Francisco y su séquito están obsesionados con destruir la catolicidad, centrada en Jesucristo como Rey del Universo, para convertirla en una “catolicidad” vacía de Nuestro Señor y llena en cambio de todos Sus enemigos. El “caballo de Troya” para tal propósito es el Sínodo de la Sinodalidad. El último estorbo que les queda, para lograr sus fines, es el remanente católico tradicional. Por ello Francisco necesita aplastar y acabar con la Misa Tradicional en latín.
«¿Qué nos dice todo esto? Que nuestros padres y madres tenían razón al haber opuesto resistencia a la “revolución” (engendrada por el Concilio Vaticano II); que lo que importa es la Misa Tradicional (la Misa de siempre en latín); que tenemos razón al oponer resistencia hoy y que hay que enseñar a nuestros hijos a oponer resistencia mañana».
Es por ello que consideramos valioso el siguiente artículo, del cual presentamos una traducción libre. Corresponde a una entrevista que resalta la crucial importancia de unir a las familias (“los clanes”) en torno a lo que significa ser verdaderamente católicos en nuestros días : «Significa que padres, madres, hijos y familias de todo el mundo se unan para proteger la Misa Tradicional, que se refuercen mutuamente en la fe verdadera (es decir, la Doctrina católica recibida de Nuestro Señor y protegida por los Papas hasta antes del Concilio Vaticano II) y que tomen la firme resolución de permanecer juntos en este campo de batalla, sin importar el tiempo que tome el oponer resistencia (a los destructores y en particular a su Sínodo de la Sinodalidad)».
Escrito por Josef Jung | Alemania
Nota del editor (del artículo original en inglés): Esta entrevista fue solicitada por el medio periodístico alemán TheCathWalk y fue realizada por Josef Jung. La reproducimos aquí para dar a nuestros lectores una idea del movimiento católico a nivel mundial que se ha gestado en contra de la “revolución” y en particular como resultado de la “Agenda de Francisco” (por acabar con la Iglesia). MJM
Josef Jung: Usted conoce el movimiento tradicional desde sus inicios. ¿Puede darnos un breve resumen de por qué se fundó "The Remnant" y cómo era ser un católico tradicional en aquel entonces, en los años 60 y 70?
Michael Matt: En pocas palabras, The Remnant se fundó porque mi padre, Walter L. Matt, reconoció en la “revolución” del Vaticano II aquello acerca de lo cual el Papa Pío X había estado alertando cincuenta años atrás: la herejía del Modernismo en el corazón y el seno mismo de la Iglesia. Es decir, el Modernismo preparándose para "actualizar" (léase destruir) el antiguo orden de la Cristiandad.
En aquella época, noviembre de 1967, mi padre era el editor de The Wanderer, el semanario católico más antiguo de los EE.UU. Aunque él era padre de siete hijos, dejó The Wanderer dos años después de la clausura del Vaticano II para fundar The Remnant, porque consideraba que era su deber oponer resistencia a la infiltración modernista en el Vaticano.
Incluso su propio hermano no se había dado cuenta de lo que estaba ocurriendo en Roma: el establecimiento de un nuevo orden en la Iglesia. El hermano de mi padre optó en cambio por obedecer todo lo que salía del Vaticano, incluida la supresión de la Misa en latín. Mientras tanto mi padre sostenía que los católicos fieles estaban llamados a oponer resistencia a las “novedades de la revolución”. En ese sentido, el Vaticano II consiguió dividir a dos hermanos, igual que lo que ha hecho al interior de la Iglesia.
En lugar de enfrentarse con su propio hermano, mi padre vendió discretamente su mitad del periódico familiar y se marchó para fundar The Remnant. Yo tenía entonces un año de edad.
¿Cómo era aquello entonces? Era solitario e incierto. La Iglesia estaba en plena “revolución”, desde el Vaticano hasta las parroquias y las desastrosas consecuencias aún no se habían materializado completamente. Fue así como la misa cambió radicalmente, los altares fueron destrozados, los santuarios arrasados, las monjas abandonaron los conventos, los curas huyeron para casarse y todo el mundo era "libre al fin"... o al menos eso creían.
Nuestra familia en cambio opuso resistencia. Abandonamos la pequeña iglesia parroquial donde todos habíamos sido bautizados y de la que nuestro buen párroco había sido vilmente expulsado. Fuimos de iglesia en iglesia, buscando la ortodoxia, siempre en vano. Nos convertimos en católicos "vagabundos", errantes, de aquí para allá y de allá para acá, a la intemperie.
