En Defensa de la Fe


¿Es Francisco un verdadero Papa?

¿Puede Francisco ser un verdadero Papa cuando los 10 años que lleva ocupando la Silla de Pedro, se han caracterizado por sus constantes herejías? Cualquier católico que con corazón sincero analice lo que este hombre ha dicho o hecho durante este tiempo, podrá sacar su propia conclusión.


Para los que aún mantienen la venda puesta o para los que dudan en quitársela, presentamos a continuación la traducción libre de una intervención de Monseñor Carlo Maria Vigano, emitida un día antes (octubre 3 de 2023) de que Francisco diera inicio a la reunión programada del infame “Sínodo sobre la Sinodalidad”.



De dicha intervención tomamos como abrebocas el siguiente aparte:


<<Bergoglio es un hereje y descaradamente hostil a la Iglesia de Cristo. Para llevar a cabo la tarea que le asignó la “Iglesia profunda”, mantuvo ocultas sus posiciones más extremas, a fin de lograr un número suficiente de votos en el Cónclave (de 2013).


Para asegurarse una obediencia total, los que urdieron el plan se aseguraron de que fuese ampliamente chantajeable, como siempre ocurre. Y una vez elegido, Bergoglio pudo mostrarse tal como es y comenzar la demolición de la Iglesia y del Papado.


Todos los actos de gobierno y magisteriales de Francisco se han desarrollado en una dirección diametralmente opuesta al mandato petrino: ha adulterado y sigue adulterando el Depósito de la Fe, ha creado confusión y engañado a los fieles, ha dispersado el rebaño, ha declarado que considera la evangelización de los pueblos como "un solemne disparate", y ha abusado sistemáticamente del poder papal para desatar lo que no se puede desatar y para atar lo que no se puede atar>>.



Francisco preside la adoración de la pachamama en los jardines del VaticanoFrancisco preside la adoración de la pachamama en los jardines del Vaticano



VITIUM CONSENSUS (el vicio del principio de consentimiento)

Por sus frutos los conoceréis.

¿Recoge alguien uvas de los espinos, o higos de los cardos?

Así, todo árbol bueno da frutos buenos, y el árbol podrido da frutos malos.

Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol podrido puede dar frutos buenos.

Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego.

Por tanto, por sus frutos los conoceréis.

San Mateo 7,16-20



En esta intervención no trataré de dar respuestas, sino de plantear una pregunta impostergable, para que los obispos, el clero y los fieles veamos con claridad la gravísima apostasía en curso como un hecho totalmente inédito, que no puede resolverse, en mi opinión, recurriendo a nuestras habituales categorías de juicio y acción.



La evidencia del "problema Bergoglio”

La proliferación de declaraciones y comportamientos completamente ajenos a lo que se espera de un Papa (y, de hecho, en contraste con la Fe y la Moral de las que el papado es guardián) ha llevado a muchos fieles y a un número cada vez más elevado de obispos a tomar nota de algo que hasta hace algún tiempo parecía inaudito: el Trono de Pedro está ocupado por una persona que abusa de su poder, utilizándolo para fines opuestos a aquellos para los que Nuestro Señor lo instituyó.


Algunos dicen que Jorge Mario Bergoglio es manifiestamente herético en cuestiones doctrinales, otros que es tiránico en materia de gobierno, otros consideran inválida su elección por las múltiples anomalías de la renuncia de Benedicto XVI y la elección de quien ocupó su lugar.


Estas opiniones (en mayor o menor grado sustentadas con pruebas o fruto de especulaciones que no siempre se pueden compartir) confirman, sin embargo, una realidad que ya es incontestable. Y es esta realidad, en mi opinión, la que constituye un punto de partida común para intentar remediar la desconcertante y escandalosa presencia de un Papa que se presenta con ostentosa arrogancia como inimicus Ecclesiæ (un enemigo de la Iglesia), y que actúa y habla como tal. Un enemigo que, precisamente porque ocupa el Trono de Pedro y abusa de la autoridad papal, es capaz de infligir un golpe terrible y desastroso, como jamás ha podido causar ningún enemigo externo en toda la historia de la Iglesia.


