Te comparto la
reflexión correspondiente al Domingo 33 del Tiempo Ordinario Ciclo B 2018,
sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este
día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2018, corresponde al Domingo 18 de Noviembre.
¿Qué sería del ser humano sin esperanza? La esperanza nos fortalece, nos mueve, nos sostiene en la lucha, nos permite proyectar, soñar, buscar…trabajar sin desfallecer.
El mensaje de este domingo busca fortalecer la esperanza del creyente cristiano: esperanza en el amor y en la acción de Dios; esperanza en la acción misericordiosa y liberadora de Jesucristo, esperanza en un mundo mejor, esperanza en que los proyectos que imaginamos pueden realizarse.
También, las lecturas de este
domingo buscan orientar la atención del discípulo o discípula de Jesús hacia la
propuesta de vida que Dios tiene para toda la humanidad. Se trata de un
proyecto de vida que se hace responsable de la historia, pero que no se agota
en ella, porque apunta a una vida plena: “Yo vine para que tengan vida y la
tengan en abundancia”
Por aquel tiempo se salvará tu pueblo
Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para la vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, para toda la eternidad.
Algunas reflexiones:
En el año 333 a.C., Alejando Magno derrotó a Darío III, rey de los persas. A partir de este momento el territorio de Palestina pasó de manos persas a manos griegas.
Alejandro buscaba construir un imperio global, es decir, un mundo griego (helénico) en el que todos los pueblos fueran una sola familia, unidos bajo una misma ley y en el que todos los pueblos anexados al imperio comulgaran con los mismos valores (que debían ser los valores griegos y la cultura griega). Su proyecto imperialista pretendía una homogenización cultural.
Pero, cuando Alejandro murió, en el año 323 a.C., el imperio se dividió y la región de Palestina fue objeto de disputa entre la familia de los Ptolomeos y la familia de los Seléucidas. Después de duras peleas, el seléucida Antíoco III acabó por hacerse con el dominio sobre Palestina. Más adelante, su sucesor (Antíoco IV) impuso con violencia una política de absorción cultural que amenazó con destruir la religión y la cultura judías. Esta amenaza provocó, al interior del antiguo pueblo judío, la organización de un movimiento de resistencia religiosa, social, política y cultural que se conoció con el nombre de LOS MACABEOS. Huella de este movimiento la encontramos en los dos libros que llevan el nombre de Macabeos.
Lo dicho anteriormente nos sirve para encuadrar históricamente el libro de Daniel (del que la liturgia ha sacado la primera lectura). El libro de Daniel (un libro en el que se mezclan lo profético y lo apocalíptico) nació en este contexto de persecución y supervivencia. El libro aparece hacia la mitad del siglo II a.C. Su autor fue un judío piadoso, fiel a su cultura y religión, que se esforzó por defender la integridad de la fe Yahvista, la fe judía.
El contexto nos permite entender por qué el autor del libro insiste en que a aquellos que decidan permanecer fieles Dios les dará la victoria sobre sus enemigos. En realidad, el autor, narrando la historia de un tal Daniel, que vive en Babilonia y que es capaz de mantener su fe, en medio de un ambiente adverso, lo que busca es animar al pueblo de Israel en este tiempo de conflicto, crisis y persecución. El autor del libro motiva a los destinatarios de su mensaje recordándoles que Dios es quien está acompañando a su pueblo elegido, que no lo abandonará y que recompensará la fidelidad a la alianza.
El autor del libro anuncia a los creyentes perseguidos la llegada inminente de la intervención salvadora de Dios para salvar al pueblo fiel (al resto fiel). Por eso se habla allí de la intervención del ángel Miguel, que actúa como jefe del “ejército celestial”, que Dios envía para “castigar” a los perseguidores y para proteger a los fieles. Pero esta intervención de Dios será universal: abrazará no sólo a todos los judíos fieles que transitan por la historia, sino también a aquellos que murieron siendo fieles a la Alianza.
En concreto, el autor habla de la intervención de Dios que pondrá fin al mundo de injusticia, opresión, muerte y prepotencia de los “dominadores” y la aparición de un mundo nuevo caracterizado por la práctica de la justicia, la búsqueda de la paz y la búsqueda de trascendencia.