En 1976, mi padre invitó al Arzobispo Marcel Lefebvre a venir a los Estados Unidos para su primera acogida pública. Monseñor Lefebvre vino a Saint Paul para presentar su incipiente Sociedad (la Fraternidad Sacerdotal San Pío X o FSSPX) a los católicos tradicionales estadounidenses.
Aunque entonces yo solo tenía 10 años, fui confirmado por Monseñor en 1976, más o menos en secreto. Cabe recordar que en aquel momento no había indulto, ni FSSPX en funcionamiento, ni Fraternidad Sacerdotal San Pedro (FSSP), ni Instituto de Cristo Rey, ni nada. De hecho, durante diez años, mi padre, mi madre y sus nueve hijos se habían refugiado en una iglesia católica ucraniana, donde tuvimos el gozo de enamorarnos de la Liturgia de San Juan Crisóstomo.
Además, durante aquellos años, nuestra casa se había convertido en la parada de un circuito en el que los sacerdotes, que se habían negado a secundar la “revolución”, venían de todo el mundo para rezar la Misa Tradicional en latín en las capillas de los sótanos del floreciente movimiento católico tradicional. Aprendí a ser acólito de la Misa Tradicional en la capilla del sótano, que mi padre había construido en nuestra casa.
Supongo que aquello fue algo así como vivir bajo persecución durante la Revolución mexicana, aunque no una persecución sangrienta por supuesto. Aun así, fuimos igualmente expulsados, tratados como forajidos y revoltosos por nuestra propia gente, a pesar de que lo único que hacíamos era tratar de preservar la Fe de nuestros padres.
Durante aquellos años, mi padre nos inculcó el sentido de las cruzadas y esa fue nuestra salvación. Por algo habíamos nacido en tiempos de revolución. Mi padre no toleraba que nadie sugiriese que él era un héroe, pero sí creía que los católicos estábamos llamados a oponer resistencia de manera heroica cuando la Iglesia era atacada. Y tenía razón. Crecer como uno de los Cristeros o de los Vendeanos en Francia nos ayudó a darnos cuenta de que valía la pena luchar por la Fe de nuestros padres.
Para nosotros, siendo niños, ello no era ningún sacrificio. Era una aventura. Con gusto seguimos a nuestros padres hacia una especie de campo de batalla, donde los pioneros católicos tradicionales estaban asumiendo una posición de defensa de principios, católica y gloriosa en favor de la Tradición y de la antigua Misa en latín. Y su sacrificio no fue en vano, ya que finalmente lograron su libertad. La Misa fue restituida y sabíamos muy bien que nuestros padres nunca habían abandonado la Iglesia durante aquellos días oscuros de los años 60 y 70. Se quedaron y lucharon... hasta que la Iglesia y la Misa volvieron a ellos. ¡Dios los bendiga!
En resumen, sí, aquellos fueron años solitarios, pero también fueron buenos porque nos enseñaron a todos lo que significa ser católico, afrontar persecución por la causa de Cristo y el honor que representa subirse a los hombros de gigantes como Monseñor Lefebvre, Michael Davies y Walter Matt, quienes lo dejaron todo por la causa de la santa Tradición.
Josef Jung: ¿Cuáles son los frutos de la Tradición católica? ¿Y por qué no basta ser simplemente un "católico conservador"?
Michael Matt: Los frutos de la Tradición Católica son la preservación de nuestro derecho de nacimiento, la salvaguarda de la Misa de siempre ("lo más hermoso que hay en este lado del Cielo") y la salvación de las almas, incluida la nuestra. Un estudio reciente muestra que el ochenta por ciento de los católicos bautizados en los EE. UU. rechaza la Nueva Misa y lo hace simplemente abandonando la Iglesia. Contrasta esto con el hecho de que el ciento por ciento de los católicos tradicionales asisten a Misa todos los domingos y días festivos y no es difícil entender a qué me refiero cuando digo que entre los frutos de la Tradición católica se encuentra la salvación de las almas.
El problema con el llamado movimiento católico "conservador" es que en realidad nunca conservó nada. Ante su vista, por ejemplo, los "conservadores" dejaron perder todo lo que en un principio habían dicho que querían conservar: la comunión en la lengua, los monaguillos masculinos, el latín en la liturgia, el patrimonio de la música sacra, etc. Dígame usted, ¿qué han conservado entonces en los últimos 50 años?
