Te comparto la reflexión correspondiente al Cuarto Domingo de Cuaresma Ciclo A 2017, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2017, corresponde al Domingo 26 de Marzo.
El pueblo de Israel, el pueblo donde nació la Biblia, se planteó una gran pregunta: ¿cómo saber quién es el enviado de Dios? De hecho esta pregunta surge en toda auténtica experiencia religiosa. Muchas personas se presentan como enviadas por Dios, pero ¿lo son realmente? ¿Se comportan como tales?
En el Antiguo Testamento encontramos narraciones que nos hablan de falsos profetas (recordemos, a manera de ejemplo, la confrontación entre el profeta Jeremías y el falso profeta Jananías). También en el Nuevo Testamento se nos habla de falsos doctores. Por tanto, como reza el dicho popular, ‘no todo lo que brilla es oro’.
El relato de la búsqueda y elección de un rey para Israel (que termina con la elección de David) va en esta dirección. Claro, el relato no es una reconstrucción pormenorizada de cómo fue dicha elección. El relato presentado ya es una elaborada catequesis, que - valiéndose de este tema – busca dejarnos algunas enseñanzas y, claro, legitimar (desde el punto de vista teológico) la realeza de David.
También en la época
del Nuevo Testamento aparece el mismo problema: el pueblo espera al Mesías,
anunciado por los antiguos profetas. Pero ¿cómo saber quién era el Mesías, el
enviado de Dios? Muchos se presentaron con estas pretensiones, pero no lo eran.
Otros podrían tener las condiciones para serlo (como Juan, el bautista, a quien
algunos llegan a preguntarle si es el Mesías. Él con honestidad, respondió que
no). La gente se confundía fácilmente. Recordemos, ‘No todo lo que brilla es
oro’… Y hay ‘oro falso’.
David es ungido rey de Israel
En aquellos días, el Señor le dijo a Samuel: "Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey." Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: "Seguro, el Señor tiene delante a su ungido." Pero el Señor le dijo: "No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón." Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: "Tampoco a éstos los ha elegido el Señor." Luego preguntó a Jesé: "¿Se acabaron los muchachos?" Jesé respondió: "Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas." Samuel dijo: "Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue." Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Anda, úngelo, porque es éste." Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante.
Israel busca un líder que lo guíe; pero desde el punto de vista teológico, no basta con que el líder tenga inteligencia, músculo y poder. Eso puede servir, pero es más importante que este líder o lideresa sean personas íntegras y transparentes: ´Que sean de Dios’, es decir, que procedan de acuerdo con la voluntad del Dios. No se trata de que sea muy piadoso y participe en el culto o que lo patrocine (muchos reyes lo han hecho en la historia sin verdaderamente comprometerse con Dios). Claro, no hay rey perfecto. De lo que se trata es de buscar al líder que se sitúe en ese horizonte de bondad, de misericordia, de respeto, de integridad, de responsabilidad, de lucidez interior. Las demás características de que hablábamos al comienzo (inteligencia, músculo, poder, etc.) podrán servir sólo si existen las otras.
En la época del profeta Samuel la situación era compleja. El pueblo estaba pasando por una grave crisis político-militar (las instituciones internas, de carácter tribal, se habían dañado y los pueblos filisteos eran una gran amenaza) y buscaba un líder que señalase al pueblo el rumbo que debía tomar. Surgió Saúl, un líder distinguido, de buena familia y de extraordinaria condición física. Llegó a ser rey, pero su corazón se dañó: se convirtió en un tirano insoportable que agravó el conflicto interno y que, por sus decisiones controvertidas comprometió seriamente la seguridad del territorio del país.
El profeta Samuel, guiado por el Espíritu de Dios, pensó que la solución era encontrar y ungir un nuevo rey. Y es ahí cuando entra en escena David. El relato que tenemos hay que situarlo en esa lógica. Claro, al estudiar la historia de Israel constatamos que David tampoco fue el rey perfecto que se esperaba, pero bajo su mando 1) el pueblo logró seguridad; 2) se pudo controlar la amenaza de los filisteos (por eso existe un relato que habla de una lucha a muerte entre el pequeño pastor David (que simboliza a Israel) y el gran gigante guerrero Goliat (que simboliza a los filisteos); y 3) se consolidaron las fronteras del país. Por eso David pasó a ser imagen del rey ideal e Israel siempre añoró un rey como David, que debería ser descendiente suyo.
En todo caso, la experiencia de la monarquía, tal como la vivió el antiguo pueblo de Israel, mostró que no basta con cambiar el rey para cambiar la situación, sino que es necesario construir un sistema social que respete los valores y los ideales de las tribus que constituyeron el país. Entonces se requiere de personas íntegras y de sistemas político-sociales justos y bien diseñados. ¿Los tenemos?
Con el paso del tiempo se consolidó la idea y la práctica según las cuales el líder (el rey) tenía que ser designado por un profeta reconocido (en este caso es Samuel, pero en la historia de la monarquía en Israel otros profetas intervinieron). Por tal razón, la unción de los caudillos de Israel pasó a ser un símbolo de esperanza, la promesa de un futuro mejor. ¿No es esta esperanza la que acompaña a todos los pueblos en la búsqueda y designación de sus líderes? ¿Qué sucede con esta esperanza?
Propongo a continuación algunas ideas que pueden ayudarnos a meditar a partir de este texto:
1. El texto nos plantea – desde una perspectiva religiosa – la aventura y la tarea de buscar un líder que se ponga realmente al servicio del pueblo, desde la lógica de Dios. ¿Qué tal estamos de líderes en nuestra sociedad? ¿Cómo son nuestros líderes? ¿Qué podemos decir de su calidad? : "Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey."