Los peores perseguidores de cristianos, los más feroces adeptos de las logias masónicas y los más desenfrenados heresiarcas nunca antes habían logrado, en tan poco tiempo y con tanta eficacia, devastar la Viña del Señor, escandalizar a los fieles, asquear a los ministros, desacreditar su autoridad y su voz dogmática ante el mundo, al tiempo que demoler el Magisterio, la Fe, la Moral, la Liturgia y la disciplina.


Es Inimicus Ecclesiæ (un enemigo de la Iglesia), no solo con respecto a los miembros del Cuerpo Místico, a los que desprecia y ridiculiza (no cesa de lanzar epítetos venenosos contra el Cuerpo Místico), persigue y golpea, sino también con respecto a su Cabeza, Jesucristo. La autoridad de Bergoglio no es ejercida de modo vicario (en representación de Jesucristo), en cuyo caso debería estar en consonancia con el Depositum Fidei (el Depósito de la Fe), sino por el contrario de modo autorreferencial y es, por lo tanto, tiránica.


La autoridad del Romano Pontífice deriva, en efecto, de la Suprema Autoridad de Cristo, de la que participa, siempre dentro de los límites y en el ámbito de los fines que el Divino Fundador ha establecido de una vez para siempre, y que ningún poder humano puede modificar.


Siendo evidente que Bergoglio es ajeno al cargo que ocupa, esto se convierte en un hecho doloroso y muy grave; más sin embargo, tomar conciencia de esta realidad es la premisa indispensable para remediar una situación insostenible y desastrosa.



Agere sequitur esse (sus hechos muestran lo que es)

En estos diez años de su "pontificado" hemos visto a Bergoglio hacer todo lo que nunca se esperaría de un Papa, y viceversa hacer todo lo que haría un heresiarca o un apóstata.


Ha habido ocasiones en que estas acciones han parecido manifiestamente provocadoras, como si con sus declaraciones o ciertos actos de gobierno quisiera deliberadamente despertar la indignación del cuerpo eclesial e incitar a sacerdotes y fieles a reaccionar, para darle el pretexto de declararlos cismáticos. Pero esta estrategia, ha quedado ahora al descubierto, porque se ha llevado a cabo con demasiada arrogancia y en ámbitos en los que ni siquiera los católicos moderados están dispuestos a transigir.


Los escándalos sexuales del clero, y en particular la respuesta de la Santa Sede a la lacra de la corrupción moral de cardenales y obispos, han mostrado una vergonzosa disparidad de trato entre los que pertenecen al llamado "círculo mágico" de Bergoglio y los que él considera sus adversarios. El reciente caso de Marko Rupnik pone en evidencia a quien ejerce el poder como un déspota, legibus solutus (por encima de la ley) que se considera libre de actuar, sin rendir cuentas de ninguno de sus actos.


Sucede a menudo que las consecuencias de las decisiones tomadas personalmente por el argentino se trasladan luego a sus subordinados, quienes se ven después acusados y desacreditados por actos de los cuales no son responsables.


Pienso, por ejemplo, en el caso del edificio londinense en el que intervinieron funcionarios de la Secretaría de Estado, mientras el contrato de compraventa llevaba el sello oficial.


Pienso en el vergonzoso manejo del caso Rupnik, el cual además de haber rehabilitado a un criminal responsable de crímenes horrendos y despreciado a las numerosas víctimas, desacreditó al antiguo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Ladaria.


Pienso en el caso McCarrick el cual, con la farsa de un procedimiento administrativo secreto, fue liquidado precipitadamente, sin ninguna indemnización a las víctimas y declarado cosa juzgada de manera inapelable.


Y la lista sigue y sigue.


Sigue siendo evidente que los desgraciados que colaboran voluntaria o involuntariamente con Bergoglio se ven arrojados por la borda en cuanto la prensa descubre los escándalos vaticanos.


Muchos se están dando cuenta de este cínico comportamiento utilitarista, que de hecho los lleva a declinar nombramientos y ascensos, precisamente para no encontrarse en el incómodo papel de convertirse después en chivos expiatorios.



