Te comparto la
reflexión correspondiente al Cuarto Domingo de Adviento Ciclo C 2018, sobre las
lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
(Note: This is a sponsor's page)
Nota acerca de la fecha: En el 2018, corresponde al Domingo 23 de Diciembre.
Estamos llegando al gran
acontecimiento de la Navidad. Disponernos para ser restaurados por Dios, acoger
su paz y trabajar para construirla en nuestra cotidianidad, estar atentos a la
voluntad de Dios, reconocernos templos vivos de Dios y transformarnos en
comunicadores de Dios, es lo que se nos propone este domingo.
Veamos las lecturas:
De ti saldrá el jefe de Israel
Así dice el Señor: "Pero tú, Belén de Efratá, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo, de tiempo inmemorial. Por eso Dios los abandonará hasta el tiempo en que la madre dé a luz y el resto de sus hermanos vuelva a Israel. En pie, pastoreará con la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y Él será nuestra paz".
Aquí estoy para hacer tu voluntad
Hermanos:
Cuando Cristo entró en el mundo dijo: "Tú no quieres sacrificios ni
ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni
víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro:
"Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."" Primero dice:
"No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas
expiatorias", que se ofrecen según la Ley. Después añade: "Aquí estoy
yo para hacer tu voluntad." Niega lo primero, para afirmar lo
segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la
ofrenda del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
En aquellos días, María se puso en camino y fue
aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a
Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su
vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
"¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién
soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a
mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has
creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá".
Algunas reflexiones
El profeta Miqueas (primera lectura) es uno de los grandes profetas sociales del siglo VIII antes de Cristo. No sólo entendió que la fe en Dios es inseparable del amor y la solidaridad para con los pobres, sino que se esforzó por denunciar los atropellos que contra ellos cometían los poderosos de su sociedad. Su origen campesino le permitió estar en contacto con la gente sencilla y comprender el sufrimiento de muchos que eran explotados por los latifundistas de aquella época.
Miqueas elevó la voz para denunciar que existe una contradicción en aquellos que dicen creer en Dios, pero maltratan al pobre y se aprovechan de él. Miqueas (en los primeros capítulos de su libro) denuncia los graves pecados que están sucediendo y desenmascara las artimañas de los poderosos, que disfrazan de piedad religiosa su crueldad. Miqueas sostiene que la religión no puede ser instrumento de opresión y que la fe de aquellos poderosos está desenfocada; más aún, llega a afirmar que ese ‘dios’ en el que dicen creer no es el verdadero Dios. Fe en Dios e injusticia son incompatibles. El maltrato a los más débiles es una fractura de la alianza con Dios. Este es el mensaje de Miqueas.
Sin embargo, Miqueas no se queda denunciando. Su mensaje pasa de la denuncia a la esperanza (capítulos 4 y 5). Dios intervendrá, hará posible una gran transformación, el pueblo estará unido nuevamente y será gobernado por un auténtico rey, que respete a Dios y vele por el bien de todos (es la lectura que se nos propone hoy).
Miqueas retoma las promesas mesiánicas (vendrá un Mesías, un enviado de Dios) para afirmar que la paz y la justicia social serán posibles. La frase con que se cierra el texto de hoy es significativa: Él (el enviado de Dios) será nuestra paz, en Él encontraremos nuestra paz y con Él podremos construir una paz duradera, estable, auténtica.
Para los creyentes cristianos este rey justo y bondadoso es Jesús de Nazaret. Abramos nuestro corazón a Él y encontremos en Él nuestra paz. Él mismo nos dice: «Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera». (Mt 11, 28-30).
Recordemos, igualmente, que – en los relatos del nuevo testamento – Jesús resucitado saludaba a sus discípulos diciendo: ‘La paz esté con ustedes’… Recordemos, también, que cuando nace el niño Jesús los ángeles proclaman: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres amados por Él” (Lc 2, 14). Acojamos su paz y trabajemos para construirla allí donde estamos.