2. El relato nos invita a ir más allá de las apariencias y buscar lo que hay en el corazón (el propio y el de los otros). Con frecuencia nos quedamos anclados en lo que aparece y se nos olvida ir al fondo de las cosas, de los acontecimientos, de las personas: "No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón."
3. Cuando el ser humano se deja habitar por Dios y
conducir por su Espíritu (Santo) no importa su pequeñez… Dios hará siempre
grandes cosas: "Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las
ovejas."
Fue, se lavó, y volvió con vista
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?" Jesús contestó: "Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo." Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)." Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: "¿No es ése el que se sentaba a pedir?" Unos decían: "El mismo." Otros decían: "No es él, pero se le parece." Él respondía: "Soy yo." [Y le preguntaban: "¿Y cómo se te han abierto los ojos?" Él contestó: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver." Le preguntaron: "¿Dónde está él?" Contestó: "No sé."] Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo." Algunos de los fariseos comentaban: "Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado." Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?" Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?" Él contestó: "Que es un profeta." [Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse." Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: "Ya es mayor, preguntádselo a él." Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador." Contestó él: "Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo." Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?" Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene." Replicó él: "Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder."] Le replicaron: "Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?" Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, fue a su encuentro y le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que crea en Él?" Jesús le dijo: "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es." Él dijo: "Creo, señor." Y se postró ante Él. [Jesús añadió: "Para un juicio he venido a este mundo; para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos." Los fariseos que estaban con Él oyeron esto y le preguntaron: "¿También nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste."]
Recordemos que estamos reflexionando alrededor de la gran pregunta: ¿Cómo saber quién es de Dios y quién no? Pues bien, de Dios es quien se conduce según su voluntad y la voluntad de Dios es que la humanidad se salve y todos conozcan la verdad; la voluntad de Dios es que todos aprendamos a vivir fraternalmente; la voluntad de Dios es que la convivencia humana esté presidida por la misericordia; la voluntad de Dios es que (tanto a nivel individual como colectivo) haya una lógica del cuidado y se vele por los desfavorecidos y los que sufren, la voluntad de Dios es entrar en comunión de amor con la humanidad. Jesús encarnó todo esto, pero – aun así – fue asesinado. Cierta ceguera humana impidió que fuera recocido como ‘el hombre de Dios’, como el Mesías, como el Cristo. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos y sus discípulos lo reconocieron y lo anunciaron.
Pero la cosa no fue fácil para ellos: ¿cómo hacer reconocer a Jesús como ungido del Señor? El libro de los Hechos de los Apóstoles nos muestra el inmenso esfuerzo que los primeros cristianos hicieron: anunciaban que Jesús había resucitado, afirmaban que era Dios quien lo había resucitado, sostenían que era el Mesías, denunciaban que las autoridades judías lo habían condenado a muerte y predicaban que Dios lo había constituido como Señor. Tuvieron que hacer un gran trabajo para hacer comprender a muchos que verdaderamente Jesús era el Cristo, aquel a quien Dios había ungido con el Espíritu Santo.
Notemos que el relato que se nos propone presenta esta doble tensión: el ciego-curado va descubriendo la verdadera identidad de Jesús, hasta llegar a volverse discípulo suyo y adorarlo. Este hombre queda viendo. Los fariseos recorren el camino inverso: se cierran cada vez más hasta quedar imposibilitados para ver (reconocer) que Jesús es el Cristo. Quedan ciegos. El relato es un verdadero drama teológico en el que lo que está en juego es la identidad de Jesús y la aceptación o rechazo por parte de la gente. Todo cristiano que se acerque a este texto está invitado a meditar. ¿Quién es, realmente, Jesús para mí?
Propongo a continuación algunas ideas que pueden ayudarnos a meditar a partir de este texto:
Levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz
Hermanos: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz -toda bondad, justicia y verdad son fruto de luz-, buscando lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciadlas. Pues hasta da vergüenza mencionar las cosas que ellos hacen a escondidas. Pero la luz, denunciándolas, las pone al descubierto, y todo descubierto es luz. Pero eso dice: "Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz."
‘Luz y tinieblas’, o mejor, ‘luz vs tinieblas’. Esta oposición es otra de las imágenes usadas por san Pablo para hablar del proceso de transformación vivido por el creyente cristiano. Pablo la usa para animar a las comunidades cristianas (en este caso a los cristianos de Éfeso) a vivir en coherencia con su condición de hijos de Dios. Recordemos que la gran mayoría de las comunidades cristianas fundadas por san Pablo estaban esparcidas por el imperio romano y que otras lógicas, costumbres y prácticas (distintas de la lógica del evangelio) ejercían influencia sobre los cristianos. Pablo entiende que ser cristiano es asumir y comprometerse con un estilo de vida alternativo, diferente. Por eso exhorta a todos, diciéndoles: “Despierta, tú que duermes”. Y nosotros, cristianos del siglo XXI ¿no necesitaremos despertar?
Propongo a continuación algunas ideas que pueden ayudarnos a meditar a partir de este texto:
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta: / en verdes praderas me hace recostar, / me conduce hacia fuentes tranquilas / y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el sendero justo, / por el honor de su nombre. / Aunque camine por cañadas oscuras, / nada temo, porque tú vas conmigo: / tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas una mesa ante mí, / enfrente de mis enemigos; / me unges la cabeza con perfume, / y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan / todos los días de mi vida, / y habitaré en la casa del Señor / por años sin término. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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