Derribar el muro de silencio

El silencio del Episcopado ante el disparate bergogliano confirma que el autoritarismo autorreferencial de Bergoglio ha encontrado obediencia servil en casi todos los obispos, aterrorizados ante la idea de ser objeto de las represalias del vengativo y despótico sátrapa de Santa Marta (Francisco habita en dicha residencia).


Algunos obispos diocesanos empiezan a no tolerar más su acción devastadora, la cual socava la autoridad y la credibilidad de la Iglesia entera.


Monseñor Joseph Strickland, por ejemplo, ha reiterado encomiablemente verdades doctrinales inmutables que el Sínodo sobre la sinodalidad de los próximos meses se dispone a demoler. Y el cardenal Gerard Ludwig Müller ha recordado con razón que el Señor no dio poder al Papa para intimidar a los buenos obispos.


Algo, por tanto, empieza a cambiar: los alineamientos van tomando forma, y vemos por un lado la "iglesia sinodal" de Bergoglio (a la que él llama emblemáticamente "nuestra iglesia") y por el otro lo que queda de la Iglesia católica, hacia la que no deja de mostrar reiteradamente que es completamente ajeno.



La sanatio in radice (solución de raíz) de las irregularidades en el cónclave de 2013

Monseñor Athanasius Schneider sostiene que las irregularidades que se hubiesen podido producir en el Cónclave de 2013 fueron subsanadas in radice (de raíz) por el hecho de que Jorge Mario Bergoglio fue reconocido como Papa por los cardenales que participaron en la elección, por el episcopado y por la mayoría de los fieles. Desde el punto de vista práctico, el argumento es que, independientemente de los acontecimientos que hayan podido conducir a la elección de un Papa (con o sin intromisión externa en dicha elección), la Iglesia, en un sentido práctico, establece un límite de tiempo más allá del cual no es posible impugnar una elección si la persona elegida es aceptada por el pueblo cristiano.


Sin embargo, esta tesis queda en entredicho por cuenta de un precedente histórico:


En 1378, tras la elección del Papa Urbano VI, la mayoría de los cardenales, prelados y el pueblo (desconocieron a Urbano VI y) reconocieron a Clemente VII como Papa, aunque este último era en realidad un antipapa: trece de los dieciséis cardenales habían cuestionado la validez de la elección del Papa Urbano debido a la amenaza de violencia del pueblo romano contra el Sacro Colegio; incluso los pocos partidarios de Urbano VI se retractaron de manera inmediata de su elección y convocaron un nuevo Cónclave en Fondi, en el cual fue elegido el antipapa Clemente VII. Incluso San Vicente Ferrer estaba convencido de que Clemente VII era el verdadero Papa, mientras que Santa Catalina de Siena se puso del lado de Urbano VI. Entonces, si el consenso universal fuese un argumento indefectiblemente válido para la legitimidad de un papa, Clemente VII habría tenido derecho a ser considerado el verdadero Papa y no Urbano VI. El antipapa Clemente VII fue derrotado por el ejército de Urbano VI en la batalla de Marino en 1379 y trasladó su sede a Aviñón, dando lugar al Cisma de Occidente. Dicho cisma duró treinta y nueve años. De tal manera vemos que el argumento de la aceptación universal (esgrimido por Moseñor Scheneider) no resiste la prueba de la historia.



La via tutior (vía más segura) de Monseñor Schneider

Monseñor Athanasius Schneider nos recuerda que la via tutior, o vía más segura, consiste en no obedecer a un papa herético, sin tener necesariamente que considerarlo ipso facto removido de su cargo, separado de la Iglesia y, por lo tanto, incapaz de ser su cabeza (así es como lo considera san Roberto Belarmino). Más sin embargo esta solución (la cual al menos reconoce que Bergoglio es un hereje) no me parece decisiva, ya que la obediencia que los fieles pueden negarle es solo marginal comparada con todos los actos de gobierno y magisterio que Bergoglio ha realizado y sigue realizando sin que sus súbditos puedan hacer nada al respecto.


