Te comparto la reflexión correspondiente al Cuarto Domingo de Adviento Ciclo C, sobre las lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
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Nota acerca de la fecha: En el 2015, corresponde al Domingo 20 de Diciembre.
Estamos llegando al gran día del nacimiento de Jesús. Un nacimiento que cambió la historia de la humanidad. El mensaje fundamental de los textos de la Biblia propuestos para este domingo gira alrededor de la misión de Jesús. Él vino al mundo para desarrollar una misión profundamente enraizada e inspirada en el amor salvador de Dios. Y nosotros, ¿Cuál es nuestra misión? ¿Hemos identificado aquello que debemos hacer, en nuestro contexto? ¿Están nuestros proyectos inspirados y alimentados por el amor de Dios?
Para el creyente cristiano el proyecto que Dios propone tiene un rostro definido: el rostro de Jesús de Nazaret. En Jesús se revela, para toda la humanidad, lo que Dios propone al ser humano y lo que espera de él. En clave cristiana, si queremos llegar a ser seres humanos plenos debemos contemplar a Jesús: su vida, su misión, sus valores, su manera de convivir, las críticas que fue capaz de hacer a las estructuras de su tiempo… Su amor al extremo.
Jesús entró en la historia humana para abrir las posibilidades de construir un mundo nuevo en el que los marginados y oprimidos pudieran dejar de serlo, para tener un lugar digno y donde los sufrientes pudieran encontrar consuelo y felicidad. Jesús vino para llevar a la humanidad al encuentro que transforma y sobrepasa (va más allá de) los intereses sociales, políticos y económicos.
Jesús vino para revelar y dar forma a la propuesta concreta de un “reino de paz”, que sólo es posible en el amor. Se trata de una paz que no se construye con la fuerza de las armas, con la metodología de la violencia, sino con la conversión de los corazones.
Así habla el Señor: Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial. Por eso, el Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre; entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas. Él se mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque Él será grande hasta los confines de la tierra. ¡Y Él mismo será la paz!
Algunas reflexiones
El profeta Miqueas ejerció su servicio profético (su misión) en Judá, hacia los siglos VIII y VII a.C. Originario de un medio rural, conoció bien los problemas de los campesinos de su tiempo, que eran explotados por los latifundistas inescrupulosos que se habían apoderado de la tierra. Además, su tierra natal (Moreshet Gat) estaba rodeada de fortalezas militares, lo cual hace pensar que los habitantes de esta región conocieron una etapa de violencia, de robos, de impuestos excesivos y de trabajos forzados.
Parece que lo más grave (que es denunciado por el profeta) es la contradicción que se dio entre la política abusiva de los gobernantes y su supuesta fidelidad a Dios. Miqueas vio una escandalosa contradicción entre la fe que se decía profesar y las prácticas sociales y políticas de los líderes del pueblo. De hecho, los opresores consideraban que Dios estaba de su lado e invocaban las grandes tradiciones religiosas de Israel para justificar su opresión. En realidad, la religión puede ser utilizada para lo mejor o para lo peor. Hay que tener cuidado.
El profeta Miqueas protesta contra esta situación y sale en defensa de los más pobres de su tiempo. En los primeros 3 capítulos del libro se describen los graves pecados de los gobernantes y responsables de Israel y de Judá. Se señalan claramente los pecados sociales (aún hoy poco se habla de los pecados sociales, pues tradicionalmente hemos pensado que el pecado se queda encerrado en el ámbito de lo estrictamente personal-individual. Sin embargo, hay estructuras sociales, políticas y culturales que generan opresión, desigualdad y sufrimiento. En todo caso, Miqueas presenta estos pecados sociales como infidelidades graves a Dios y a la alianza que se ha sellado con Él. En los capítulos 4 y 5 del libro, dentro de los cuales está ubicada la lectura propuesta para este domingo, se presentan algunos mensajes (oráculos) de salvación, destinados a fortalecer la esperanza del pueblo que sufre.
El texto que nos es propuesto en la liturgia retoma las promesas mesiánicas (aquellas relacionadas con la venida de un Mesías, enviado y ungido de Dios), que reinará de una manera diferente: será un rey justo, honesto, preocupado por cuidar del pueblo (en el terreno político esta utopía parece estar aún abierta). Este nuevo rey enviado por Dios, será de la descendencia de David, y tendrá como misión restaurar la paz y la justicia (estas dos realidades son inseparables y requieren la participación comprometida de todos). Con este nuevo rey se espera que el pueblo conozca una nueva etapa de bienestar y de abundancia, semejante a la que el pueblo antiguo de Israel vivió cuando David era rey (claro que tanto esta etapa como la figura de David aparecen fuertemente idealizadas).
