Te comparto la
reflexión correspondiente al Domingo 20 del Tiempo Ordinario Ciclo C 2019,
sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este
día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2019, corresponde al Domingo 18 de Agosto.
La persecución del justo;
la fidelidad al mensaje que debe ser anunciado de parte de Dios; la intercesión
por el justo que sufre; la construcción de sociedades sanas; la oración de los
que sufren; Dios que presta oídos a la súplica de quienes sufren; la
perseverancia en la fe y el conflicto, son los temas claves de la liturgia de
este 20º domingo del tiempo ordinario.
Veamos las lecturas:
Me engendraste hombre de pleitos para todo el país
En aquellos días, los príncipes dijeron al rey: "Muera ese Jeremías, porque está desmoralizando a los soldados que quedan en la ciudad y a todo el pueblo, con semejantes discursos. Ese hombre no busca el bien del pueblo, sino su desgracia." Respondió el rey Sedecías: "Ahí lo tenéis, en vuestro poder: el rey no puede nada contra vosotros." Ellos cogieron a Jeremías y lo arrojaron en el aljibe de Malquías, príncipe real, en el patio de la guardia, descolgándolo con sogas. En el aljibe no había agua, sino lodo, y Jeremías se hundió en el lodo. Ebedmelek salió del palacio y habló al rey: "Mi rey y señor, esos hombres han tratado inicuamente al profeta Jeremías, arrojándolo al aljibe, donde morirá de hambre, porque no queda pan en la ciudad." Entonces el rey ordenó a Ebedmelek, el cusita: "Toma tres hombres a tu mando, y sacad al profeta Jeremías del aljibe, antes de que muera."
Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos
Hermanos: Una nube ingente de testigos nos rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.
Estamos ante un hermoso pasaje de la carta a los hebreos. Recordemos que esta carta se escribe a finales del primer siglo de la era cristiana, cuando los cristianos de algunas comunidades experimentan la persecución y deben pasar por muchas dificultades para permanecer fieles a Cristo. Algunos se han desanimado y viven una fe mediocre; otros, se han salido de la comunidad. Algunos, permanecen y siguen luchando. Ante este panorama, el autor de la carta a los hebreos (usando un lenguaje teológico sacerdotal) busca orientar y animar a sus compañeros de camino. ¿Cuál es la orientación? Perseverar en el camino, centrados en Cristo. Así entendemos las exhortaciones que aparecen en el texto:
No he venido a traer paz, sino división
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra."
Nos llaman la atención, en este pasaje, las palabras de Jesús: He venido a prender fuego en el mundo. Desde el punto de vista teológico, Jesús desarrolló una misión centrada en el Reino de Dios, es decir, la presencia amorosa de Dios que transforma y salva. No se trata de un proyecto ‘neutro’. Dios revela su amor incondicional y llama a todos (a través de Jesús) a entrar en comunión con Él. Pero esta propuesta pasa por una transformación seria de nuestro modo de vivir, de nuestra manera de relacionarnos con los demás, de las estructuras que creamos para lograr que las sociedades funcionen.
La presencia de Jesús, al mismo tiempo que revela el amor de Dios, desenmascara los mecanismos de injusticia, hipocresía, engaño, corrupción y violencia que dominan en el mundo. En este sentido, el mensaje de Jesús confronta y provoca una crisis (esa crisis es el fuego que Él ha venido a prender en el mundo).
Es en ese mismo horizonte que hay que entender la frase: ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. Al tomar postura ante Jesús y su mensaje, la humanidad se dividirá y se verá con claridad quiénes están al servicio del plan de Dios y quienes están al servicio del mal. La superación del mal está en el centro del proyecto de Jesús. No es que Jesús desee esta división, no es que Jesús desee la guerra, sino que revela que ya existe (porque la hemos creado nosotros), y que los mecanismos profundos que la generan están en el corazón humano.
¿Captamos que la transformación del corazón es la principal tarea de nuestro camino espiritual?
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Señor, date prisa en socorrerme
Yo esperaba con ansia al Señor; Él se inclinó y escuchó mi grito. R.
Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos. R.
Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos y confiaron en el Señor. R.
Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor se cuida de mí; tú eres mi auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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