«Todos hemos sido creados para alcanzar el Cielo y disfrutar de Dios para siempre».
Esto es lo que confirma un sacerdote que vio el Cielo, el Infierno y el Purgatorio, durante el tiempo en que permaneció medicamente muerto. Este es un extracto de su testimonio:
«Nací el 16 de julio de 1949 en Kerala, India, de mis padres, José y Teresa Maniyangat...
A los catorce años, ingresé en el Seminario Menor de Santa María, en Thiruvalla, para comenzar mis estudios de sacerdocio... Tras completar los siete años de filosofía y teología, fui ordenado sacerdote el 1 de enero de 1975 para servir como misionero en la diócesis de Thiruvalla.
El domingo 14 de abril de 1985... iba a rezar la Santa Misa en una iglesia de la misión, en el norte de Kerala y tuve un accidente mortal.
Iba en moto cuando me chocó de frente un jeep conducido por un hombre que estaba ebrio después de participar en una fiesta hindú. Me llevaron de urgencia a un hospital situado a unos 56 km.
Por el camino, mi alma se desprendió de mi cuerpo y experimenté la muerte. Inmediatamente, me encontré con mi Ángel de la Guarda. Vi mi cuerpo y a las personas que me llevaban al hospital. Los oí llorar y rezar por mí.
En ese momento mi ángel me dijo: "Voy a llevarte al Cielo, el Señor quiere reunirse y hablar contigo". También me dijo que, de camino, me iba a mostrar el Infierno y el Purgatorio.
En primer lugar, el ángel me acompañó al Infierno. Era un espectáculo espantoso. Vi a Satanás y a los demonios, un fuego inextinguible, como si fuese de unos 2000 grados Fahrenheit, gusanos que se arrastraban, gente que gritaba y luchaba, otros que eran torturados por demonios.
El ángel me dijo que todos estos sufrimientos se debían a los pecados mortales que estas almas habían cometido y de los cuales no se habían arrepentido.
Entonces, comprendí que hay siete grados o niveles de sufrimiento, según el número y los tipos de pecados mortales cometidos en sus vidas terrenales.
Las almas tenían un aspecto muy feo, cruel y horrible. Fue una experiencia aterradora.
Vi a personas que conocía, pero que no se me permite revelar sus identidades. Los pecados que les condenaban eran principalmente el aborto, la homosexualidad, la eutanasia, el odio, la falta de perdón y el sacrilegio.
El ángel me dijo que, si se hubieran arrepentido, habrían evitado el Infierno y habrían ido en cambio al Purgatorio.
También comprendí que algunas personas que se arrepienten de estos pecados pueden ser purificadas en la Tierra a través de sus sufrimientos. Así pueden evitar el Purgatorio e ir directamente al Cielo.
Me sorprendí cuando vi en el Infierno incluso a sacerdotes y obispos, algunos de los cuales nunca esperé ver. Muchos de ellos estaban allí porque habían engañado a sus fieles con falsas enseñanzas y mal ejemplo.
Después de la visita al Infierno, mi Ángel de la Guarda me acompañó al Purgatorio.
Aquí también hay siete grados de sufrimiento y fuego inextinguible. Pero es mucho menos intenso que en el Infierno y no hay riñas ni peleas.
El principal sufrimiento de estas almas es su separación de Dios.
Algunos de los que están en el Purgatorio cometieron numerosos pecados mortales, pero se reconciliaron con Dios antes de su muerte. Aunque estas almas sufren, gozan de paz y de la certeza de que un día verán a Dios cara a cara.
Tuve la oportunidad de comunicarme con las almas del Purgatorio. Me pidieron que rezara por ellas y que dijera a la gente que rezara también por ellas, para que pudieran ir al Cielo más rápidamente.
Cuando recemos por estas almas, recibiremos de ellas su gratitud a través de las oraciones de estas (por nosotros), y una vez que entren en el Cielo, sus oraciones (por nosotros) serán aún más meritorias.
Me resulta difícil describir lo hermoso que es mi Ángel de la Guarda. Es radiante y luminoso. Es mi compañero constante y me ayuda en mi ministerio... Experimento su presencia dondequiera que voy y agradezco su protección en mi vida diaria.
A continuación, mi ángel me acompañó al Cielo, pasando por un gran túnel blanco deslumbrante.