La última frase de esta lectura (del libro de Miqueas) es significativa: este rey será “paz”. La paz define el contenido concreto de la esperanza. Recordemos que la paz (en hebreo Shalom) significa – en el contexto bíblico – tranquilidad, ausencia de violencia, bienestar y abundancia. Notemos que en los relatos del Nuevo Testamento lo primero que Jesús resucitado desea a sus discípulos es la paz y que en la Eucaristía este saludo de Jesús (“La Paz esté con Ustedes”) resuena permanentemente. ¿A cuál tipo de paz nos referimos? ¿A qué proyecto de paz estamos vinculados? ¿Cuáles son las propuestas actuales de paz? ¿En qué se basan tales propuestas? ¿Cómo cada uno de nosotros contribuye a la construcción de una cultura de paz?
Recordemos, en todo caso, que Jesús – presentado teológicamente como descendiente de David – no vino para restaurar un reino político (un tipo de reino que se impone por la fuerza, por la riqueza y por las “jugadas políticas” no siempre tan éticas como se desearía).
La lectura nos ayuda a entender lo fundamental: Dios no acepta la injusticia; no puede haber paz sin justicia; la paz es una construcción y esta construcción pasa por el reconocimiento cotidiano de la dignidad humana.
Por eso, Cristo, al entrar en el mundo, dijo: "Tú no has querido sacrificio ni oblación; en cambio, me has dado un cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni los sacrificios expiatorios. Entonces dije: Aquí estoy, yo vengo -como está escrito de mí en el libro de la Ley- para hacer, Dios, tu voluntad." El comienza diciendo: Tú no has querido ni has mirado con agrado los sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a pesar de que están prescritos por la Ley. Y luego añade: Aquí estoy, yo vengo para hacer tu voluntad. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.
Algunas reflexiones
La carta a los hebreos es un texto anónimo, escrito probablemente poco antes de los años 70 d.C., y fue destinado originalmente a una comunidad constituida (en su mayoría) por cristianos provenientes del Judaísmo. Parece que esta comunidad cristiana estaba pasando por una situación en la cual la fe de las personas y la vitalidad espiritual estaban debilitándose. Faltaba compromiso y, además, comenzaba a sentirse el peligro de desvíos doctrinales. La experiencia de fe requería, entonces, de una nueva fuerza. El Papa Juna Pablo II nos habló de que algo parecido estaba (y sigue estando) con los cristianos de hoy y que se requería de una nueva evangelización, que nos situara en un horizonte de nuevo ardor, nuevos métodos y nueva expresión. ¿En qué va esta tarea?
El autor de la carta presenta el misterio de Cristo, señalando especialmente su dimensión sacerdotal y cómo esta dimensión se reveló en su misión. Cristo – en el desarrollo de su misión – unió a la humanidad con Dios e hizo de los creyentes un pueblo centrado en adorar a Dios con su manera de vivir. Esa manera de vivir (a la manera de Jesús) pasó a ser el mejor acto de alabanza de la comunidad cristiana. Esto es lo que se nos propone.
El lenguaje usado por el autor es claramente litúrgico (cultual), usando como base el modelo litúrgico judío. Según el autor Jesús es el sumo sacerdote de la nueva alianza, que realiza una auténtica mediación entre Dios y los hombres. Por tal razón, el conjunto de los creyentes, puestos en relación con Dios Padre (en Cristo Jesús) es un pueblo sacerdotal: un pueblo que celebra la salvación de Dios y se ofrece a Él.
En este contexto, el autor reflexiona sobre las características claves del sacerdocio de Cristo y pide a los cristianos (todos) que reproduzcan en sus vidas estas características de Jesús: amor, humildad, servicio, simplicidad, búsqueda de la gloria de Dios. ¿Hemos entendido la vida cristiana desde esta perspectiva?
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".
Algunas reflexiones
El texto del evangelio que nos propone la liturgia para este domingo es una catequesis destinada a proclamar la salvación que llega a todos en la persona de Jesús de Nazaret.
Este Jesús (que es presentado por el evangelista) no es presentado simplemente como el hijo de María y José, sino como el Mesías, el hijo de Dios, fruto de la acción del Espíritu Santo. No es simplemente un niño más que nace, sino el “Dios con nosotros” del que habló algunos siglos antes el profeta Isaías.
El evangelista busca – de forma muy pedagógica – poner en relación el Antiguo Testamento (Isabel) con el Nuevo Testamento (María); y establecer la conexión de la experiencia espiritual profética del Antiguo Testamento (Juan Bautista en el vientre de Isabel) con Aquel que es un profeta, pero que es más que un profeta (Jesús en el vientre de María).
La lectura nos deja un proyecto de vida, planteado a través de la figura de María:
¿Aceptamos vivir este proyecto?
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Escucha, Pastor de Israel,
Tú que tienes el trono sobre los querubines,
reafirma tu poder y ven a salvarnos.
Vuélvete, Señor de los ejércitos,
observa desde el cielo y mira:
ven a visitar tu vid,
la cepa que plantó tu mano,
el retoño que Tú hiciste vigoroso.
Que tu mano sostenga al que está a tu derecha,
al hombre que Tú fortaleciste,
y nunca nos apartaremos de ti:
devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
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