Ya hemos dicho que, para los creyentes cristianos, el Mesías (el enviado de Dios) es Jesús de Nazaret. Dos características acompañan la vida y la misión de este Mesías: su desbordante amor y su dedicación total al cumplimiento de la voluntad de Dios. Son las características que deben constituir la vida de cada uno de sus seguidores.
La Carta a los hebreos enfatiza la segunda característica: “Aquí estoy, Oh Dios, para hacer tu voluntad”. La verdadera experiencia religiosa ya no consiste en ofrecer a Dios sacrificios externos. El problema es que – cuando no hay verdadera unidad y coherencia – se puede ser muy generoso externamente permaneciendo en el egoísmo. Por eso la verdadera ofrenda es la propia vida, la propia existencia. Es en este sentido que hay que entender la expresión: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo…” Ese cuerpo es la vida misma, lo que cada uno de nosotros es. Y por eso, viene una segunda expresión: “Aquí estoy, Señor, para hacer tun voluntad.”
La Carta a los hebreos (segunda lectura) es un texto de la última parte del siglo I después de Cristo (más o menos año 70 o 75) y fue dirigido originalmente a unas comunidades cristianas que se encontraban en crisis. La fe se iba desvaneciendo, faltaba vitalidad y compromiso en el seguimiento de Jesús. El autor de la carta busca animar a estos cristianos recordándoles quién es Jesucristo: Él es el Hijo amado de Dios, empeñado en cumplir la voluntad divina.
Por tanto, es necesario volver a Él, aprender de Él y hacer lo que Él hizo: enfocarse en la voluntad de Dios. Por eso, permanentemente hay que repetir: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Entendemos por qué el autor insiste en los rasgos sacerdotales de Jesús: amor, humildad, servicio, sencillez, donación.
Al prepararnos para la fiesta del nacimiento de Jesús no debemos olvidar esto: Él debe nacer en nosotros y, en nosotros, deberán desarrollarse sus características, sus rasgos: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo” (Fil 2, 5).
Para completar nuestro recorrido bíblico dominical, al acercarnos al gran acontecimiento del nacimiento de Jesús, la liturgia nos invita a observar a su mamá, a venerarla y aprender de ella. El episodio que conocemos como ‘la visitación’ relata el encuentro de dos madres. Una joven (portadora de Jesús) y una anciana (portadora de Juan). Si profundizamos en la lectura teológica de esta visitación, se trata del encuentro de los dos testamentos: el Nuevo (María y Jesús) que visita (ilumina y da sentido) al antiguo (Isabel y Juan).
María, va de Galilea, a Judá, la región en la que un día su hijo será rechazado y condenado a muerte (Lc 1,39). Ante el saludo de la joven, el niño que Isabel está a punto de dar a luz “salta de gozo”. El texto subraya la alegría de ser visitado por Jesús, la alegría de dejar entrar a Jesús en nuestra intimidad, la alegría de descubrirnos habitados por el Espíritu de Dios. Por eso el niño salta e Isabel reconoce la grandeza de María y la importancia del niño que ella lleva en su vientre: “Bendita entre las mujeres y Bendito el fruto de tu vientre”.
Notemos que María aparece en el texto como portadora de Jesús. Es consciente de ser su templo, su sagrario, su arca. El creyente cristiano está invitado a descubrir, a través de María, esta misma realidad: Jesús nos habita y nosotros somos sus comunicadores allí donde estemos.
La grandeza de María está en su profunda fe; en su disponibilidad para la escucha de Dios; en su abandono a la voluntad divina, “Hágase en mí según tu Palabra”; en su capacidad de servicio y en su conciencia de ser portadora de Dios. ¿No son estas las características y las experiencias a las que debemos aspirar? Eso es navidad.
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Pastor de Israel, escucha, tú que te sientas sobre querubines, resplandece. Despierta tu poder y ven a salvarnos. R.
Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que tú hiciste vigorosa. R.
Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
Regresar al comienzo del 'Cuarto Domingo de Adviento Ciclo C 2018'
You may wonder, 'how can I be part of the solution', 'how can I contribute?'. Learn more...