Claro que es posible llegar a organizar la celebración clandestina de la Misa católica, pero ¿qué puede hacer un sacerdote o un laico cuando un grupo subversivo de obispos, maniobrados por Bergoglio, está disponiendose a introducir cambios doctrinales inaceptables a través del Sínodo sobre la Sinodalidad? ¿Y qué van a poder hacer cuando en sus parroquias una diaconisa empiece a bendecir las "bodas" de dos sodomitas?


Ciertamente, desobedecer las órdenes ilegítimas de un superior herético o apóstata es un deber en extremo fundamental, puesto que la obediencia a Dios es anterior a la obediencia a los hombres, y porque la virtud de la Obediencia está jerárquicamente subordinada a la virtud teologal de la Fe. No obstante, el consiguiente daño al cuerpo eclesial no se evita tan solo con una acción de simple resistencia: hay que resolver la raíz del problema.



El vicio del principio de consentimiento en la asunción del papado

Entonces, partiendo del hecho de que Bergoglio es un hereje (y su encíclica Amoris Lætitia o su declaración acerca de la inmoralidad intrínseca de la pena capital bastarían para demostrarlo), debemos preguntarnos si la elección de 2013 estuvo de algún modo invalidada por un vicio del principio de consentimiento (por parte de los que votaron a favor de su elección): en otras palabras, si el elegido quiso en verdad convertirse en Papa de la Iglesia católica o, por el contrario, en la cabeza de lo que él llama "nuestra iglesia sinodal" (la cual nada tiene que ver con la Iglesia de Cristo precisamente porque se erige como algo distinto a ella).


En mi opinión, este vicio del principio de consentimiento también se ve reflejado en el comportamiento de Bergoglio, el cual es ostentosa y consistentemente anticatólico y heterodoxo con respecto a la esencia misma del papado. No hay acción de este hombre que no tenga descaradamente el aire de ruptura con respecto al gobierno y al Magisterio de la Iglesia, y a esto se añaden las posiciones por él adoptadas, las cuales son todo menos inclusivas hacia los fieles que no tienen la intención de aceptar innovaciones arbitrarias, o peor aún, auténticas herejías.


La cuestión de fondo consiste en comprender el plan subversivo de la “Iglesia profunda” que, utilizando los métodos denunciados en su momento por San Pío X (Papa entre 1903 y 1914) respecto del “Modernismo” (considerado por San Pío X como “la síntesis de todas las herejías”) y de sus seguidores, se ha organizado para dar un golpe de estado en el seno de la Iglesia y llevar al profeta del Anticristo al Trono de Pedro.


La mens rea (intención criminal) de infiltrarse en la Jerarquía y ascender en sus filas se ha hecho evidente, como fue evidente que los planes de la facción ultra progresista no podían detenerse luego de prescindir de Benedicto XVI, a quien consideraban demasiado conservador, y a quien odiaban sobre todo porque se había atrevido a promulgar el Motu Proprio Summorum Pontificum (el cual primordialmente dejó claro que la Misa tradicional nunca había dejado de existir).


Por ello presionaron a Benedicto XVI para que dimitiera, y ya tenían preparado al desconocido arzobispo de Buenos Aires (en aquel momento, cardenal Jorge Mario Bergoglio, hoy Francisco).


El 11 de octubre de 2013, en una conferencia en la Universidad de Villanova, el entonces cardenal McCarrick, viejo amigo de Bergoglio, reveló que la elección de Bergoglio era supremamente deseada por un "caballero italiano muy influyente", un emisario del Estado profundo a la Iglesia profunda: quienes trabajan en la Curia romana conocen bien a quién se le denomina "el caballero" por antonomasia y cuáles son sus vínculos con el poder en ambos lados del Tíber [el Vaticano y el Gobierno italiano], y también conocen sus embarazosas aficiones las cuales explican sus estrechas conexiones con el lobby homosexual vaticano. También es significativo el que McCarrick hubiese dicho que estaba convencido de que Bergoglio "cambiaría el papado en el lapso de cuatro años", confirmando la maliciosa intención de alterar la divina e irreformable institución de la Iglesia.


Observar a Bergoglio participar en un evento patrocinado por la Fundación Clinton (septiembre 18 de 2023), luego de recibir otros avales no menos escandalosos provenientes de la élite globalista, confirman su papel de liquidador de la Iglesia, con el propósito de (contribuir) al establecimiento de la “Religión de la Humanidad” que servirá de sierva de la sinarquía del Nuevo Orden Mundial.