En la perspectiva cristiana el creyente no solo aspira a transformar su mundo actual (construir un mundo más humano y justo), sino a entrar en comunión plena con Dios y entrar en la vida que no está sometida a la muerte, al acabamiento definitivo. El anhelo de esta vida plena nos permite captar la importancia de la Resurrección.
El autor del texto que estamos meditando no explica directamente en qué consistirá esa “vida eterna”, pero utiliza algunos símbolos que pretenden evocar la transformación radical (transfiguración) del mundo y de los fieles resucitados (“resplandecerán como la luz del firmamento” y “brillarán como estrellas con un esplendor eterno”). Será una vida transfigurada.
Algunos aspectos que pueden ayudarnos en nuestra meditación:
1) El lugar de la esperanza en el camino de la fe.
2) La importancia de aprender a vivir la fe contando con el principio de realidad: en la vida del creyente hay y habrá situaciones de sufrimiento, de dificultad. La fe no es para suprimir la dimensión problemática y dramática de la vida, sino para saberla asumir, afrontar y resolver.
3) La necesidad de tener unos valores sobre los cuales la persona de fe pueda construir su vida y orientar su acción.
4) Un llamado a pensar y orar por los cristianos que, por causa de su fe, están siendo perseguidos en distintas latitudes del planeta.
5) Profundizar en la dimensión de
trascendencia de la vida: la certeza de que la vida no se acaba con la muerte
nos ayuda a superar el miedo nihilista que sumerge al ser humano en la
desesperación del sinsentido y de la nada.
Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.
Algunas reflexiones:
Continuamos la lectura de la Carta a los Hebreos. Recordemos que este extenso sermón se destinó originalmente a comunidades cristianas que vivían en situaciones que ponían su experiencia de fe en crisis. En este contexto, muchos cristianos perdieron el entusiasmo y la alegría de creer. Además, las cosas se complicaban más por la presencia de predicadores que regaban doctrinas poco ortodoxas que extraviaban a muchos cristianos no formados.
Queda claro que estas comunidades a las que originalmente se dirigía la Carta necesitaban redescubrir el entusiasmo inicial, revitalizar su compromiso con Cristo y alcanzar una fe más coherente. ¿No estamos necesitando esto hoy?
Para animar a estos cristianos en crisis el autor escribe este enorme sermón: allí, presenta a Jesucristo e invita al creyente a entrar en comunión con Él y a vivir con alegría su fe. Según el autor, Jesucristo introduce al creyente en una relación de amor con Dios Padre y lo integra a la comunidad de fe (que – al igual que Jesús- es una comunidad sacerdotal).
Una vez comprometidos con Cristo, los cristianos son llamados a hacer de su vida un continuo sacrificio de alabanza, que no es otra cosa sino la entrega existencial de su vida a Dios y al prójimo a través del servicio, en el amor.
El autor está convencido de que los sacrificios externos ofrecidos por el pecado no son eficaces y no consiguen restablecer la comunión con Dios. Sólo el amor es capaz de crear, recrear, restaurar y salvar a los seres humanos y las relaciones de ellos con Dios.
El objetivo de rehacer la comunión con Dios fue – según la Carta a los Hebreos – lo que Jesús consiguió obedeciendo a Dios en todo, luchando contra el mal, venciendo el egoísmo que es la raíz de todo pecado y ofreciendo totalmente su propia existencia al servicio de la humanidad. Haciendo esto Jesús propone a los hombres un camino nuevo: la donación en el amor; el servicio como reconocimiento del otro en su necesidad; la transformación de la manera de pensar (mente) y de sentir (corazón) por la sintonía y para la comunión con Dios. Este es el camino que Jesús propone a sus seguidores.
Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que Él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre".
Algunas reflexiones:
El texto propuesto nos sitúa en Jerusalén, poco antes de la pasión, muerte y resurrección de Jesús (pero recordemos que los evangelios fueron escritos después de la experiencia de la Resurrección y, por tanto, tienen una perspectiva pospascual).