Nunca había experimentado tanta paz y alegría en mi vida.
Inmediatamente el Cielo se abrió y oí la música más bella que jamás había escuchado.
Los ángeles cantaban y alababan a Dios. Vi a todos los santos, especialmente a la Santísima Virgen y a San José, y a muchos santos obispos y sacerdotes fieles, que brillaban como estrellas.
Y cuando me presenté ante el Señor, Jesús me dijo: "Quiero que vuelvas al mundo... Caminarás en tierra extranjera y hablarás en lengua extranjera. Todo es posible para ti con Mi gracia".
Después de estas palabras, la Virgen me dijo: "Haz todo lo que Él te diga. Yo te ayudaré en tu ministerio".
No hay palabras para expresar la belleza del Cielo.
Allí encontramos tanta paz y felicidad, que supera un millón de veces nuestra imaginación.
Nuestro Señor es mucho más bello que lo que cualquier imagen puede transmitir. Su rostro es radiante y luminoso y más bello que mil soles nacientes. Las imágenes que vemos en el mundo son solo una sombra de Su magnificencia.
La Virgen estaba junto a Jesús. Era tan hermosa y radiante. Ninguna de las imágenes que vemos en este mundo puede compararse con Su belleza real.
El Cielo es nuestro verdadero hogar.
Todos hemos sido creados para alcanzar el Cielo y disfrutar de Dios para siempre.
Entonces, volví al mundo con mi ángel.
Mientras mi cuerpo estaba en el hospital, el médico completó todos los exámenes y me declararon muerto. La causa de la muerte fue una hemorragia. Avisaron a mi familia y, como se encontraban lejos, el personal del hospital decidió trasladar mi cadáver a la morgue.
Como el hospital no tenía aire acondicionado, les preocupaba que el cuerpo se descompusiera rápidamente.
Mientras trasladaban mi cadáver a la morgue, mi alma volvió al cuerpo.
Sentí un dolor atroz a causa de las múltiples heridas y huesos rotos.
Empecé a gritar, y entonces la gente se asustó y huyó gritando. Uno de ellos se acercó al médico y le dijo: "El cadáver está gritando".
El médico vino a examinar mi cadáver y encontró que estaba vivo. Entonces, dijo: "¡El Padre está vivo, es un milagro! Llévenlo al hospital".
De vuelta al hospital, me hicieron transfusiones de sangre y me llevaron al quirófano para reparar los huesos rotos. Me operaron la mandíbula inferior, las costillas, el hueso de la pelvis, las muñecas y la pierna derecha.
Al cabo de dos meses me dieron de alta, pero el traumatólogo me dijo que no volvería a caminar.
Entonces le dije: "El Señor, que me devolvió la vida y me envió de vuelta al mundo, me sanará".
Una vez en casa, todos rezábamos por un milagro.
Todavía después de un mes, y con los yesos retirados, no era capaz de moverme.
Pero un día, mientras rezaba, sentí un dolor muy fuerte en la zona pélvica. Al poco rato el dolor desapareció por completo y oí una voz que decía: "Estás curado. Levántate y camina".
Sentí la paz y el poder curativo en mi cuerpo. Inmediatamente me levanté y caminé. Alabé y di gracias a Dios por el milagro.
Volví donde mi médico con la noticia de mi curación y este se quedó asombrado. Me dijo: "Tu Dios es el Dios verdadero. Debo seguir a tu Dios".
El médico era hindú y me pidió que le enseñara acerca de la Iglesia. Después de estudiar la Fe, lo bauticé y se hizo católico.
Siguiendo el mensaje de mi Ángel de la Guarda, llegué a los Estados Unidos el 10 de noviembre de 1986 como sacerdote misionero... ».
Padre José Maniyangat
Notas del editor:
La película, “Purgatorio, entre el Cielo y la Tierra”, explora el mismo tema de esta reflexión (“El Cielo es nuestro verdadero Hogar”), con un énfasis en la realidad del Purgatorio, y por eso la recomendamos. Se estrenó en España el 10 de marzo de 2023 y en Latinoamérica lo hará el 23 y el 30 de marzo.
Es de vital importancia profundizar sobre esta realidad (“El Cielo es nuestro verdadero Hogar”). Por ello ponemos a disposición para su lectura, un libro maravilloso sobre el Dogma del Purgatorio.
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