Te comparto la
reflexión correspondiente al Cuarto Domingo de Adviento Ciclo B 2017, sobre las
lecturas de la Biblia que se proclaman durante la Eucaristía de este día.
(Note: This is a sponsor's page)
Nota acerca de la fecha: En el 2017, corresponde al Domingo 24 de Diciembre.
Llegamos al 4º domingo del tiempo de Adviento. Las lecturas nos invitan
a dar nuestro sí, nuestro AMÉN.
El reino de David durará por siempre en la presencia del Señor
Cuando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor le dio
la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al profeta Natán:
"Mira, yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive
en una tienda." Natán respondió al rey: "Ve y haz cuanto piensas,
pues el Señor está contigo." Pero aquella noche recibió Natán la
siguiente palabra del Señor: "Ve y dile a mi siervo David: "Así dice
el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo
te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi
pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus
enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a
Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en
adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré
jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus
enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y, cuando
tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti
la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré
para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre
en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre.""
El misterio, mantenido en secreto durante siglos, ahora se ha manifestado
Hermanos: Al que puede fortaleceros según el Evangelio que yo
proclamo, predicando a Cristo Jesús, revelación del misterio mantenido en
secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en los escritos proféticos,
dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a
la obediencia de la fe al Dios, único sabio, por Jesucristo, la gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le podrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.
Algunas reflexiones:
Al leer el texto del evangelio nos damos cuenta que llegamos al momento esperado: la entrada al mundo (el nacimiento) del Mesías (El Enviado) de Dios. La primera indicación del evangelio nos da a entender que no se trata de una idea o de un mito, sino de un acontecimiento ubicable en la historia humana. Es Dios actuando en la historia humana. Pocas veces reflexionamos sobre este profundo misterio, que es capaz de cambiar el curso de la historia y la vida de cada creyente en particular. El evangelista nos cuenta: «En aquel tiempo fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret». ¿He meditado suficientemente sobre la presencia activa de Dios en mi propia vida? ¿He logrado identificar esta acción y sus consecuencias?
Un segundo elemento que llama la atención es la respuesta de María. Dios – presente en la historia – busca interlocutores; viene al encuentro de la humanidad, de las personas. Es contando con las personas que Dios despliega su acción. Claro, las personas pueden asumir posturas distintas: interés, indiferencia, oposición. ¿Entendemos lo que se nos quiere decir al presentarnos a María y su actitud ante la revelación de Dios?
María nos es propuesta en el evangelio como aquella que espera esta acción divina, que está atenta para identificar la presencia del Dios amor, que se interesa por lo que Dios quiere decir y proponer. María no se esconde ni esquiva la interpelación de Dios. Al contrario, ella se presenta como interlocutora interesada y se ofrece como creyente generosa: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». ¿Espero la acción de Dios? ¿Me intereso por identificar los signos de su presencia? ¿Intento discernir cuál es su propuesta? ¿Medito en la calidad de la respuesta que debo darle?
Claro, hay que tener en cuenta que los textos que tenemos en los evangelios son ya composiciones teológicas post-pascuales que dan cuenta de lo esencial, pero que no nos dejan ver muchos detalles. Podríamos imaginarnos que la fe de María fue algo fácil. Pero, ¿qué podría significar –en aquel tiempo en aquellas circunstancias - la misión de aceptar ser la madre del Mesías? ¿Qué riesgos implicaba una tal decisión? ¿A qué incertidumbres y riesgos estaba expuesta, humanamente, María? ¿Cómo hacer entender a sus familiares, conocidos y contemporáneos que su situación estaba conectada con Dios? ¿Cómo explicar que lo que acontece en ella era obra de Dios? No era nada fácil ¿He meditado suficientemente acerca de la complejidad de esto que llamamos ‘el acto de fe’? ¿Qué es creer? ¿Qué es creer maduramente?
