En Defensa de la Fe


Domingo 30 del Tiempo Ordinario Ciclo B 2018

Te comparto la reflexión correspondiente al Domingo 30 del Tiempo Ordinario Ciclo B 2018, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.


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Nota acerca de la fecha: En el 2018, corresponde al Domingo 28 de Octubre.



Somos introducidos a la vida por otros, pero nos corresponde a cada uno de nosotros ‘aprender a vivir’, dar a nuestra vida una orientación, un propósito, unas metas.

 

¿Quién no desea alcanzar la plenitud de la vida? ¿Quién no desea una vida llena de sentido? Pero, ¿en qué consiste tal plenitud de vida? ¿Es el sentido algo ya dado o algo en construcción?

 

Según la propuesta de Jesucristo, el ser humano llega a la vida plena, gracias al amor de Dios, manteniéndose unido a Él.  Es por y para esto que oramos, que celebramos la Eucaristía, que nos esforzamos por superar nuestro egoísmo. Fortalezcámonos para seguir en esta dirección.



“Jesús le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: Maestro, que pueda ver. Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha curado"“Jesús le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: Maestro, que pueda ver. Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha curado"





Jeremías 31, 7-9

Guiaré entre consuelos a los ciegos y cojos

 

Así dice el Señor: "Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos: proclamad, alabad y decid: El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel. Mirad que yo os traeré del país del norte, os congregaré de los confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos: los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en el que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito”.

 

 

Algunas reflexiones

 

Esta lectura está tomada del libro del profeta Jeremías, quien ejerció su misión como profeta, en el reino de Judá, desde el año 627 a.C., hasta después de la destrucción del templo de Jerusalén a manos de los babilonios (hacia el año 586 a.C.).

 

Algunos sitúan este mensaje durante el proceso de invasión y deportación babilónica. Es la época en que Jeremías (que busca animar al pueblo) comienza a reflexionar sobre una nueva intervención de Dios, que inaugurará una nueva época para el pueblo. En medio de la catástrofe, Jeremías anuncia que Dios actuará nuevamente y hará posible un nuevo comienzo. Por ello, hay que mantener la esperanza y seguir trabajando con ahínco.

 

El mensaje del profeta nos permite descubrir que, aún en los momentos más dramáticos y duros de la vida, Dios está presente, amándonos y acompañándonos, fortaleciéndonos para no abandonar el camino del bien.

 

Sin embargo, una cosa es clara: Él no nos substituirá ni hará la tarea que a nosotros nos corresponde.  La fe no es una excusa para la irresponsabilidad y la pasividad.

 

Algunos aspectos que pueden ayudarnos a meditar a partir de este texto:

 

  • Dios no es insensible ante el sufrimiento humano. Dios nos acompaña pero debemos aprender a reconocer su presencia amorosa y providente.

 

  • La gran preocupación de Dios es el bien de sus hijos e hijas.

 

  • La acción salvadora de Dios se extiende a todos, pero de modo especial a quienes se encuentran en situación de sufrimiento, fragilidad, necesidad, exclusión.

 

Es tiempo de renovar nuestra confianza en Dios y de alimentar la esperanza. Algunas veces nos vemos tentados a dejarnos arrastrar por el pesimismo. Sin embargo, tanto la palabra del profeta como el mensaje y la acción de Jesús nos invitan a no desfallecer.  Seguramente por eso, en la Biblia, permanentemente, resuena la frase: “No tengas miedo”.  

 


Hebreos 5, 1-6

Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec

 

Hermanos: Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: "Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy", o, como dice otro pasaje de la Escritura: "Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec."

 

 

Algunas reflexiones

 

Continuamos leyendo y meditando la carta a los Hebreos. Recordemos que el objetivo del autor es ayudar a los cristianos de su tiempo a revitalizar su compromiso con Cristo. ¿Necesitamos también nosotros de este reavivamiento? 

 

El autor de la carta presenta a Jesucristo como el sumo sacerdote que Dios quiere. Por eso insiste en que Jesús es el Enviado (=Mesías) de Dios, que tiene por misión conducir a los hombres a la comunión y a la reconciliación con Dios.

 

En la época en que vivió Jesús ya había sacerdotes, pero el autor de la carta afirma que Jesucristo es un sacerdote diferente: su sacerdocio supera el sacerdocio tradicional, porque es un sacerdocio de amor, de servicio, de abajamiento, de humildad, de entrega. Es un sacerdocio en el que el sacerdote no ofrece algo exterior, sino que ofrece su propia vida… La ofrece en el servicio amoroso cotidiano; y esto fue así, porque Jesús vivió plenamente la unión con Dios y fue consciente de dicha unión. ¿Soy consciente de esta unión con Dios? ¿Me esfuerzo por vivirla intensa y alegremente?

 

El texto de hoy nos invita a reflexionar sobre algunos puntos claves:

 

  • Dios Padre envió a su Hijo al mundo con la misión de invitar a todos a integrar la comunidad nueva, la humanidad nueva, que deberá ser un “pueblo sacerdotal”, a la manera en que Jesús es ‘sacerdote’. ¿Qué característica deberá tener esta ‘humanidad nueva?

 

  • El cristiano (que es miembro de Cristo y del pueblo sacerdotal) debe hacer de su vida un continuo ‘ejercicio sacerdotal’. ¿Ejerzo adecuada y seriamente este sacerdocio?

 

  • Jesús es el sacerdote fiel y misericordioso que envió Dios al mundo para transformar los corazones de los hombres y para conducir la humanidad hacia Dios. ¿Quiero caminar hacia Dios? ¿Me dejo conducir por Cristo?