Ecumenismo, ecologismo, vacunas, inmigración, ideología LGBTQ+ y de género, y otras instancias de la religión globalista son hechas propias por Bergoglio, no solo mediante una acción de ostentoso y orgulloso apoyo a los proponentes de la Agenda 2030, sino también merced a la demolición sistemática de aquello que oponga dentro del Magisterio, y a la persecución despiadada contra quienes expresen su asombro así sea moderado.


Bergoglio es un hereje y descaradamente hostil a la Iglesia de Cristo. Para llevar a cabo la tarea que le asignó la “Iglesia profunda”, mantuvo ocultas sus posiciones más extremas, a fin de lograr un número suficiente de votos en el Cónclave (de 2013).


Para asegurarse una obediencia total, los que urdieron el plan se aseguraron de que fuese ampliamente chantajeable, como siempre ocurre. Y una vez elegido, Bergoglio pudo mostrarse tal como es y comenzar la demolición de la Iglesia y del Papado.


Pero, ¿es posible que un Papa destruya el papado que él mismo encarna y representa? ¿Es posible para un Papa devastar la Iglesia que el Señor le ha confiado para que la defienda? Y de nuevo: si la participación de un cardenal en el cónclave tiene una intención maliciosa, si pretende un acto subversivo contra la Iglesia, si el objetivo es cometer un delito, entonces, aunque aparentemente se respeten los procedimientos y las normas de la elección, existe indudablemente una mens rea (intención criminal). Y tal intención criminal se desprende de la astucia con la que los cardenales cómplices del complot colaboraron para engañar a los cardenales que votaron de buena fe.


Me pregunto, entonces: ¿no estamos en presencia de un vicio del principio de consentimiento lo cual afecta la validez de la elección?


Esto sin hablar acerca de que la coexistencia de un Papa renunciante y de un Papa reinante ya es en sí misma un elemento que nos lleva a pensar que los que lo eligieron tenían un falso concepto de la esencia del papado, considerándolo como un rol que pude ser compartido con otros.


No olvidemos que la distinción entre munus (función, cargo) y ministerium (ministerio) es arbitraria y que no puede haber un Papa que se dedique al "ministerio de la oración" (a lo que supuestamente se dedicó BenedictoXVI luego de su renuncia) y otro Papa que gobierne (si al caso pudiésemos afirmar que Francisco se dedicó a ello en estos 10 años).


Cristo es Uno; la Iglesia es una; y solo hay un Sucesor de Pedro: un cuerpo con dos cabezas es un monstruo que repugna a la naturaleza incluso antes de la constitución divina de la Iglesia.



Posibles objeciones

Algunos podrían objetar, diciendo:


“A pesar de que Bergoglio hubiese actuado con malicia, aun así, aceptó lo que los cardenales le ofrecieron, es decir el que lo hubiesen elegido como obispo de Roma y, por consiguiente, como Romano Pontífice. Por lo tanto, asumió el cargo y debe ser considerado Papa”.


Yo creo, en cambio, que su aceptación del papado está invalidada por el hecho de que Bergoglio concibió el papado como algo distinto de lo que es en esencia. Es como un cónyuge que se casa por la Iglesia, pero excluye de su intención los fines específicos del matrimonio; esto hace que el matrimonio sea nulo, precisamente por haberse violado el principio de consentimiento.


Y no solo es eso: ¿qué conspirador que actúa maliciosamente para acceder a un cargo sería tan ingenuo como para explicar a quienes deben elegirlo que pretende ser Papa para luego dedicarse a cumplir las órdenes de los enemigos de Dios y de la Iglesia?... “Buenos días. Soy Jorge Mario Bergoglio y pretendo destruir la Iglesia si me eligen Papa. ¿Van a votar por mí, cierto?


La mens rea (intención criminal) reside precisamente en el uso del engaño, el disimulo, la mentira, la deslegitimación de los opositores molestos y la eliminación de los peligrosos.