Lo admirable de todo esto es que la fe de María no consistió en dar un asentimiento ‘racional’ y ‘calculado’ a un conjunto de verdades ya elaboradas y propuestas en un documento, sino en el hecho de dar su palabra de aceptación y compromiso a una propuesta que comprometía toda su existencia, desde lo más profundo de su ser. María creyó, acogió y se entregó a Dios y concretizó esto comprometiéndose con una misión: ser la mamá del Mesías esperado.
Sin duda, María nunca dijo «fiat» porque no hablaba latín (esta es una manera, a posteriori, de hablar de la experiencia de María). Lo que muy seguramente brotó de sus labios fue la palabra «Amen», pues esta era la palabra con la que un hombre o una mujer del pueblo hebreo expresaban su asentimiento creyente a Dios. Decir Amén era expresar (desde lo más profundo del corazón) la plena adhesión a la propuesta de Dios, a su voluntad. ¿Cuántas veces he dicho AMÉN? ¿Lo he dicho conscientemente?
Y no se trata sólo de decir AMÉN, sino del modo como el AMÉN es pronunciado. Podemos pronunciarlo 1) como simple costumbre, 2) como reacción mecánica al desarrollo de la liturgia. 3) Podemos pronunciarlo con desgano, como si se tratase de un ‘me toca porque no hay más remedio’… O, 4) podemos pronunciarlo con amor, con convicción, con alegría, con el deseo de dar lo mejor de nosotros mismos. ¿Cómo es mi AMÉN?
Es claro que nosotros no podemos imitar a María en el hecho de concebir y dar a luz físicamente a Jesús; pero – espiritualmente - podemos concebir, dar a luz y permitir que Jesús, el Mesías, crezca y se desarrolle en nosotros. Podemos, con nuestra manera de vivir y de interactuar, contribuir para que Jesús pueda nacer y desarrollarse en otros y para que en nosotros y desde nosotros pueda expandirse el ‘Reino de Dios’. Podemos ayudar a construir ‘ambientes’ llenos de Dios.
Quizá, el mejor regalo (ya que navidad se ha vuelto una especie de ‘danza de regalos’) que podemos dar a Jesús (quien es, además, por quien celebramos y cuyo ‘cumpleaños celebramos’) sea un mayor cuidado en el AMÉN que damos.
La primera lectura nos hablaba del deseo del rey David de hacerle una casa a Dios (o, mejor, de construir un lugar digno al arca de la Alianza que contenía las tablas de la ley de Moisés). Al meditar sobre el AMÉN, podemos descubrir 5 cosas:
1. Que es Dios quién – al entregarnos la creación – nos ha dado una casa, para que nuestra vida se desarrolle.
2. Que la mejor casa que podemos construir a Dios es nuestra propia persona: permitir que Él habite en nosotros.
3. Que es Dios mismo quien – por su amor y con la asistencia de su Espíritu Santo – nos transforma en morada suya.
4. Que la meta de nuestra peregrinación en la fe es llegar ‘a la casa del Padre’, al abrazo pleno, el encuentro sin par: “En la casa de mi Padre hay muchos lugares donde vivir; si no fuera así, yo no les hubiera dicho que voy a prepararles un lugar. Y después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a estar.” (Juan 14, 2-3).
5. Que el AMÉN - cuando es pronunciado auténticamente – nos introduce en una relación de amor con Dios y que esta relación transforma toda nuestra vida.
Celebrar navidad es volver a decir AMÉN.
Terminemos nuestra reflexión orando con el…
Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, / anunciaré tu fidelidad por todas las edades. / Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno, / más que el cielo has afianzado tu fidelidad." R.
"Sellé una alianza con mi elegido, / jurando a David, mi siervo: / "Te fundaré un linaje perpetuo, / edificaré tu trono para todas las edades."" R.
Él me invocará: "Tú eres mi padre, / mi Dios, mi Roca salvadora." / Le mantendré eternamente mi favor, / y mi alianza con él será estable. R.
¿Tienes alguna pregunta, duda, inquietud, sugerencia o comentario acerca de estas reflexiones?
Regresar al comienzo del 'Cuarto Domingo de Adviento Ciclo B 2017'
You may wonder, 'how can I be part of the solution', 'how can I contribute?'. Learn more...