En el desarrollo de la narración del evangelio de Marcos, cuando Jesús llega a Jerusalén ya la tensión y el conflicto entre Él y las autoridades religiosas judías ha llegado a su clímax. El escenario es, entonces, muy sombrío: Jesús va al jardín de los Olivos y –según la versión de Marcos – Jesús propone a los discípulos una enseñanza un poco enigmática conocida como “discurso escatológico”. En este discurso Jesús usa un lenguaje enigmático propio de un tipo de pensamiento y de literatura llamada APOCALÍPTICA.
La mayor parte de los estudiosos del evangelio de Marcos consideran que este discurso describe, en realidad, la misión que la comunidad cristiana (cada creyente y la Iglesia toda) debe desarrollar después de la muerte y resurrección de Jesús hasta el final de la historia humana. De este final nadie sabe con exactitud la fecha. Sólo Dios lo sabe.
Es verdad que se trata de un texto difícil para el lector actual del siglo XXI. Las imágenes, el lenguaje, el género literario no nos son familiares. Sin embargo, debe quedar claro que Marcos (el autor del evangelio) no se propone hacer un reportaje minucioso de los acontecimientos (una especie de reconstrucción de lo que pasó), sino una lectura teológica de la historia y la propuesta de un mensaje de fe que alimente el espíritu de los creyentes, los cuales deben pasar por muchas vicisitudes.
Cabe anotar que los discípulos de que se habla al comienzo del “discurso escatológico” representan a toda la comunidad cristiana (la Iglesia de todos los tiempos, los creyentes). Esos discípulos somos nosotros, por eso el mensaje es para todos.
Según la lógica del evangelista Marcos, en este momento de la narración (en el huerto de los Olivos) Jesús es ya consciente de haber llegado a la hora decisiva de su misión, al momento de entregarlo todo y de volver a Dios (su Padre).
En este momento de su experiencia, sabiendo que su paso por este mundo va a terminar, Jesús confía la misión a la comunidad cristiana: la Iglesia, por tanto, debe continuar la misión, cada creyente cristiano debe asumir su parte en ella y contribuir con otros a la transformación del mundo con los valores de Dios. Jesús ya ha dicho a sus discípulos que las cosas no serán fáciles, pero -apoyados en Jesús y siguiéndolo fielmente- todo podrá ser superado.
Notemos también que el fracaso del mundo viejo (el mundo egoísta, insolidario y violento) está asociado a la venida del Hijo del hombre (que para el cristiano es Jesucristo). Esta imagen del Hijo del hombre la encontramos en el libro de Daniel (Daniel 7, 13-14). Este Hijo del hombre es un personaje misterioso que – según las convicciones religiosas del antiguo pueblo de Israel - realizará (por encargo de Dios) la inauguración del Reino de Dios, asegurará la soberanía de Dios en toda la creación y garantizará la victoria sobre el mal. Para Marcos (y para los creyentes cristianos) este Hijo del hombre es Jesús de Nazaret.
Ahora bien, si Jesús es el Hijo del hombre, entonces los cristianos pueden confiar en que – siempre que se mantengan unidos a Él - el mal podrá ser superado y el Reino de Dios podrá habitar en el corazón de los seres humanos y en sus relaciones.
Como vemos, Jesús no se ocupa en precisar un límite cronológico (día, hora, año), sino que se centra en subrayar la actitud que debe acompañar la vida de sus discípulos. La actitud debe ser de confianza plena en Dios, de esperanza en otro mundo posible, de vigilancia ante las tendencias egoístas que no se resignan a desaparecer y de discernimiento, pues las cosas no siempre son claras.
Finalmente, la imagen de la higuera nos invita a centrar la atención en los procesos de maduración: la aparición en la higuera de nuevas ramas y de nuevas hojas anuncia al agricultor que el proceso ha llegado a su madurez: la planta ha llegado a su estado adulto y está lista para que el agricultor coseche. En realidad se trata de recordar a los discípulos de Jesús que se trata de vivir un proceso de maduración que lo lleve a un amor adulto.
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; / mi suerte está en tu mano. / Tengo siempre presente al Señor, / con Él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón, / se gozan mis entrañas, / y mi carne descansa serena. / Porque no me entregarás a la muerte, / ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida, / me saciarás de gozo en tu presencia, / de alegría perpetua a tu derecha. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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