La pauta fue siempre la misma: el Vaticano o tal o cual conferencia episcopal proponía cierta “novedad”; los "conservadores" se quejaban al principio un poco, en señal de protesta, justo antes de acatarla; le seguían la corriente y finalmente se callaban. No veo nada de “conservación” aquí. ¿Y usted?
La “Revolución” consiste en la anulación de todo el cuerpo de la Tradición Católica, ya sea doctrinal, litúrgico o espiritual. Y si antes hubo alguna duda de lo anterior, solo tenemos que echar un vistazo al Sínodo del Papa Francisco sobre la Sinodalidad para estar convencidos de ello.
La estrategia (para destruir la Iglesia, a través del Sínodo de la Sinodalidad) es evidente: preguntar a una sección transversal de católicos, intencionadamente embrutecida, qué es lo que creen que la Iglesia moderna debería hacer para ser “relevante en el mundo de hoy”, y luego implementar lo que dichos “consultados” propongan: En primer lugar, las uniones homosexuales deben ser bendecidas y aprobadas por la Iglesia. Después de ello, el divorcio, la anticoncepción, tal vez incluso el aborto con el tiempo. Destrozar radicalmente lo que queda de la Iglesia y luego decirle al mundo: "Bueno, le hemos preguntado a la gente lo que quería y esto es lo que nos ha dicho".
¡Esto es la mayor desviación con respecto a lo que Cristo en cambio ORDENÓ a la Iglesia que hiciese!
Por eso no basta con ser un católico "conservador". Nancy Pelosi era una católica "conservadora" no hace mucho. Pero después de un cierto tiempo y mucho ceder, el católico "conservador" se encuentra rápidamente en una peligrosa trayectoria hacia la apostasía. Los católicos no tienen derecho a obedecer lo que es ofensivo a Dios, injurioso para la Tradición y destructivo para las almas. Debemos oponer resistencia; ello significa que debemos ser Católicos Tradicionales desde ya mismo hasta el momento en que Dios erija a Su Santo (Nuestro Señor Jesucristo). Sucederá cuando Dios disponga. La Iglesia es Suya para salvar, no nuestra; sin embargo, nuestro trabajo consiste en mantener la antigua Fe (la Fe de siempre) hasta que Dios restaure a Su Iglesia. Y punto.
Josef Jung: Son tiempos difíciles para la Iglesia y la Tradición. Cada vez se prohíben más Misas Tradicionales en latín. En Chicago, el Instituto Cristo Rey fue "suspendido". En Alemania, el Camino Sinodal hace estragos. ¿Para qué otras cosas debemos prepararnos los católicos tradicionales?
Michael Matt: En primer lugar, debemos prepararnos para una defensa en todos los aspectos. El hecho de que el Vaticano haya atacado en el pasado a la comunidad de la Misa Tradicional (constituida por tantas familias jóvenes con sus hijos, que comunican tanta esperanza y tanta fe), que el Vaticano intente atacar a dicha comunidad hoy en día, en medio de una pandemia global, el colapso económico e incluso amenazas de guerra mundial, realmente dice todo lo que necesitamos saber acerca del papel fundamental que juega la restauración católica tradicional.
El Vaticano modernista, repleto de globalistas y progresistas, se ha dado cuenta de que, estadísticamente hablando, el futuro de la Iglesia Católica es el movimiento católico tradicional. El Novus Ordo está muriendo. Sus iglesias están cerrando por cientos, al igual que sus seminarios; mientras tanto las iglesias y seminarios católicos tradicionales están en auge.
No hay otra explicación de por qué estos revolucionarios envejecidos están tratando de anular a tantas familias jóvenes con sus hijos. No tienen respuesta para la Tradición, no tienen forma de competir con ella (es decir, con nosotros), por ello están obsesionados en aplastar y anular la Misa Tradicional en latín.
¿Y qué nos dice además todo ello? Que nuestros padres y madres tenían razón al oponer resistencia, que lo que importa es la Misa en latín, que tenemos razón al oponer resistencia hoy, y que hay que enseñar a nuestros hijos a oponer resistencia mañana.
¿Qué es aquello para lo cual debemos prepararnos hoy? Debemos prepararnos para mantener una claridad más allá de la que tuvieron nuestros padres, junto con la esperanza que proviene de hacer lo correcto. No somos héroes, pero recordamos a los héroes, e intentamos honrarlos transmitiendo la Fe a nuestros hijos exactamente como nos la transmitieron nuestros padres.
