En Defensa de la Fe


Fiesta del Bautismo del Señor Ciclo A 2020

Te comparto la reflexión correspondiente a la Fiesta del Bautismo del Señor Ciclo A 2020, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.



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Nota acerca de la fecha: En el 2020, corresponde al Domingo 12 de Enero.




Celebramos una vez más el acontecimiento del bautismo de Jesús.

 

El bautismo es un acontecimiento/experiencia que debe interesarnos. Estamos invitados a meditar no solo sobre el bautismo de Jesús, sino en nuestra propia condición bautismal.

 

Podemos aprovechar, de manera especial, la liturgia de este domingo para meditar sobre el significado que tiene para nosotros el hecho de haber sido bautizados en nombre de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo).

 

En realidad, pocas veces reflexionamos sobre ello; nos acostumbramos a decir que somos bautizados, que somos Hijos de Dios, que nuestro hermano mayor es Jesucristo y que somos hermanos unos de otros. El no detenernos a reflexionar sobre esto, provoca que estas ‘verdades teológico-espirituales’ se vuelvan frases huecas sin asidero real en la cotidianidad. Quizá sea por ello por lo que, en no pocos casos, la manera de vivir de muchos cristianos deje mucho que desear.

 

La liturgia nos propone tres lecturas para celebrar esta fiesta del bautismo de Jesús. Saquemos de ellas algunos aspectos claves que nos permitan vivir de manera más consciente nuestra condición bautismal.



Se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Y vino una voz del cielo que decía: Este es mi hijo, el amado, mi predilectoSe abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Y vino una voz del cielo que decía: Este es mi hijo, el amado, mi predilecto




Isaías 42,1-4.6-7

Mirad a mi siervo, a quien prefiero

 

Así dice el Señor: "Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre Él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas."

 

 

Con el profeta Isaías (del Antiguo Testamento), aparecen – aunque aún no en clave cristiana - algunos elementos que podríamos rescatar para meditar sobre nuestra vivencia del bautismo:

 

1)   La conciencia de ser no solo servidores, sino hijos de Dios. En la perspectiva cristiana somos más que servidores de Dios; somos hijos suyos y esto cambia radicalmente las cosas. El servicio no queda excluido, pero queda situado en un horizonte mucho más alto y profundo. ¿Cómo sirve un hijo a su Padre?

 

2)   La asistencia del Espíritu en la relación con Dios y en el desarrollo de la misión. La manera de vivir, lo que hacemos tienen un sello especial, una característica peculiar: la fuerza, la orientación y la sabiduría propia del Espíritu de Dios. Pero ello reclama de nuestra parte docilidad al Espíritu, discernimiento y oración. ¿Qué tan conectados estamos a este Espíritu? ¿Somos dóciles a Él?

 

3)   Ser continuadores de la presencia de Dios en la sociedad en la que vivimos. El profeta – asistido por el Espíritu de Dios- lleva a cabo una misión especial: hace presente el amor de Dios y su deseo de justicia (nótese las veces que aparecen las palabras justicia y derecho (algunas traducciones hablan de justicia y rectitud).

 

La gran convicción de fondo es que el ser humano (por frágil que parezca), si se deja habitar por el Espíritu de Dios, puede llegar a ser el canal privilegiado por donde Dios actúa en la historia humana.

 

Practicar la justicia y dejarse conducir por el Espíritu de Dios consiste en abandonar toda clase de egoísmo para ir, en total libertad, al encuentro de los demás.

 

¿Qué tan justos y rectos somos? ¿Nos reconocemos como canal privilegiado por donde Dios busca desplegar su amor?

 

Cuando los primeros cristianos quisieron predicar a Jesucristo presentándolo como ‘el Mesías esperado’ -anunciado por los profetas- recurrieron a los textos antiguos y percibieron que lo que se decía en ellos se cumplía perfectamente en la persona de Jesús; por ello aplicaron a Jesús estos pasajes del Antiguo Testamento.