 

  • Lo que se pide a los discípulos es que crean en Jesús, que escuchen atentamente su palabra (su enseñanza) y que, interiorizándola, la transformen en acción.  ¿He sacado el tiempo necesario para conocer, meditar, interiorizar y hacer vida la enseñanza de Jesús?   



Marcos 10, 46-52

Maestro, haz que pueda ver.

 

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí." Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: "Hijo de David, ten compasión de mí." Jesús se detuvo y dijo: "Llamadlo." Llamaron al ciego, diciéndole: "Ánimo, levántate, que te llama." Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver." Jesús le dijo: "Anda, tu fe te ha curado." Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

 

 

Algunas reflexiones

 

Según el evangelio de Marcos, este episodio sucede durante la última etapa del viaje de Jesús y sus discípulos hacia Jerusalén. Recordemos que Marcos nos narra un viaje, pero lo importante de dicho viaje es que se trata de una experiencia espiritual, una experiencia educativa para todo aquel que camina con Jesús, una experiencia de transformación, de maduración y de construcción de sentido.  

 

En Jerusalén, Jesús tendrá que afrontar la prueba final de su misión: la entrega de la propia vida.  Jerusalén es, de esta forma, el símbolo tanto de la entrega total a la misión como de la pasión.

 

Recordemos también que, durante el camino, Jesús ha percibido – en diversas ocasiones – que los discípulos se aferran a sus ideas y proyectos egoístas, a falsas ideas sobre Dios, a deseos de poder y que, con alguna frecuencia, no logran captar lo que Jesús quiere enseñarles. En realidad, los discípulos han caminado un buen tiempo con Jesús, pero no han madurado mucho. ¿No nos estará ocurriendo lo mismo?

 

El episodio narrado sucede en la ciudad de Jericó (faltan más o menos 30 kilómetros para llegar a Jerusalén).  Marcos pone en el centro de la escena a un mendigo ciego llamado Bartimeo. Recordemos que los ciegos hacían parte del grupo de excluidos de la época, pues – según la mentalidad de la época - las deficiencias físicas eran consideradas consecuencias de algún pecado grave. Se pensaba, entonces, que como consecuencia de este pecado Dios castigaba al pecador con una enfermedad.

 

Marcos construye esta hermosa catequesis para los lectores de su evangelio, tomando como base el encuentro de Jesús con Bartimeo. 

 

  • Este ciego que Jesús encuentra en el camino puede ser cada uno de nosotros. Nos encontramos con Jesús, queremos llegar a la plenitud de su vida, pero sufrimos de ceguera. Hay muchas cosas que aún no vemos porque nos falta madurar. Hay otras cosas que no queremos ver (nos ‘hacemos los ciegos’ o permanecemos ciegos porque nos negamos a abrir los ojos).

 

  • El ciego puede simbolizar también a los representantes de la teología judía de la época. Estaban mal enfocados y parecían más dispuestos a condenar a los demás que a autoevaluarse con humildad y entrar en un proceso de cambio.  Este tipo de ceguera no permite que perciban que la misericordia de Dios es mayor y está ahí, a disposición de quien honestamente quiera acogerla.

  

Notemos que el ciego de la narración está a la orilla del camino, probablemente pidiendo limosna. El estar sentado (en la simbología bíblica) puede significar acomodación, conformismo, instalación. La limosna es el mecanismo que alimenta su situación de comodidad y dependencia. Sin embargo, Jesús vino para ser su luz, para dar luz a la vida de este hombre (que puedo ser yo). Pero es necesario que le digamos como Bartimeo: Señor, quiero ver… Dame tu luz.

 

Curar al ciego (devolverle la capacidad de ver) es devolverle la capacidad de percibir mejor su mundo, de responsabilizarse de su vida, de superar la dependencia, de sacarlo del conformismo en el que está instalado. En el encuentro con Jesús, Bartimeo percibe el sinsentido de su situación y siente el deseo de entrar en una experiencia nueva, en un nuevo modo de vivir. Esto es lo que debe suceder en nosotros. Pidamos la gracia de abrir los ojos y entrar en un nuevo modo de vivir.

 

Llama la atención el hecho de que – en medio de esta situación – algunos reprenden a Bartimeo y quieren silenciarlo. Con frecuencia, en los evangelios, cuando alguien encuentra a Jesús y toma la decisión de cambiar de vida aparecen obstáculos de diversa índole. Esta gente que manda callar a Bartimeo representa a todos aquellos que se especializan en poner obstáculos a quienes quieren dejar su situación de miseria, de esclavitud, de dependencia. La narración nos deja claro que Bartimeo – apoyado en Cristo - fue capaz de superar los obstáculos y de hacer su propio proceso de transformación.

 

En definitiva, la lectura nos propone un proyecto de vida:

 

  • No perder la oportunidad (=Al oír que era Jesús de Nazaret).

 

  • Dejar la actitud de instalación, de conformismo (=tirar la capa),

 

  • Levantarse, ponerse en pie, dar el salto (=resucitar a una nueva vida),

 

  • Entrar en contacto personal con Jesús y confiarle el más profundo deseo (=Quiero ver).

 

 

Terminemos nuestra reflexión orando con el…

 

 

Salmo 126

El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

 

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. R.

 

Hasta los gentiles decían: "El Señor ha estado grande con ellos." El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. R.

 

Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. R.

 

Al ir, iba llorando, llevando la semilla: al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. R. 

 


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