y Señor de Señores; cada vez se le ignora más.¿Qué decir del relegamiento del Sagrario a algún costado en la mayoría de las iglesias modernistas? Los fieles se han ido acostumbrando a darle cada vez menos importancia a la presencia real de Jesús en el Sagrario; cada vez se le da menos reverencia, menos honra como el Rey de Reyes y Señor de Señores; cada vez se le ignora más.



Tenemos que oponer resistencia a la prohibición de la Misa tradicional

Prestemos atención a este urgente llamado que hace Monseñor Viganò:


«Es una batalla que se fortalecerá espiritualmente en la clandestinidad de los sacerdotes fieles a Cristo, que serán considerados excomulgados y cismáticos, mientras que al interior de las iglesias, junto con el rito reformado (la misa postconciliar), triunfarán la infidelidad, el error y la hipocresía».


«Y también la ausencia: la ausencia de Dios, la ausencia de sacerdotes santos, la ausencia de buenas almas fieles, la ausencia de unidad entre la Cátedra y el Altar (entre la doctrina que se enseña y la Misa que se reza), entre la sagrada autoridad de los Pastores y su misma razón de ser, siguiendo el modelo de Cristo, dispuestos a ser ellos mismos los primeros en subir al Gólgota, a sacrificarse por el rebaño».


«Quien rechaza esta visión mística de su propio Sacerdocio termina ejerciendo su autoridad sin la ratificación que solo viene del Altar, del Sacrificio y de la Cruz: de Cristo mismo quien reina desde esa Cruz sobre los soberanos espirituales y temporales como Rey y Sumo Sacerdote».


«Si esto es lo que pretende Bergoglio para afirmar su poder avasallador en medio del clamoroso silencio del Sagrado Colegio y del episcopado (sumado al silencio de Benedicto XVI, después de su renuncia, actuando como Papa emérito), sepa él que se encontrará con la oposición firme y decidida de muchas almas buenas, dispuestas a luchar por amor al Señor y por la salvación de sus propias almas y que, en un momento tan terrible para el destino de la Iglesia y del mundo, están decididas a no ceder ante quienes desean suprimir el Sacrificio perenne (la Misa Tradicional) y así facilitar el ascenso del Anticristo a la jefatura del Nuevo Orden Mundial».


«Pronto comprenderemos el significado de las terribles palabras del Evangelio (Mt 24,15), en las que el Señor habla de la abominación de la desolación en el templo: el abominable horror de ver proscrito el tesoro de la Misa, despojados nuestros altares, cerradas nuestras iglesias y forzadas nuestras ceremonias litúrgicas a la clandestinidad. Esta es la abominación de la desolación: el fin de la Misa Apostólica».


«Cuando Inés (Santa Inés, Virgen y Mártir), con tan solo 13 años, fue conducida al martirio el 21 de enero del año 304, muchos fieles y sacerdotes habían apostatado de su fe bajo la persecución de Diocleciano. ¿Debemos entonces temer hoy en día a la proscripción y al señalamiento por parte de la secta conciliar, cuando una muchacha (como Santa Inés) nos dio tal ejemplo de fidelidad y fortaleza ante el verdugo? Su heroica fidelidad fue elogiada por San Ambrosio y San Dámaso».


«Hagamos que nosotros, por indignos que seamos, podamos merecer en el futuro la alabanza de la Iglesia, mientras nos preparamos para las pruebas en las que daremos testimonio de que pertenecemos a Cristo».



(enlace al escrito del Arzobispo Carlo Maria Viganò a que hacemos referencia)



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