 

Jesús era Aquel en quien se cumplían las Escrituras Sagradas. Así, retomando este pasaje del profeta Isaías, los primeros cristianos (entre ellos los evangelistas) predicaban aquello de lo cual estaban convencidos: Jesús es el siervo de Dios, Aquel en quien Dios ha puesto la plenitud de su Espíritu para instaurar en el mundo la justicia… Aquel en quien Dios ha realizado una nueva alianza con la humanidad y hace llegar su luz a todas las naciones.

   

Para quienes creemos en Jesucristo, hay una gran alegría, contamos con su luz para iluminar nuestro camino y para irradiar claridad allí donde estemos. ¿Nos situamos en esta perspectiva?

 

  

Hechos de los Apóstoles 10,34-38

Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo

 

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: "Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él."

 

 

Con el libro de los hechos de los Apóstoles (escrito por san Lucas) nos situamos ya en una perspectiva específicamente cristiana. Los primeros cristianos -representados por la palabra de Pedro en el relato de hoy – tienen claro lo que deben hacer: tener sus ojos y su atención fijos en Jesús de Nazaret, pues Él es el Mesías, el Maestro, el Salvador.

A través de la vida, obra y enseñanza de Jesús, Pedro da testimonio de algunos aprendizajes fundamentales para todo creyente cristiano:

 

1.     Dios acepta a quien lo respeta y ama (en lenguaje bíblico, a quien lo teme y practica la justicia), sea de la nación que sea. Ya el problema no es si se pertenece a un pueblo, a una nación, a una raza, a una clase social, sino si nuestro corazón está existencialmente unido al corazón de Dios y si hay un compromiso serio con la misericordia y con la justicia.

 

2.     Dios envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo. Pero este Jesucristo ya no es solo para los israelitas. Es para toda la humanidad. Lo que Jesús nos revela y nos propone puede ser vivido en todo tiempo y cultura. Lo que Jesús nos enseña puede orientar la manera como los seres humanos vivimos nuestro paso por la historia. Corresponde a la Iglesia vivirlo fielmente y mostrarlo sin distorsionarlo. Corresponde a la humanidad tomar postura frente a Él. 

 

3.     Que la cosa empezó en Galilea pero está destinada a llegar a toda la humanidad. Esa ‘cosa’ de que habla san Lucas es la gran revelación que Dios ha hecho de sí mismo y de su plan salvador, en la persona de Jesús de Nazaret. Pero eso que ha comenzado en Galilea se extiende por todo el mundo.  Por eso, al comenzar el libro de los Hechos, su autor nos recuerda lo que dijo Jesús a sus Apóstoles: “…cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.”  (Hechos 1, 8)

 

4.     Que Jesús de Nazaret fue ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él. Esa misma misión la tiene la Iglesia entera y cada cristiano en particular: pasar por el mundo haciendo el bien y luchando contra el mal. Lo podrán hacer si permanecen unidos a Jesús y si – como Jesús – se dejan habitar y guiar por el Espíritu Santo.



Mateo 3,13-17

Apenas se bautizó Jesús, vio que el Espíritu de Dios se posaba sobre Él

 

En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole: "Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?" Jesús le contestó: "Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así lo que Dios quiere." Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Él. Y vino una voz del cielo que decía: "Este es mi hijo, el amado, mi predilecto."

 

 

Con el evangelista Mateo nos situamos delante de una de las 4 hermosas catequesis cristológicas con que cuenta el Nuevo Testamento. Cada evangelio es eso, una catequesis elaborada para presentar a los creyentes cristianos quién es Jesucristo y qué significado tiene Él – desde el punto de vista teológico y espiritual – para quienes lo siguen.

 

San Mateo nos sitúa frente al acontecimiento del bautismo del mismo Jesús. Este rito bautismal en el que Jesús participa es ante todo un acto de solidaridad amorosa del Hijo de Dios con toda la humanidad. El Hijo de Dios, que no requiere ser bautizado para que se le perdonen sus pecados, decide ser bautizado para revelar la inconmensurable cercanía de Dios a la humanidad.

