Se preguntarán, ¿Dónde están los falsos profetas? ¿Quiénes son los falsos profetas?
La respuesta coge de sorpresa a más de uno. Comencemos por ubicarlos en medio de la falsa Iglesia creada a partir del mal llamado “Concilio” Vaticano II. Son aquellos obispos, sacerdotes y laicos que le hacen el juego, consciente o inconscientemente, a las herejías, a los “sacramentos” y a la “Misa”, surgidos del “Concilio”. Son aquellos que le hacen coro, consciente o inconscientemente, a Francisco y sus múltiples herejías. ¡Francisco no es un Papa verdadero!
Es que el objetivo último del “Concilio” fue desde su concepción destronar a Dios Nuestro Señor Jesucristo como Rey del Universo, y colocarlo, si al caso, al mismo nivel de los “dioses” de las demás “religiones”. Esto es lo que se llama “Ecumenismo”, “diálogo interreligioso”, indiferentismo religioso (las flagrantes herejías que se materializaron durante el “Concilio”, para destruir la verdadera Misa, los verdaderos Sacramentos, y en últimas la verdadera Iglesia Católica). El “Ecumenismo” se introdujo con el pretexto de la llamada “libertad religiosa” (la otra herejía que brota en el “Concilio”). El “Ecumenismo” y la “libertad religiosa” conforman la esencia de la herejía del "Modernismo" (herejía que el Papa San Pío X condenó en 1907 como “la síntesis de todas las herejías”).
En síntesis, el objetivo primario del “Concilio” ha sido sacar a Dios Todopoderoso del centro de la actividad humana, retirándolo de las mentes de los hombres, apartándolo de la vida de la familia, de la educación, de la cultura, por supuesto de la vida religiosa, y reemplazándolo por la figura del “hombre todopoderoso”.
También ubicamos los falsos profetas en medio de aquellos que trabajan o colaboran con la anticatólica ONU; entre los gobernantes de las naciones, quienes en su inmensa mayoría se han convertido en empleados del poder mundial; entre los magistrados y los miembros de los parlamentos, entre los estamentos gubernamentales de los países. El Dios verdadero, la Santísima Trinidad, ya no es el centro y razón de ser de los hombres y mujeres que están al frente de los destinos del mundo.
Así mismo encontramos los falsos profetas entre los periodistas y miembros de los medios de difusión, llámese prensa, radio, televisión, internet, medios digitales, redes sociales. Tales falsos profetas ya no tienen a la Santísima Trinidad como centro y razón de ser de su actividad.
Igualmente los hallamos entre los profesores académicos, a todo nivel. Por supuesto, Dios Nuestro Señor ya no es el centro de la educación del hombre y en cambio ha sido reemplazado por “el hombre”, en lo que se llama la educación “humanista” (el hombre es el centro). La Santísima Trinidad ya no es el verdadero Dios. Todos los “dioses” están al mismo nivel. Todas las “religiones” son igualmente válidas. El hombre es el que tiene “libertad” de decidir a que “dios” se acoge. En las mentes de los hombres se ha impregnado la idea de que la ciencia y los esfuerzos humanos son “todopoderosos”, “Dios no lo es”.
Y muy tristemente, los falsos profetas se encuentran entre los padres de familia, quienes muy seguramente, de manera inadvertida, le hacen juego a la “modernidad” corruptora y enseñan o pasivamente permiten que sus hijos se contaminen con la cultura anticatólica y anti Dios que impera en el mundo de hoy. En efecto, los padres de familia también patrocinan, sin darse cuenta, la educación que excluye a Dios de la vida y de las mentes de sus hijos y la reemplaza por “el mundo sin Dios”.
Aprovechemos la explicación que al respecto nos brinda a continuación Monseñor Fernando Altamira, para entender la gravedad del problema y cuidarnos de los falsos profetas o de convertirnos nosotros mismos, en un momento dado, en falsos profetas.
Así mismo, en la siguiente homilía, el Padre Pío Vásquez nos explica, entre otras cosas, cómo la herejía del “Ecumenismo”, que había sido condenada por todos los Papas antes de Juan XXIII, se infiltró en el mundo a través de “Concilio” y desde entonces ha sido el instrumento de los enemigos del Dios verdadero, de la Santísima Trinidad, para quitarlo como centro y razón de ser de la vida humana.
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