Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo de Resurreccion Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2016, corresponde al Domingo 27 de Marzo.
Celebrar la Resurrección es tener la osadía de creer que el amor es más poderoso que el mal, que el egoísmo y que la misma muerte. Es avivar la esperanza de que la vida, vivida como don y dedicada amorosamente al servicio, nos conducirá a la plenitud. Es lograr la claridad de que el valor fundamental es la VIDA, como Dios la ofrece, como Dios la propone.
Veamos las lecturas:
Hemos comido y bebido con Él después de su resurrección
En aquellos días, Pedro (en casa de Cornelio) tomó la palabra y dijo: "Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con Él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en Él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados."
Recordemos que la obra de Lucas (que consta de 2 tomos: el Evangelio y el libro de Hechos), aparece entre los años 80 y 90 d.C. Ya para este periodo la iglesia se encuentra en pleno desarrollo; ya está más organizada, pero comienzan a aparecer algunos predicadores poco ortodoxos, que crean confusión. En este ambiente, se requiere aportar a las comunidades criterios claros que les permitan discernir cuál es la verdad y buscar una adecuada vivencia (praxis) de la vida cristiana.
Por eso Lucas presenta, en el Evangelio, una radiografía pascual de Jesús, en la que se explicita su propuesta liberadora, su mensaje, su praxis de misericordia y su comprensión del Reino de Dios. Para completar su obra, escribe el segundo tomo (el libro de Hechos), en el que quiere resaltar: la formación de la iglesia, el proyecto de comunidad creyente que se busca, la importancia de la fraternidad hecha vida, la referencia permanente a la palabra (el testimonio de los Apóstoles), la docilidad al Espíritu Santo y la misión como tarea fundamental de la iglesia.
En este contexto concreto entendemos por qué Lucas nos propone esta catequesis que el apóstol Pedro desarrolla en casa del centurión romano Cornelio. Es el anuncio del evangelio a una familia pagana (con esto se afirma que la salvación de Dios es para todos).
¿Qué destacamos de este anunció de Pedro en casa de Cornelio?
Esta primera lectura insistirá en que Jesús pasó por este mundo dedicado a dos cosas:
Y subraya que todo esto fue posible porque permaneció unido a Dios y se dejó guiar por su Espíritu Santo. Esta es la propuesta que se nos hace nuevamente y es la opción que renovamos todos los cristianos al celebrar la Pascua.
Un elemento interesante de la lectura de hoy (y de todo el libro de los Hechos de los Apóstoles) es que los apóstoles hablan desde su experiencia y se identifican como testigos de Jesucristo. Estos dos elementos son claves para comprender la trascendencia que la celebración de la pascua cristiana tiene para la iglesia (y para cada creyente cristiano en particular):
Se trata, en primer lugar, de hacer nuestra propia experiencia. La experiencia de los apóstoles y de los cristianos que nos han precedido nos sirve de ayuda, de guía, de motivación pero no substituye nuestra propia experiencia. Cada seguidor(a) de Cristo debe hacer su propio camino. ¿En qué consiste mi experiencia de vida con Cristo?
Y, en segundo lugar, se trata de ser, hoy, – en la época y en la sociedad que nos correspondió – testigos de Jesucristo: El testigo comunica fielmente lo que ha vivido, lo que ha contemplado, lo que le ha sucedido… para que Jesucristo y lo que Él ha revelado (el amor de Dios) sean conocidos y – a su vez – otros puedan vivir su propia experiencia de Jesús. Este testimonio no tiene límites, no está reducido ni en el tiempo (no se es cristiano por horas ni por temporadas) ni en el espacio (el mensaje debe llegar a toda la humanidad. Es lo que el autor de Hechos quiere decir con la expresión “hasta los confines de la tierra” Hechos 1, 8).
Otro elemento clave es que la Resurrección no no es presentada como un hecho aislado, sino como el culmen de la vida de Jesús, como la consecuencia de una vida vivida en comunión con Dios y en coherencia con el principio de la MISERICORDIA. Esto es clave para entender la vida cristiana como una unidad, como un proceso integrador, como un horizonte de vida.
Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo
Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con Él, en gloria.
Recordemos que cuando Pablo escribió la carta a los colosenses estaba preso (muy seguramente en Roma). Allí, en la cárcel, recibe por medio de uno de sus colaboradores misioneros (Epafras) noticias de la crisis que hay en la comunidad cristiana de Colosas. Han aparecido algunos maestros que enseñan doctrinas extrañas [especialmente relacionadas con prácticas ascéticas y legales y sobre prescripciones acerca de las comidas], y, con esto, confunden a los creyentes (recomendamos leer toda la carta para captar el mensaje).
Según estos predicadores todas estas prácticas deberían completar la fe en Cristo y hacer posible una vida religiosa más plena. Contra esta especie de sincretismo religioso Pablo escribe insistiendo en que a Cristo no le falta nada y que la experiencia de fe puede ser vivida plenamente sin añadir otras cosas: la comunión con Cristo, tal como él (Pablo) lo ha anunciado es suficiente.