Aquellos dentro del Vaticano y las cancillerías que han perdido la Fe tratarán de eliminar la Misa de siempre tal como lo trataron de hacer en Francia durante la Revolución, al igual que en Irlanda, Inglaterra, España, México, China, etc. Este tipo de persecución no es nada nuevo para el fiel católico. Lo hemos visto antes y a lo largo de la historia, desde las pequeñas Inés y Bárbara, pasando por los santos Lucía, Lorenzo y Tarsicio, los mártires del coliseo.
¿Qué debemos prepararnos a hacer? Primero, obedecer a Dios, lo que significa desobedecer a los que quieren crucificar Su Cuerpo Místico. No dejemos que nos arrebaten nunca más la Misa de nuestros Padres.
Sí, seremos perseguidos, pero durará poco, y será el mayor honor de nuestras vidas. ¿Por qué? Porque al perseguirnos, los revolucionarios están izando la bandera blanca de la rendición ya que su preciada “Revolución” ha fracasado. No consiguieron seducirnos ni intimidarnos y el único recurso que les queda ahora es “soltar a los leones”… y todos sabemos lo que ocurrió la última vez que lo hicieron: pequeños mártires asesinados inspiraron a los más grandes guerreros y reyes a tomar espadas y cetros, a construir la civilización más maravillosa que el mundo haya visto jamás, donde Cristo Rey reinó durante mil años y el terrible instrumento de ejecución romano se transformó en el mayor signo de esperanza que el mundo haya conocido jamás.
Josef Jung: Una gran preocupación suya, como puedo observar en su canal de YouTube y en su página web, es el lema "Unir a los clanes". ¿Qué entiende usted por esto? ¿Por qué es tan importante hoy en día?
Michael Matt: Desde el principio, la “Revolución” tenía que ver con dividir. La Misa en latín unía a todo el mundo católico en un idioma, un rito y una liturgia comunes, razón por la cual los modernistas tenían que primero que todo eliminarla. Si alguna vez iba a haber un nuevo orden centrado en el Hombre, primero tenían que derribar el orden centrado en Jesucristo (el orden cristiano).
Comenzó con la Iglesia Católica y hoy lo vemos moverse por todo lo que una vez fue la poderosa Cristiandad: enciérrenlos, enmascárenlos, manténganlos a dos metros de distancia unos de otros, divídanlos y conquístenlos a todos. ¡Así es como se construye un Nuevo Orden Mundial!
Pero los católicos tradicionales hemos estado en guerra contra esa “Revolución” toda nuestra vida; por eso nos encontrábamos en los parqueaderos celebrando la Misa al aire libre durante los encierros del Covid.
“Unir a los clanes” no es otra cosa que nuestra manera de recordar a la hermandad cristiana en todo el mundo que, “aunque nuestros pastores han sido golpeados, las ovejas no debemos dispersarnos”. Tenemos trabajo por hacer. Tenemos una guerra qué pelear. No dejemos que los “mercenarios” se interpongan entre nosotros.
Unámonos en caridad cristiana y hagamos que la Misa Tradicional (la piedra angular de nuestra fe) nos mantenga unidos ahora, como mantuvo unidos a nuestros padres durante mil años.
“Unir a los clanes” no es otra cosa que nuestro deber como católicos, lo que nos corresponde hacer. No tiene nada que ver con unir a esta sociedad con aquella fraternidad; de hecho, tiene poco que ver con unir a sacerdotes. “Unir a los clanes” significa que padres, madres, hijos y familias de todo el mundo se unan en torno a la Misa Tradicional, que se refuercen mutuamente en la fe verdadera (es decir, la Doctrina católica recibida de Nuestro Señor y protegida por los Papas hasta antes del Concilio Vaticano II) y que tomen la firme resolución de permanecer juntos en este campo de batalla, sin importar el tiempo que tome el oponer resistencia (a los destructores y en particular a su Sínodo de la Sinodalidad).
Estamos unidos contra los enemigos de Cristo Rey, bajo Su estandarte real, y no hay fuerza en la Tierra que pueda dividirnos ahora o en el futuro, mientras mantengamos la Fe.
Entonces, ¿es de crucial importancia “unir a los clanes”? Por supuesto.
(este es el enlace al artículo original)
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