 

Con toda razón Juan Bautista le dice: - Soy yo el que necesito que tú me bautices. Pero lo que Juan no ha comprendido en ese momento es que – desde la perspectiva de Jesús – de lo que se trata es de permitir que el amor misericordioso de Dios fluya plenamente y llegue a todos.

 

Con Jesús comienza algo nuevo: la creación de un hombre nuevo, de una humanidad nueva. Por esta razón el texto alude (acudiendo al relato del libro del Génesis) a la figura de la paloma. Con ello, el evangelista Mateo quiere afirmar que con Jesucristo y en Jesucristo Dios está operando una NUEVA CREACIÓN.

 

Veamos el texto en que se inspira Mateo:

 

“Después de cuarenta días, Noé abrió la ventana del arca que había hecho y soltó un cuervo, el cual estuvo volando de un lado a otro, esperando a que se secara la tierra. Luego soltó una paloma, para ver si las aguas que cubrían la tierra ya se habían retirado. Pero la paloma no encontró un lugar donde posarse, y volvió al arca porque las aguas aún cubrían la tierra. Noé extendió la mano, tomó la paloma y la metió consigo en el arca. Esperó siete días más y volvió a soltar la paloma fuera del arca. Caía la noche cuando la paloma regresó, trayendo en su pico una ramita de olivo recién cortada. Así Noé se dio cuenta de que las aguas habían bajado hasta dejar la tierra al descubierto. Esperó siete días más y volvió a soltar la paloma, pero esta vez la paloma ya no regresó” (Gén 8,6-12)

 

  • El diluvio había acabado con todo.

 

  • Solo los vivientes que estaban en el arca podían comenzar una nueva fase de la historia humana.

 

  • Las condiciones para el desarrollo de la vida (en el primer vuelo de la paloma) aún no estaban dadas.

 

  • La espera es necesaria. El número 7 (que indica plenitud y perfección) es importante en el mensaje del texto: esperó Noé siete días.

 

  • Las condiciones para el desarrollo de la vida (en el segundo vuelo de la paloma) estaban dadas…una nueva creación era posible.

 

Ahora entendemos mejor el texto de san Mateo: “Apenas se bautizó Jesús se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre Él.” Mateo quiere decir que en Jesús y por Él, Dios inicia una NUEVA CREACIÓN. Jesús es el Hijo amado de Dios y, al mismo tiempo, es el tipo de ser humano que Dios desea, por eso puede exclamar: “Este es mi hijo, el amado, mi predilecto.” Es a esto a lo que estamos llamados. Este es el proyecto de vida que se nos propone a los cristianos. Es esto lo que está a la base de la experiencia de ser BAUTIZADOS.

 

En realidad, el evangelio de Mateo busca insistir (desde la persona de Jesús de Nazaret) en la obediencia a la voluntad de Dios. Obediencia vivida en el espíritu de filiación. No se trata de obedecerle a un capataz, a un jefe cualquiera, sino al Padre amoroso. El bautismo, vivido conscientemente, tiene como objetivo hacer la voluntad de Dios.  Es en la vivencia de esta obediencia que el creyente se realiza plenamente como humano y expresa su auténtica piedad. 

 

“Por desgracia, en la actualidad el bautismo (para muchos) se ha limitado al mero rito religioso, desligándolo de la vida y la experiencia de fe de la persona creyente. Se ha olvidado que el bautismo es un hecho fundamental del ser cristiano, pues tendría que ser la expresión de la opción fundamental de la persona, opción que toma a la luz del ejemplo de Jesús y por la que se compromete a ser cristiano.” (Servicios koinonia)

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…

 

 

Salmo 28

El Señor bendice a su pueblo con la paz.

 

Hijos de Dios, aclamad al Señor, / aclamad la gloria del nombre del Señor, / postraos ante el Señor en el atrio sagrado. R.

 

La voz del Señor sobre las aguas, / el Señor sobre las aguas torrenciales. / La voz del Señor es potente, / la voz del Señor es magnífica. R.

 

El Dios de la gloria ha tronado, / en su templo un grito unánime: "¡Gloria!" / El Señor se sienta por encima del aguacero, / el Señor se sienta como rey eterno. R.

 


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