Y la prueba de que Bergoglio pretendía llevar a cabo el plan criminal de la élite globalista la tenemos ante nuestros ojos:  todos los propósitos hechos manifiestos por John Podesta (mano derecha de Hillary Clinton) en sus correos electrónicos, han sido o están siendo llevados a cabo:


Desde la adopción de la igualdad de género como premisa para el sacerdocio femenino hasta la inclusión LGBTQ+; desde la aceptación de la teoría de género hasta la participación en la Agenda 2030 sobre el cambio climático; desde la condena del "proselitismo" (del cumplimiento del Mandato del Señor de ir por todo el mundo a predicar el Evangelio) hasta la exaltación de la inmigración (desordenada) como método de sustitución étnica. Y al mismo tiempo, la remoción y la condena de “la otra Iglesia”, la "preconciliar", compuesta por “rígidos intolerantes”, empezando por “el primer rígido e intolerante”, Nuestro Señor mismo, tal como lo escribió blasfemamente Antonio Spadaro.


Y con la “cultura de la cancelación” aplicada a la Fe y a la Moral, está también la supresión de la Misa (tradicional) la cual intrínsecamente pertenece a “esa Iglesia”, la cual Bergoglio considera en conflicto con la "nueva eclesiología", hasta el punto de prohibirla por considerarla incompatible con su "iglesia sinodal".


Así que aquí estoy… tirando la proverbial piedra al estanque.


Me gustaría que tomásemos en serio, muy en serio, la posibilidad de que Bergoglio hubiese pretendido lograr su elección mediante fraude, y que hubiese pretendido abusar de la autoridad concedida al Romano Pontífice, para hacer exactamente lo contrario de lo que Jesucristo dio como mandato a San Pedro y a sus Sucesores: confirmar a los fieles en la Fe Católica, apacentar y gobernar el Rebaño del Señor, predicar el Evangelio a las naciones.


Todos los actos de gobierno y magisteriales de Bergoglio (desde su primera aparición en la logia vaticana, cuando se presentó con su inquietante, "Buenas noches") se han desarrollado en una dirección diametralmente opuesta al mandato petrino: ha adulterado y sigue adulterando el Depositum Fidei (el Depósito de la Fe), ha creado confusión y engañado a los fieles, ha dispersado el rebaño, ha declarado que considera la evangelización de los pueblos como "un solemne disparate", y ha abusado sistemáticamente del poder papal para desatar lo que no se puede desatar y para atar lo que no se puede atar.


Esta situación es humanamente irremediable, porque las fuerzas en juego son inmensas y porque la corrupción del principio de autoridad no puede ser sanada por quienes están sometidos a ella. Debemos tomar nota de que la metástasis de este "pontificado" tiene su origen en el cáncer conciliar, en el Concilio Vaticano II, que creó las bases ideológicas, doctrinales y disciplinarias que inevitablemente tenían que conducir a este punto.


Pero, ¿cuántos de mis compañeros en el clero, que también reconocen la gravedad de la crisis actual, tienen la capacidad de reconocer este nexo causal entre Bergoglio y la revolución conciliar, con sus consecuencias extremas?



Conclusión

Si esta passio Ecclesiæ (pasión de la Iglesia) es un preludio del fin de los tiempos, es nuestro deber prepararnos espiritualmente para momentos de gran tribulación y de verdadera y personal persecución. Pero será precisamente recorriendo la Vía Dolorosa de la Cruz la forma como el cuerpo eclesial podrá purificarse de la suciedad que lo desfigura y merecer la ayuda sobrenatural que la Providencia reserva a la Iglesia en los momentos de prueba: donde abunda el pecado, sobreabunda aún más la gracia.


Monseñor Carlo Maria Vigano






Oramos a Dios Uno y Trino, por intercesión de la Santísima Virgen, que los que aún mantienen la venda puesta o los que dudan en quitársela, puedan retirársela y ver con claridad la crisis por la que atraviesa la Iglesia por cuenta de Francisco, un falso pastor, y encuentren el camino de vuelta hacia la Iglesia de siempre, con su Misa de siempre y con sus sacramentos de siempre. Gloria ti Señor, por los siglos de los siglos. Amén.




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