Entre los elementos claves de este relato podemos señalar:
Veamos:
En la segunda lectura, Pablo invita a los cristianos a tomar en serio el seguimiento de Cristo. Les dice de qué se trata: revístanse de Cristo (es decir, asuman como propio su proyecto y permitan que – por la comunión con el Espíritu Santo – crezcan en ustedes los mismos sentimientos, deseos y actitudes de Jesucristo). Si esto acontece, el creyente se transformará en continuador de la vida de Jesús, en una prolongación de Cristo en el mundo.
Pablo insiste en que revestirse de Cristo es lo que acontece y se celebra en el bautismo y, de ello, el creyente debe hacerse progresivamente consciente y responsable. La meta, la plenitud, la vida nueva comienza ya (aquí y ahora), pero sólo se completa en el encuentro definitivo con Dios, cuando participemos plenamente de la resurrección.
Este revestirse de Cristo le da una nueva dirección a la existencia del creyente. San Pablo plantea esta nueva dirección desde el punto de vista de la búsqueda (¿Qué es lo que hay que buscar? Los bienes de arriba):
No se trata de desentenderse de las responsabilidades de la vida diaria ni de rechazar el mundo como si fuera malo (cuidado con los maniqueísmos y con los dualismos desintegradores). Se trata de asumir la construcción de la propia vida y de la historia desde los valores de Dios (los bienes de arriba). Hay una clara opción axiológica.
Es interesante notar que Pablo no plantea la experiencia de la Resurrección como algo que solamente comienza después de la muerte biológica del creyente, sino como algo que – en la fe en Cristo, por el amor recíproco y por el bautismo– ya ha comenzado. Por eso dice: Ya que habéis resucitado con Cristo…
Se espera que – perseverando en la fe – todo llegue a su plenitud, plenitud que se revelará cuando Jesucristo (ya en su estado glorioso) vuelva: Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con Él, en gloria.
Él había de resucitar de entre los muertos
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto." Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos.
El texto del Evangelio según san Juan nos sitúa ante uno de los llamados relatos de resurrección. María, Pedro y Juan están, apenas, percibiendo lo acontecido. En el sepulcro (lugar de muerte) ya no está Jesús (Él vive); pero este paso de la confusión, el dolor, la tragedia y la crisis de la pasión (viernes santo) reclama un proceso, una toma de consciencia de la nueva situación (resurrección), que se opera por la acción de Dios. Algunos discípulos tardan más en comprender, otros menos. No hay una regla general para todos. Una vez más, cada uno debe hacer su propio proceso, vivir su propia experiencia.
En la primera parte del Evangelio de Juan, el autor describe la actividad misionera y creadora de Jesús. El último paso de esta actividad creadora/salvadora es la entrega total (la muerte en cruz). Esta entrega busca hacer surgir al ser humano nuevo. En la segunda parte del evangelio (del capítulo 20 en adelante), el evangelista presenta el resultado de la acción de Jesús: el nacimiento de la comunidad de seres humanos nuevos, renovados en Cristo, capaces de amar “hasta el extremo”.
El texto comienza con una aparente indicación cronológica, que debe ser entendida teológicamente: “El primer día de la semana”. Recordemos el relato de la creación, en el libro del Génesis, en que todo es fruto de un trabajo intenso de Dios en una semana. Hablar del primer día es hablar de una nueva creación que comienza en Cristo y con Cristo. El evangelista quiere decir – teológicamente – que comienza un tiempo nuevo que divide la historia (antes de Jesús y después de Jesús).
En el texto se nos presenta a María Magdalena, a Pedro y a Juan, que – en realidad – representan a la nueva comunidad que nace de la resurrección de Jesús. Es una nueva comunidad que vive, cree y da testimonio de que la vida triunfa sobre la muerte. Claro, es una comunidad que ha pasado por la crisis: una comunidad que pasó por momento oscuros y que le costó descubrir y comprender la acción de Dios en Jesús.
El evangelista quiso describir a través de estas tres figuras el impacto producido por la muerte de Jesús y las diferentes reacciones y disposiciones de los miembros de la primera comunidad cristiana.
En general, Pedro representa – en los evangelios – al discípulo obstinado, para quien la muerte es igual al fracaso. Aquel discípulo que le cuesta aceptar que la vida nueva tenga que pasar por la humillación (la cruz) y que rechaza aceptar que el Mesías sea un crucificado.
El otro discípulo (que la tradición identifica como Juan, el discípulo amado) representa a aquel seguidor de Jesús que siempre está próximo de su maestro, que ha experimentado su amor y cree en Él; aquel que está siempre dispuesto a correr tras Él, a encontrarse con Él y que, por su comunión más estrecha, percibe con mayor sutileza lo que Dios obra… Un discípulo capaz de descubrir las señales de Dios. Juan es, por tanto, el modelo del discípulo ideal que vive en sintonía con Jesús. Es lo que el evangelista en su relato nos quiere proponer: ¿Qué tipo de discípulo(a) quiero ser?
Se destaca, sin duda alguna, la figura de María de Magdala: en el evangelio de Juan, la primera anunciadora de la resurrección (aún sin comprenderlo todo) es una mujer. Este dato es clave si tenemos en cuenta la cultura en que se origina y el valor que socialmente se daba a la mujer (que, entre otras cosas, no podía servir de testigo en los tribunales). ¿Cuál es el lugar de la mujer en la sociedad y en la Iglesia?
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. R.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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